▲ Fotograma de la cinta La doble vida de Verónica, del polaco Krzysztof Kieślowski
Última película de la Muestra, una elección afortunada: La doble vida de Verónica (1991), del polaco Krzysztof Kieślowski. Filmada dos años antes del inicio de su célebre trilogía Azul (1993), Blanco (1994) y Rojo (1994), la cinta posee la distinción de ser una de las obras más enigmáticas y cautivadoras del también director de El decálogo
(1988), miniserie para la televisión de 10 capítulos. La actriz
francesa Irène Jacob asume aquí un doble papel. En la primera parte, se
trata de Weronika, una cantante polaca de refinadísima y potente voz en
una coral de Cracovia, quien padece una afección cardiaca que por el
esfuerzo mismo de su oficio se complica hasta un desenlace fatal al
finalizar un concierto. Poco tiempo antes, otra mujer, la joven
Véronique, maestra de música en Francia, había capturado por azar,
durante un viaje a Cracovia, la imagen de Weronika, su doble extranjera,
perdida entre la multitud durante unos disturbios callejeros. Ese
encuentro fortuito, desapercibido en su momento por las dos mujeres, se
revelará tiempo después a la francesa como una misteriosa señal
providencial, a la manera de un fantasma o como un personaje en el
relato que ha imaginado su amante, el marionetista Alexandre Fabri,
sobre dos mujeres idénticas que llevan vidas similares en dos países
distintos.
Una bellísima Irène Jacob, musa predilecta del realizador polaco, encarna en la cinta dos personajes en efecto idénticos en su fisionomía y
en la naturaleza de su oficio, aunque opuestos en sus respectivos
temperamentos. La imagen de candor y pureza que ofrece Weronika en su
manera de descubrir, un tanto al azar, la virtuosidad de su talento como
cantante, o de expresar su gratitud entre amorosa y filial hacia un
amante mayor que ella, contrasta con la desenvoltura sensual con que la
joven Véronique afirma en Clermont-Ferrand su personalidad cosmopolita y
un papel predominante en su compleja relación sentimental con el
fabulador marionetista. Un elemento esencial que confiere una mayor
intensidad al relato es la partitura musical del polaco Zbigniew
Preisner, habitual colaborador del cineasta, la cual contribuye a
acentuar el aspecto metafísico de esta historia donde la muerte precoz
de una artista interrumpe a la vez su talento musical y el despunte de
su vida amorosa, para rencarnar de manera extraordinaria en un doble
suyo, en otro punto del planeta, para alcanzar al fin una plenitud
insospechada. Irène Jacob obtuvo, sin reparo alguno, el premio a la
mejor actuación en el Festival de Cannes en 1991.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional a las 14:15 y 18:45 horas.a
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