Marcos Roitman Rosenmann
La otra cara de la moneda. ¿Cómo fue posible? ¿Lo sabían los responsables políticos?, y en el canto, el debate público donde fundamentalistas de todo signo se decantan por hacer leña del árbol caído. Mientras, la derecha se frota las manos; es la oportunidad de contraatacar, para arremeter contra lo que han denominado ideología de género, una manera de poner en tela de juicio y negar la violencia de género, dependiente de la sociedad patriarcal y machista. El mensaje es reaccionario: a las mujeres hay que protegerlas, apoyarlas; son madres, esposas y amantes.
La izquierda sangra por donde más duele, el cuestionamiento de las políticas de igualdad, tras décadas de luchas del movimiento feminista. El pensamiento reaccionario ha logrado trasladar la explicación de la violencia de género a la conducta innata de machos y hembras no dependiente de ciclos estrales, donde el deseo sexual genera violencia. Peligrosa definición que justifica la violación y las agresiones debido al exceso de testosterona. Baste recordar los eximentes de las defensas: su vestimenta era provocativa, su mirada lasciva. En otros términos, la hembra en celo, deseando ser montada. Igualar las violaciones con la berrea de los machos en momentos de reproducción es un argumento tan despreciable como cínico. No me imagino a ningún ser humano comportándose territorialmente bajo el argumento de estar en el periodo de actividad reproductiva para agredir a una mujer. Los seres humanos practican las relaciones sexuales, entre otros motivos, por placer. No sólo es un acto derivado de la reproducción de la especie. Expresan sentimientos, deseos, emociones. Las relaciones sexuales están regidas por el consentimiento. Vivir el juego del amor o disfrutar del sexo excluye el abuso de poder, el engaño, la sumisión o el chantaje. La violación asume mil y una formas, todas dependientes de la dominación presente al interior del patriarcado y su anexo, el machismo.
Reyes, futbolistas, actores, empresarios, políticos, cantantes, maridos y amantes actúan bajo esta lógica. Y si por algún motivo, la víctima denuncia el hecho, hay medios para desprestigiarla. La sociedad patriarcal tiene resquicios para salvaguardar al violador. En España, con fecha 8 de octubre de 2024, una sentencia marca la pauta. Cuatro empresarios han reconocido haber prostituido a menores y mantener relaciones sexuales no consentidas; sin embargo, los pederastas ven conmutar sus penas de cárcel por cursos de rehabilitación. La sentencia destaca que cinco de las 11 víctimas han pedido a los jueces que les concediesen una segunda oportunidad. El miedo y la compra de voluntades se intuye en dicha petición.
¿Es usted más machista o racista?, ¿cuánto dinero tiene en el banco?, y ¿cuántas relaciones sexuales ha mantenido en los últimos 30 días? Esta tríada de preguntas la hace David Broncano a sus invitados en La Revuelta, programa de máxima audiencia en la televisión pública española. Las respuestas han sido variopintas, considerando además, que sus entrevistados son personas de renombre, médicos, deportistas, actores, académicos, científicos y políticos. Entre las últimas invitadas se encontraba la actriz Paz Vega, quien decidió contraatacar a la pregunta ¿más racista o machista? “He estado viendo el programa y es curioso cómo todos prefieren admitir que son un poco más machistas que racistas, y es peligroso (…) Es muy problemático admitir que eres un poquito machista o un poquito racista sin más. De alguna manera estás admitiendo que eres superior sea como hombre o como blanco (…) No vale admitirlo sin más (…) No hay término medio, no es admisible ni el machismo ni el racismo, ni mucho, ni poco”. Para Paz Vega, lo correcto es no preguntar, así se elimina el bochorno de pensar primero, y responder a continuación cuantos actos de micromachismos y microrracismos se cometen a diario, sin tener conciencia de ello. Censurar la pregunta no elimina el problema. Ocultarlo no es la solución. Sin embargo, la decisión del presentador ha sido dejar de formularla. Un triunfo de la cultura de la cancelación.
El ejemplo, y los dos casos de agresiones y violación de militantes de izquierda, sirven para tomar conciencia de las tensiones a que está sometido el movimiento feminista. La derecha, no olvidemos, aprovecha cualquier resquicio para denostar las políticas de igualdad y negar la violencia de género. No caigamos en su trampa, sólo transformando el derecho, denunciando en los juzgados y en las instituciones ad hoc, será posible avanzar en una justicia donde las sentencias no destilen machismo ni apuntalen el patriarcado. De lo contrario, la berrea de los machos seguirá campando a sus anchas.
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