artículo de Ernesto Villanueva
El mundo al revés
Ya han pasado más de dos semanas de que el reportaje del equipo de investigación de Aristegui Noticias, sobre el plagio de la tesis de licenciatura en derecho del presidente Enrique Peña Nieto (EPN), ha sido ampliamente cubierto por los medios. En estos días han sucedido varias cosas que merecen la pena ser comentadas.
1.- El plagio de un texto representa, de entrada, la afectación del
derecho de una persona física a que su creación original no sea
utilizada indebidamente. La Ley Federal de Derechos de Autor establece
tres elementos de protección: a) La obra está protegida desde su
creación con independencia de que haya sido o no registrada ante la
autoridad competente (artículo 5º); b) El autor “es el único, primigenio
y perpetuo titular de los derechos morales sobre las obras de su
creación” (artículo 18) y c) Las sanciones por violación a los derechos
de autor en la Ley Federal señalada son de carácter pecuniario. También
existen sanciones penales en el título vigésimo sexto del Código Penal
Federal. Cabe decir también que el plagio no se configura hasta que una
acción legal se inicie, sino en el momento en que alguien consigna una
obra o parte de ella como suya.
2.- Ya lo dije en este espacio,
pero vale la pena abundar sobre la teoría del complot del reportaje
comentado. Se dice en los círculos cercanos al gobierno de EPN que la
difusión del trabajo periodístico a nivel internacional es parte de un
conjunto de fuerzas que buscan debilitar o afectar al presidente Enrique
Peña Nieto encabezados por Carmen. Esa interpretación es simplista
porque si se acepta, sin conceder, que hubiese sido así, Carmen, Rafael y
el equipo que hizo el reportaje tendrían un poder que, ni en sus
mejores sueños, grandes empresarios mediáticos como Murdoch o Berlusconi
podrían tener. ¿Se imagina a Carmen y a Rafael decidiendo la línea
editorial del gobierno inglés por la difusión en la BBC, la del gobierno
Alemán, por la difusión en la Deutsche Welle, la de las agencias
internacionales AP, AFP, la de las televisoras ABC, FOX CBS, CNN así
como de los diarios The Washington Post, The New York Times y muchos más
de Estados Unidos que compiten entre sí por la audiencia? La razón de
esa difusión es clara: es un asunto de interés público, nada más, pero nada menos.
3.- El plagio de EPN ha sido confirmado por la Universidad
Panamericana que ha aprovechado, de manera inteligente, un recurso
legal: el título de EPN fue otorgado por la UNAM a la que la carrera de
derecho de la UP estaba incorporada en 1991 de ahí la “consulta técnica”
a la UNAM. Lo más probable, es que ésta va a dejar enfriar el tema y no
hará nada salvo que le resulte más costoso políticamente no
pronunciarse que hacerlo. Como sea, en el imaginario colectivo y en la
opinión pública nacional e internacional ha quedado internalizado ese
nuevo dato que identifica a EPN.
4.- La presión de la cobertura del reportaje hizo naufragar el 4º Informe de gobierno de EPN.
Se dejó de lado el cumplimiento del deber legal de informar el “estado
de la nación a un año de trabajo” y se hizo uso del foro para atender
dos cuestiones ajenas propiamente al citado informe: a) Intentar aclarar
lo que dijo que no dijo (o por lo menos nadie lo escuchó) a Donald
Trump en su inopinada vista a México; y b) Afirmar que sí hizo su tesis
de licenciatura y que tuvo “errores metodológicos” (no “errores de
estilo” como había afirmado su vocero). Estas afirmaciones ponen en
claro de qué está hecho EPN y abren una nueva interrogante. No aceptó
que cometió plagio, a pesar de que esos datos eran públicos y notorios,
tanto que la propia UP lo reconoció. Asimismo, el reportaje se limitó a
lo que pudo probar, el plagio, no a lo que hubiera sido, hasta ahora,
una conjetura, que pagó o le pidió a alguien que la redactara, tema que
el propio presidente puso ya en la mesa. Hay un dicho que aplica aquí:
explicación no pedida acusación manifiesta.
5.- Como si las cosas no fueran de mal en peor para EPN, la
multidifundida por la prensa nacional invitación presidencial a que la
candidata demócrata al gobierno de Estados Unidos, Hilary Clinton,
viniera a tomarse la foto con el presidente Peña Nieto fue rechazada. Si
bien es cierto que Clinton fue cuidadosa en las palabras usadas, lo
cierto es que los hechos hablan por sí solos: no aceptó venir y lo dijo
públicamente. Un gesto amable de Clinton con EPN hubiera sido dejar
correr el tiempo sin pronunciamiento alguno sobre su eventual visita. No
lo hizo pudiéndolo hacer. Queda claro que esa decisión representa un
revés para el presidente Peña Nieto, quien había hecho pública su
intención de “equilibrar la balanza” después de que Trump vino a México y
le dijo al presidente EPN lo que ha sostenido sobre el muro y sus demás
ocurrencias. Y EPN, pasmado, hizo uso de la retórica abstracta,
evasiva. Trump ganó esa partida mediática. Para Clinton no había
incentivos para visitar como actriz de reparto a un presidente que goza
del desafecto, por decirlo suavemente, de los mexicanos de México y de
los de Estados Unidos. Marcó su distancia, la cual le dará
mayores simpatías en su electorado latino. Haberle hecho el juego a EPN
hubiera tenido un efecto bumerang en su campaña. Actúo, pues, en
consecuencia.
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