Miguel Concha
La Jornada
Durante los dos años
anteriores se aprobaron las legislaciones reglamentarias
correspondientes a las reformas a los artículos 25, 27 y 28
constitucionales. En procesos acelerados y con ausencia de consultas
amplias a personas y pueblos de México se impuso la reforma energética
que, entre otras cosas, interfiere con el goce y garantía de derechos
humanos reconocidos en la propia Constitución y en tratados
internacionales sobre esta materia de los que México es parte. Es
igualmente lamentable que ante la solicitud de poco más de 5 millones de
personas para que se efectuara una consulta popular en materia
energética, el Estado mexicano se negara rotundamente a realizar este
ejercicio de democracia directa, con el que efectivamente las y los
ciudadanos tuviéramos oportunidad de opinar sobre temas de interés y
trascendencia nacional.
Sin embargo, conforme pasan los meses sabemos también que la
conflictividad en el país aumentará, ya que las reformas estructurales,
más que traer bonanza, parece ser que traerán desgracia para muchos
territorios de comunidades campesinas e indígenas, que ven amenazados
sus territorios debido a las actividades de exploración y explotación de
hidrocarburos, generación de energía y ampliación de infraestructura
para su distribución y comercialización. Recordemos que, según la visión
del actual gobierno, estas actividades económicas son prioritarias
incluso por encima de la producción de alimentos o el cuidado de los
bienes naturales. En este sentido, es un hecho que los procesos de
defensa de derechos humanos se cimentan antes que nada en las
resistencias y defensas que las comunidades hagan en sus territorios. El
Estado, entonces, idealmente debe proteger los derechos de estas
personas, sobre todo frente a grandes empresas y terceros que afecten
derechos. Sin embargo, es este mismo Estado el que aprobó la legislación
que da forma a las reformas estructurales, en especial a la energética.
Es contradictorio, sí, y por ello construye un marco jurídico que se
fundamenta en el imperio de la ley y la legalidad, sin siquiera
preocuparse por los derechos, la voluntad del pueblo y la legitimidad.
Así, para tener el cuadro completo, legisla entonces en favor de la
criminalización de cualquier acto que pretenda
obstaculizarla implementación de esta reforma energética. Ejemplo de ello lo tenemos en las ya decenas de legislaciones, sean de tipo penal, administrativo o de seguridad nacional, que se han propuesto y en algunos casos aprobado a escalas federal y local. Recientemente, apenas en las últimas horas antes del cierre del último periodo de sesiones de este año, quienes integran ahora el Congreso de la Unión aprobaron la Ley Federal para Prevenir y Sancionar Delitos cometidos en Materia de Hidrocarburos. Una legislación de este tipo muy seguramente pretende también dar
certezajurídica a empresas de que sus inversiones serán resguardadas por el Estado, y para ello echará mano de todos los medios posibles.
Es preocupante que este tipo de normatividad ponga en el
centro el resguardo de las instituciones y de las inversiones
económicas, haciendo a un lado la centralidad de la digniad de las
personas y de los pueblos, así como el cuidado de la Madre Tierra. Y
así, tenemos entonces que esta ley establece que las instalaciones
estratégicas son concebidas con el enfoque de la seguridad nacional, lo
que implicaría la participación directa de las fuerzas de seguridad
tanto civiles como militares. ¿Es justificable que temas relacionados
con hidrocarburos se legislen con la óptica de seguridad nacional? ¿Por
qué? Sabemos que al invocar el paradigma de seguridad nacional, incluso
por hechos pasados de la historia, se conculcan muchos derechos humanos,
pues éste se construye sobre una lógica restrictiva de derechos.
Por otro lado, en el mismo paquete legislativo y a raíz de esta nueva
ley se promueven las reformas de algunos artículos del Código Penal
Federal, para aumentar penas relacionadas con el delito de sabotaje. Es
preocupante también que se haya borrado del dictamen final que votaron
los legisladores el pasado 15 de diciembre una anterior redacción que
señalaba que de ninguna manera se entendería como sabotaje el ejercicio
del derecho a manifestarse, reunirse y expresarse en las instalaciones
petroleras. En el contexto de criminalización hacia defensoras y
defensores de derechos humanos, resulta alarmante que una legislación de
este tipo se pueda usar discrecionalmente contra quienes se organicen
para defender sus territorios ante la implementación de la reforma en
materia energética. Por otro lado, la ley en comento señala
restricciones al derecho a la información y, a decir de algunas
organizaciones sociales, legaliza mantener en secreto documentos de
interés público, como la información sobre contratistas y permisionarios
que se vinculen con actividades de exploración y extracción de petróleo
y demás hidrocarburos.
Organizaciones de la sociedad civil, articuladas en el Frente por la
Libertad de Expresión y la Protesta Social, así como la Alianza Mexicana
contra el Fracking y el Colectivo por la Transparencia en México, han
solicitado al Instituto Nacional de Transparencia y Acceso a la
Información y a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, que
inicien el procedimiento correspondiente de control constitucional en el
marco de sus competencias para garantizar la protección y garantía de
derechos como la libertad de expresión, información y manifestación. Sin
duda estas organizaciones tienen mucha razón al solicitar a órganos
autónomos la protección de estos derechos. De lo contrario, nuevamente
los derechos se desplazan a segundo plano.
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