“La sangre, es tinta indeleble que nunca se borra”
El Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y
Protección de Datos Personales (Inai) dio luz verde a la difusión de
información histórica que contiene datos personales de los archivos y
fondos resguardados por el Archivo General de la Nación (AGN)
relacionados con el Movimiento Estudiantil de 1968.
Parte de esta iniciativa incluye una exposición física y virtual de
documentos y fotografías que estaban en poder de distintas dependencias
federales como la Secretaría de Gobernación, el Cisen; la División de
Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia, conocida como el
Servicio Secreto, así como la propia Secretaría de la Defensa Nacional.
En sesión plenaria, los comisionados del Inai coincidieron en que la
divulgación de la información coadyuvará al conocimiento de la verdad
histórica de los hechos para evitar que se repitan tan graves
violaciones a los derechos humanos.
Memoria y Justicia
La decisión de no olvidar el 2 de octubre ni las enseñanzas del
Movimiento Estudiantil de 1968 ha dado frutos muy importantes, pero poco
conocidos debido a que los medios de comunicación masiva y sectores
sociales de distinto signo los minimizan, los ocultan e incluso los
niegan o deforman.[1]
¿Cuántas personas interesadas en el acontecer nacional saben que el
Estado mexicano tuvo que reconocer que su crimen en la Plaza de las Tres
Culturas en 1968 constituyó un delito de lesa humanidad tipificado nacional e internacionalmente como genocidio?
¿Cuántas saben que la configuración de ese delito de genocidio fue
determinada por el poder judicial en tres resoluciones consecutivas en
distintas instancias, y que ya no es posible su revocación?[2] ¿Cuántas saben que Luis Echeverría Álvarez,
quien era secretario de Gobernación en 1968 y luego presidente de la
República, permaneció dos años y medio en prisión domiciliaria
precisamente por estar indiciado en el caso de Tlatelolco?
¿Cuántas saben que Luis Echeverría no ha sido exonerado, que puede ser sentenciado como responsable del genocidio
y que obtuvo su libertad sólo de forma condicional? ¿Cuántas saben que
la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado
(Femospp) integró 54 investigaciones que incriminan a los altos mandos del Ejército que tuvieron a su cargo distintas tareas para borrar las pruebas del crimen
y recoger los cuerpos de las víctimas? ¿Cuántas saben que en el ámbito
del Poder Legislativo, el 20 de diciembre de 2011 se logró que se
reformara el Artículo 18 de la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el
Himno Nacional, para que se incluyera como fecha de luto nacional al 2 de octubre: aniversario de los caídos en la lucha por la democracia en la Plaza de Tlatelolco en 1968?[3]
¿Cuántas tienen idea de la importancia simbólica de esa reforma
legislativa, la cual implica que “al igual que cada 13 de septiembre,
aniversario del sacrificio de los Niños Héroes de Chapultepec, el 2 de octubre el lábaro patrio debe ser izado a media asta
en todas las escuelas, templos, cuarteles, guarniciones militares,
edificios públicos, embajadas y consulados”, como lo ha señalado el Dr.
Raúl Jiménez Vázquez?
Sin duda son muy pocas las personas que –a pesar de ser lectoras de
diarios y revistas y seguidoras de noticieros– están enteradas de los
logros de quienes han dado batallas en el terreno mismo de los poderes
del Estado y también en el de la sociedad.
Lo conseguido hasta ahora tanto en el ámbito del Poder Judicial como
en el del legislativo no habría sido posible si miles de miembros de la
generación del 68 no hubieran desarrollado distintas actividades para
transmitir sus experiencias a las nuevas generaciones y si no se
hubieran manifestado en las calles, en las escuelas y en otros espacios
para expresar una demanda que se sintetiza en una consigna: ¡Esclarecimiento de los hechos y castigo a los culpables! y lo que debe entenderse como un reto con el que están comprometidos: que el 2 de octubre no se olvide.
Los alcances y los límites de los falsificadores
Pero siendo tantos los miembros de la generación del 68 y de las
nuevas generaciones que tenemos una identidad ideológica con esa
demanda, con ese compromiso y en general con el movimiento estudiantil
de esos años, resulta extraño el desconocimiento de las batallas por la
justicia y la verdad al que nos hemos referido. Esta paradoja puede
explicarla cualquiera que trate de investigar cuántas notas
periodísticas han dado cuenta de la información de lo que aquí se ha
dicho al formular las preguntas iniciales.
El ocultamiento en los medios de comunicación de los triunfos parciales obtenidos ha venido acompañado del silencio
sobre los reveses que también han infligido a esta lucha los poderes
del Estado y los grupos de poder que actúan en México. Aquí me referiré sólo a algunos.
Para dar curso a la impartición de justicia la Procuraduría General de la República debió hacer las consignaciones de las 54 investigaciones ministeriales (a militares), pero en lugar de eso las congeló y además extinguió ilegalmente a la Femospp.[4]
No obstante, la existencia misma de esas investigaciones
ministeriales va en contra de quienes le apuestan al olvido, en tanto
que el Comité 68 continúa trabajando para que se haga la consignación de
los 54 militares indiciados y se reactive el caso de Luis Echeverría.[5]
Aunque los medios de comunicación no recojan las
denuncias que hacen los líderes estudiantiles del movimiento del 68 que
interpusieron la demanda judicial 30 años después de ocurrido el
genocidio, ni las declaraciones de quienes los hemos respaldado,
acompañado y hecho nuestra su decisión de avanzar jurídicamente, estamos convencidos de que la verdad y la justicia pueden tardar, pero terminan imponiéndose, más aún porque sabemos que el delito de genocidio “debe ser perseguido independientemente del lugar y la fecha cuando se haya cometido”, de acuerdo con la Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad.
Hoy persiste también la intención de quienes han trabajado para que
el 2 de octubre sí se olvide o, en su defecto, para imponer una versión
distorsionada de lo ocurrido en esa fecha y de las características del
movimiento estudiantil. En ese propósito están empeñados no
solamente los responsables gubernamentales y sectores de las clases
dominantes en México, sino también una serie de personajes que son
promovidos para crear opinión.
La presencia en diversos espacios de un grupo de editorialistas que
aparecen ante la opinión pública con una imagen de “personalidades
académicas críticas y progresistas” ha permitido que “su verdad” niegue hechos tan objetivos
como son las resoluciones del Poder Judicial, pero no sólo, también han
desplegado sus esfuerzos en promover su versión de los hechos, la cual
inicialmente se expresó el 3 de octubre de 1968 y en todo momento se ha
evidenciado como falsa.
Se trata de la declaración hecha por uno de los miembros del Consejo
Nacional de Huelga (CNH), quien declaró a la prensa que el Ejército se
había presentado en Tlatelolco el día anterior sólo para disuadir a los manifestantes para que se retiraran y que los disparos que había lanzado durante la primera media hora eran balas de salva. Esta declaración se publicó en los diarios una semana después.
De los 300 miembros del CNH sólo uno, Marcelino Perelló, afirmó que el propósito del Ejército había sido la persuasión.
Después de 10 años de silencio, retomó esa versión y la continuó
defendiendo durante las siguientes cuatro décadas. Pero la información
en la que basó “su verdad” la obtuvo, según él mismo lo declaró, de lo
que le platicó un tal Del Bal quien, por una misteriosa razón, supo cuál era el propósito del Ejército.[6]
Esa versión no logró prosperar ni siquiera en el ámbito del Poder
Judicial, aunque él se presentó a ratificarla ante la Femospp, pues los
líderes estudiantiles que interpusieron la demanda sí lograron probar
palmariamente el propósito de la masacre, por el que se configuró el genocidio.
El fracaso de los falsificadores respecto a lo que llaman “su verdad” es visto por ellos mismos como la pérdida de una batalla, pero creen que podrán ganar la guerra simplemente negando, o al menos ocultando, que el genocidio en Tlatelolco es una verdad jurídica firme y definitiva, por eso es que abiertamente dicen lo que se proponer trabajar sobre los hechos del 1968 es “la narrativa”. Esto muestra la enorme importancia política que tiene “la disputa por la historia”.
Versiones sin sustento fáctico en la “disputa de la narrativa”
Es así como han echado a circular la formulación de que “sería un crimen reducir el movimiento estudiantil de 1968 al 2 de octubre”.
Con esto pretenden aparentar una originalidad que no es tal y
diferenciarse de una posición que no existe, de forma que a los únicos
que les pueden ganar con esta “narrativa” son a los monos de paja que
sólo están en su imaginación, pues está perfectamente documentado que
quienes más han hablado de lo ocurrido en esa fecha en Tlatelolco son
también los que más han analizado, documentado, reivindicado y difundido
aspectos múltiples del movimiento. En donde sí se diferencian los
defensores de esa particular versión respecto a la casi totalidad de las
voces es en que ellos tienen el propósito de que el 2 de octubre se vea
como un día más.
Pero también en esto están condenados a fracasar porque hay
suficientes elementos para documentar que precisamente el 2 de octubre
fue cuando se provocó que la composición del CNH cambiara, debido
a la represión que aplastó al movimiento y detuvo a miles de sus
participantes, entre quienes se encontraban sus principales líderes, los
cuales permanecieron más de dos años en prisión. El rumbo que
tomó el movimiento hasta el 5 de diciembre, cuando se levantó la huelga y
el peso que tuvieron varios de los nuevos dirigentes en este periodo es
un aspecto del que poco se ha hablado, por lo que analizarlo es una
tarea pendiente.
Sólo un puñado contra la historia
La versión que sin fundamento alguno se impulsa desde
posiciones de poder y con cuantiosos recursos, ha estado presente en las
cinco décadas más recientes; sin embargo no ha logrado
constituirse en eso que ahora se llama “posverdad”, y que se centra en
la idea de que “es más importante que la propia verdad algo que aparente
serlo”, lo cual es cierto sólo para efectos de manipulación ideológica y
política.
Como todas las posverdades, la que se pretende construir sobre el 68 se ha basado en la máxima fascista de Goebbels, “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”;
sin embargo la historia es mucho más que la manipulación circunstancial
de la opinión pública y, hasta ahora, ni siquiera esa maniobra se ha
impuesto, pero se sigue impulsando con la estrategia de presentarla bajo la autoría de aparentes simpatizantes del movimiento y en esencia se centra en tres puntos fundamentales:
1.- El 2 de octubre fue una masacre, pero la intención del Ejército y
de los gobernantes no fue premeditada, por lo que no constituyó un
genocidio. Este punto se vincula con el siguiente; 2.- El 2 de octubre
fue un día más en el movimiento. Con esto lo que se pretende es
desacreditar, o en su defecto, minimizar la importancia de las
conmemoraciones de esa fecha emblemática; y 3.- La violencia del
Ejército tiene como contrapartida la violencia de sectores del
movimiento que desarrollaron una estrategia armada.
El tercer punto corresponde a la “teoría de los dos demonios”, que es
la misma con la que en Argentina algunos “intelectuales” intentaron
–también inútilmente– justificar a los militares que fueron sujetos a
juicio durante el periodo en que gobernó Néstor Kirchner. Vale
recordar que el gobierno mexicano nunca logró aportar el menor indicio
de la supuesta existencia de columnas guerrilleras en el movimiento
estudiantil de ese año, como quiso hacer creer a la sociedad mexicana e
internacional para así presentar la matanza en la Plaza de las Tres
Culturas de Tlatelolco como una respuesta obligada del Ejército a los
ataques armados de los que había sido objeto.
Como se puede apreciar, los puntos de esta posición política no son
recientes ni originales. El primero arrancó desde el 3 de octubre de
1968; el segundo se ha impulsado en sectores estudiantiles desde la
década de los 70, cuando se calificaba de “necrófilos” a quienes se
movilizaban con la consigna de no olvidar el 2 de octubre y se les
atribuía falsamente que no consideraban que el movimiento había sido
liberador, alegre y lúdico; en cuanto al tercero, la idea de que
en el movimiento estudiantil había prácticas violentas se promovió
desde antes de la masacre, no sólo con los discursos del presidente Díaz
Ordaz, sino que se esparcía la versión de que había un brazo armado del
movimiento.
La “nueva narrativa” lo único que tiene de nuevo son los personajes
que se han sumado: se trata de investigadores con influencia política
por haber sido formados como académicos; algunos de ellos son agudos
críticos del PRI y del gobierno y cuentan con cierta legitimidad social,
pues en sectores relativamente calificados se les aprecia porque se les
considera democráticos y progresistas. El perfil de éstos ciertamente
difiere mucho de los anteriores investigadores, como el del autor de “El
Móndrigo”, quien, amparado en un seudónimo, publicó este pasquín en el
que presentó a los líderes más destacados del movimiento (sin
referirse a ellos por su nombre, sino sólo describiendo sus
características físicas y otros detalles) como ejecutores de una
supuesta violencia criminal. Los nuevos investigadores encargados de
distorsionar lo ocurrido, aunque se vistan de seda, encargados se quedan.
Conclusión
Los archivos del general García Barragán, narrados por Julio Scherer
García, en su libro “Parte de Guerra” son clave para comprender lo que
sucedió en aquellos meses aciagos del segundo semestre de 1968. Traza un
retrato de las principales autoridades de entonces y de la trama, “Misión Azteca” Orden Preparatoria N°1 clasificada como SECRETO 29/07/1968, que tuvieron durante el movimiento estudiantil, incluso en los meses y años que siguieron, cuando se nos disfrazó la verdad, cuando se ocultó la verdad.
Una visión bélica que el gobierno de la República tuvo, desde el
principio de un conflicto que debió ser solamente estudiantil.
El movimiento estudiantil representa un parteaguas en la historia
reciente de México, fundamental porque a partir del 2 de octubre, en que
se dio fin a las demandas de justicia de los estudiantes, México fue
otro país. Otro, porque se cerraron los conductos de libertad; otro,
porque se perpetuo un sistema político que todavía nos asfixia; otro,
porque la sociedad quedó herida, lacerada por el asesinato de su
juventud; otro, porque nunca se ha podido saber la verdad y el origen de
las decisiones de gobierno y tuvimos que conformarnos con declaraciones
vanas; otro, porque mientras llorábamos y lloramos a los muertos, se
hablaba de salvaguardar a las instituciones.[7]
EN EL UMBRAL DE UN POSIBLE Y ANUNCIADO CAMBIO DE RÉGIMEN, 50 AÑOS DE
IMPUNIDAD, SERÍA OFENSIVO E IRRESPONSABLE, MANTENER AL EJÉRCITO EN LAS
CALLES, EN ARAS DE BUSCAR LA PACIFICACIÓN DEL PAÍS.
[1]
Los textos de esta publicación forman parte de dos libros en proceso
por parte de la UNAM y se reproducen con la autorización de sus
editores: Aquí y Ahora. A 50 años del movimiento estudiantil de 1968,
coordinado por el Dr. Ricardo Valero y México 1968 – 50 años. Imágenes y
símbolos contestatarios. Repercusiones del Movimiento estudiantil,
coordinado por los maestros Arnulfo Aquino y Jorge Pérez Vega.
* Carolina Verduzco Ríos. Integrante del Comité 68 Pro Libertades
Democráticas; profesora de la Escuela Superior de Economía del Instituto
Politécnico Nacional; directora general del semanario Corre la Voz
durante 14 años.
[2]
La última resolución fue dictada por el Quinto Tribunal Colegiado de
Circuito en el Amparo en Revisión 132/2007. Esta sentencia puede
consultarse en su versión pública en la siguiente dirección electrónica:
http://www.dgepj.cjf.gob.mx/internet/expedientes/ExpedienteyTipo.aspTipoAsunto=11&TipoProcedimiento=979&Expediente=132%2F2007&Buscar=Buscar&Circuito=1&CircuitoName=PRIMER+CIRCUITO&Organismo=48&OrgName=Quinto+Tribunal+Colegiado+en+Materia+Penal+del+Primer+Circuito&TipoOrganismo=0&Accion=1
[3] El decreto puede consultarse en:
[4]
Dado que esa fiscalía fue creada por un decreto presidencial, la PGR no
tenía la facultad de desaparecerla; su extinción sólo hubiera procedido
mediante otro decreto presidencial.
[5] Se ha orquestado una campaña para hacer creer que Luis Echeverría fue exonerado, lo cual es falso; su liberación fue condicional, no definitiva, porque aunque el Poder Judicial sentenció que los hechos del 2 de octubre constituyeron un genocidio, y esta verdad ya no es susceptible de revocación, simultáneamente se ha rehusado a procesar a los indiciados por este delito, Echeverría y 54 militares acusados no han sido condenados ni absueltos, hasta ahora.
[6] http://www.proceso.com.mx/124429/marcelino-perello-relata-y-acusa Sesentayocheros.indd 7 15/08/18 22:14
[7]
Julio Scherer García y Carlos Monsiváis “Parte de Guerra: Tlatelolco
1968. Documentos del general Marcelino García Barragán. Los hechos y la
historia”, Ed. Nuevo Siglo/Aguilar, México 1999. 269 pp.
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