10/26/2024

Las 4 falacias del discurso anti-punitivista

 

La gran pregunta aquí no es la supuesta división o fragmentación del feminismo por el tema de las sexualidades, sino, más bien, ¿dónde están las masculinidades abolicionistas?, ¿dónde están las manifestaciones de los “nuevos hombres sensibles” frente a las casas de los propietarios de los prostíbulos?, ¿dónde están los nuevos hombres anticapitalistas y feministas que luchan en medio de la furia ideológica del libre mercado que emana de las universidades públicas en general y de las facultades de economía en particular?, ¿dónde están los nuevos hombres “anonymous” si no están hackeando ya las páginas porno?

La clase obrera masculina no puede permitirse la prostitución de la mujer como resarcimiento y olvido de su propia condición ontológica prostituyente bajo el falo del capital. Solo la castración del capitalismo salvará su destino, pero no la prostitución del feminismo.

La gran pregunta es por qué y cómo se pone el foco en las divisiones o tensiones en los ámbitos de pensamiento feminista, como si el resto de terrenos del pensamiento dominados hegemónicamente por los hombres fuera un coto de varonil consenso universal. No me quiero ni imaginar qué dirían en ciertos sectores masculinizados si el Consejo General del Poder Judicial estuviera como ha estado durante años (bloqueado y en situación de inconstitucionalidad), pero en manos de mujeres.

La gran pregunta es por qué y cómo se pone el foco en las divisiones o tensiones en los ámbitos de pensamiento feminista, como si el resto de terrenos del pensamiento dominados hegemónicamente por los hombres fuera un coto de varonil consenso universal.

Resulta llamativo quién y cómo observa desde la barrera el debate feminista. Hay en esta mirada masculina un voyerismo ideológico cruel que se solaza en su victoria sin tener que mojarse, sin meterse en el barro, da igual si vestidos o desnudos porque el barro da un color uniforme de desnudez muy excitante, pero también da un clorofórmico olor reconfortante de la bíblica y humillante creación divina de la mujer. El placer está en la victoria anticipada de quien no está en la pelea, pero la mira, la moldea obscenamente con su mirada. De esa mirada voyerista y contagiosa surge el moralista relato anti-punitivista. Incluso también de una pulsión oculta y freudiana de bollerismo drag, anhelante de esa libertad lésbica prohibida e inalcanzable.

Un primer relato falaz del anti-punitivismo consiste en atribuir a quienes rechazan la prostitución que en realidad están asimilando el rechazo a la esclavitud con el rechazo a las esclavizadas. No solo es un argumento falso, también torticero y demagógico. La defensa de los derechos humanos pasa sin paliativos por luchar contra todas las formas de opresión. Y entre los referentes y las alianzas más sólidas y fructíferas existentes en la actualidad entre feministas y mujeres que han sufrido la esclavitud prostitucional tenemos en España a la plataforma de la Escuela Abolicionista Internacional, entre cuya plantilla docente hay mujeres supervivientes que han transicionado dialéctica y corporalmente hacia agentes de cambio. Por tanto, es mentira que el feminismo abolicionista sea una barrera contra la dignidad de las mujeres prostituidas. Todo lo contrario.

Que no salga (o lo oculten) en los medios de comunicación, tradicionales o digitales, no significa que no exista una realidad tan evidente y al alcance de cualquiera que quiera verlo. Un vistazo a la web de geoviolenciasexual.com nos mostrará la firme sororidad del feminismo abolicionista. Ahí hay un espacio de liberación y de futuro para quienes luchan contra la esclavitud sexual.

El segundo relato falaz es el del “trabajo sexual”. Contraejemplo: También el transporte de inmigrantes en pateras o la piratería en alta mar, por razones de mera supervivencia o por simple agencia piraturesca (pirata+caricaturesca), podrían legislarse como “otro trabajo cualquiera”. Sin embargo no todo negocio es legítimo y conforme a la legislación internacional de derechos humanos, aunque en el mercado neoliberal hasta respirar tenga un precio. Lo que hace una sociedad civilizada y democrática es acudir al rescate de los refugiados, no legislar su derecho a una muerte segura en la travesía por mar en un bote de plástico. Si los Estados con sus legislaciones migratorias no lo hacen, pues la sociedad civil hace lo que puede. Nadie se imagina una manifestación de refugiados pidiendo que legalicen su derecho a viajar/morir en patera, aunque la arriesguen por alcanzar el sueño de una vida mejor.

El tercer relato falaz es el de homologar a las empleadas de hogar (las chachas) con las “empleadas del sexo” (las putas), como si pasar la fregona fuera lo mismo que ser la fregona (Amelia Tiganus dixit, superviviente del sistema prostitucional). No pueden confundirse los planos de análisis: en efecto, la relación salarial es en el capitalismo una relación ontológica prostitucional, pero eso no se aplica de forma inmediata y práctica a la posibilidad de legalizar cualquier actividad para convertirla en “relación laboral asalariada”, mucho menos alegando el libre consentimiento (viciado), como denuncia bien Rosa Cobo en “La ficción del consentimiento sexual”.

El cuarto relato falaz es el del propio concepto de punitivismo, que trata de confundir la acción de legislar en democracia con un eventual régimen dictatorial cuyo motor legislativo esencial es el código penal y además con penas desproporcionadas. El verdadero sistema punitivista e inquisitorial es el sistema prostitucional, que persigue y castiga como a herejes a quienes se oponen a su reinado. La similitud entre la organización inquisitorial medieval y la neoliberal (en sus dos vertientes extremas: la ultrarreligiosa y la ultracuir) es más que pasmosa (ver imagen adjunta).

En resumen, Janice Raymond ya definió bien en un decálogo las razones en defensa de los derechos de las mujeres y contra la legalización de la prostitución que ningún relato sobre el anti-punitivismo pro-mercado ha rebatido:
1. Es un regalo para la industria del sexo.
2. No protege a las mujeres que están en la prostitución.
3. Promueve el tráfico sexual.
4. Aumenta la demanda de la prostitución en un entorno social más permisible y de mayor aceptabilidad.
5. No supone un control de la industria del sexo, la expande.
6. No promueve una mejora de la salud de las mujeres.
7. Aumenta la prostitución clandestina, ilegal y la prostitución de la calle.
8. No aumenta las posibilidades de elección de las mujeres.
9. Promueve la prostitución infantil.
10. La mayoría de mujeres prostituidas no quieren que se legalice la industria del sexo.

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