La Muestra
Carlos Bonfil
La
memoria obstinada. Un grupo de personajes sexagenarios, familiares y
amigos, se reúne en torno al lecho de una mujer desahuciada en un
hospital. En Memorias que me contaron, de la brasileña Lucía
Murat, todos comparten el recuerdo de quien fue en 1969, durante la
larga dictadura militar (1964-1985), la guerrillera responsable del
secuestro de un embajador estadunidense.
El personaje de Ana (Simone Spoladore), la mujer ahora agonizante,
se inspira en la vida de Vera Silva Magalhaes, figura ya mítica de la
izquierda brasileña, y de modo oblicuo en la experiencia de la propia
directora, Lucía Murat, activista y guerrillera urbana quien padeció
también el encierro y la tortura.
La película es a la vez un ritual de exorcismo de culpas históricas
(que de modo autocrítico incluye los errores de los propios activistas)
y un elogio del poder de la memoria que procura mantenerse viva en el
ánimo de los sobrevivientes y de sus hijos.
El título de la cinta alude precisamente a esa transmisión
insoslayable de los recuerdos, un esfuerzo que parece de antemano
derrotado en una era de modernidad globalizada que favorece la
trivialización del mal y la amnesia colectiva en las nuevas
generaciones. El desencanto de los protagonistas ya envejecidos ante un
ideal político y social en agonía, tiene como metáfora inmediata el
padecimiento de la propia Ana, dos veces golpeada por el cáncer,
omnipresente sin embargo en el recuerdo de los demás como la joven
idealista de un tiempo ya abolido.
Imposible
dudar de la sinceridad de la realizadora, inclusive de la oportunidad
de una reflexión semejante en estos tiempos desmemoriados. El problema
es el abigarramiento de las memorias contadas, la solemnidad del tono,
la reiteración de anécdotas y reflexiones que los propios hijos de los
protagonistas, como más de un espectador, escuchan con una paciencia
resignada.
El doble drama de un duelo anticipado y de una memoria adolorida,
renuente a la cicatrización de las heridas, no requiere del agravante
de una morosidad narrativa. En un registro diferente, la emotividad de Las invasiones bárbaras,
del franco-canadiense Denys Arcand, parece aquí inalcanzable; del mismo
modo en que la justa reivindicación de la memoria tiene en las cintas
del chileno Patricio Guzmán (Nostalgia de la luz, La memoria obstinada), una expresión más afortunada. Posiblemente sea el relato de ficción la herramienta más gastada para este tipo de empresas.
Difícil evitar aquí la autoconmiseración aun cuando se le combata
con energía. Queda un autorretrato y una radiografía generacional
difuminados, el afán de ponerse al día (colapso de las ideologías,
derechos sexuales de las minorías), de entender los cambios nuevos, de
no perder jamás el norte, y una asignatura pendiente: recobrar los
tonos justos de un cine socialmente comprometido.
Se exhibe en la Sala 1 de la Cineteca Nacional, a las 12:00 y 18:30 horas.
Twitter: @CarlosBonfil1
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