Hombres
al borde de un ataque de nervios. En coproducción con El Deseo,
compañía de los hermanos Agustín y Pedro Almodóvar, la cinta argentina Relatos salvajes, de Damián Szifrón, lleva también la huella y estilo trepidante de una serie de televisión estadunidense.
Pasternak, el primero de sus seis relatos, suerte de prólogo impactante, comparte la ambientación y tono de Los amantes pasajeros, de
Almodóvar, con la diferencia de que en su anécdota inverosímil sobre el
rencor y la venganza, el humor negro remplaza ventajosamente a la
infatigable frivolidad de la cinta del director manchego. Esa oscura
vena humorística se prolonga en el guiñol sanguinolento del relato Las ratas, donde
una mesera encuentra providencialmente la forma de vengar los pasados
agravios de un prestamista prepotente. Aunque el director no lo propone
de manera explícita, cabe imaginar ahí una metáfora política sobre la
azarosa suerte de los viejos tiranos sin castigo.
En Bombita,
un hombre apacible (Ricardo Darín) padece un abuso burocrático, y en su
condición de ciudadano orillado a la desesperación, recurre a una
revancha violenta, mientras en El más fuerte, un hombre de
negocios, igualmente tranquilo, se enfrenta en una carretera a un
conductor energúmeno y la situación se vuelve un juego de masacre
particularmente macabro. Dos últimos relatos, La propuesta y Hasta que la muerte nos separe, ilustran
dos casos extremos de degradación moral en la burguesía argentina; el
primero, en la esfera familiar a partir de un accidente
automovilístico, y el segundo, en un asunto de infidelidad amorosa que
un festejo matrimonial conduce a una revancha tan violenta como, a la
postre, inofensiva.
Los
relatos salvajes de Damián Szifrón son crónicas de agravios sociales
padecidos por ciudadanos ordinarios para quienes el caos urbano o la
tiranía combinada de corrupción, impunidad y doble moral se vuelven
súbitamente fardos insoportables. Afrentas violentas a la que sólo cabe
responder con acrecentadas dosis de violencia. El ciudadano agraviado
se transforma así en un vigilante civil siempre alerta, al borde de la
deshumanización y de la histeria. Con eficacia narrativa y una acción
intensa que sólo decae o encuentra contrapuntos en sus dos últimos
relatos, la cinta de episodios de Szifron incursiona en un terreno
turbio: el creciente malestar ciudadano hace que una posible marcha de
listones blancos contra la violencia se transforme en un laboratorio de
peligrosas respuestas extremistas.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional, a las 12 y 18 horas.
Twitter: @CarlosBonfil1
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