Por: Cecilia Balderas
(24 de
septiembre, 2015. Revolución TRESPUNTOCERO).- Miguel Martínez, uno de
los voceros de la Alianza de Organizaciones Nacional Estatal y
Municipal por la Justicia Social del movimiento de trabajadores
jornaleros de San Quintín, denunció que elementos de la policía
municipal y del Ejército mexicano ingresaron a su domicilio de manera
irregular -pues en ningún momento mostraron alguna orden que los
facultara para ello- además de que lo golpearon, amenazaron y
retuvieron sin motivo alguno.
El vocero agredido narró que ya se
encontraba acostado y se disponía a dormir cuando escuchó que
apedreaban su domicilio, “sonaba como si quisieran tumbar la casa.
Pensé que me iba a matar. Sentía los piedrazos duros. No me hablaron,
ni siquiera me dijeron que saliera de la casa, queremos hablar con
usted o algo. Simplemente nos agredieron”.
Contó que tuvo miedo de que fueran a
asesinarlo a él y a su esposa. Ante el desconocimiento de quién
realizaba la agresión, salió de su hogar para tratar de defenderse, con
un inservible rifle calibre 22 en la mano. Cuando pisó el umbral de la
puerta, los uniformados se identificaron como policías judiciales,
municipales y del Ejército e inmediatamente lo desarmaron.
“Se brincaron hacia adentro de mi casa
y me agarraron. Me tumbaron en el piso, me pusieron el pie en la
cabeza. Me esposaron y se sacaron por arriba de la puerta de mi casa
hacia la calle. Ahí me tuvieron, amenazándome, interrogándome. Les
preguntaba de qué se me acusaba, qué había hecho y me decían que me
callara, pero tanto insistí, que me dijeron que se me acusaba de vender
drogas, armas, de tener un armamento y la jodida”, recordó el
trabajador agrícola, en entrevista con Revolución TRESPUNTOCERO.
Ya sometido, Martínez fue llevado a un
terreno contiguo al suyo desde donde pudo ver cómo los uniformados
ingresaron a su casa, revisaron y revolvieron todas sus pertenencias,
sin ningún tipo de permiso de los propietarios u orden judicial.
Horas después, cuando los elementos
terminaron de buscar, hasta debajo de la cama, el supuesto arsenal y
drogas que tenía en su propiedad, sin encontrar nada, le quitaron las
esposas y lo soltaron.
“No sé con qué intensión llegaron, tal
vez la de fabricarme algún delito, porque me querían culpar de cosas de
las que yo no sé ni qué onda. Me estuvieron amenazando, me dijeron que
tenía que echarme la culpa de quién sabe qué cosas…Mi esposa se espantó
mucho, uno de los policías casi le pega cuando ella le preguntó por qué
se habían metido, cuando ella les dijo que era un delito haber
ingresado sin orden de cateo”, narró el trabajador.
Sin embargo, Miguel Martínez atribuye
esta agresión al trabajo político que el movimiento de jornaleros de
San Quintín ha realizado en aras de visibilizar las violaciones a los
derechos humanos y laborales que persisten entre los trabajadores
agrícolas de Baja California.
“Esto lo leo como un acto de
intimidación. Yo no tengo enemigos, a nadie le hago daño. Soy una
persona común y corriente. Creo que ese es el coraje que nos tienen, es
una represalia porque luchamos porque se respeten nuestros derechos
como trabajadores del campo. Nunca se había visto que alguien se
movilizara por nuestros derechos hasta hoy que nosotros nos hemos unido
y pudimos gritarle al gobierno y a los empresarios, que ya era bastante
la explotación vil, manteniéndonos trabajando hasta 10 horas por ganar
130 pesos, además de que nos maltrataban y amenazaban”, dijo el vocero.
Denuncia ante la Segob
Gloria Gracida, otra de las voceras de la Alianza de Organizaciones, informó a Revolución TRESPUNTOCERO,
que la denuncia sobre la agresión de Martínez fue puesta sobre la mesa
durante la reunión que representantes de los jornaleros de San Quintín
sostuvieron con Enrique Miranda, subsecretario de gobierno de la
Secretaría de Gobernación (Segob).
Los líderes del movimiento solicitaron a Miranda que el gobierno federal proteja la integridad física del resto de los voceros.
En la misma, la Alianza responsabilizó
a la policía municipal, al Ejército y al gobierno federal, de la
seguridad de Miguel Martínez y de la de su familia, por considerar que
la agresión de que fueron objeto, es parte de una serie de represalias
emprendidas desde la autoridad, mismas que prevén continúen y no
descartan que en los próximos días sean acusados de algún tipo de
delito, como parte de una estrategia para desestimar el trabajo
político y de organización que ha realizado entre los trabajadores
agrícolas en Baja California.
En mayo pasado se registró una agresión
similar en contra de Lucila Hernández García, exvocera de la Alianza, a
quien también le apedrearon la casa a altas horas de la madrugada,
dejando varios vidrios rotos, a pesar de que su familia –compuesta por
su esposo y sus tres hijos- se encontraba al interior del domicilio.
Afortunadamente no se registraron heridos.
Los voceros del movimiento exigieron
que se cumplan los acuerdos establecidos entre sus representados y las
autoridades del estado, las federales y los dueños de los ranchos donde
trabajan los jornaleros, pues hasta la fecha no les han incrementado,
en el porcentaje acordado, los salarios.
El movimiento exige también que se
reconozca que los trabajadores tienen derecho a todas las prestaciones
de ley y que estas se les brinden de forma separada; es decir, que se
le retire el adjetivo de “integrado” a sus salarios, pues bajo este
argumento es que en lugar de incrementar sus percepciones, estas se han
estancado y en algunos casos hasta reducido. También exigen que el pago
mínimo a los trabajadores sea de 165 pesos y no 130 como proponen las
autoridades.
“Ya no queremos más reuniones ni
promesas. Queremos el cumplimiento de los acuerdos. Hoy es la fecha
límite que damos a los empresarios para que se respeten los acuerdos
pues de no ser así, tomaremos otras medidas”, advirtió Gracida.
La activista informó que el comité de
base del movimiento continúa los trabajos en la Unión Americana para
informar sobre el boicot en contra de las marcas Los Pinos y Driscoll,
sobre todo en las grandes cadenas de autoservicio para que dejen de
comercializarlas y entre la ciudadanía en general para que no las
compre ni las consuma.
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