"El tipo de trabajo disponible a las mujeres (no debe confundirse con el trabajo que las mujeres escojan, como a la clase capitalista le gusta verlo) sin duda es influenciado por la desigualdad de pago"
Madrid,
14 ene. 16. AmecoPress.- En el cambiado panorama económico de la
economía global del siglo 21, no existe ni una teoría ni un sistema bien
desarrollado para cuantificar el valor del trabajo fuera del campo de
la producción de bienes materiales. La tarea de cuantificar el valor del
trabajo como un bien en sí es compleja y abstracta.
El
resultado de este problema es que, cuando un empleador quiere
determinar el valor de las habilidades de un/a trabajador/a para fijar
el pago un empleador tiende a usar subjetivos puntos de referencia
definidos por la tradición y particularmente la división sexual del
trabajo en el caso de las mujeres.
El tipo de
trabajo disponible a las mujeres (no debe confundirse con el trabajo que
las mujeres escojan, como a la clase capitalista le gusta verlo) sin
duda es influenciado por la desigualdad de pago. En 2013 los datos de La
Oficina de Estadísticas Laborales de EEUU (OEL) indican que la gran
mayoría de los trabajos de más bajo salario está en el sector de
servicios, particularmente en las ocupaciones alimentarias y al
detalle—industrias ocupados en gran parte por trabajadoras femeninas. Es
más, las mujeres no están solo sobre-representadas en los trabajos de
bajo salario; también tienen los salarios más bajos entre esa sección de
trabajadorxs.
El trabajo
doméstico que las mujeres hacen en la casa y en la comunidad también es
un trabajo tradicionalmente no pagado. Es razonable imaginar que hoy los
patrones simplemente esperen las mismas habilidades y trabajos de las
mujeres, y así normalizan la idea de que esas formas particulares de
trabajo femenino deban ser proveído sin costo adicional.
En su libro
escrito en 1983, El corazón dirigido, Arlie Hochschild acuño la buena
frase “trabajo emocional”, definida como lo que “requiere que una
persona provoque o reprimir sentimientos para mantener el semblante
exterior que produce el estado de ánimo apropiado de los demás.” Mujeres
trabajadoras están particularmente susceptible de realizar labor
emocional por los trabajos disponibles a ellas y, además, porque son
socializadas sin piedad a cargar el peso de ser agradables y amistosas.
Ciertas sectas del Mormonismo adoptaron el dicho para sus mujeres
jóvenes, ”Siga amable”, como un aviso que la amabilidad pasiva es el
deber de su sexo.
Entonces, ¿Qué
es la conexión precisa entre mujeres con trabajos que reflejan la
división sexual del trabajo y la divergencia salarial? Tradiciones
culturales derivadas de una historia escrita por la voz del patriarcado
parecen sugerir que el trabajo femenino sea simplemente más inútil.
Ciertas tareas,
asignadas históricamente al ámbito de mujeres, se han transformado en
empleos “humillantes” (en vez de “honoríficos”), o en otras palabras,
empleos que nunca fueron celebrados, agradecidos, respetados y que nunca
serán respetado es en proporción a su uso y valor para la sociedad.
Para encontrar
vieja prueba de milenios de una divergencia de género en valor, se puede
empezar en Levítico 27, versos 3-7, que contiene una tarifa donde se
describe el valor de esclavas. El valor promedio de una esclava era
aproximadamente 63 por ciento menos del valor de un esclavo.
Qué
interesante, la diferencia salarial promedia de una trabajadora entre
1950 y 1990 estuvo 62.5 por ciento del salario de hombres. Hasta casi el
siglo 21 parece que el pago de mujeres se ha quedado en general
asombrosamente atrás. Es posible que el patriarcado inherente de estos
sistemas de creencias sea el vehículo a través de los siglos que causa
una diferencia de valor en general.
Para ver como
el trabajo emocional es ignorado en el lugar del trabajo, solo hay que
imaginar qué tarea parece más agotosa—una trabajadora de jardín de niñxs
cuidando a 20 niñxs o un técnico arreglando un carro. Hay que incluir
en la consideración que el técnico gana casi doble lo que gana la
cuidadora—y él es masculino y ella femenina.
Alternativamente,
unas industrias dominadas por hombres (como la informática) contratan a
“madres de oficina”—mujeres empleadas para que las oficinas funcionen
sin problemas, usando sus habilidades interpersonales. Estas mujeres no
reciben sueldos por sus contribuciones interpersonales a la empresa a
pesar de que cargan un peso emocional y psicológico significativo en el
lugar de trabajo.
Obviamente,
cerrando la divergencia salarial tiene implicaciones profundas para la
clase trabajadora. Lo que podemos hacer como trabajadorxs para ayudar a
solucionar esto es primero reconocer el trabajo que hacemos y entender
los problemas particulares que trabajadoras tiene en los trabajos de
servicios. También tenemos que hacer un esfuerzo para considerar
nuestrxs compañerxs trabajadorxs así.
Y quizás lo más
importante es que tenemos que unirnos voluntariamente y hablar cuando
vemos que los patrones se están aprovechando de esta condición. La
herramienta favorita de la clase capitalista es dividir a lxs
trabajadorxs—por el pago, por la raza, por el género—para tentarnos a
creer que unos trabajos, unas habilidades, unxs trabajadorxs son más
importantes que otrxs y que tienen más valor.
Tolerar una
divergencia salarial de género es asistir a la clase patronal hacia esa
finalidad. a única solución es ser una persona defensora de cualquier
trabajador/a que no recibe pago suficiente para cada pedazo de trabajo
que hacen, sea trabajo visible o no.
Traducido por: X378240 y X363823 (Chicago, IL, EEUU).
Foto: Archivo AmecoPress.
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