Jenaro Villamil
El spot castigado del PRD. |
MÉXICO,
D.F. (apro).- ¿A qué ciudadano le puede convencer escuchar hasta el
hartazgo al joven Ricardo Anaya, presidente nacional del PAN, arengar
en contra de la corrupción cuando su partido ha consentido y protegido
a los reyes de los “moches”?
¿En qué ayudará a la comunicación política escuchar a dos actores
simulando que son simpatizantes del Partido Verde con su demagogia en
contra de los secuestradores y su silencio frente a la desaparición de
los 43 estudiantes de Ayotzinapa?
¿Quién le creerá ahora a la dirigencia nacional del PRD que se envuelve en una disputa por un spot censurado
por el Instituto Nacional de Educación ante la hipersensibilidad de
Joaquín López Dóriga que considera un linchamiento la utilización de su
imagen?
¿Realmente disminuirá el abstencionismo las desesperadas campañas
del PRI para lavar su imagen ante el desastroso segundo año de su
retorno a la presidencia de la República?
Todas estas preguntas surgirán en este 2015 cuando veremos inundados
los medios de comunicación electrónica, los impresos y algunos
digitales con cerca de 11.5 millones de spots que nos van a
recetar los partidos políticos y las autoridades electorales en este
año de elecciones federales, nueve estatales y delegacionales.
Tan sólo entre el 10 de enero y el 18 de febrero –periodo de las
precampañas-, los partidos tienen derecho a utilizar 30 minutos
diarios, equivalentes a 60 spots a repartirse entre los 10 organismos
con registro a nivel nacional. Tan sólo en las precampañas veremos o
escucharemos un diluvio de 7 millones 200 mil mensajes.
Los organismos electorales –el INE, el Tribunal Electoral y la
FEPADE– podrán contar con 36 spots diarios por canal de televisión o
estación de radio, lo cual agregará un total de 4 millones 320 mil spots durante los 40 días del proceso.
El desgaste de este modelo de propaganda que reduce el proceso de
comunicación política a un anuncio de 30 segundos, sin capacidad de
interlocución con los ciudadanos, en lugar de “seducir” al electorado
se ha convertido en uno de los elementos fundamentales de molestia
ciudadana.
Para la mayoría de los mexicanos lo que se observa es un dispendio
que no conduce a mejorar la calidad de la vida democrática sino a
despilfarrar recursos públicos que convertirán al voto mexicano en 2015
en uno de los más caros, más mediatizados y menos respetados.
Tan sólo este año, los partidos recibirán la friolera de 5 mil 365
millones de pesos, de los cuales, 25.7% le corresponderán al PRI; 21.6%
al PAN; 16.5% al PRD; 8.3% al PVEM; 7.2% al PT; 6.9% al Panal; 6.9% al
Movimiento Ciudadano, y a los tres partidos nuevos (Morena, Partido
Humanista y Encuentro Social) les corresponderá 2.3% a cada uno.
Esta cantidad de recursos representa un incremento de 48% en
relación con las elecciones federales de 2009, su antecedente más
inmediato. En ese año, se destinaron 3 mil 613 millones de pesos para
los comicios intermedios.
Gracias al proyecto de prerrogativas para este año y con el
consentimiento de los partidos, se servirán con la cuchara grande en
medio de un panorama de recesión económica. Los 5 mil300 millones de
pesos que se les darán a los partidos equivalen a varios programas de
empleo o de desarrollo social.
Más del 40% de esta bolsa de recursos se destinarán a la producción de esos spots que
no incitarán a la participación ciudadana sino a la polarización del
ánimo social frente a un régimen de partidos que está en su peor
momento de credibilidad.
En lugar de volvernos una Dictadura del Spot multipartidista, bien podríamos empezar por ahorrarnos las toneladas de demagogia que escucharemos empaquetados en 30 segundos.
Ojalá las autoridades electorales elaboren, mínimo, un balance de
qué impacto real tendrá en la calidad del voto la baja calidad de
nuestra propaganda electoral.
Twitter: @JenaroVillamil
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