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Lo repetiremos una vez más, “el machismo es cultura no conducta”, por eso quienes no quieren que cambie la cultura prefieren mandar el mensaje de que el machismo se limita a una serie de “conductas llevadas a cabo unos pocos hombres, sobre algunas mujeres y en determinadas circunstancias”.
De ese modo todo lo que es la construcción cultural, con su parte formal levantada sobre las normas y las jerarquías, y su parte informal que actúa a través de sus ideas, valores, mitos, estereotipos, costumbre, tradición… convertidos en normalidad, queda reducida a esas anécdotas tan evidentes y criticables que todo el mundo rechaza para decir que el machismo no existe, y que los machistas son esos pocos hombres con su “perfil derecho” y su “perfil izquierdo”, para que no se vean de frente y nadie los reconozca en el día a día.
En este contexto, si alguien dice lo de “quien esté libre de pecado que arroje la primera piedra”, lo apedrean; pues no solo se creen al margen del machismo, sino que, además, se sienten por encima de él. Muy propio de la construcción y de la condición definida por la cultura que niegan.
Por eso cuando hablan creen que lo hacen desde la neutralidad y al margen del machismo, como si la realidad tuviera tres dimensiones. Por un lado la igualdad y el feminismo, por otro el machismo y en medio de las dos la neutralidad; cuando esa aparente neutralidad es parte de una cultura que, como definen los trabajos de Matt Ridley y Franz De Vaal, entre otros, es información, conocimiento, costumbre… elementos que unifican los recursos cognitivos de una sociedad y contribuyen a desarrollar la identidad y sus funciones asignadas, a partir de las cuales se organiza la convivencia y las relaciones sociales.
El reflejo de ese “machismo neuronal” está en la reacción que se produce ante cualquier crítica o cuestionamiento, no ya de la desigualdad en abstracto, sino de las consecuencias objetivas de la misma, como por ejemplo es hablar de violencia de género, de brecha salarial, de precariedad laboral en muchos trabajos feminizados, de sobrecarga de trabajo en el contexto doméstico con el desempeño de las tareas de cuidado por las mujeres… Simplemente mencionar esa injusticia social desata una avalancha de ataques contra quien lo mencione o lo proponga. Y si como parte de las propuestas se hace referencia a los hombres, la reacción se acompaña de artillería pesada, pues es como mencionar la soga en casa del ahorcado.
Los hombres no quieren que les quiten sus privilegios y para ello necesitan mantener su modelo de sociedad y una cultura que lo respalde como parte de la normalidad. Para ellos la amenaza no está en el Ministerio de Hacienda con sus impuestos, ni en el Ministerio de Defensa con su infantería o en el Ministerio del Interior con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, su amenaza está en el Ministerio de Igualdad, y por eso algunos lo llaman “Monasterio de Igualdad” para presentar sus propuestas y políticas como si fueran parte de una orden religiosa, una secta o un grupo reducido de la sociedad que se mueve por intereses particulares, no por la defensa de los Derechos Humanos, entre ellos la Igualdad (artículo 2 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos), no solo la Igualdad ante la ley (artículo 7).
Hablar de Igualdad y violencia de género ya es un problema para ellos, pero en todos estos años han desarrollado sus contra-argumentos para camuflar la realidad, como por ejemplo cuando hablan de “denuncias falsas”, que “las mujeres también maltratan”, qué “violencia es violencia”,que hay que “hablar de personas, no de hombres y mujeres”… y más o menos creen que tienen controlada la situación. Pero cuando se habla de masculinidad o de violencia en general se ponen de los nervios, y si encima se juntan los dos conceptos y se habla de “masculinidad y violencia” empiezan a “convulsionar y echar espuma por la boca”, pues se pone aún más de manifiesto que el machismo es mucho más que el sexismo, y que como sistema de poder necesita la violencia en todas sus formas con el objeto de reforzar su modelo y premiar a quienes sigan sus dictados.
Y este tipo de iniciativas son atacadas de manera inmediata, como reacción y sin conocer su contenido, lo cual ejemplifica muy bien de lo que hablamos.
A partir de ahí se intentan ridiculizar las propuestas y las necesarias iniciativas que desde cualquier institución, incluida la universidad, se deben asumir para modificar esta realidad de injusticia social. No se trata de temas menores ni de cuestiones anecdóticas, en el año 2000 la UNESCO ya publicó un informe titulado “Roles de hombres, masculinidad y violencia”, que imagino les molestará tanto como las iniciativas actuales, sobre todo porque deja en evidencia sus argumentos que hablan de iniciativas particulares o personales.
En el momento actual, toda su reacción se articula a través de las redes sociales y algunos medios en lo que se ha denominado, acertadamente, “poscensura”, una estrategia de ataque contra determinadas personas y las iniciativas que desarrollan. La diferencia respecto a otras situaciones es que en los temas de Igualdad, masculinidad, violencia… la “poscensura” se acompaña, además, de intentos de censura previa, como por ejemplo, se observa al intentar imponer sus dictados a las propuestas académicas de la universidad despreciando la libertad de cátedra, o la formación continuada, como ha ocurrido con el boicot a un curso “Masculinidades igualitarias como estrategia de prevención de la violencia de género”, del Centro de Educación del Profesorado Cuevas-Olula. Quieren imponer una especie de “pin parental” en la universidad y en cualquier nivel educativo, como ya lo han hecho en la escuela.
Toda esta reacción, que sólo sirve para alimentar el rechazo de quienes ya rechazan estos temas e iniciativas, sin ningún impacto al margen de quien ya pensaba de ese modo, no sólo son un ejemplo de la transformación social a favor de la Igualdad y de la reacción del machismo, sino que demuestran la necesidad de abordar estos temas y trabajar para evitar las consecuencias que en forma de desigualdad, discriminación y violencia hay tras ellos.
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