Arturo González Villaseñor
MÉXICO,
D.F. (proceso.com.mx).- Antes de convertirse en cineasta, el director
japonés Shion Sono debutó como poeta a los 17 años. Algunos de sus
escritos aparecieron en publicaciones como Eureka y The Modern Poem Book.
Su incursión en el séptimo arte comenzó con su primer trabajo en 8 milímetros llamado I Am Shion Sono!!!, un
ensayo fílmico y amateur con tintes poéticos que narra en forma de
diario la vida del realizador a medida que se aproxima a su cumpleaños.
Desde entonces, Shion Sono no ha dejado de sorprender con memorables filmes tales como Topo (2011),
donde fusiona una fuerte carga de crítica social con su siempre tono
poético para abordar uno de los desastres naturales que más ha
estremecido a la humanidad en los últimos tiempos: el tsunami que azotó
a Japón en marzo de 2011.
Con un guión escrito desde hace dos décadas, Sono regresa a la
pantalla grande para deleitar con algo que no se le asemeja o compara
con ningún otro realizador gracias a su propia estructura narrativa
coral, y su candente mezcla de comedia y falso documental.
La cinta hace un claro homenaje a diversos géneros cinematográficos,
entre ellos al cine de yakuzas, al cine amateur, al gore, así como al
clásico filme italiano Cinema Paradiso, de Giuseppe Tornatore y a la cada vez más inusual cinta en 35 milímetros.
El largometraje narra la historia de los Fuck Bombers un
grupo de adolescentes liderados por Hirata que ansía filmar la mejor
película de la historia sin importar el tiempo que le lleve lograrlo. Y
en declaraciones del propio director resulta ser una autobiografía de
los problemas que enfrentó como aspirante a cineasta. Por otra parte
nos encontramos con el sueño frustrado de una joven y bella actriz de
anuncios publicitarios que comienza su carrera a los 10 años con el
jingle de una pasta de dientes famosa por todo Japón.
Mientras avanza la trama, este equipo de jóvenes vivirán momentos
que sin saberlo los acercará a su anhelado sueño, como por ejemplo: el
seguimiento que hacen a un montón de estudiantes que se divierten en el
parque tratando de golpearse al estilo de Bruce Lee. Situación que
marcará a uno de los personajes principales con la tarea psicótica de
hacer una película sin más preparación que el deseo de convertirse en
una leyenda del cine con un emblemático traje amarillo.
Desafortunadamente dicha vestimenta se ha vinculado con la del
personaje de Beatrix Kiddo en Kill Bill (2003), del director estadunidense Quentin Tarantino cuando realmente se trata de un homenaje a la leyenda de arte marcial japonés.
La poesía clave del director se encuentra cerca de las últimas
secuencias al ser testigos cercanos de un delirante baño de sangre
entre dos bandas de mafiosos lideradas por los actores Kunimura (Muto)
y Shinichi Tsutsumi (Ikegami) dándonos una lección de violencia extrema.
El fotógrafo de la visceral cinta Ichi el asesino (2001) Hideo Yamamoto asemeja su trabajo a la imagen de Operación dragón (1973) con movimientos que parecieran amateur y al estilo de un making off.
Los personajes se desplazan en escenarios desde las calles japonesas
hasta las más increíbles representaciones oníricas en escenarios
fantásticos como el momento en que la pequeña Mitsuko llega a su casa.
Sono deja claro que ha traspasado las fronteras debido a su
explosividad, creatividad y una presencia constante de mezcla de
géneros, que lo consagra como uno de los mejores directores
contemporáneos y que específicamente en esta cinta lleva de la mano a
los sueños de aquel joven realizador de la ciudad de Toyokawa, Japón.
Una obra de arte que sin duda formará parte de las más emblemáticas del
género underground japonés y que cada vez gana más fanáticos en el
mundo.
Mientras otros se desgarran por encontrar un boleto para
Nymphomaniac Vol.1 de Lars von Trier existe la oportunidad de no hacer
filas. Desde el momento que se está sentado frente a la pantalla y
empieza la apertura de la cinta se da uno cuenta del por qué es sin
duda la imperdible de la 56 Muestra de la Cineteca Nacional.
Del 19 al 24 de abril.
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