AynurSürücü, asesinada en Berlín en 2005, a los 23 años, por el menor de sus cuatro hermanos, es retomado por la realizadora germano-estadunidense Sherry Hormann en su nuevo largometraje Sólo una mujer ( Nur eine Frau, 2019), para probar el absurdo atroz de una moral patriarcal, esencialmente misógina, y sus ocasionales efectos criminales en miles de mujeres musulmanas, dentro y fuera de las naciones regidas por el Islam.
La película es narrada por la propia Aynur (interpretada por Almila Bagriacik), quien refiere en primera persona, después de muerta, las circunstancias de su propia ejecución –un recurso narrativo nada nuevo pero tan eficaz aquí como antes lo fuera en el clásico cine negro estadunidense. La protagonista retrocede luego en el tiempo, siete años atrás, para describir su entorno familiar en un hogar de inmigrantes turcos en el barrio berlinés de Kreuzberg, y señalar ahí la identidad de su futuro victimario. No hay mayor misterio en esas revelaciones, dado que el caso fue notorio en la prensa local y descrito en el libro Crimen de honor: un destino alemán (2011), de Matthias Deiss y Jo Goll.
Lo que la directora y su guionista Florian Öller elaboran a partir de ese testimonio, es más interesante aún. En la cinta se recorre la espiral de odio que surge de la idea de un supuesto honor familiar mancillado. Aynur, la hija adolescente a quien se le había arreglado en Berlín un matrimonio de conveniencia en Estambul con un hombre para ella desconocido, comete la falta imperdonable de abandonarlo estando embarazada. Poco importa que se trate de un irascible golpeador, la familia de la joven ha decidido privilegiar la honorabilidad del clan por encima de la seguridad y dignidad de la hija.
A pesar de las admoniciones, amenazas y tenaces hostigamientos por parte de su familia, Aynur se coloca aún más al margen de los dictados morales fundamentalistas, al reivindicar sin rodeos su derecho a vivir una vida propia según el estilo occidental, en consonancia con la sociedad alemana en la que ha nacido y dentro de la cual también se ha educado. A la gravedad de esa transgresión corresponde la ira colectiva que se extiende desde los hermanos (con la excepción de uno de ellos que, inconforme, ha abandonado el hogar para instalarse en Hamburgo), hasta la madre de Aynur que tolera inconmovible los abusos de sus hijos y se vuelve cómplice del asedio misógino. Cabe señalar que ya en 2009 la realizadora austriaca Feo Aladag había retomado esta misma historia en la película La extraña ( Die Fremde). La actuación de la actriz alemana de origen turco Sibel Kekilli fue impactante, como la misma historia de Aynur, que no ha perdido un ápice de actualidad en el repunte global de feminicidios invariablemente impunes.
Se exhibe en la sala 2 de la Cineteca Nacional. 13:00 y 18:00 horas.
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