En Vicenta B (2022), su tercer largometraje, Carlos Lechuga parece desentenderse en apariencia de las viejas preocupaciones políticas, aunque temas aún muy vivos como la migración en tanto salida desesperada frente a una realidad social agobiante o el desdén institucional hacia prácticas religiosas marginadas, constituyen el telón de fondo de una historia que, en primera instancia, pareciera concentrarse en la práctica de la santería, el culto de origen africano a los orishas, y la clarividencia. Vicenta B (Linnett Hernández Valdés) es conocida y frecuentada en su barrio, en una indeterminada zona rural de la isla, como una mujer capaz de predecir en sus cartas el futuro de las personas, y sin embargo no parece haber previsto cabalmente el grado de desesperanza y confusión que le provocaría la partida de su hijo Carlos (Pedro Antonio Martínez) a Estados Unidos en busca de un porvenir más afortunado. La vida de Vicenta parece haber perdido, a sus propios ojos tan perspicaces, todo sentido. En ese momento de crisis, la aparición de una joven que ansiosamente busca que la vidente le tire las cartas y le descifre los presentimientos más fatalistas que la invaden, termina por sacudir todas sus certidumbres morales. Desde ahora hará frente a realidades mucho más angustiantes que la partida de su hijo.
El supuesto relato de brujería se transforma así en algo más interesante. Vicenta B, la mujer afrodescendiente temida y respetada por sus poderes advininatorios, quien por un tiempo ha sucumbido al desánimo y la melancolía, termina por descubrir la necesidad de solidarizarse con quienes sufren pérdidas mayores que las suyas, también una empatía y una resistencia moral, hasta entonces insospechada, que le permitirá dar un giro radical a su existencia.
Se exhibe en la sala 3 de la Cineteca Nacional a las 12:30 y 17:30 horas.
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