No sólo acepta Ane la transidentidad de su hija, sino también busca difuminar por completo la frontera entre lo masculino y lo femenino con el fin de que Aitor/Cocó considere su condición elegida como algo completamente natural. Por su parte, no conforme con sus nombres asignados, la niña va más lejos e insiste en que se le llame Lucía, retomando el nombre de una santa mártir, emblema de resistencia, de quien alguna vez le habló su abuela.
Otro familiar, la apicultora tía Lourdes (Ane Gabarain), le transmite su entusiasmo por la vida de las abejas y el misterio de los panales de miel, y con ello la idea de una gran diversidad en la naturaleza (metafóricamente alusiva a una diversidad de género), algo que fascinará a Lucía y que el título de la película plasma muy bien. En ese mundo de la apicultura, la niña reafirma su gusto por la libertad y por el vaivén continuo de una fluidez de género donde ella podría considerarse, a justo título, una abeja reina.
El relato de la cineasta está dominado por la presencia femenina, por esas mujeres que rodean, atosigan o complacen a Lucía con sus opiniones y ánimos contrapuestos de manera incesante, como una colectividad matriarcal o como un enjambre. Ane, la madre, vive también su propio conflicto al asumir la misma actividad artística de su padre fallecido, un escultor deshonrado por el estigma de haber fotografiado mujeres desnudas.
La solidaridad de Ane con su hija Lucía en su proceso prematuro de aceptación y reivindicación como transgénero, se juega en el terreno de una marginalidad compartida, en conflicto con una comunidad rural potencialmente hostil. 20 mil especies de abejas enriquece y prolonga las exploraciones de género de Céline Sciamma en Tomboy (2011) o de Sebastian Lifschitz en su documental Pequeña niña (2020), con una actuación infantil muy justa que mereció el Oso de Plata a la mejor interpretación en la Berlinale del año pasado.
Se exhibe en la sala 3 de la Cineteca Nacional Xoco a las 12:30 y 18 horas.
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