9/14/2024

Las Warmis, defensoras del Amazonas en Ecuador resisten contra el extractivismo

 

Además, dentro de este fallo también se encuentra la exigencia al Estado ecuatoriano de retirar material explosivo militar sembrado en el territorio, lo cual fue solicitado desde el 2005, pero nada ha cambiado desde entonces.

Hace 28 años, el pueblo Kichwa de Sarayuku comenzó a denunciar violaciones a los derechos humanos por parte del estado ecuatoriano a quien acusa de violentarlos con despojar a este pueblo milenario amazónico de su territorio con la finalidad de abrir el camino para una magna empresa petrolera de origen argentino.

En aquellos años, el pueblo se unió para proteger el espacio y desarticular la concesión petrolera que, sabían, sólo llevaría al territorio explotación, contaminación y violencia, sin embargo, el Estado ecuatoriano les violentó y los hizo retroceder en sus ofensivas por lograr el diálogo con el poder federal y así seis años después de que se les avisara de esta concesión, la empresa argentina entró por la fuerza al territorio amazónico en el 2002. 

Las Warmis, defensoras del Amazonas 

Las mujeres sarayuku han sido una pieza elemental en la lucha por la defensa de su territorio, sin embargo, desde hace más de dos décadas se han visto atravesadas por la interseccionalidad de la violencia; su defensa es constante y su trabajo por la libertad también debe ser nombrado. 

En este contexto, se reconoce el trabajo de Maricela Gualinga, lideresa sarayuku y una de las luchadoras más aguerridas del movimiento por expulsar a los colonos argentinos del territorio. Gracias a su resistencia, se logró desmilitarizar de manera paulatina e impulsar que el caso llegara hasta la CIDH. 

Fuente: Youth impact forum via X

Las warmis (mujeres en lengua kichwa) se han mantenido al frente de esta lucha de años contra el extractivismo, pero también, contra el patriarcado ancestral que atraviesa su comunidad. 

Según el Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales (WRM, por sus siglas en inglés), la presencia de las warmis permitió al movimiento de resistencia florecer y sostenerse a través de sus trabajos. Recogiendo el siguiente testimonio:

“Cuando entró la petrolera en 2002 nos fuimos a luchar. Las mujeres nos reunimos para decidir quiénes íbamos a ir y quiénes se iban a quedar. Nos tocó abandonar a nuestros hijos en casa. Descuidamos las chakras y toda la cosecha se perdió en la lucha”, cuenta Ena Santi, actual dirigente de la Mujer en el Consejo del Gobierno Autónomo de Sarayaku. “Yo justo en ese tiempo estaba embarazada de nueve meses de mi hija Misha, pero igual caminé”, comparte para WRM. “Entre 20 mujeres agarramos una canoa y nos fuimos al lugar donde había aterrizado un helicóptero con trabajadores de la empresa. Agarramos a los trabajadores y los trajimos al centro de la comunidad. También cogimos a unos militares y les quitamos las armas. Nosotras solamente teníamos lanzas”

Ena Santi en conferencia, fuente: USICO Climate via X

Actualmente, las mujeres y las infancias indígenas son las más vulneradas en situaciones de conflicto. Esto lo explica el Mecanismo de Expertos sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, el cual señala que este sector es desplazado con mayor incidencia a causa de un conflicto armado, por lo general relacionado con sus tierras, territorios o recursos naturales, son más vulnerables a la violencia de género.

El informe también enfatiza que esta violencia adopta diversas formas, como la limpieza étnica o la deportación forzosa; la violencia sexual o la trata; la extorsión, la delincuencia o la explotación laboral en situaciones de vulnerabilidad como consecuencia de la pobreza. Finalmente, debemos apuntar a que la lucha por la liberación de los pueblos indígenas es un tema de carácter regional, donde la unión, la conversación y la evidencia de los Estados, resulta en el despertar del movimiento contra la violencia sistémica que se ha anidado en América Latina

Mujeres, niños, jóvenes y los hombres de la comunidad se levantaron en armas para no permitirles la entrada a Sarayuku, sin embargo, fueron agredidos con violencia por parte de las fuerzas armadas y 4 personas fueron detenidas arbitrariamente para, posteriormente, ser torturadas y amenazadas, entre ellas, dirigentes del poblado: «Esos niños y mujeres se movilizaron en defensa del territorio y de la Pachamama que estaba siendo agredida«, refiere el portal oficial de Sarayuku.  

La empresa petrolera les cerró el paso al río Bobonaza, obstaculizando su acceso a este recurso que ahora, le pertenecía a los colonos quienes sembraron explosivos de alto poder para explorar el proceso hidrocarburífero y también, comenzaron a realizar perforaciones por la selva amazónica.

Ante una violación grave de derechos humanos, la lucha Sarayuku y sus representantes lograron llevar su caso al panorama internacional y vencieron; la Corte Interamericana de los Derechos Humanos falló a su favor, demandando a Ecuador detener esta concesión y desarticular la empresa petrolera, incluyendo los explosivos sembrados en el territorio. Esta demanda se hizo desde el 2005 y aún, nada ha cambiado. 

«Ya no más»

El Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL) ha acompañado esta lucha desde hace 20 años y ante la inacción de las autoridades, se realizó una conferencia con el abogado, representante y presidente de Sarayuku, Hernán Malaver, así como con otras personas representantes de otros pueblos originarios que denuncian la violencia del estado. 

Según resolvió la CIDH en 2010, Ecuador debió expulsar a la empresa CGC del territorio y asegurar la garantía de los derechos de la comunidad Sarayuku, pero las cosas parecen inamovibles y los pueblos originarios han comenzado a llamar a un movimiento civil por la defensa de sus derechos humanos, pues este sistema de amedrentamiento y explotación no sólo sucede en Sarayuku, sino en muchos otros pueblos amazónicos ecuatorianos. 

Es necesario referir que este poblado también puso una demanda ante la Corte Constitucional del Ecuador y que se resolvió a su favor, es decir, Sarayuku es un territorio que está protegido por los mandatos nacionales e internacionales, pero aun con todo, la violencia, la falta de acceso al recurso y el extractivismo continúa permeando en la vida de sus habitantes.

El líder Sarayuku denunció en conferencia de prensa que la Corte Constitucional le dio a Ecuador sólo seis meses para retirar toda la pentolita que había sido puesta en su territorio; la pentolita es un explosivo de grado militar. 

«Se debieron retirar en 6 meses la pentolita, pero nunca pasó por eso estamos aquí, preocupados, hemos convocado a todas las comunidades aquí en Ecuador que tienen problemas similares, como los compañeros de Santa Clara (…) ¡Hay que hacer respetar los derechos de la naturaleza, de la vida y derechos humanos de los pueblos originarios, sigamos vigilantes!, convocó el presidente de Sarayuku.

En respuesta un joven perteneciente a la comunidad de Santa Clara denunció que viven hostigamiento diario, que las personas viven con preocupación de lo que les pueda suceder y que Ecuador no le permite a los pueblos amazónicos desarrollar su autonomía al vulnerarlos haciendo uso de las fuerzas armadas. 

Para Viviana Krsticevic directora ejecutiva del CEJIL, Ecuador está ejerciendo un desacato a los principios internacionales, como el artículo 67 de la Convención Interamericana que obliga a los Estados a cumplir con las decisiones de la CIDH, zanjando el tema de la siguiente manera:

«El Estado está en mora con el pueblo y con la democracia; el Estado está en mora con la humanidad, proteger Sarayuku, es proteger la vida, la cultura y la razón de ser de un pueblo milenario. (De no hacerlo), tendrá consecuencias para la humanidad» Viviana Krsticevic.

En este sentido, resulta importante denunciar que no se puede continuar ejerciendo el extractivismo colonial sobre los territorios indígenas de América Latina. Una realidad que también está atravesando a Nicaragua, donde se está cometiendo un etnocidio. 


Las niñas no deben ser madres. Histórico litigio contra la violencia sexual en Centroamérica

Norma, Lucía, Fátima y Susana, las cuatro niñas fueron obligadas a llevar su embarazo hasta la etapa terminal, fueron violentadas obstétricamente y, además, forzadas a maternar.

Cada caso denuncia la culpabilidad de sus respectivos países y este paquete de casos ha sido llevado a la par, pues hay que apuntar que resulta imposible representarlas en conjunto, pues están sujetas a las legalidades de cada Estado, pero al llevar el mismo rumbo ante El Comité, se habla de que se gestará una resolución histórica a favor donde se señalará a 3 países de América Latina por su complicidad en el embarazo forzado y violencia en contra de estas niñas -actualmente, mujeres-.

Es por ello que se llevó a cabo en la capital de México, el evento auspiciado por Amnistía Internacional, el cual reunió al músculo feminista de las zonas conurbadas, Estado de México y la CDMX para discutir el panorama de violencias sistémica que atraviesa a las niñas de la región; las alarmas están encendidas, el embarazo forzado, el abuso sexual revictimizado, el avance de los grupos provida y los vacíos legislativos amagan los derechos de las niñas.

América Latina y el Caribe representan la segunda región a nivel global con las tasas más altas de partos de niñas menores de 15 años, sin embargo, según proyecta el Fondo de Población de las Naciones Unidas, no existe una certeza sobre la cantidad de niñas y adolescentes forzadas a gestar y dar a luz, pues aunado a los vacíos informativos – de registro, esto se colude con la cantidad de países de la región que son extremadamente punitivistas con la interrupción del embarazo.

Fuente: Cimac foto

Así, desde el Centro de Derechos Reproductivos, Planned Parenthood Global, Mujeres Transformando el Mundo, Observatorio de Salud Sexual y Reproductiva y Surkuna Ecuador, organizaciones feministas por y para mujeres, se prepara para darle un gancho a los países de Ecuador, Paraguay y Nicaragua a través de un litigio presentado ante el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.

Norma vs Ecuador

Norma vivía con su padre, un hombre que contaba con un historial de denuncias al haber abusado sexualmente de su prima. Por este hecho, se supondría que Norma sería puesta bajo protección bajo el Instituto Nacional de la Niñez y la Familia de Ecuador; nunca pasó.

Así, a la edad de 12 años fue obligada a vivir con su padre y tras dos años de abuso sexual reiterado, Norma quedó embarazada. Pese a sus severas afectaciones a su salud mental e incluso, tentativas de suicidio, Norma fue forzada a llevar su embarazo a pesar de haber pedido a las instituciones que no quería saber nada del bebé; no quería ser madre.

Ecuador sólo consideraba el aborto en casos específicos como que estuviera en peligro la vida de la madre, sin embargo, como éste no representaba un riesgo para Norma, se le fue negado su acceso al aborto.

Norma no pudo volver a la escuela, pues no existía compatibilidad entre sus horarios educativos y su trabajo de cuidados con su bebé. Su agresor murió años después y Norma jamás recibió justicia por el abuso sistémico que ejerció el Estado ecuatoriano en su contra.

Fátima vs Guatemala

La madre de Fátima acudía a centros de cuidados con el objetivo de recibir educación y seguridad. Ahí, un hombre identificado por ser docente y miembro de la institución comenzó a violentar sexualmente a Fátima quien, en ese entonces, tenía 13 años; edad en la que inició su periodo de gestación.

La familia de Fátima inició un proceso de denuncia en contra del hombre, quien era respetado en la comunidad, sin embargo, comenzaron a amenazarles para que retiraran los cargos en su contra. El agresor jamás fue detenido.

Al igual que en Ecuador, en Guatemala no se contempla el aborto a causa de abuso sexual y sólo se accede a este derecho cuando está en peligro la vida de la madre. Fátima fue negada de obtener un amparo para la interrupción legal del embarazo.

Fátima, además, vivió revictimización por parte del personal médico quienes le decían que si le había gustado «abrir las piernas«, al momento de dar a luz, pues la niña de 14 años no soportaba el dolor.

Se le forzó a cuidar de su bebé y hacerse cargo de él a pesar de señalar explícitamente que no deseaba verlo, ni ser madre. Asimismo, al intentar volver a su vida cotidiana y estudiar, la institución le negó el acceso, refiriendo que no se le aceptaría porque ya tenía un hijo y además, no estaba casada.

Las instituciones guatemaltecas violentaron de forma reiterada a Fátima; desde sus espacios de esparcimiento para las infancias, las instituciones educativas y sus hospitales. Hoy se lucha para que el Estado de Guatemala reconozca su culpabilidad en este caso, pero también, en los miles que se gestan en total impunidad en el país.

Lucía y Susana vs Nicaragua

Lucía tenía 13 años y participaba en el coro infantil de la parroquia cuando iniciaron las agresiones sexuales por parte del sacerdote de su poblado. El agresor, la abusó de forma reiterada en diversas ocasiones y a la edad de 13 años, inició su periodo de gestación.

Tras enterarse del embarazo, la familia de Lucía denunció al sacerdote, sin embargo, la localidad les comenzó a revictimizar; Lucía era responsable de haber «seducido» al religioso.

La policía sabía bien dónde vivía el hombre, pues era bien conocido en el pueblo, sin embargo, a pesar de existir una orden de aprehensión, nunca fue detenido, ni procesado por su crimen.

En Nicaragua el aborto está penalizado bajo todas las circunstancias y por ello, Lucía fue forzada a llevar su embarazo a pesar de existir pruebas contundentes del abuso y sus intentos por terminar con su vida a causa de las secuelas emocionales que este proceso trajo consigo.


«Lucía no sólo espera que compartir su caso genere reparaciones que le permitan continuar con su proyecto de vida, sino también, que ninguna otra niña sea obligada a interrumpir su infancia por cuenta de una maternidad forzada», se señaló en conferencia.


Desde los 7 años, Susana fue violentada sexualmente por parte de su abuelo, un hombre temido en el pueblo por ser miembro de un grupo armado de la región.

A la edad de 13 años, Susana inició su periodo de gestación y a pesar de que su abuela denunció el caso en 5 ocasiones, las comisarías rechazaban proceder. Así, Susana, sin ningún apoyo de legalidad, fue forzada a llevar su embarazo y ejercer la maternidad.

Tiempo después, Susana logró meter una denuncia penal, sin embargo, el Estado la abandonó y no obtuvo ninguna respuesta, hasta 4 años después, que le informaron: No se puede hacer nada a causa de los grupos armados de la zona.

Su agresor sigue en libertad y teme de forma constante por su vida, se mantiene a la expectativa y desea que el Comité haga justicia en su caso, pero también, ponga la lupa en lo que está sucediendo en Nicaragua.

México: Aún penalizando el aborto en Códigos Penales Locales y sin una estrategia clara contra el embarazo infantil

En México, se registraron durante 2022 un total de 7 mil 255 nacimientos que tuvieron como madres a niñas de entre 10 y 14 años, siendo desglosado de la siguiente forma:

De 10 a 14 años: 15.5%
De 15 a 19 años: 29.59%
De 10 a 19 años: 45.10%

A pesar de que, a comparación de otros países de la región, México ha dado pasos importantes en materia de derechos sexuales y reproductivos, como la despenalización del aborto a nivel federal como mandato de la Suprema Corte de Justicia -y que aún, la mitad de las entidades siguen sin acatar-, se demuestra que el Estado aún no blinda a las niñas y adolescentes mexicanas.

Las niñas siguen maternando, el abuso sexual es una pandemia incontenible y los programas de educación sexual son endebles.

Este fenómeno no debe ser observado desde lo particular, sino entendido como un fenómeno sistémico e interseccional que atraviesa con más violencia a las mujeres precarizadas o pertenecientes a comunidades indígenas – afro.

“En términos globales, la cantidad de niñas, niños y adolescentes atendidas por violencia sexual en México durante 2023 ( 9,802 casos) se posicionó como la segunda mayor para un año desde que se tiene registro (2010) y duplicó el promedio anual de casos observados en el país entre 2010 y 2023 (4,247)”. (Red por los Derechos de las Infancias en México)

En ese sentido, el informe Violencia sexual contra la niñez y adolescencia en México (2019-2021) también destaca que “En México, las víctimas de violencia sexual de entre 1 y 17 años son principalmente mujeres; ellas representaban el 92.3% de las niñas, niños y adolescentes atendidas por esta grave violación a sus derechos a nivel nacional en 2023.

La población adolescente también representa una proporción significativa de las víctimas de violencia sexual de 1 a 17 años de edad: alrededor de tres de cada cuatro casos de violencia sexual atendidos en el mismo periodo correspondieron a personas de entre 12 y 17 años”. Los Estados con mayor número de reportes fueron: Estado de México, Jalisco y Veracruz.


“El acceso al aborto en niñas menores de 15 años corresponde al 1.23% del total de abortos. En México, en teoría, el acceso al aborto por violencia sexual debería estar garantizado, pues la causal es legal en todo el país y, de acuerdo a la Ley General de Víctimas (LGV) y NOM 046, toda institución hospitalaria debe proporcionar a las víctimas de violencia sexual atención inmediata, sin exigir ninguna condición para su admisión. En ambos instrumentos legales la violación sexual se cataloga como una urgencia médica”, Rebeca Ramos, Directora de GIRE.


Asimismo, un punto importante en el debate gestado en Amnistía Internacional fue recordar que la despenalización del aborto no es lo mismo que su legalización; el camino para México aún es largo, pues que el derecho al aborto esté contenido en la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos, aún es un trabajo que requerirá del cuerpo y el empuje de millones.


Así, la sentencia en contra de estos 3 países -Nicaragua, Ecuador y Guatemala- podría representar un antecedente importante en la región que ajusticie a las niñas y adolescentes que han sido atravesadas por el puño punitivista de sus Estados.

Pero también, envía un mensaje de advertencia -o de resistencia, según quién lo lea-: Las redes feministas y la colectividad de las mujeres se mantiene vigilante sobre las opresiones que ejerce América Latina, los litigios, las denuncias y su actuar, serán evidenciados ante la comunidad internacional hasta transformar la realidad de las niñas, adolescentes y mujeres de nuestra región.

«De manera colectiva, elevamos este llamado a los Estados para que garanticen el derecho inalienable de cada niña a vivir una vida libre de violencia y discriminación, a que se les respeten las decisiones que tomen para retomar su proyecto de vida luego de sobrevivir a la violencia sexual, incluida la interrupción del embarazo, y a que obtengan justicia”, Marianny Sánchez, directora de Comunicaciones para América Latina de Planned Parenthood Global

Cotos patriarcales

tribunafeminista.org

Engracia Martín Valdunciel

En las teorías críticas que plantean un análisis de la realidad dirigido al cambio social, como ocurre con el feminismo, conceptualizar es básico para no perder pie ante el palabrerío y los velos de colores con los que se difuminan las relaciones de poder.

El concepto de patriarcado, acuñado por las feministas radicales, es clave para identificar un sistema de opresión ancestral —un conjunto de discursos, prácticas, instituciones, dispositivos, etc., de carácter metaestable— que implica que el colectivo de hombres pueda subordinar, explotar, humillar a las mujeres como colectivo. Un sistema que se confunde con lo que conocemos como historia. Quedémonos con su carácter histórico y su capacidad de adaptación. Contamos con más categorías analíticas. La filósofa Alicia Puleo ha diferenciado entre patriarcados de coacción y de consentimiento. Otros dos conceptos importantes, útiles intelectual y políticamente. Los primeros se refieren a aquellos sistema de poder que asumen la desigualdad entre hombres y mujeres en los principios reguladores de la organización social. Por ejemplo —aunque parezca increíble a las generaciones jóvenes— hace apenas unas décadas la dictadura franquista fue un ejemplo de ese tipo de patriarcados. El régimen fascista privó de derechos básicos al conjunto social pero acentuó, especialmente, la subordinación de las mujeres respecto al colectivo masculino. La normativa del Estado nacional-católico incluyó la obligatoriedad de obediencia de las mujeres a sus maridos (o padres, en su caso), la imposición del modelo de madre-esposa, la dificultad de estudiar o de ejercer una profesión, etc., etc. En definitiva, las mujeres fueron declaradas menores de edad a todos los efectos.

Podemos comprobar que este tipo de patriarcados no ha pasado a la historia. Subsisten en buena parte del mundo. El abominable Ministerio de Propagación de la virtud y prevención del vicio en Afganistán es un buen ejemplo: revela la vitalidad de un patriarcado especialmente feroz basado en interpretaciones de credos religiosos que desprecia a las mujeres. En pleno siglo XXI, según la orwelliana institución, las mujeres y niñas tienen que cumplir un conjunto de virtudes para no ser sancionadas, humilladas… ¿Y en qué consiste esa virtud ? De acuerdo con la información de Amnistía Internacional, las mujeres afganas preservan su virtud negando sus derechos humanos (educación, salud, desarrollo y autonomía profesional, libertad de movimiento, decisiones sobre su situación civil o sobre su sexualidad, libertad de expresión… ni hablar en público pueden). En una vuelta de tuerca acorde con los nuevos vientos, los derechos humanos, según dicho Ministerio, son re-definidos como vicios a evitar… por niñas y mujeres. En este país los talibanes no se confunden, tienen meridianamente claro quienes han de ser virtuosas. Quizá la anterior ministra de igualdad —incluso la actual—podría darse una vueltecita para aprender cómo allí parecen diferenciar de modo cabal entre hombres y mujeres.

Pero no todo lo que brilla es oro. Porque en los regímenes democráticos que cuentan con normas y leyes que declaran la igualdad de mujeres y hombres también se produce y reproduce la desigualdad entre los dos sexos. Son los patriarcados de consentimiento. Bien es verdad que gracias a la lucha feminista las mujeres cuentan, contamos, con una serie de derechos importantes… aunque sabemos y constatamos que aún no se ha desterrado la violencia sobre niñas y mujeres. Cierto que los patriarcados de países democráticos no exhiben formas abiertamente crueles de forma sistemática, pero persiste la jerarquía y la desigualdad. En los regímenes democráticos no hay ministerios de la virtud, en cambio, existen los de igualdad; el pequeño problema es que no diferencian entre hombres y mujeres, entre opresores y oprimidas. En los países democráticos no se impide a las niñas ir a la escuela pero, obnubilados por posmodernas doctrinas trans, se las educa en creencias y mistificaciones que velan la realidad jerárquica entre los sexos y ofuscan su capacidad de discernimiento… Por supuesto, este tipo de patriarcados blandos, esa nueva cara de la opresión masculina, no es casual: surge tras la lucha feminista y la conquista de derechos que ha permitido caminar hacia sociedades más justas en algunos países. Se trata de un patriarcado más sofisticado que sigue vivito como pone de manifiesto la persistencia del horror de los feminicidios, el aggiornamento de instituciones como el sistema prostitucional, la explotación reproductiva de mujeres, la embestida del transactivismo, el sadismo de la pornografía…  En los países occidentales el patriarcado se ha reinventado, se ha adaptado, y tampoco se equivoca porque identifica muy bien a quien explota, subordina e intenta sancionar o hacer callar cuando levanta la voz.

La trágica situación de las mujeres en países como Afganistan no ha concitado por parte de instituciones y países democráticos —de los que, por coherencia, al menos, cabría esperar una condena contundente o actuaciones políticas y diplomáticas— el rechazo y el cuestionamiento del execrable régimen talibán en general y de la situación de las mujeres en particular. Como han denunciado otras voces, como Soledad Granero o Soledad Gallego[1], no sabemos a qué esperan “altas instancias”  —Alto Tribunal Internacional, Naciones Unidas, altos representantes de la UE de política exterior….— que deberían estar presionando, hace tiempo, para invalidar las leyes que anulan la libertad de mujeres y niñas y que constituyen un verdadero apartheid en ese país… Indigna y encoge al mismo tiempo comprobar la futilidad y la falta de eficacia de tantos “altos organismos” de  tantas “altas instituciones” de tantos “altos representantes” de “relatores especiales”, etc., etc., a la hora de clamar por la defensa de derechos básicos e iniciar procesos indispensables que lleven a restituir una situación de dignidad a más de la mitad de la sociedad… No parece sino que las pautas de decencia sean ajenas a tantas altas instancias que desvelan en circunstancia trágicas —como el infame caso palestino— su inanidad y dejan a la ciudadania de a pie desconfiada de su capacidad de acción frente a la barbarie, sea la que reviste tintes ancestrales o la que se deriva del salvaje patriarcal_capitalismo. El retroceso de la vida de muchas mujeres que conocieron otro mundo en los años 70 nos trae a la memoria, como decía antes, la vitalidad del patriarcado, su prodigiosa y peligrosa capacidad de adaptación a diferentes contextos y la rapidez con que pueden producirse mudanzas que implican una vuelta atrás para la mitad de la sociedad. Nos recuerda a todas y todos la necesidad de estar alerta, de seguir en la lucha desde todos los frentes posibles.

Por otra parte, lo sabemos, la infame situación de las mujeres en patriarcados coactivos es muy útil en otros países. En un mundo globalizado la falta de derechos y recursos de muchas mujeres, que las dejan en la indefensión, es aprovechada para hacer caja, tanto en los países de origen como de destino cuando emigran. Porque la situación desesperada de mujeres y niñas en enfrentamientos bélicos en el mundo o la imposibilidad de sobrevivir en situaciones de privaciones básicas en sus países aboca al exilio y la emigración, a buscar espacios de libertad en otros desconocidos… situaciones todas que son utilizadas por proxenetas y explotadores de toda laya para extorsionar y abusar de su desprotección. Además, las crueles circunstancias que viven miles de mujeres en Africa, en Asia, en América del Sur… se nos pone de ejemplo en los patriarcados blandos, sirve de coartada a muchos intereses en occidente para intentar acallar la crítica feminista, la justa reclamación de una vida digna y libre de coacciones.

Lo exasperante es que en los patriarcados de consentimiento tenemos que asistir al hecho de que nos pongan como espejo la espantosa realidad de las mujeres en países como el mencionado para advertirnos, para pontificar que de qué nos quejamos… para intentar callarnos.  Aquí también.

Pero el feminismo, las feministas no se han callado a lo largo de la historia; como pensamiento crítico que es, y como movimiento que anhela y lucha por otro mundo, pone nombre a las cambiantes formas de la opresión; analiza y denuncia cómo se produce, como se adapta y se camufla la explotación y subordinación de las mujeres, ocurra en cotos patriarcales que las deshumanizan en nombre de virtudes odiosas o aquellos otros travestidos de igualdad que cosifican a las mujeres, que es otra forma de deshumanizarlas. Por eso, los partidos, instituciones, representantes políticos….que acusan, a menudo de forma timorata y oportunista, la aparatosidad de los patriarcados coactivos pero obvian —incluso son cómplices por acto u omisión— la barbarie del coto patriarcal del solar patrio  (sea negando la violencia machista sea justificando la esclavitud sexual o el delirio trans)  se quedan a medias, no merecen confianza ni credibilidad.

  1. (Abolicionistas Aragón)

[1]La escritora apunta el contacto de la UE de cara a presionar al régimen talibán para que se cumplan los DDHH de las mujeres en Afganistan.

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El consentimiento sexual, ¿es un mito?: Rosa Cobo y Luisa Posada

 

Es la teórica feminista Rosa Cobo quien se da a la tarea de hilar en La ficción del consentimiento sexual, la manera en que los sistemas políticos y de opresión han hecho uso del término «consentimiento» para violentar y difundir la idea de que la causa última del movimiento es la libertad sexual, alejándose así, la lucha esencial contra el patriarcado que gesta todas las asimetrías que nos atraviesan, incluyendo, las violencias sexuales. 

Durante la Feria del Libro de Madrid, este año Rosa Cobo, acompañada de su igual, la teórica feminista Luisa Posada se reunieron para discutir cuáles son los objetivos de la agenda feminista actual y por qué es urgente quebrar con la idea de que el consentimiento sexual se basa en un: Sí quiero

Rosa Cobo en la Feria del Libro presentando «La ficción del consentimiento» Foto: Captura de pantalla vía Youtube

Consentir y ceder: La línea de la violencia

¿El que una mujer ceda para un encuentro sexual es igual a consentir? De esto parte la primera intervención de Rosa Cobo, quien sostiene que el consentimiento es muy polisémico y es que, puede eludir diversos escenarios.

«Para el feminismo, consentir se refiere a un acuerdo entre 2 personas cuyo acuerdo está mediado por el deseo. Hay otro concepto que muchas veces puede confundirse y es el ceder, no es lo mismo, la cesión implica un allanamiento del cuerpo, cuando no hay deseo, el cuerpo es forzado y cuando es forzado, se traduce en un trauma».

Rosa Cobo

Al respecto, Luisa Posada ataja que es necesario siempre recordar que el consentimiento es bilateral, no es solo desear, sino que este deseo nazca desde ambas personas, porque si no existe este deseo, entonces hablamos de una tercera pieza en este rompecabezas y que se alimenta de la violencia sistémica que viven las mujeres; un huequito donde se anida el patriarcado. 

Esta última parte de la triada del encuentro sexual, se basa en una modalidad que utiliza el consentimiento como escudo para vulnerar y que persigue fines extractivistas sobre el cuerpo de las mujeres a cambio de otros bienes solo porque ellas así lo consienten, pero no tiene el deseo. 

«Después de ceder y consentir, viene una tercera modalidad que se sale del consentimiento, que es aquella que está mediada por la fuerza, la agresión o el dinero, pero en todo caso, cuando desaparece el deseo, desaparece el consentimiento» (Rosa Cobo)

Y entonces, ¿en qué momento el sistema se aprovecha de esta tercera modalidad para vulnerarnos bajo la idea vendida de que existe un concepto único de «consentimiento»? Ambas teóricas llegan a la conclusión de que esta conversación no es novedosa, pues de hecho, se ha abordado el tema desde los 80s y los 90s, del siglo XX, donde se refiere que existen autores interesados en mantener vigente el discurso del «consentimiento».

Por un lado, el patriarcado quiere llamar consentimiento a lo que es una cesión, dice Rosa Cobo, el capitalismo quiere hablar de consentimiento sexual para convertir el cuerpo de las mujeres en un mercado sexual y que se traduce en la pornografía, por ejemplo.

Desde el feminismo, la teórica plantea que el movimiento cuestiona cuáles son las causas y razones para que podamos decir que existe el consentimiento, fuera de la visión patriarcal y capitalista, encontrándonos así, con un debate interesante que cuestiona: ¿Puede haber consentimiento en una sociedad donde es manifiesta y explícita la desigualdad?

Fuente: Cimac Foto

Mujeres y teóricas radicales como Catherine MacKinnon, por ejemplo, sostienen que mientras el patriarcado exista, el consentimiento femenino se fundamenta en dos grandes mentiras: 

  • El pretendido empoderamiento femenino que se basa únicamente en la sexualidad
  • La falsa libertad que tienen las mujeres para decidir con quién o cómo quieren tener sexo; la decisión se sustenta en una negociación entre pares y en igualdad de condiciones, una premisa incoherente si se habla del privilegio masculino por encima de las mujeres, obstaculizando así, que el consentimiento sexual sea una realidad. 

Por su parte, en el conversatorio Rosa Cobo y Luisa Posada señalan una línea diferente, pues si bien reconocen las asimetrías producto del sistema patriarcal, la desventaja y los actores que se aprovechan del falso consentimiento, también apuntan a que las mujeres son individuos capaces de consentir a lo largo de su vida y que sí existen encuentros sexuales donde el deseo y la igualdad están de por medio, para ellas, el negarle a la mujer esta facultad, es negarle su capacidad de ser sujetas. 

Sin embargo, estos casos son minoritarios y específicos, soltando así, el siguiente argumento:

Si no hay libertad, no hay consentimiento. 

En el libro «La ficción del consentimiento sexual» de Rosa Cobo, se aborda una diferenciación necesaria para entender la problemática central y que consta de saber que el consentimiento y el consentimiento contractual no es lo mismo. 

Desde el siglo XVIII, se refirió por primera vez que solo habría legitimidad en las relaciones si los individuos consentían de forma explícita, incluyendo así, la hipótesis de que los individuos son los propietarios de su cuerpo.

Por ejemplo, la teórica señala que, en aquellos años, había personas que no tenían riquezas, ni bienes, ni propiedades, sin embargo, tras este pensamiento político, el sistema pautó que lo único que se tenía era el cuerpo y que con este, se podía hacer lo que se quisiese: «Lo puedes comprar, vender o alquilar«.

«El consentimiento sexual por parte del capitalismo y patriarcal, es heredero directo de la idea del individuo como propietario, y de ahí, encuentra su lugar de legitimación la prostitución y la pornografía. El feminismo sostiene que aquí no está el cuerpo y allá el individuo; el cuerpo es el individuo y los cuerpos no se pueden vender, ni alquilar. Ese elemento es crucial para poder definir lo que es el consentimiento sexual.»

El consentimiento sexual no siempre es un “” absoluto, y es ahí, donde se esconde la diferencia con el consentimiento contractual del que se habla desde el siglo XVIII.

Por ejemplo, el consentimiento contractual es el sufragio femenino, ese es irrevocable y está movido por un deseo que no cambia con el tiempo. Mientras tanto, el consentimiento sexual es diverso, pues existen momentos donde las mujeres consienten, pero solo hasta cierto momento o ciertas prácticas, incluso, es posible que, a mitad del momento, las mujeres decidan que no quieren continuar. 

Fuente: Cimac Foto

Por ello, explica Rosa Cobo, prácticas irrevocables como la grabación de pornografía o los vientres de alquiler, vendidos como “contractuales”, no son, en esencia consentidos; no hay forma de detenerlo, cambiarlo y decir: Basta, no lo deseo más.

La agenda feminista actual

Los retos que hay en la agenda son múltiples y en las últimas dos décadas, el movimiento se ha diversificado y caminado hacia objetivos diferentes; teorías queer, trans, de disidencias, enfocadas en medio ambiente -ecofeminismo- y demás posturas que, si bien luchas válidas e importantes de reconocer, Rosa Cobo sostiene que el feminismo debe de formar pactos políticos y recordar que la causa última del movimiento es abolir el patriarcado, sistema que propicia todas las violencias sobre las personas sin importar su diversidad. 

Paralelamente, se identifican tres puntos medulares de la agenda política contemporánea:

  • Eliminar la idea de que el libertarismo sexual es la agenda del feminismo; el feminismo busca abolir la violencia sexual, pelear contra la pornografía y la trata, para entonces, conseguir la libertad para decidir y consentir
  • Separar el feminismo de la nueva izquierda que solo instrumentaliza con el movimiento y que no intenta entenderlo: «Solo quiere que hagamos el trabajo sucio», dice Cobo. 
  • Un tema urgente es todo lo que tiene que ver con el trabajo, desde la precarización, la feminización de la pobreza y la visibilización del trabajo que se hace en el hogar

«Es probable que vengan tiempos muy duros y las mujeres que estamos en el feminismo tenemos que tratar de expulsar las descalificaciones y los insultos, tenemos que trabajar las ideas y unirnos», concluye Rosa Cobo. 

Fuente: Cimac Foto

Por su parte, Luisa Posada añade otro punto sustancial: La violencia feminicida, que ante el panorama actual, la teórica recuerda a Rita Segato que acoge el término «femigenocidio«.

Señalando, además, casos como el de México donde se asesinan a 10 mujeres al día, según el INEGI, para Posada, la violencia de género debe de ser uno de los puntos más importantes -si no es que el más importante- en la agenda política del movimiento feminista.

«La agenda feminista tiene problemas sobrevenidos, la desigualdad económica, la violencia material, la física, la violencia de los asesinatos, esto no lo podemos olvidar y en algunos países es tremendo como en México donde más de mil mujeres fueron asesinadas el año pasado. 

Otro problema es la explotación reproductiva de las mujeres pobres y otro, es reivindicar el sujeto político feminista, hay que seguir reivindicando esa genealogía feminista que nos dote de memoria y con ello, de futuro.» (Luisa Posada) 

El suicidio de hijas e hijos, última fase de la violencia vicaria

 

Janett, víctima de violencia vicaria

Janett se describe a si misma como una mujer “luchona y emprendedora” que vive para cuidar a sus hijos. Sin embargo, la violencia vicaria que su ex pareja ejerce sobre ella desde 2021 escaló a tal grado que no sólo la presionó a ella, también llevó a su segundo hijo a un límite que lo orilló a tomar la decisión de quitarse la vida hace cuatro meses, la noche del Día de las Madres. 

“Lo único que quiero contando lo que me pasó es que esta historia no se vuelva a repetir y se alce la voz de muchas madres que estamos viviendo la misma situación”. 

En el marco del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que se conmemora cada 10 de septiembre, es importante nombrar a aquellas mujeres, infancias y adolescencias víctimas de violencia vicaria que, en circunstancias extremas, recurren al suicidio como última alternativa para librarse de ella y de los hombres que la ejercen.

De acuerdo con el violentómetro vicario el feminicidio de la madre y el suicidio por parte de alguna hija o hijo, es la última etapa del cúmulo de violencias vividas, por eso es importante detectar cómo va escalando e identificar en qué etapa se encuentran.

De acuerdo a las Estadísticas de Defunciones del INEGI, 704 adolescentes de 10 a 17 años (296 mujeres y 408 hombres) perdieron la vida por suicidio en el país durante 2022. Esto correspondía a 3.9 por cada 100 mil niñas, niños y adolescentes en dicho rango de edad.  En el primer trimestre de 2024, 503 hombres, de 10 a 24 años, perdieron la vida por suicidio. 

Aunque existen diversos factores para que las infancias pierdan la vida por suicidio, Natalia Reyes Avilés, licenciada en criminología y especialista en género y violencia en las adolescencias, comentó en entrevista para Cimacnoticias que una de las principales problemáticas en torno a la violencia vicaria es que las mujeres no son las únicas que la reciben, sus hijas e hijos también, afectando su salud física y mental. 

«La adolescencia es sumamente complicada, ahí experimentamos los cambios hormonales y físicos más importantes, es una circunstancia altamente estresante. Si a esto le agregamos un entorno de violencia, donde la familia nuclear se separa y aparte vemos que el padre ejerce violencia a la madre, claro que se convertirá una bomba letal”. 

“En el afán de los hombres por querer dañar a sus exparejas terminan descuidando la salud mental de sus hijos, poniéndolos de por medio para hacerle daño a las mujeres.»

Natalia Reyes Avilés

Janett, una madre en busca de justicia para su hijo 

Janett hace un repaso en sus memorias y cuenta que todo empezó hace más de 17 años, cuando conoció al padre de sus tres hijos a los 18 años. Desde niña era importante para ella explorar el mundo y saber qué otras cosas podía conocer lejos de su familia conservadora y su rol como hermana mayor. 

“Este señor era 10 años mayor que yo cuando lo conocí, él era de Toluca. Claro que cuando lo conocí me prometió que podría hacerme feliz y le creí. Me enamoré. Pero la verdad es que nunca supe bien cómo era porque mi familia no me dejó convivir demasiado con él hasta que me casé. A la semana de casados dejó ver cómo realmente era: un hombre violento que abusaba de sustancias de todo tipo”. 

Con tristeza en la voz, Janett recuerda cuando su expareja le prometió cambiar si se mudaba con él a Toluca.

Con la llegada de su primera hija y la ilusión de tener una familia, ella aceptó, pero las cosas siguieron igual e incluso empeoraron: “los 17 años que viví con él, fue el peor infierno”. Su exesposo no sólo la insultaba verbalmente, también la violentaba físicamente.

Después de algunos años, Janett tuvo a su segundo hijo, Daniel, con la esperanza de que su marido genuinamente cambiara, pues él quería tener un hijo varón, pero nuevamente la promesa quedó en palabras. Incluso el maltrato y los insultos que ella llegó a recibir de él también los recibían sus primeros dos hijos.

“Mi hijo era gordito y a mí me partía el corazón que él luego lo insultara por su aspecto físico. También era un niño muy sensible y el señor [su expareja] incluso lo molestaba con eso, le decía palabras hirientes. Llegamos a un punto en el que yo prefería recibir golpes e insultos con tal de que no lastimara a mis hijos”. 

Fuente: CIMACFoto, Diana Hernández Gómez

A los pocos años de tener a su tercer hijo, Janett cuenta que la violencia hacia ella recrudeció, hasta que en una celebración patria en septiembre de 2021 él la corrió de la casa sólo con lo que traía puesto.

“A partir de ese día no me dejó volver a la casa y tampoco me dejó ver a mis hijos. Si quería verlos me pedía cosas que incluso podrían considerarse abuso sexual. Yo no podía con esa vida, pero él me castigó con mis hijos. Cuando pedí el divorció y la custodia de mis hijos, el abogado que seguía mi caso jamás me explicó qué procedía para quedarme con mis hijos […] Tiempo después me enteré que ya había una sentencia donde decía que él tenía la custodia. No sabía que lo que yo vivía era violencia vicaria”. 

En 2021, a nivel nacional, del total de mujeres de 15 años y más, 70.1 % han experimentado al menos un incidente de violencia, que puede ser psicológica, económica, patrimonial, física, sexual o discriminación en al menos un ámbito y ejercida por cualquier persona agresora a lo largo de su vida.

La violencia psicológica es la que presenta mayor prevalencia (51.6 %), seguida de la violencia sexual (49.7 %), la violencia física (34.7 %) y la violencia económica, patrimonial y/o discriminación (27.4 %), detalla el INEGI. 

Violencia vicaria a las infancias

El caso de Janett no es aislado, así como ella, muchas mujeres viven violencia vicaria sin reconocerlo. 

Amnistía Internacional detalla que la violencia vicaria es una forma de violencia de género por la cual las hijas e hijos de las mujeres víctimas son instrumentalizados como objetos para maltratar y ocasionar dolor a sus madres. 

Este tipo de violencia puede tener diversas manifestaciones. Entre las más comunes se encuentran:

  • Amenazas de llevarse a los niños y niñas, quitarle la custodia o incluso matarlos.
  • Aprovechar la presencia de los hijos e hijas para insultar a la madre, hablar mal de ella, humillarla y amenazarla.
  • Interrumpir los tratamientos médicos o farmacológicos de los niños y niñas cuando deberían de estar en tratamiento.
  • Utilizar los momentos del régimen de visitas para inventarse información dolorosa acerca de las hijas e hijos o la ausencia de información durante esos días.

Debido a que Janett no pudo ver a su hija y dos hijos por un largo tiempo, pidió la custodia, aunque esta le fue negada. En ese tiempo su expareja también recibió una denuncia de abuso sexual por parte de otra mujer. Para evitar que ésta procediera, Janet comentó que él utilizó a sus hijos, en especial a su hijo Daniel, para pedirle a ella que hiciera algo y evitara que procediera. 

“Hubo un momento en el que incluso llegué a hablar con la chica en desesperación, lo reconozco, pero claro que ella no iba a quitar su denuncia y yo no la podía obligar. En esos momentos usaba a mi hijo Daniel; cada que podíamos hablar mi hijo me decía que sólo podríamos vernos hasta que quitara las demandas”. 

De acuerdo con la especialista en criminología, muchas infancias se ven atravesadas por los conflictos de sus padres a tal grado que son ellos quienes median la discusión, afectándolos psicológicamente. “A las infancias les afecta mucho vivir en entornos violentos. Los divorcios son violentos y la violencia vicaria aún más. Un ambiente así claro que puede orillar a las infancias a las últimas instancias como en el caso del suicidio”. 

Tras una larga batalla que aún no acaba, Janett cuenta que el 10 de mayo de este año, su hijo Daniel le escribió para decirle que la amaba mucho y que lamentaba no hacérselo saber más seguido. Horas más tarde, a través de una llamada de reproche de su expareja, ella supo que su hijo había tomado la decisión de terminar con su vida. 

Fuente: CIMACFoto, Diana Hernández Gómez

“Yo estaba en shock. No podía creer lo que me había dicho mi exesposo por llamada. Como desesperada fui a su casa desde donde rentaba y comprobé que así era, mi hijo estaba en el piso sin vida. Pero lo que me dio más coraje fue que ni así, el padre de mis hijos me dejó ver a mi hija mayor y a mi hijo menor”. 

En México la violencia machista lastima no sólo a mujeres, sino a generaciones enteras. ONU Mujeres hace hincapié en esto, pues la violencia contra las mujeres, niñas y niños es una de las violaciones más generalizadas de los derechos humanos en el mundo. 

Se producen muchos casos cada día en todos los rincones del planeta. Este tipo de violencia tiene graves consecuencias físicas, económicas y psicológicas sobre las mujeres y las niñas, tanto a corto como a largo plazo.

Prevenir el suicidio, una deuda del Estado

La especialista Natalia Reyes Avilés señala que uno de los aspectos primordiales para prevenir el suicidio son los grupos de apoyo que le permitan a las personas asirse con firmeza así como contar con ingresos económicos propios para no depender de otra persona. 

No obstante, también reconoce que hay casos en los que esto es imposible por los contextos en los que viven. Afortunadamente Janett es una mujer que trabaja y cuenta con un espacio para vivir, pero muchas otras mujeres viven en el abandono por parte de sus familias y amigos. Muchas veces de la única persona que pueden sujetarse es quien las agrede a ellas y a sus hijas e hijos.

En este sentido, es importante mencionar que el Estado tiene una gran responsabilidad, pues este es uno de los mayores ejemplos donde la impartición de justicia para las mujeres es omisa y perpetúa los discursos de odio y violencias hacia las víctimas como Janett y Daniel. 

“Yo seguiré luchando por la custodia de mi hija mayor y mi hijo más pequeño, quien así como Daniel, ya empieza a ser usado por su padre para presionar y evitar que yo lo demande. Además de tener a mis hijos conmigo, yo deseo que ninguna otra mujer pase por esta misma situación, la de perder a un hijo, como la que yo viví”. 

Apartheid de género, lo llaman …

 tribunafeminista.org

Pilar Aguilar

Leo que “la ONU cree que las afganas podrían ser víctimas de un “apartheid de género”.

Me sorprende ese “podrían”. ¿Acaso la ONU duda de la atrocidad que viven las mujeres en Afganistán? Quiero pensar que ese pretérito imperfecto del subjuntivo -que, como sabemos, no indica certeza sino sospecha, hipótesis más o menos probable o imaginaria- es un error de traducción.

Pero también me sorprende que la ONU hable de apartheid. Como sabemos, el apartheid fue un sistema de segregación racial. Este sistema, ​que estuvo en vigor en Sudáfrica entre 1948 y 1992, no solo segregaba a las personas negras sino que las catalogaba como inferiores, mermaba sus derechos civiles y políticos condenándolas a una situación cruel, humillante e injusta.

Pero, desgraciadamente, la palabra apartheid se queda corta para describir la realidad que sufren las mujeres afganas en todos los órdenes, ya se trate de trabajo, sanidad, educación, vivienda, movilidad, vida social, etc. etc. Es decir, las condiciones de las mujeres en Afganistán son, sin duda, más graves y draconianas que las que sufrieron los negros en Sudáfrica.

Y, además, padecen mayores brutalidades. Así, los negros, dentro de sus barrios y poblaciones, tenían vida social y pública. Podían pasear, charlar unos con otros, hacer amigos, noviar, bailar, cantar, pasear… Todo eso les está vetado a las afganas. Su sometimiento es radical y total. Viven en estrictas condiciones carcelarias. Su correspondiente mahram -marido, o padre, o hijo o, en su defecto, cualquier varón emparentado- controla toda su existencia y, por supuesto, su movilidad, de modo que solo en casos excepcionales pueden ir solas por la calle y siempre debidamente autorizadas.

Ejemplo ilustrativo: una mujer que sufra un dolor de cualquier tipo ha de pedir a su carcelero que tenga a bien -o no- traerle un analgésico pues ella no dispone ni de dinero ni de posibilidad de salir de su cárcel para comprarlo.

Y si el marido decidiera que ella no come, pues no come. Y, si el marido es un sádico, la puede torturar a sus anchas y sin limitaciones de ningún tipo. Y si la mata, pues muerta está, no porque el crimen sea legal, sino porque nadie va a investigar. Ahora bien, si esa mujer, en un arrebato incontrolable, se escapa de su casa, no solo no tiene lugar donde ir, sino que puede ser condenada a años de cárcel y, al salir, el varón “ofendido” la podrá asesinar impunemente.

Algunos dirán que exagero. Pues basta con pensar que, en España, donde tenemos igualdad formal y leyes que nos protegen, el año pasado hubo casi 40.000 condenados por agresiones ¿qué no pasará en un país tan abierta y cruelmente patriarcal?

Y, como remate del horror, las afganas han de soportar que ese tipo, que ellas no han elegido pero que controla su vida, viole su intimidad, su cuerpo, las sobe y penetre a su antojo, cuando quiera y como quiera.

Lo asombroso e inadmisible, como bien señala Soledad Gallego-Díaz, es que la UE no condene estas crueldades y las catalogue como crimen de lesa humanidad.

Ana Redondo ha querido apuntarse un tanto al declarar que España iniciará una ronda de actuaciones en la Unión Europea y en otros organismos internacionales para «liderar la lucha contra el apartheid de género». Está por ver en qué y cómo concretarán ese liderazgo aunque, claro, la propuesta de España ya parte lastrada por la aberrante Ley Trans, esa que dice que el “género” no se constata al nacer sino que “se atribuye”. Pues ya es mala suerte y que el género maldito siempre se lo atribuyan al bebé con sexo femenino. Por eso, si me pongo cínica (aunque no tanto como los defensores de la ley trans, claro) una de las medidas que podría proponer la Ministra es que, en Afganistán el “género” sea atribuido a los neonatos por sorteo, así, al menos algunas mujeres escaparían de tan siniestro sino y algunos hombres se enterarían del espanto patriarcal.

También es una pena que en Afganistán no esté permitido elegir género ¿verdad, Ministra? Aunque dudo de que, caso de poder hacerlo, ningún XY tendría ese capricho. O sea, no creo que a Antonelli, Duval, Marina Sáenz y etc. les salieran imitadores allí.

Y es que, a ver, Ministra (Ministra y todos cuantos apoyáis esa ley): el género es una construcción social (siempre limitativa y que puede llegar a ser extremadamente cruel como es el caso en Afganistán) que se les endosa a las personas en función de su sexo, y el sexo es una realidad biológica escrita en cada una de nuestras células. Una mínima coherencia ideológica exige abolir esa fantasiosa, reaccionaria y patriarcal ley trans y ponerse a luchar contra el sistema genérico y por la igualdad, como siempre ha hecho el feminismo.

En voz alta, mujeres afganas cantan y resisten contra prohibiciones del régimen talibán

 


.-Ciudad de México.- «¡Mujer, vida y libertad!», ha sido la bandera del movimiento de mujeres afganas quienes se han salido públicamente a cantar y en voz alta exigir la expulsión del régimen talibán, mientras destruyen fotografías del líder, el mulá Hibatullah Akhundzada, esto como respuesta ante las prohibiciones que les pide silenciarse a toda costa.

Se cumple una semana de que la ley fuese aprobada en Afganistán y de manera paulatina, las mujeres han comenzado a levantarse para rechazar la opresión del talibán que, desde hace 3 años, las ha confinado a una violencia extrema, al abuso y al arrebato de sus derechos educativos, sexuales, de movilidad, de participación política y laboral; los derechos humanos de las mujeres afganas han sido borrados, más no la lucha por la liberación femenina, que desde hace 3 años se enfrenta el régimen talibán. 

Esta ley encarna el abuso, la violencia y la subordinación extrema; del otro lado, las afganas empujan la liberación a través de su activismo y el desprecio al líder supremo, una figura sagrada y protegida por el régimen talibán por su poder religioso y conocimiento en los hadices (tradiciones y códigos del Profeta).

Su movimiento, encara los nuevos códigos implementados por el Ministerio para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio, que ha prohibido el sonido de la voz femenina en todo espacio público; no pueden hacer uso de micrófonos, ni volverse a escuchar música cantada por mujeres. 

A través de redes sociales, se han difundido videos de grupos de mujeres cantando en parques y en las calles afganas, su reclamo es certero: ¡Nuestra voz no es privada, ni tentadora!

Esto último, como una respuesta contra la Policía de la Moral, una institución que presume garantizar la paz en y prohibir todo mal o tentación entre pueblo de Afganistán. De ello deviene que, la nueva ley pautada el pasado 22 de agosto responsabilizara a la voz de las mujeres por producir tentación y corromper al hombre. 

«Nuestra voz no es tentadora, tus ojos fabrican tentaciones; mi rostro no es tentación, tus ojos lo fabrican», se escucha gritar a las mujeres en sus videos difundidos en redes, según recoge EFE.

La ley contempla un total de 35 artículos que son aplicables para hombres y mujeres, sin embargo, existe una asimetría importante, pues mientras a los hombres se les ha prohibido rasurarse, a las mujeres afganas han visto eclipsada su libertad.

Se debe apuntar a que, además de prohibir la voz de las mujeres, el régimen talibán también rechaza que las mujeres hagan ruido con sus zapatos; el hombre no debe escuchar los pasos de la mujer, afirman.

Asimismo, ha prohibido a las afganas hacer uso del transporte público o privado, al menos, que estén acompañadas de su tutor (padre o esposo), para finalmente, rematar con un código que ha elevado a obligatoriedad el uso del velo. En respuesta, las mujeres gritan en sus consignas:

«Los talibanes han impedido mi voz, mi rostro, mi mirada y mi presencia. Ven y sé mi voz por última vez y di: Mujeres, vida y libertad» (traducción de EFE)

Fuente: ONU Mujeres

Mujeres afganas: movimiento por la liberación femenina

Parteras, abogadas, activistas, periodistas, médicas, cuidadoras y defensoras de los derechos humanos, el feminismo en Afganistán se sostiene y resiste la violencia del régimen talibán que ha auspiciado una caza de estas mujeres que ponen el cuerpo por la emancipación y liberación femenina. 

Pashtana D, se mantiene oculta en el país escapando de la Policía de la Moral, en su activismo, atraviesa el país enseñando a las mujeres y niñas sobre educación sexual y menstrual.

Además, ante la tasa de mortalidad materna por la falta de recursos, Pashtana instruye a las mujeres de comunidades rurales a convertirse en parteras y difundir este conocimiento entre otras mujeres con el objetivo de detener los partos mortales.

En entrevista con Newtral, ha referido que las activistas afganas no quieren dar pena, quieren apoyo económico y reconocimiento: «Si se nos trata como víctimas, nos quitan la capacidad de cambiar las cosas».

En esta misma conversación se atraviesa una conversación necesaria; despojarse de la mirada occidental del feminismo. Como comparte Pashtana D, las mujeres en afganistán no deben ser vistas como oprimidas, porque allá afuera, miles de mujeres se manifiestan y luchan; hacen todo lo posible por pelear y proteger a otras, a través de compartir sus conocimientos médicos, de profesionalizarse a pesar del amedrentamiento talibán, y esta vez, resisten cantando y rompiendo con furia las imagenes del mulá. 

Se debe recordar que las protestas de las mujeres han existido desde el 2021, cuando el régimen talibán tomó la capital afgana. Desde entonces, las mujeres han sido el símbolo de la revolución afgana.

Cuando el talibán llegó al poder, fueron las adultas mayores, mujeres y adolescentes quienes realizaron una ola de protestas pacíficas en el país, sin embargo, los grupos talibanes ejercieron actos de extrema violencia en contra de las manifestantes, quienes fueron golpeadas, algunas vivieron secuestros, enfrentaron tortura y fueron recluidas en contra de su voluntad en espacios sin acceso a agua, alimento, ventilación, ni medicamentos.

El informe Death in Slow Motion: Women an Girls Under Taliban Rule de Amnistía Internacional, recopila diversos testimonios de mujeres víctimas de este hecho, denuncia que todas estas mujeres fueron puestas en libertad después de que fueron obligadas a firmar un documento que las comprometía a no volver a manifestarse jamás, ni a mencionar nada de lo vivido durante la manifestación y los días posteriores que vivieron privadas de su libertad. 

En los últimos años, se tiene registro de detenciones arbitrarias y torturas, todo bajo un marco legal ambiguo y poco objetivo que apela al delito de «la corrupción moral»; mujeres pueden ser detenidas, golpeadas o recibir descargas electricas si un hombre talibán considera que se está cometiendo alguna infracción moral.

La Organización de las Naciones Unidas documenta la existencia de casos donde niñas han sido castigadas por este delito al no cumplir con la extrema modestia que demanda el Estado talibán. 

Tanto fue la incomodidad para el sistema, que sólo unos meses después, el régimen movió el tablero para producir una serie de códigos que prohibieran de forma estricta toda participación femenina en las organizaciones civiles o de defensa de los derechos humanos, nacionales e internacionales. Así, dieron una ofensiva para disolver los movimientos y llevar de regreso a las mujeres que participaban activamente en órganos como la ONU. 

En este sentido, se nombra a las mujeres que están siendo agentes de cambio en el país y que evidencian que el poder de las mujeres afganas está dispuesto a encarar al régimen talibán. Entre ellas:

  • Elaha Sahel, periodista y defensora de las mujeres.
  • Manizha Ramizy, maestra universitaria y defensora de los derechos humanos.
  • Zala Zazai, policía despojada de su trabajo. 
  • Roshan Sirran, activista, exparlamentaria y defensora de los derechos de las mujeres.
  • Fawzia Amini, exjueza del Tribunal Supremo de Afganistán, despojada de su trabajo.
  • Masouda Faizi, ginecóloga.
  • Shamail Zarei, defensora de la sociedad civil, perseguida por el régimen talibán.
  • Sediqa Muchtaq, exdirectora del instituto de la salud, despojada de su trabajo.
  • Hafiza Bahmani, deportista de muay thai.
  • Najeeba Baqi, trabajadora humanitaria desde hace 20 años.
Fuente: Amnistía Internacional

Con información de Amnistía internacional en «Ellas son la revolución«.

Te ofrecen un buen empleo, bien pagado. Te enganchan. Terminas en explotación sexual

 sinembargo.mx

De acuerdo con el reporte anual del Consejo Ciudadano, la oferta de falsos empleos representa el principal método de enganche para la explotación sexual, con el 30.6 por ciento de los reportes, seguido de los miembros de la familia, la promesa de ayuda y el enamoramiento.

Ciudad de México, 9 de septiembre (SinEmbargo).– A inicios de este año una persona fue invitada por un amigo a un “spa” en Playa del Carmen donde mujeres, la mayoría extranjeras y menores de edad, desfilaban y el cliente podía elegir una. Las víctimas, que ahora están a salvo, habían sido engañadas con falsas promesas de empleo a través de redes sociales o por conocidos.

Este caso donde las ofertas de empleos falsas conducen a la explotación sexual no es el único en México y se han incrementado en los últimos años, de acuerdo con el último reporte anual denominado “Un Modelo Único Contra la Trata”, elaborado por el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México.

“Los falsos empleos se han convertido en la principal forma de captación de explotación sexual en el país, con el 30.6 por ciento de los reportes que analizamos”, dijo en entrevista Salvador Guerrero Chiprés, presidente del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México.

Agregó que los tratantes emplean falsas ofertas de trabajo en el extranjero o fuera de las ciudades de origen de las víctimas, en centros comerciales, tiendas de conveniencia, en el campo y hasta en talleres mecánicos.

Medios para enganchar a las víctimas de trata. Foto: Consejo Ciudadano.
Las ofertas de empleo son la principal forma de engaño. Foto: Consejo Ciudadano.

De acuerdo con el reporte, la oferta de falsos empleos representa el principal método de enganche, con el 30.6 por ciento de los reportes, seguido de los miembros de la familia, la promesa de ayuda y el enamoramiento, que hace seis años encabezaba la lista.

Las mujeres, en un 65 por ciento, así como niñas, niños y adolescentes, en 48.8 por ciento, son la población más vulnerable a este delito de Trata de Personas en su modalidad de explotación sexual.

El informe elaborado por el Consejo Ciudadano destaca que los medios más utilizados por los delincuentes para enganchar a las víctimas son a través de conocidos (67.3 por ciento), redes sociales (9.2 por ciento), anuncios publicitarios (4.9 por ciento), correo electrónico (0.3 por ciento) y páginas web (0.3 por ciento).

Otro hallazgo de este informe es que los reportes a la Línea Nacional Contra la Trata de Personas de enero de 2023 a junio de este año muestran la cercanía de los tratantes respecto de sus víctimas: en el periodo de enero de 2019 a junio de 2020 apenas se reportaba solo el 5.8 por ciento de los casos en donde un familiar era el victimario y ahora es el 21 por ciento, un crecimiento de 16 puntos porcentuales.

Las relaciones de parentesco más recurrentes de los delincuentes con sus víctimas son madre, padre, padrastro, pareja y tíos.

El doctor Salvador Guerrero Chiprés, presidente del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México, detalló que los falsos empleos son usados por la delincuencia con varios objetivos, los más comunes son para reclutar a las víctimas para explotación sexual o laboral, por ello pidió estar alerta a los anuncios que aparecen en redes sociales.

“Toda oferta de trabajo que se presenta con grandes comisiones de dinero, pagos superiores al promedio, mejoras de vida extraordinarias y que sean fuera de la entidad donde viven, yo diría que en la mayoría de esos casos son tentativas delincuenciales para reclutar víctimas para trata de personas”.

El Consejo Ciudadano ofrece atención jurídica y emocional gratuita, confidencial y 24/7, a víctimas y testigos a través de la Línea y Chat Nacional Contra la Trata de Personas (800 5533 000).

Durante el primer semestre de 2024 se abrieron 305 carpetas por Trata, mientras que en el mismo periodo de 2022 se abrieron 414. Es decir, disminuyeron 24.5 por ciento, aunque la cifra sigue siendo preocupante para las autoridades.

Guadalupe Fuentes López

Periodista con más de una década en medios digitales. Edita y escribe sobre temas de economía, corrupción, política, derechos humanos