Magdalena Gómez
El
pasado miércoles vivimos en la ciudad de México un hecho político más
con prácticas policiacas, que hacen el binomio perfecto con la
aparición de jóvenes que los agreden, mientras se construye la falsa
imagen del policía heroico e inerme que ya se está convirtiendo en
crónica de la represión anunciada: se divulgan los enfrentamientos de
un grupo etiquetado como
anarquistascon la policía, y se ocultan las numerosas agresiones policiacas a manifestantes pacíficos cuya máxima peligrosidad es portar una cámara o intentar grabar con un teléfono celular. Todo ello con la casi desaparición del evento político central, como fue la conmemoración de 45 aniversario de la impune masacre del 2 de octubre de 1968.
Ni convocantes, ni manifestantes, ni mitin, ni discursos aparecieron
en los medios con todo y la importancia de no olvidar. El mismo patrón
desde el 1º de diciembre de 2012, cuando sectores ciudadanos tenían
fundados motivos de inconformidad ante la toma de posesión de Enrique
Peña Nieto, cuyas razones y mensajes también se omitieron para dar
lugar a la persecución y arresto policiaco de quienes se cruzaban en su
camino. Pareciera que esta vez ya tocó fondo esta desafortunada
estrategia que, al margen de la existencia real de un grupo calificado
de anarquista, se constituye en el telón de fondo de la violación
sistemática al derecho a la protesta social, civil, pacífica, para la
cual hay sobrados motivos para los movimientos sociales, electricistas
y maestros, y en los próximos días la gran batalla contra las reformas
energética y fiscal.
Esta vez, sectores de la sociedad civil están
documentando las múltiples evidencias testimoniales y videograbadas
sobre las diversas caras de la represión practicada desde las fuerzas
del Estado con y sin uniforme. También se está cuestionando la
actuación de ese grupo de jóvenes, ni siquiera autonombrados
anarquistas, sino que han sido bautizados como tales desde los espacios
oficiales y en la mayoría de los medios. Hoy resulta necesario romper
el silencio respecto de un fenómeno que está impactando de manera
perversa en el esclarecimiento de una estrategia de miedo hacia la
ciudadanía y sus manifestaciones políticas. También el Gobierno del
Distrito Federal deberá rendir cuentas claras, sin apelar al bono del
origen democrático. Está bien que se busque la revisión del protocolo
de actuación de la Secretaría de Seguridad Pública, pero ello no los
exime de desarrollar una investigación a fondo sobre los sucesos del
pasado 2 de octubre. Los testimonios de civiles golpeados o detenidos
arbitrariamente vinculan directamente a policías con y sin uniforme.
Si antes se hablaba de porros, de halcones, de infiltrados y se les denunciaba, hoy el eufemismo de
anarquistasno debe servir de cortina de humo que paralice la exigencia desde la izquierda social para que se detenga ya esa estrategia, cuyo libreto se repite una y otra vez. Ojalá que la Red Todos los Derechos Humanos para Todas y Todos, la organización Artículo 19 y el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez concluyan su informe sobre estos hechos ominosos para ser entregado a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que sesionará en México esta semana. En el caso del Centro Pro recibió agravio directo con la agresión policial a cinco de sus miembros (que portaban identificación como tales), para impedir su labor de documentación y recuperación de pruebas.
No hay evidencia de que los partidos políticos estén empeñados en
exigir el respeto al derecho a la protesta social que hoy más que nunca
requiere ejercerse. Se tiene ante sí una agenda compleja para mostrar a
la ciudadanía la situación de emergencia nacional generada desde la
clase política hegemónica que opera desde los tres poderes del Estado.
No resulta fácil deconstruir la imagen de una buena parte de los medios
cuando, por ejemplo, estigmatizan al magisterio democrático de la CNTE
con
aviesosmotivos para bloquear el tránsito y afectar la vida cotidiana, sin que aparezcan sus razones de lucha contra una reforma disfrazada de educativa, pero con directrices laborales y administrativas que atentan contra sus derechos adquiridos. Con plena mala fe se instala el símil de derechos igual a privilegios y encima
mal habidos. El mismo discurso se aplicó contra el Sindicato Mexicano de Electricistas. En el caso del petróleo, por distintas vías se hace aparecer la apertura al capital trasnacional sobre recursos estratégicos como la iniciativa que permitirá salir de la crisis económica y a sus opositores como meros emisarios del pasado que reivindican una historia que por cierto se han empeñado en desaparecer del currículum de la escuela pública. La marcha del 12 de enero de 1994, que impuso el cese unilateral al fuego contra los zapatistas, o la que logró detener el desafuero de López Obrador , son ejemplos de la fuerza social que se construye sin el miedo que están sembrando.
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