OPINIÓN
Comunidades por No al despojo de la tierra, sí a la vida digna y al respeto de los pueblos
Familias
completas y en muchas ocasiones fragmentadas de manera violenta se
aferran a la esperanza de recuperar “algo de lo perdido” en una guerra
que por muchos, muchos años en México ha despojado a personas, familias
y colectividades la libertad de construir su ser y su hacer en
interacción con el medio en el que en algún momento decidieron sería el
testigo de la materialización de su proyecto de vida.
El asunto de “la tierra” actualmente constituye el análisis de las
causas, dinámicas e impactos del conflicto y violencia
política-económica ejercida en muchas regiones de México, por la
imposición de los megaproyectos económicos y de acumulación de capital,
los cuales han alcanzado a las comunidades tlaxcaltecas despojándolas
de sus tierras, imponiendo el paso del gasoducto parte del Proyecto
Integral Morelos.
Tal proyecto consta de al menos una planta termoeléctrica de ciclo
combinado que funciona a base de gas natural (gasoducto) y vapor
(acueducto), para producir energía eléctrica que sirva a la instalación
de nuevas ciudades industriales a lo largo del ducto. El conjunto del
proyecto afecta a los estados de Tlaxcala, Puebla y Morelos.
Desde 2014 las comunidades de San Vicente Xiloxochitla, La Trinidad
Tenanyecac y San Damián Texoloc se han visto amenazadas por la
imposición del proyecto, mismo que ha sido rechazado por las asambleas
comunitarias.
Pese a ello, la Comisión Federal de Electricidad (CFE) ha ido
imponiendo el proyecto de muerte a través del engaño, amenaza, la
negociación con las autoridades municipales a cambio de obras, e
incluso con el uso de la fuerza pública.
La construcción del gasoducto tiene diferentes peligros para las
comunidades: pasa cerca de escuelas poniendo en riesgo a muchos
estudiantes; atraviesa localidades dedicadas a la alfarería, donde
existen hornos con temperaturas de hasta mil grados centígrados, y
también pueblos donde se dedican a la elaboración de tacos de canasta y
se mantienen prendidas hornillas durante gran parte del día.
Además de lo anterior, el trazo daña zonas con alto potencial
arqueológico; se afectan zonas con gran cantidad de agua y donde la
tierra es salitrosa, lo que aumenta la posibilidad de corrosión de los
tubos; estos últimos se ha comprobado por los habitantes que se
encuentran en malas condiciones; también se señala que existe una falla
tectónica denominada “el sol” que representa otro riesgo por la
inestabilidad de la tierra. Pese a todo lo anterior, el gasoducto se
sigue imponiendo.
El despojo de tierras de las comunidades de Tlaxcala por la
construcción de estos megaproyectos traerá consigo el desplazamiento
forzado de centenares de familias, a las cuales obligará adaptarse a
nuevos contextos, lo que constituye una modalidad de violencia a través
de la cual involuntariamente un grupo, personas, familias y colectivos
se les priva material y simbólicamente, por fuerza y coerción, de
bienes muebles e inmuebles, lugares y/o territorios sobre los que
ejercían algún uso, disfrute, propiedad, posesión, tenencia u ocupación
para la satisfacción de necesidades primordiales.
El proceso de despojo de tierras debe entenderse más allá de la
privación de un bien económico, pues también son dimensiones sociales y
simbólicas las que se trastocan, dañando severamente la dignidad humana
y de las que la perspectiva penal y civil no alcanzan a dar cuenta con
el reconocimiento jurídico de los derechos de las víctimas sobre las
tierras que han sido despojadas.
No da cuenta adecuadamente del impacto que en la práctica tiene el
despojo sobre la situación vital de las personas, familias y
comunidades despojadas.
En este escenario, es preciso mostrar la manera como se hacen visibles
o invisibles las problemáticas que afectan de manera particular a las
mujeres en escenarios de violencia sociopolítica, generalmente
asociadas a vulneraciones a su ser y hacer como mujeres.
Por ejemplo, el derecho de las mujeres a la propiedad ha recibido poco
reconocimiento social históricamente, y al despojarlas se les afecta de
forma desproporcionada, lo cual se refleja en la feminización de la
pobreza.
Comprendiendo además que los daños ocasionados trascienden sus
identidades individuales y colectivas, que produce rupturas en la
construcción de su proyecto de vida, basado en la autonomía y la
dignidad humana; por lo que resulta prioritario visibilizar que desde
concepciones patriarcales históricamente se ha silenciado y subordinado
a las mujeres.
Ante esta realidad de despojo, las mujeres de las comunidades
tlaxcaltecas empoderadas e identificadas con su tierra y territorio,
que por décadas les ha brindado alimentos y sustento familiar, juegan
un papel muy importante en la defensa de la tierra y del territorio
tlaxcalteca, pues son ellas la mayoría de quienes ahora conforman los
movimientos y colectivos sociales que han hecho frente, y se han
organizado para defender su territorio, su identidad y su patrimonio.
Ante este problema, resulta urgente que las mujeres y toda la
ciudadanía nos posicionemos y exijamos el respeto de la autonomía, del
derecho a la vida digna, a un ambiente sano y libre de peligros, así
como al derecho a la tierra. No al despojo de la tierra, sí a la vida
digna y al respeto de los pueblos.
*Directora del Colectivo Mujer y Utopía A.C.
| CIMACFoto: César Martínez López
Por: Rosario Adriana Mendieta Herrera*
Cimacnoticias | México, DF.-
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