VIOLENCIA
Proceso de paz no garantiza justicia a las víctimas
Foto: LANZERO
Por: Anaiz Zamora Márquez
Cimacnoticias | México, DF.- En la guerra y conflictos armados los saldos y pérdidas se miden por el “número de hombres caídos en batalla” y el “número de civiles” que perdieron la vida, pero detrás de ellos permanecen invisibles miles de madres, hijas, esposas y abuelas que quedaron en la desprotección y contra quienes se cometieron múltiples y brutales formas de violencia.
Así resumió Elizabeth Yangana, presidenta del Colectivo de Mujeres en Resistencia de Colombia, la impunidad en la que permanecen los crímenes de guerra cometidos contra la población femenina en medio de los conflictos armados en su país y el resto de América Latina.
En ellos, las mujeres han sido tratadas como botín de guerra, su cuerpo ha sido utilizado para castigar o humillar a los integrantes de otro bando, y es en contra de ellas que se han cometido una de las formas más brutales de tortura: la violación sexual que tiene como objetivo denigrarlas o romper las estructuras sociales.
Cimacnoticias platicó con Elizabeth Yangana, una de las mujeres colombianas que decidió dejar de ser víctima de la violencia que se vive en su país para convertirse en defensora de Derechos Humanos (DH) de las mujeres, y quien por años ha trabajado por visibilizar el contexto adverso en el que viven y se desarrollan “sus compañeras de vida”.
De acuerdo con el Centro Nacional de Memoria Histórica –surgido a raíz de la Ley 975 de Justicia y Paz–, Colombia “tiene una larga historia de violencia, pero también una renovada capacidad de resistencia a ella”, pues el conflicto armado comenzó desde 1954 y hasta 2012 el número de víctimas directas era de casi 220 mil personas, así como de 10 millones de personas desplazadas de su lugar de origen.
En más de cinco décadas el conflicto ha enfrentado a las fuerzas de seguridad y a los paramilitares contra los grupos guerrilleros (aunque también se han dado enfrentamientos con bandas del crimen organizado), y se han cometido incalculables violaciones a los DH de la población.
A decir de Yangana, el conflicto inició y se ha mantenido en gran medida debido a la avaricia de los “grupos poderosos que buscan adueñarse de los recursos naturales que le pertenecen al pueblo”.
Precisó que en Colombia los grupos civiles armados forman parte de una estrategia del Estado para combatir a la guerrilla: “Son estos grupos paramilitares los que más daño han hecho a las colombianas”.
Diversos pueblos –algunos de origen indígena– y algunas regiones han sido víctimas de masacres cometidas por grupos paramilitares, donde se extermina a los varones pero las consecuencias de más largo plazo son para la población femenina.
“Colombia comparte con el resto de los países de la región la visión cultural de que son los hombres los encargados del sustento familiar”, explicó.
Tras las masacres de los años 80 y 90, las mujeres que perdían a su esposo o a su pareja se vieron obligadas a enfrentar y construir nuevas formas para desarrollarse, contó la activista.
Sumado a ello, luego de una matanza, o incluso cuando se detectaba la llegada de grupos armados, “el miedo de morir en medio de los conflictos pero sobre todo el miedo de ser violada por alguno de los soldados o paramilitares, obligó a miles de mujeres a dejar sus casas”.
Y es que de acuerdo con Yangana, la violación sexual es uno de los crímenes más comunes que han sido cometidos en la guerra que vive Colombia, sin que el proceso de paz que se lleva a cabo actualmente considere el acceso a la justicia para las víctimas.
Las sobrevivientes de estas formas de tortura solían no denunciarla, y cuando son cuestionadas en los procesos de reconstrucción de la historia y verdad tampoco admiten las violaciones, por lo que hay un subregistro de estos delitos.
“Aunque no haya registros confiables, es algo que se sabe, se suele pensar que el cuerpo de la mujer es algo que le pertenece a las personas, en medio de estos conflictos somos usadas como botín de guerra, intercambiadas, apostadas, usadas para calmar la ansiedad de los combatientes, entre otras cosas”.
El Centro Nacional de Memoria Histórica sostiene que en el caso de los paramilitares, la violencia sexual se practicó en distintos contextos con diferentes objetivos: para atacar a las mujeres por su condición de liderazgo; para destruir el círculo afectivo de aquellos considerados como enemigos; para “castigar” conductas transgresoras o ignominiosas desde la perspectiva de los actores armados; violencia sexual articulada a prácticas culturales, y generar cohesión entre los integrantes de grupos paramilitares y el afianzamiento de sus identidades violentas.
Además de las secuelas psicológicas y emocionales que estos delitos dejan en las mujeres, existe la revictimización en distintas etapas de la vida. “Sabemos de mujeres víctimas de violencia sexual que fueron abandonadas por sus parejas porque estos ya no las consideraban dignas, decían que estaban sucias y simplemente las dejaban”, dijo Elizabeth Yangana.
Agregó: “También hay casos de mujeres que se enfrentan a los juicios sociales que las consideran a ellas culpables de los hechos, y por supuesto los casos de mujeres que son madres a consecuencia de la violación y que aunque lo solicitaron no pudieron abortar; esto tiene consecuencias para ellas y sus hijas o hijos”.
La también licenciada en Psicología relató que su trabajo y la conformación del Colectivo inició motivado por este contexto del que ella también es sobreviviente, y su labor comenzó con mujeres que sobrevivieron a matanzas en el departamento de Cauca (suroccidente) y que perdieron a quien hasta ese momento trabajaba por el sustento familiar.
“De repente nos vimos solas, sin un peso en la bolsa, sin comida, sin casa, algunas de las mujeres de mi comunidad y de las que conocía en el camino tenían hijas, hijos, nietos y hasta ancianos que dependían de ellas; primero nos reuníamos para platicar, para contar nuestras experiencias lo que habíamos vivido, nos servía para desahogarnos para darnos cuenta de que no éramos las únicas.
“Ahí empezamos a buscar formas de generar recursos económicos propios”, añadió.
Al comparar a su país con México, donde recientemente se ha dado el surgimiento de grupos civiles armados, Yangana consideró que las mexicanas también están en un contexto de vulnerabilidad, impunidad y negligencia, pues “como nosotras están expuestas a ser víctimas de las múltiples formas de violencia que se cometen en medio de estos conflictos y no cuentan con las herramientas suficientes para acceder a la justicia”.
“Yo deseo que las mexicanas no pasen por lo que hemos pasado las mujeres en Colombia, que somos llamadas víctimas colaterales pero la realidad es que somos mujeres de carne y hueso a las que la injusticia e inseguridad nos ha ido fortaleciendo”, advirtió.
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