- La emergencia de covid-19 entró en una fase crítica, superando recientemente los cinco millones de casos y 200 000 muertes en América Latina. En este contexto, las trabajadoras domésticas de la región están sonando la alarma acerca de la falta de apoyo económico, acceso a salud y otras protecciones sociales, y organizándose en solidaridad para ayudarse entre ellas.
Maritza Velásquez lidera la Asociación de Trabajadoras del Hogar, a Domicilio y Maquila en Guatemala, una organización de sociedad civil que promueve los derechos humanos y laborales de las mujeres trabajadoras.
Desde el inicio de la emergencia por covid-19, ATRAHDOM, la sigla de la Asociación, ha coordinado esfuerzos para llevar ayuda humanitaria a las trabajadoras domésticas que han sido más afectadas por el impacto económico y social de la pandemia, al mismo tiempo que brinda apoyo a otros grupos de mujeres organizadas que tienen menor acceso a recursos.
“Hemos salvaguardado nuestra salud llevando todas las medidas necesarias, pero hemos tenido que arriesgarnos para poder cumplir con las mujeres también”, dice Velásquez.
Con apoyo de ONU Mujeres y otros aliados estratégicos, ATRAHDOM ha entregado alimentos básicos, equipo de protección personal, así como kits de higiene y salud a redes de mujeres trabajadoras domésticas en distintos puntos de Guatemala.
“Cuando nosotras hemos llegado, las mujeres nos reciben con alegría y gratitud porque llevamos cosas sencillas, pero que no habían logrado comprar”, explica.
ATRAHDOM también ha coordinado la entrega de transferencias monetarias a través de servicios de pago digitales.
Además, la organización ha comprado equipo de protección adicional, como caretas, que pueden utilizar las mujeres con mayor edad y que se encuentran en mayor riesgo.
Dado que la mayoría de las trabajadoras domésticas carecen de protección social y de salud, la organización está actualmente buscando las formas de facilitar el acceso de sus afiliadas a tratamiento y servicios de salud básicos.
Un tercio de las trabajadoras domésticas del país han perdido sus empleos, y un número mayor han visto una reducción de sus salarios, en la medida en que los y las empleadoras también han perdido su nivel de ingresos como consecuencia de la emergencia.
Suleima Ojer, voluntaria de ATRAHDOM, indica que la pandemia ha afectado a la gran mayoría de mujeres en el sector de trabajo doméstico, y que muchas madres solteras y adultas mayores, especialmente, tienen mucha necesidad de apoyos económicos, alimenticios, y de salud.
Debido a las restricciones de transporte público, Ojer debió cambiarse de un empleo a tiempo completo en Ciudad de Guatemala a uno de medio tiempo en Parramos, un distrito en la región central del país, pero recibiendo menor paga.
A pesar de sus dificultades personales, continúa contribuyendo a ATRAHDOM como voluntaria, coordinando la entrega de bienes esenciales a otras trabajadoras en su área.
“Las mujeres han unido esfuerzos en solidaridad para enfrentar la emergencia, coordinando para apoyar a las que han sido más afectadas y en el tiempo en que sus acciones tienen el mayor impacto”, señala Adriana Quiñones, Representante de ONU Mujeres en Guatemala.
Liderando una respuesta solidaria
En América Latina y el Caribe, de las 11 a 18 millones de personas que están empleadas en el sector de trabajo doméstico, 93 por ciento son mujeres.
El trabajo doméstico también representa hasta 14,3 por ciento de los empleos para mujeres en la región, pero la gran mayoría (77,5 por ciento de ellas) opera en el sector informal, sin acceso a protección social y a condiciones de empleo digno.
“Ahí es donde las asociaciones y sindicatos han tenido un papel admirable”, observa Adriana Paz, coordinadora para América Latina de la Federación Internacional de Trabajadoras del Hogar (FITH).
“Han hecho recaudación de fondos, casa a casa, a nivel local y con partidos políticos. Han organizado ollas comunales y han comenzado a llevar alimento a sus afiliadas”, añade.
Por un lado, la emergencia del covid ha expuesto la falta de protecciones para el sector de trabajo doméstico, pero también ha demostrado una profunda y poderosa solidaridad que existe entre estas mujeres.
“Es una movilización de solidaridad en la práctica muy conmovedora. Son de las pocas que han llegado a los vecindarios pobres a traer esta ayuda humanitaria. Lo hacen con pocos recursos, pero lo hacen con gran cantidad de compasión y solidaridad en el corazón”, explica Paz.
En Guatemala, Velásquez narra la historia de una visita que hicieron a Chimaltenango, en la región central del país.
“Algunas de las trabajadoras despedidas de maquila empezaron a hacer mascarillas, que nos regalaron para repartir a los niños y niñas de las trabajadoras del puerto de San José, en Escuintla, en la región sur del país, a 100 kilómetros de distancia”, explica.
No se conocen, pero estas acciones demuestran la hermandad que ocurre entre mujeres de todo el país, dice Velásquez.
En Bolivia, la Federación Nacional de Trabajadoras Domésticas estableció como prioridad dar cobertura de salud a sus afiliadas. Leyda Alonzo, su secretaria ejecutiva, dice que “ninguna trabajadora del hogar en el país tiene seguro de salud y en tiempos de pandemia tener un seguro es vital”.
“Cuando nos enfermamos o tenemos un accidente nosotras mismas pagamos nuestras curaciones; el empleador se desentiende completamente”, detalla.
Como parte de la respuesta a la covid, la Federación y ONU Mujeres Bolivia unieron esfuerzos para incorporar a más de 500 trabajadoras domésticas, entre 18 y 64 años, en un seguro de vida inclusivo, desarrollado por la Cooperación Suiza en Bolivia y la Fundación para el Desarrollo Productivo y Financiero.
¿Qué significa “reconstruir mejor” para las trabajadoras domésticas?
Los efectos de la pandemia van más allá de las presiones económicas y los riesgos elevados para la salud de las trabajadoras domésticas. Reconstruir mejor, para la gran mayoría de ellas, pasa por revalorar el trabajo doméstico.
“Mi mensaje es que se comience a ver el trabajo del hogar como una actividad esencial para el funcionamiento económico de toda la sociedad”, explica Adriana Paz.
Esa labor “hace posible los demás trabajos, garantiza el cuidado y el bienestar de lo más preciado que tenemos: nuestros seres queridos y familia. En este sentido, debemos valorizar este trabajo a través de legislación y protección, pero también dignidad y respeto a las mujeres que cumplen con esta función”, añade.
Sensibilizar a las propias trabajadoras sobre sus derechos, y proveerles información sobre los mecanismos para garantizarlos y buscar ayuda, también resulta esencial.
Patricia Castillo, una trabajadora doméstica de la costa en el Pacífico de Guatemala, ilustra este punto.
“La mayoría necesitamos es que alguien nos instruya, porque nosotros cuando llegamos a pedir un contrato, no firmamos nada, todo es verbal. En mi caso, yo acepté las condiciones [gana un salario mínimo, pero carece de prestaciones o vacaciones] por la necesidad que tenía”, dice.
La representante de ONU Mujeres, Adriana Quiñones, subraya: “La emergencia de covid-19 ha tenido un impacto en todos los niveles de la sociedad, pero las trabajadoras domésticas y sus familias llevan a cabo un trabajo esencial que debe ser adecuadamente valorado y remunerado”.
“Las trabajadoras domésticas nos han dado una lección sobre cómo se ve una respuesta verdaderamente solidaria, por lo que debemos aprender de ellas y respaldar sus esfuerzos”, concluye.
Este artículo fue publicado originalmente por ONU Mujeres.