El desorden global
Irán
Mujeres, vida, libertad: un “estallido revolucionario feminista” que transforma Irán. Para la antropóloga iraní Chowra Makaremi, se trata de un divorcio: “La sociedad iraní se define ahora contra su Estado”. Ahora está “decidida a acabar con la República Islámica”.
Chowra Makaremi tiene “esperanza” en que “mientras haya coraje” caiga uno de los regímenes más duros del mundo, la República Islámica de Irán, y su proyecto teocrático totalitario. Desde el principio explica de dónde viene: es antropóloga e investigadora en el CNRS [Francia], y lleva años trabajando sobre Irán. Está apegada a las emociones colectivas y a los contra-archivos por lo que nos dicen sobre el pasado y el presente. Pero Chowra Makaremi es también una mujer que “procede de los márgenes de la identidad iraní” a través de su historia familiar, “de los márgenes a los que fueron relegados todos los que participaron en la revolución de 1979 y fueron excluidos cuando se instauró la República Islámica, los que fueron reprimidos con la muerte o el silencio”.
Creció en una familia de opositores al régimen de los mulás. Su tía fue detenida y ejecutada en 1982; su madre fue detenida en 1981 y asesinada en 1988 durante las ejecuciones masivas de presos políticos. Chowra Makaremi tenía entonces ocho años. En el invierno de 2004, cuando descubrió el cuaderno de Aziz Zarei, su abuelo desaparecido desde hacía diez años, en el que había anotado los años oscuros de sus dos hijas, así como sus cartas, tenía veinte años.
Las convirtió en un libro profundamente conmovedor publicado en 2013 en edición de bolsillo y ahora, un año después de la muerte de Mahsa Amini a manos de la policía de los mulá, disponible en rústica: Cahier d’Aziz, Au cœur de la révolution iranienne 1979-1988 (Folio, Actuel). Cahier d’Aziz sale al mismo tiempo que el libro que ha mantenido ocupada a Chowra Makaremi en los últimos meses, un notable ensayo que arroja luz sobre la larga historia del poder y la resistencia: Femme!, Vie!, Liberté! Échos d’un soulèvement révolutionnaire en Iran [¡Mujer!, ¡Vida! ¡Libertad! Ecos de un levantamiento revolucionario en Irán] (La Découverte).
Es un libro dedicado “a las mujeres guerreras”. Fue escrito deprisa, sobre la marcha, desde el extranjero, para documentar y archivar lo más fielmente posible uno de los levantamientos populares más excepcionales de la historia contemporánea, “un estallido revolucionario feminista” que estalló tras la muerte de Mahsa Amini. “Durante la revolución de 1979, que constituye el núcleo de mi trabajo, se escribieron pequeños libros sobre el terreno. Tenían un valor incalculable porque transmitían las emociones, las esperanzas y los imaginarios de los revolucionarios, y eso es lo que me interesa como antropóloga. Me ha parecido importante reproducirlos ahora”.
Rachida El Azzouzi: La dictadura islámica se mantiene firme, pero al mismo tiempo, desde la muerte de Jina Mahsa Amini hace un año, nada sigue igual en Irán. ¿Qué crees que ha cambiado?
Chowra Makaremi: Crisis tras crisis, derrota tras derrota, la tan opaca estructura de poder de Irán se está volviendo más clara. El orden hegemónico y la identidad nacional iraní se construyeron en torno a la República Islámica. Hoy asistimos a un divorcio: la sociedad iraní se define explícitamente contra su Estado, mientras que antes intentaba negociar un respiro dentro de la República Islámica, sin cuestionar sus límites y fronteras.
La sociedad iraní está decidida a acabar con la República Islámica, lo que no ocurría en las últimas décadas. También han cambiado sus valores colectivos, en particular en torno a la solidaridad nacional interétnica. Las jerarquías etnosociales que servían de correas de transmisión de la dominación del Estado, con una xenofobia muy fuerte contra las minorías kurda y baluch y los refugiados afganos, están cambiando.
Con “Mujeres, vida, libertad”, los movimientos feministas iraníes, que en su mayoría tomaron la vía reformista a partir de la década de 1990, se dieron cuenta de que sólo un cambio de régimen podría satisfacer la demanda de igualdad constitucional, jurídica, política y económica. Esta demanda coincide con la exigencia de igualdad de las minorías étnicas y nacionales.
Y está claro que es en el Kurdistán y en Beluchistán donde la llama sigue viva. Las minorías étnicas y nacionales son la punta de lanza de la revuelta porque el cemento del proyecto es la igualdad jurídica y social. El lema no es “Mujeres, hombres, queremos los mismos derechos”, sino “Abajo la dictadura”.
Hemos pasado de la cautela reformista a la valentía y de la indiferencia al compromiso. Ya no estamos en la ingeniería del silencio vigente desde los años ochenta. Los juicios revolucionarios y el espectáculo de los “enemigos de Dios” ajusticiados por la dictadura ya no tienen lugar en silencio.
Por supuesto, los mecanismos del silencio siguen funcionando, pero la resistencia de la actual sociedad iraní se basa en la solidaridad como valor cardinal del levantamiento. Podemos verlo en la relación emocional con la figura de Jina Mahsa Amini, con las presas políticas, con las manifestantes ejecutadas, con sus familias...
Sepideh Gholian llamó a la gente a no tener miedo, a manifestarse. Fue aplaudida por las y los manifestantes, en su mayoría jóvenes de las clases trabajadoras y del proletariado, primeros objetivos de la violencia estatal. Era sindicalista, pero también estaba implicada en un tipo de lucha abiertamente feminista. Veo en ella una genealogía de “Mujer, Vida, Libertad”. En 2023, fue indultada por el Guía Supremo. En cuanto estuvo libre, se negó a llevar el velo y gritó: “¡Jomeini, tirano!”
Unos metros más adelante, fue detenida. Sigue en prisión. En agosto, se negó a llevar velo en su juicio. En la vista, escupió a su inquisidora, una periodista conocida por obtener confesiones forzadas, como se puede leer en una carta escrita desde su prisión de Evin. Sepideh Gholian nos da las coordenadas del coraje, y mientras el coraje siga siendo un valor, tengo esperanza.
Sabemos lo importante que es la venta de órganos en Irán; refleja el nivel de penuria económica y las condiciones en las que vive la población iraní, pero también una realidad: quien vende sus córneas para alimentar a su familia está aceptando la ceguera para asegurar su supervivencia económica. La venta y el tráfico de órganos ilustran el neoliberalismo depredador, una forma de canibalismo del poder. Este levantamiento es también una lucha socioeconómica.
Estudiando su funcionamiento interno, la violencia de Estado, utilizando material en caliente, prestando atención al imaginario, a los afectos y a las emociones, quise comprender cómo el régimen consiguió hacer coincidir la identidad iraní y la identidad republicana islámica. Esto me permitió asistir en primera fila al desmoronamiento de ese orden, aunque el poder se mantenga por la fuerza. A través del levantamiento, el pasado plantea una pregunta para el presente: ¿qué estamos haciendo con el legado revolucionario de 1979?
El mensaje enviado al pueblo iraní es terrible: Occidente quiere que continúe el régimen de los mulás. En 1978, un general estadounidense fue enviado a Irán para reunirse con el ejército iraní y pedirle que no interviniera en apoyo del Sah, que se mantuviera neutral en caso de levantamiento popular. La escala geopolítica y la local están íntimamente entrelazadas en el desenlace de los movimientos revolucionarios, y ahora conocemos el contexto en el que tienen que luchar los iraníes: solos contra sus verdugos.
En Occidente, el velo es el símbolo de la opresión de la mujer en las sociedades musulmanas. La especial atención que se presta a esta cuestión es un legado de las potencias coloniales francesa y británica, que utilizaron el velo para construir parte de su discurso sobre los beneficios civilizadores de la colonización: a partir del siglo XIX, la idea era liberar del velo a las mujeres árabes y musulmanas para hacer libres a estas sociedades. Esta forma de imaginar, e incluso desear, la liberación del velo como un despertar para las mujeres iraníes o afganas es un problema específico de las sociedades occidentales y de su relación con su herencia colonial. No concierne a las mujeres iraníes. Para ellas, la línea divisoria no está entre las mujeres con velo y las que no lo llevan, sino entre las que están de acuerdo con la obligación de portar esa vestimenta y las que la rechazan.
Además, las mujeres iraníes no tienen ninguna sensación de alteridad, hostilidad o extrañeza ante el velo. Nos resulta familiar: lo llevan nuestras abuelas, tías, madres y amigas. Aquí, la experiencia de la alteridad se mezcla con la lucha de ideas y principios sobre esta cuestión: cuanto más se niega [el derecho a llevarlo], más nos damos cuenta de que el problema de la xenofobia es profundo y complejo. Esto tampoco concierne a las mujeres iraníes.
No existe ninguna contradicción entre el deseo de llevar el velo y la revuelta de las mujeres iraníes. Ni siquiera hay conexión entre ambos. Es fácil analizarlo, pero muy difícil hacerlo oír. Deberíamos preguntarnos por qué.
Es esencial comprender que las mujeres iraníes, al quitarse el velo no están, por fin, despertándose después de 40 años. Las mujeres, aprovechando el fracaso del reformismo, incapaz de atacar los cimientos de la teocracia y que ha tratado de negociar la igualdad de forma progresiva, han pasado a la confrontación directa, que estratégicamente implica cuestionar el velo obligatorio como ADN innegociable de la República Islámica: han convertido esa línea roja del poder en una barricada.
¡Esto es lo que significa para las iraníes reconfigurar la protesta revolucionaria en la lucha contra el velo obligatorio! Los Estados occidentales han traicionado a la calle iraní en 2023. La sociedad civil francesa no debe traicionarla por segunda vez explotando la lucha progresista y valiente de las mujeres iraníes en polémicas sobre el velo, que en el fondo interesan a muy poca gente.
Rachida El Azzouzi es periodista
Traducción: viento sur
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