Antecedentes históricos
La
adolescencia y la juventud fueron -según paleoantropólogos- etapas que
se generaron en el proceso evolutivo biocultural, y su peculiaridad
consiste en el comportamiento experimental y creativo remarcado1.
Desde entonces las diversas sociedades humanas han creado diferentes
modalidades socioculturales para identificarlas. En las modernas se ha
subrayado a la pubertad, a la adolescencia y a la primera juventud como
etapas formativas críticas y transitorias, por ello las diversas
instituciones, pero principalmente las estatales, han diseñado
directrices específicas para tratar y atender a sus integrantes.
El
Estado benefactor mexicano en la época de fuerte crecimiento de la
población adolescente-juvenil creó institutos y programas para atender
sus necesidades conforme a una perspectiva paternalista y autoritaria.
Misma que no pudo ni quiso comprender los cambios en la época de la
rebelión juvenil-estudiantil mundial2.
Entonces el gobierno presidencialista autoritario priísta ante las
demandas democráticas y justicieras de los estudiantes mexicanos en
1968-71 les recetó la violencia policíaca y militar. Y ante el clamor
juvenil de apertura moral, social y artística durante 1967-77
(manifestada paradigmáticamente en el festival de rock y ruedas de
Avándaro) el Estado mexicano y sus instituciones públicas y privadas
impusieron la cerrazón y la censura.
El neoliberalismo mexicano y los jóvenes
En los últimos 32 años de dictadura neoliberal bajo el decrecimiento de la demografía joven3
y la efervescencia contracultural radical disminuida, las políticas y
opciones para los adolescentes-jóvenes y estudiantes se han
ensombrecido más allá de la cooptación política, la comercialización
artística y las seducciones posmodernas del placer y el escape
inmediatista. Junto con la disminución drástica de oportunidades de
desarrollo y de reconocimiento a las necesidades y las capacidades
juveniles, la represión en todas sus modalidades no ha cejado y se ha
convertido en una constante. Por ello se explican la anatemizadas
huelgas universitarias (por mencionar las más destacadas: dos de la
Universidad Nacional Autónoma de México, una de la Universiada Autónoma
de la Ciudad Mexicana), el ala solidaria de los jóvenes neozapatistas,
los movimientos críticos y pro-aperturistas como el #Yosoy132, la lucha
dramática de las normales, la pugna incisiva del MAES (Movimiento de
Aspirantes y Excluidos de la Educación Superior) y el paro cuestionador
de los estudiantes del Instituto Político Nacional (entre otros). Así
pues una rápida revisión general de la situación actual de los
adolescentes-jóvenes y estudiantes mexicanos nos revela que:
En
México hay 38 millones de adolescentes-jóvenes-adultos de 12 a 29 años.
Específicamente hacia 2012-13 más de 21 millones de jóvenes entre 15 y
24 años de edad, de los cuales, más de 11 millones son adolescentes (15
a 19 años) y 10 millones son jóvenes (20 a 24 años).
Para 2010
representó cerca del 19% de la población total del país y para 2013-14
representó cerca la quinta parte de la población total (aproximadamente
17. 8% de la población total del país)4.
De
acuerdo con indicadores de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económicos (OCDE), México tiene el tercer porcentaje más
alto de jóvenes que No estudian Ni trabajan: 24.7 % entre las 34
naciones que integran ese organismo. Suman en total 6.2 millones. Las
instituciones magras como el Instituto Mexicano de la Juventud (IMJUVE)
con cinismo se justifican diciendo que ese porcentaje de jóvenes está
en la “informalidad”.
En efecto, por informalidad se puede
entender muchas cosas: desde los trabajos no reconocidos y
superexplotados, el vagabundeo y limosnerismo urbano, los vendedores
callejeros y metronáuticos, la delincuencia y el pandillerismo hasta la
participación de los adolescentes y jóvenes en grupos de edad y de
pertenencia en búsquedas de identidades, euforias, compañerismos y
canalización a sus inquietudes creadoras, artísticas y/o políticas en
las llamadas «tribus urbanas»: “metaleros” “punkis”, “anarcos”,
“progres”, “neomarxistas”, “neojipitecas”, "emos", hiphoperos, raperos
“góticos”, “pokemones”, “reggaetoneros”, “cholos”, “raperos”,
“eskatos”, “darks”, “funks”, rockabillys, “rastas”, “graffiteros”;
“capoeiros”, etcétera5.
La precariedad educativa y sus consecuencias
Desde
hace 14 años con los gobiernos neoliberales se han tenido que adoptar
medidas de sobrevivencia para muchas instituciones
educativo-culturales, mientras otras han sucumbido a las políticas
derechistas. Dos muestras palpables de los resultados de agudización de
esta problemática de precariedad educativa son:
1) La violencia, la agresividad, el bullying
y el consumo de sustancias alcohólicas y enervantes que se viven en las
escuelas (y en sus alrededores) desde las primarias hasta las
universidades y que se extiende al uso para esas actividades del
ciberespacio y el internet: en las llamadas redes sociales, a través de
los teléfonos móviles y en blogs, páginas y e-mails se desarrolla toda
una parafernalia de ciberviolencia, ciberacoso y “juegos de la muerte”6.
2) Los miles de jóvenes rechazados de la educación media superior y
superior que se convierten en «nonos» (no pueden, no los aceptan), en
«ninis» (ni trabajan ni estudian), en «informales» (ambulantes y
niños-adolescentes de la calle) o ingresan a las actividades
delincuenciales de los mercados negros, destacando la trata de
personas, la prostitución, el tráfico de drogas y de otros productos.
Investigaciones recientes han mostrado que en promedio desde los 14
años los adolescentes ya son reclutados por los grupos de la
delincuencia organizada (cuando hace una década ingresaban a sus filas
jóvenes de 25 a 30 años). En efecto a este sector se les ha llamado
como “tonas”, pues dada su situación: no tienen ya nada que perder y se
juegan al “todo o nada”. Muchos de ellos pierden la vida en los
‘levantones’ o en las balaceras”
El estado de la
infraestructura de las escuelas primarias, secundarias y bachillerato
es deplorable, la deserción es un mal nacional desde las primarias y
secundarias, pues más de un millón de niños y adolescentes las
abandonan por falta de recursos; la matrícula de los centros educativos
superiores y medio superiores se ha estancado, lo que significa que en
los hechos ha retrocedido pues mientras la población joven ha crecido
en 30% o más, los lugares para nuevos aspirantes prácticamente no han
avanzado. Por ejemplo, para ingresar a la Universidad Nacional Autónoma
de México (UNAM), específicamente para Licenciaturas, 91% de los
jóvenes que hicieron examen en 2014 para las más de 100 licenciaturas,
quedaron fuera.
El gasto relativo al PIB nacional que en
México se dedica a la Educación pública (5.3% aproximadamente) es
inferior al de Cuba (14%) e incluso al de Costa Rica y el Salvador y no
se diga al de los países europeos (España cerca de 11%). Para la
educación superior 7no
se ha cumplido el mínimo recomendado a nivel internacional (UNESCO) que
es de 1.5%, sólo se asignó para este año 0.59%. Estos magros recursos
han significado para las instituciones que sobreviven la paralización e
incluso la descomposición de la vida académica, moral y convivencial.
La educación como un derecho humano para nada se cumple en México; por
el contrario, con los gobiernos neoliberales se maneja-proyecta como un
bien mercantil que se vende y compra, quedando precarizados, excluidos
y rechazados millones de niños, adolescentes y jóvenes.
México a
nivel de la Educación Superior Nacional sólo cubre oficialmente el 30%,
sólo 3 de cada 10 jóvenes en edad de asistir a planteles de educación
superior, pueden hacerlo, cifra debajo de la media de América Latina,
que de acuerdo con datos de la Unesco, es de 41%. El 30% mexicano es
vergonzoso respecto a porcentajes de países como Chile con 60% (aunque
aquí con alta participación de las escuelas privadas), Argentina con
70% o Cuba con ¡95%! El contumaz neoliberalismo mexicano ha deteriorado
toda la Educación en México y si se logra implementar en los hechos (y
no sólo en derecho) la llamada “reforma educativa” (del presidente Peña
Nieto) esto se agravará, sobre todo a nivel de calidad, pues la
educación superior es el resultado de todos los demás niveles
educativos desde la pre-primaria hasta el bachillerato.
Situación de los jóvenes en el medio rural mexicano
Los
adolescentes y jóvenes rurales e indígenas son los que menos
oportunidades tienen para realizar sus aspiraciones de mejorar sus
condiciones de vida y las de sus familias y de ser útiles
profesionalmente a sus comunidades y pueblos. Ante el desastre del
campo mexicano y de su modelo agroproductivo propiciado por el Estado
neoliberalizado y la codicia privatizadora y prospectiva de las
trasnacionales bio-fármaco-químicas, los niños, adolescentes y jóvenes
se ven presionados a migrar (principalmente a centros productivos y
maquiladores, a las grandes ciudades y a los Estados Unidos de
Norteamérica (en busca del “sueño norteamericano”), pues las carencias
y pobrezas en sus lugares de origen son enormes8.
Justo
en el despegue neoliberal en la década de los 90 la migración de estos
grupos de edad se incrementó hasta llegar a situaciones desbordantes en
los últimos años (no sólo en México sino en todos los países
centroamericanos)9.
Otra “opciones” que el neoliberalismo les da para resolver esas
miserias es la venta de artesanías y toda clase de “chucherías” en las
ciudades cercanas o el andar de pordioseros ellos solos o con sus
padres o en trabajos informales de todo tipo. Uno de los más peligrosos
es el de ponerse al servicio de las bandas delincuenciales
(principalmente de narcotraficantes) como espías, mandaderos o como
aprendices en las “artes” de traficar, extorsionar, secuestrar y matar.
Enrolarse en las policías municipales oficiales10
también se ha convertido en una vía para ganarse “las tortillas de cada
día”, pero como vemos en la caso de Iguala (estado de Guerrero), entre
éstas y las bandas delincuenciales existen contubernios, alianzas y
dobles filiaciones mancomunadas y complementarias (una donde se actúa
durante el día y la otra durante la noche).
Situación de las normales rurales
En
México de las pocas opciones que hay para poder acceder a escuelas de
educación superior son las Normales rurales, que desde el giro a la
derecha -después del gobierno populista de Lázaro Cárdenas (1934-1940)
que fue quien las creó11-,
de los gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) fueron
abandonadas y muchas de ellas clausuradas. Las que sobrevivieron lo han
hecho de manera precaria y gracias a las movilización, solidaridad y
empeño de los estudiantes12.
No obstante ello, además hay sufrido constantes agresiones y
discriminaciones, sobre todo porque los jóvenes de dichas normales
desde su fundación, han mantenido un perfil de lucha y compromiso
social con su realidad. Y también porque su estancia allí es de estudio
y vida colectiva: “Las excursiones, encuentros deportivos y culturales
y la explicación de que su estudio y activismo da al porqué de la
pobreza, hacen de estas instituciones experiencias de vida formativas.
Las normales rurales son el camino hacia una profesión digna y, a
veces, otorgan, despiertan y cultivan el derecho a soñar”13.
Aunado
a esto en muchas de ellas, como en la de Ayotzinapa en Guerrero, se ha
desarrollado una disciplina militante y politizada de izquierda que a
los sectores de derecha y conservadores le ha incomodado y les incomoda
sobremanera (recuérdese la denominación que uso el edil igualteco
Abarca de los “ayotzinapos”).
La propia SEP en el conflicto de
2012 cuando asesinaron a 2 estudiantes normalistas en Chilpancingo
emitió un comunicado que, entre otras cosas, dice que en las normales
rurales: “su vida interna está marcada por prácticas autoritarias desde
el ingreso de la carrera y ese ambiente en ocasiones determina la
salida de jóvenes que no se adaptan a la voluntad de una minoría […].
Las normales rurales tienen el problema de incumplimiento de
calendarios escolares, de horarios de trabajo, asistencia. Exámenes y
acreditaciones, lo cual repercute en el bajo rendimiento escolar”14.
Amparados en este tipo de descripciones se les ha caracterizado como
“nidos comunistas”, “kínderes de bolcheviques”, “semillero de
guerrilleros”, “escuelas ácratas”, etc. De esta manera han sufrido no
sólo la agresión oficial y su ahorcamiento presupuestario sino a la vez
una criminalización de su funcionamiento y de sus participantes. Por
eso la ex lideresa del sindicato magisterial Elba Esther Gordillo
propuso en 2010 convertirlas en escuelas que formaran “técnicos en
turismo”.
Neoliberato y narcoestado políciaco-militar los responsables
En
suma, el capitalismo neoliberal, el neoliberato mexicano (con sus
delincuentes de cuello blanco, de uniforme militar/policiaco y los
embozados civiles) y específicamente el narcoestado policíaco militar
mexicano no sólo son los verdaderos responsables de toda esta situación
de catacumbas que vive la adolescencia y la juventud mexicanas. Sino
que esos monstruos son sus impulsores.
Ha dicho Alejandro
Nadal que “Los crímenes contra de los estudiantes normalistas rurales
de Ayotzinapa tienen la huella de un modelo económico en el que los
jóvenes campesinos y su cultura son redundantes”15
Insertos
en este contexto oprobioso los estudiantes de la Escuela Normal “Raúl
Isidro Burgos” de Ayotzinapa fueron víctimas el 26 de septiembre pasado
de una celada criminal en Iguala Guerrero. Así ante las preguntas de
¿qué fue o quiénes fueron los que dispararon los camiones que
transportaban a jóvenes?, ¿qué fue o quiénes fueron los que hicieron el
macabro acto de desollar y desorbitar a un estudiante de Ayotzinapa el
26 de septiembre?, ¿qué o quiénes fueron los que asesinaron 5 jóvenes e
hirieron a 25 de ellos? ¿qué fue o quiénes fueron los que secuestraron
y desaparecieron forzadamente a 43 estudiantes de Ayotzinapa? Junto con
los responsables (¡qué se vayan todos!) con nombre y apellido y
filiación partidista (desde el presidente Enrique Peña Nieto, el
gobernador Ángel Aguirre y el Alcalde José Luis Abarca y su esposa,
etcétera) están el sistema y el régimen de dominio (explotador,
corrupto, racista, entreguista, asesino, etcétera) como propiciadores.
Hacia la movilización generalizada contra la violencia sistémica
Las
respuestas a esas interrogantes hoy se nos muestran horrorosamente
patentes, y cómo explicó Omar García uno de los normalistas
sobrevivientes a la masacre del 26 de septiembre: “aunque haya quien lo
considere un discurso del pasado. Es la lucha de clases”16.
En efecto, se trata de una guerra de clases violenta en todos los
planos, particularmente agudizada por la pobreza extrema, el uso de la
represión contra movimientos político-populares, por el asesinato, la
desaparición y el encarcelamiento de líderes en resistencias, etc. Una
lucha de clases que ahora se nos muestra más sórdida, maliciosa y
sucia, acorde a los tiempos y espacios turbulentos del capitalismo
mundial.
Y como Omar planteó, contradictoriamente y dolorosamente la matanza de los de Ayotzi
“crea condiciones favorables para impulsar esa movilización
generalizada. Esta es una oportunidad única para acabar con la
violencia”17.
La violencia de Estado y de sistema es generalizada y su contraparte
deberá ser la movilización generalizada de todos los sectores populares
que la padecemos. Pero ésta tiene que ser preparada, organizada,
unificada con tácticas y estrategias populares y de clase, pues como lo
señaló el articulista Guillermo Almeyra si se quiere paz y un nuevo
orden se necesita una nueva revolución de masas18.
Revolución que tendría como tarea inmediata desmontar las instituciones
represoras del capitalismo neoliberal e instaurar un nuevo gobierno
orgánica y democráticamente asentado en la participación y las
necesidades colectivas y vitales de las clases y sectores mexicanos
explotados y oprimidos.
Notas:
1 Véase el Capitulo I, del libro de Daniel Turbón La evolución humana, Ariel, Barcelona, 2006.
2 Véase mi artículo “Antropología, contracultura y rock”, en La Jornada Semanal, 13 de julio 2014.
3
De acuerdo con estimaciones del CONAPO, la población entre 15 y 24 años
alcanzó su proporción máxima respecto al total de la población a
finales de la década de los ochenta y principios de los noventa, cuando
ascendía a 21.5 por ciento. A partir de entonces dicho porcentaje
comenzó a descender, particularmente por la reducción del peso relativo
de los adolescentes, quienes llegaron a representar un significativo
11.6 por ciento de la población hacia 1987. Mientras, los jóvenes
adultos redujeron su participación a partir de 1994, después de
alcanzar el 10.0 por ciento. Se espera que para el año 2030 la
población joven se reduzca a 13.6 por ciento (6.9% de adolescentes y
6.7% de adultos jóvenes). Véase “Dinámica demográfica de la población
joven en México” http://www.cimacnoticias.com.mx/sites/default/files/dinamica_demografica_dela_poblacion_joven_de_mexico.pdf. Consultado 1 de octubre de 2014.
4 UNFPA México, 2012 “El contexto de México” http://www.unfpa.org.mx/situacion%20en%20mexico.php. Consultado, 3 octubre de 2014.
5 Véase el capitulo VI de mi libro Critica de la vida cotidiana y contracultura juvenil: De las calles a las comunas postfamilia, Edit. Itaca, México, 2014.
6 Véase mi libro Violencias, Bullyings y juegos de la muerte”, Edit. Navarra, México, 2014.
7
Véase mi artículo “Algunos aspectos críticos de la educación pública
superior en México bajo el neoliberalismo” en revista electrónica Rebelión, 21-08-2011.
8
Véase por ejemplo el artículo de Iván F. Porraz G. “¡Y nos fuimos para
el Norte”, migración juvenil chiapaneca a Estados Unidos: algunas
aproximaciones a su realidad”!, en Revista Pueblos y frontera digital, Vol. 8, Núm. 15, junio-noviembre de 2015, pp. 92-114.
9
Véase al respecto de las travesías migrantes de ellos desde el sur de
México a la Frontera con USA en busca del “sueño gringo”, el filme del
mexicano Diego Quemada-Diez “La jaula de oro”, 2013.
10
Nos referimos a las policías rurales oficiales, porque en los últimos
años se ha incrementado la formación de policías rurales comunitarias y
populares. Véase mi libro: Movimientos sociales políticos, populares y culturales, Editorial Itaca, México, 2013.
11 Llegando a sumar 35 de ellas.
12
La creación de Universidades Interculturales en zonas rurales indígenas
de ciertos estados de México, son recientes, desde 2003 y constan de
alrededor de una docena de ellas. Véase Silvia Schmelkes “Las
Universidades interculturales en México ¿una contribución a la equidad
en educación superior en México?” en http://www.colombiaaprende.edu.co/html/mediateca/1607/articles-174704_archivo.pdf. Consulta 5 de octubre de 2014.
13 Véase Tanalís Padilla “La criminalización delos normalistas rurales”, La Jornada, 4 de octubre de 2014, p. 11.
14 http://www.eluniversal.com.mx/notas/823655.html
15 “Neoliberalismo en Ayotzinapa”, En La Jornada, 8 de octubre de 2014, p. 30.
16
Nota de B. Petrich “Debemos buscar que esto sirva para acabar con la
violencia del país, dice un normalista”, 12 de octubre de 2014, p. 7.
17 Idem.
18 “Tlatlaya, Ayotzinapa: el asesino es el sistema y su gobierno”, en La Jornada, 12 de octubre de 2014, p. 22.
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