En vísperas de la desintegración de la URSS en 1990, la pareja decide abandonar el país y probar suerte en Israel, como en esos momentos lo hacían cientos de miles de judíos rusos. Las dificultades de su aclimatación –cultural, lingüística, anímica– en el nuevo entorno social se incrementan por la falta de oportunidades laborales en el campo profesional en el que ambos son expertos: la recreación en ruso de las voces de estrellas fílmicas como Kirk Douglas, Al Pacino o Giulietta Masina. Incapaces de retomar ese oficio, deberán contentarse con empleos ingratos.
Al tiempo que Raya y Víctor descubren las ventajas y miserias del mundo occidental moderno que por largas décadas les permaneció vedado, su propia relación de pareja se ve sometida a una dura prueba. Cada obstáculo en su camino, y serán muchos, debilitará en el hombre la confianza en sí mismo y la noción de pertinencia de un espléndido oficio en el que por tanto tiempo brilló insuperable; mientras que para ella, la vida nueva será un desafío y la oportunidad de recobrar una insospechada autonomía. Más allá del desasosiego existencial que ocasiona a la pareja sexagenaria una sacudida cultural tan fuerte, lo que la cinta evoca es la sensación, para ambos desconcertante, de haber dejado muy atras –como en otro siglo u otra vida–, sus certidumbres identitarias como miembros de una nación ya casi desaparecida, y las gratificaciones de un arte del doblaje que también se contempla como un oficio a punto de desaparecer. Una elegía emotiva con cargas bien calibradas de desenfado e ironía.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional. 12:30 y 17:30 horas.
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