Viento Sur
Cree que la economía es
la disciplina más reacia a todos los cambios. Cristina Carrasco Bengoa
se retira de la docencia, pero su trabajo como profesora de Teoría
Económica de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de
Barcelona (UB) ha dejado importantes publicaciones y un gran trabajo de
investigación en economía feminista. Su facultad, aparte de una
asignatura optativa sobre Mujeres, trabajo y sociedad, participa en el
máster de Estudios de Género y ha conseguido recientemente un Doctorado
en el mismo campo. Asimismo, se están planteando cambios desde algunos
departamentos para enseñar economía en base a perspectivas alternativas
al capitalismo.
¿La economía feminista persigue la igualdad entre hombres y mujeres?
Lo que llamamos economía del género es la búsqueda de igualdad, pero lo
diferenciamos de economía feminista, con la que vamos más allá.
¿La búsqueda de la igualdad no es deseable en economía?
Es que la igualdad... ¿Qué quiere decir la igualdad? La igualdad no
implica necesariamente un cambio de sistema. Además, cuando se habla de
igualdad, aunque no se diga, se está planteando que las mujeres nos
igualemos a los hombres en el mercado laboral. Mira los indicadores,
siempre son: cuantas mujeres ahora participan en el mercado laboral, la
brecha salarial, cuantas mujeres diputadas, cuantas mujeres técnicas de
no sé qué, directivas... Yo nunca he visto indicadores de igualdad que
digan cuantos hombres planchan las blusas de sus mujeres o cuantos
hombres cuidan a su abuela que tiene alzhéimer. Estos no aparecen como
indicadores de igualdad.
Que las mujeres se igualen a los hombres, pero no al revés.
Si nos llegáramos a igualar, imaginémoslo así, a mí el sistema me sigue
pareciendo expoliador, explotador, etc. Y a veces hay igualdad por
abajo. Por ejemplo, antiguamente las chicas jóvenes hacían mucho trabajo
en casa y los chicos no hacían nada, hoy creo que ninguno hace nada. Se
han igualado. Y salen al mercado laboral y todos son precarios. Ellas y
ellos. ¡Ah! ¡Iguales! ¿Iguales por dónde? Por abajo, la igualdad no me
sirve. Pienso que hay que cambiar la perspectiva del mundo y hacer otro
mundo mucho más equitativo para hombres y mujeres pero desde una
perspectiva distinta, no puede ser dentro de este mismo modelo.
Y eso sin considerar la interseccionalidad.
Hay muchos ejes de desigualdad. Imaginémonos que hombres y mujeres
hagamos las mismas actividades con el mismo valor, que esto ya sería muy
difícil en un sistema capitalista, pero que los niveles de clases
sociales o de renta van a seguir existiendo. Es la esencia del sistema
capitalista: unos tienen que explotar a otros... En el mundo que tenemos
es imposible hacerse rico si no te has aprovechado del trabajo de
alguien. Tú con tu propio trabajo puedes subsistir, te harás rico si te
toca la lotería, pero si no quiere decir que estás explotando a alguien,
directa o indirectamente. Esas desigualdades no se pueden eliminar
porque se eliminaría el sistema.
La economía feminista niega que las estadísticas económicas sean fieles a la realidad.
La economía sólo considera el tiempo dedicado al trabajo de mercado y
que se cuantifica por horas desde la industrialización. Esto es lo que
se recoge en las estadísticas y todo lo demás, lo que está fuera del
mercado, para la economía no existe. Y por tanto, si no existe no se
mide o recoge.
Como el trabajo de cuidados. ¿Se trata de una serie de relaciones emocionales recíprocas?
En general, no es que haya personas cuidadas y personas cuidadoras. Por
supuesto que hay momentos en la vida, sobre todo el inicio y el final,
donde las personas son muy dependientes de cuidados. Pero a lo largo de
la vida todos somos interdependientes y requerimos cuidados: a veces más
biológicos, a veces más emocionales. Todo esto que es fundamental
directamente para la vida de las personas no se considera nunca.
¿Es posible medir este tipo de trabajo?
Del trabajo de cuidados sí que hay una parte que puede ser medible,
pero hay una gran parte que son aspectos subjetivos, de relación, de
emociones, de afecto... No todo tiene una traducción en números.
¿Por ello la economía feminista pide ampliar la visión?
Hay economías heterodoxas, críticas, llámalas más marxistas o más
keynesianas que no son la economía dominante, que trabajan otros temas
como la pobreza o la desigualdad de la renta, pero que se mantienen en
los márgenes del mercado. La única economía que rompe los márgenes del
mercado es la economía ecológica, que incorpora toda la naturaleza. Y,
por otra parte, la economía feminista, que incorpora todos los trabajos
que caen fuera del mercado. Esta es una visión mucho más realista.
Más allá del homo economicus racional.
Por supuesto. El objetivo del homo economicus es la obtención de
beneficio. La economía está pensada para que funcionemos más rápido: más
velocidad, más productivos, más dinero, más beneficios ¿no? Yo siempre
digo que si yo voy a lavar los platos con mi hijo y aprovechamos para
tener una buena conversación ¿qué quiere decir ser más productivo? El
objetivo era la conversación, no era lavar los platos más rápido.
Hallarnos ante estas cuestiones menos cuantificables nos abre un
problema claro a la hora de buscar formas de medición que sirvan para
comprender estos aspectos de forma rigurosa. ¿Existen indicadores para
este tipo de trabajo?
En una sociedad tan racional como la
que tenemos todo lo que no se pueda convertir en número parece que no
tuviera valor o rigor, lo cual es falso. Nosotros podemos tener algunos
indicadores más cuantificables que son discutibles. Por ejemplo, las
encuestas del uso del tiempo que nos dan el tiempo que dedicamos al
hogar. Sin embargo, seguimos trabajando con números abstractos y vamos
desplazando e intercambiando tiempos que no son iguales. Siempre digo
que un indicador interesante, aunque más cualitativo, para comparar
países sería interesante medir cómo el país cuida a su población. Nos
daría elementos de más humanidad que el Producto Interior Bruto (PIB).
Indicador que usted califica de androcéntrico. ¿Por qué motivo?
Cuando hablamos de androcéntrico nos referimos a que están centrados en
las actividades asignadas a la población masculina. El mundo del
mercado laboral, del trabajo pagado, fue asignado a la población
masculina. Y sigue siéndolo, porque el hecho de que las mujeres hayamos
hecho un esfuerzo por integrarnos al mercado laboral no quiere decir que
la población masculina y la sociedad en su conjunto lo tengan
asimilado. Si nosotros tomamos indicadores del trabajo de mercado, los
podemos llamar indicadores androcéntricos porque ilustran la actividad
asignada por excelencia a los hombres.
En los planteamientos
de la Economía Feminista, el binomio trabajo-tiempo tiene un papel
fundamental. ¿Qué implica que las pautas socioculturales en la
actualidad entiendan el tiempo en forma de horas de rentabilidad?
Este tiempo cuantificable se da a partir de la industrialización.
Antes, en el área rural o campesina, no funcionaba así, funcionaba mucho
más regido por los tiempos de la naturaleza. Cuando empieza la
industrialización, empieza el tiempo reloj: “cronómetro”, “cuantificar”,
“tiempo-dinero”, “el tiempo no se puede perder”, “el tiempo es oro”...
etc.
¿Y se asocia el tiempo al beneficio económico?
Este tiempo, cada vez que la empresa puede, lo va exprimiendo más y
saca de ahí un beneficio importante. Otro beneficio lo saca porque
expolia el tiempo de las mujeres que trabajamos en casa, que en parte va
a reproducir la fuerza de trabajo que después se va a la empresa a un
precio muy barato. También hay un expolio de la naturaleza, porque la
empresa no respeta los tiempos de reproducción de los recursos
renovables. Esta economía capitalista está organizando y controlando los
distintos tiempos.
¿Qué implicaría cambiar esta organización de los tiempos?
Primero que hay que cambiar las formas de producir, las formas de
consumir, no hay que producir para el beneficio. No quiere decir que no
vayas a obtener nada de beneficio porque tienes que vivir, pero has de
obtenerlo respetando los tiempos de la naturaleza. Por tanto ya no
podemos usar toda la energía que usamos. Y también hay que respetar los
tiempos de cuidados. Los tiempos son un elemento clave hoy porque
modificarlos ya es modificarlo toda una estructura desde la base.
Es decir, que el sistema capitalista interviene tanto en la esfera
laboral, como en la pública y privada, por cuanto repercute en todos los
tiempos.
Claro, es que yo incluso no diría que
interviene, sino que es parte. La producción capitalista no podría vivir
si no tuviera recursos naturales porque, en el fondo, y por eso los
ecologistas no quieren usar la palabra producción, no producimos nada,
lo único que hacemos es transformar la naturaleza, y en esa
transformación destruimos. Con lo cual producir no producimos nada.
Bienes, me refiero. Conocimiento o afecto vale, pero cosas tangibles no.
Por tanto, sin recursos naturales la empresa no puede funcionar y sin
fuerza de trabajo tampoco. Y la fuerza de trabajo se reproduce desde los
hogares. Se trata de un sistema que utiliza la fuerza de trabajo y los
recursos naturales para sus beneficios pero mantiene invisibles estos
pilares para ocultar de dónde proceden las ganancias.
Comentaba que la economía ecológica es la única que, junto con la
feminista, se sale de los márgenes del mercado. ¿Qué tienen en común y
en qué se diferencian ambas perspectivas?
Rompen las
fronteras e incorporan elementos que no pasan por el mercado. Elementos
que no son cuantificables como los tiempos de cuidado, que no tienen
precio ni queremos que lo tengan. En la economía ecológica los precios
son políticos: el petróleo se mueve según se decide, en parte por el
coste de extracción, porque el petróleo no se produce, está producido.
Es decir, la empresa capitalista quiere ir cada vez más rápido pero los
tiempos de la naturaleza son los que son. Tenemos muchos puntos en común
y además somos los dos grandes fundamentos, los pilares del sistema
capitalista. Por eso hablamos de la economía del Iceberg, son como los
pilares ocultos, arriba aparece el mercado y el sistema financiero.
A pesar de ser los dos grandes pilares del sistema, no van de la mano...
Los puntos de desencuentro son, creo, la poca sensibilidad masculina
todavía a todo lo que podríamos llamar la economía del cuidado. Yo creo
que dentro de algún sector de la ecología ya está bastante asumido y
sensibilizado pero hay sectores que normalmente todavía no lo
consideran, lo consideran secundario, “primero es el planeta” y todas
estas cosas. Y bueno, ahí estamos intentando los diálogos. Porque lo que
está claro es que o nos ponemos todos de acuerdo los que estamos
“contra”…
Los de abajo del iceberg.
Los de
abajo del iceberg. Incluso todas estas nuevas formas, todo lo que son
movimientos cooperativos o economía social y solidaria... Pero por
ejemplo muchos de ellos no tienen en cuenta los tiempos de cuidado. Todo
esto requiere debate, experiencias, y no son fáciles, ¿no?
Comenta que es muy complicado que un cambio de modelo se lleve a cabo
desde las instituciones, porque estas no legislarían para
autodestruirse. Pero también es complejo que la movilización ciudadana
logre cambios profundos a largo plazo que vayan más allá de protestas
puntuales que más tarde absorban y modifiquen las mismas instituciones.
¿Nos hallamos ante otro problema de compatibilizar distintos tiempos?
Yo creo que el tema es tan complejo... porque claro, se trata de
cambiar el sistema. Creo que cada generación va haciendo lo que puede.
Siempre pienso que tenemos que tener claro hacia dónde vamos y buscar
pequeñas acciones que nos encaminen hacia allí. Sabiendo que el camino
nunca se sabe cuál es, porque a veces los movimientos cogen unas
dinámicas que no te esperas.
¿Cuáles serían los elementos necesarios para llevar a cabo estos pequeños pasos?
Una sociedad organizada. Si realmente tenemos asimilado e interiorizado
lo que plantea la economía feminista, esto nos hará actuar ahí donde
estemos de una manera diferente. En la facultad, por ejemplo, hemos
conseguido alguna asignatura. O cuando damos clase, no es que metamos un
capítulo sobre economía feminista, sino que intentamos darle otra
perspectiva a la economía que vamos a dar. La institución educativa
tiene también un papel fundamental. Si realmente podemos ir cambiando
nuestra concepción del mundo, esto después aunque sea sin querer lo vas
transmitiendo y esta es una labor importante.
¿Llegaremos a alguna parte a base de estos pequeños cambios?
La historia de la humanidad es muy complicada y el sistema que tenemos
es muy poderoso. Por otra parte como está expoliando tanto la naturaleza
está cavando su propia tumba, ¿no? No sé hasta dónde vamos a llegar o
si llegará un momento en el que nos esclavicen a todos y sólo consuman
unos pocos porque si no las energías no van a durar. Yo creo que tampoco
nos tenemos que agobiar ni deprimirnos todos juntos.
¿A qué sistema deberíamos ir?
Yo creo que esto sí que es una tarea de todos y todas. Puedo plantear
algunos principios: un sistema humano, que esté primero por la vida, que
cuide a su población, que no plantee diferencias ni desigualdades por
ninguno de los ejes que existen, sistema de reciprocidades, de
afectos... ¿Cómo se organiza? Esto lo tenemos que ir viendo. Hay que ir
haciendo y aprendiendo pero claro, con una serie de principios sobre la
mesa.
Cristina Carrasco Bengoa es una economista catalana y
chilena que ha investigado sobre el trabajo doméstico, el trabajo de las
mujeres, la economía feminista i los indicadors económicos no
androcéntricos. Ha coordinado el libro coeditado por VIENTO SUR Con voz propia. La economía feminista como apuesta teórica y política .
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