Correspondencia de Prensa
La invitación del
gobierno de Peña Nieto al candidato estadounidense republicano Donald
Trump a entrevistarse con él a finales de agosto produjo una verdadera
conmoción política en el país con repercusiones en los mismos Estados
Unidos en donde el altanero y zafio racista candidato experimentó un
relanzamiento de su campaña acortando según las encuestas la diferencia
que le lleva la candidata demócrata Hillary Clinton.
La colosal
pifia política de Peña Nieto ha sido motivo de un diluvio de fuertes
críticas que incluyeron desde las de algunos de sus notorios aliados y
apoyos como la del ex presidente Fox y la de líderes de los partidos de
la oposición parlamentaria (el PAN y el PRD principalmente). Entre
paréntesis debemos poner el comentario de la oposición respetuosa que ha
representado AMLO, quien en su crítica ha insistido en "evitar a toda
costa la caída de Peña para que la transición sea ordenada (sic)". El
escandalazo ha escalado las críticas a Peña Nieto a cotas inauditas
incluso con relación a las que recibió durante las grandes
movilizaciones populares de octubre y noviembre de 2014. Han aparecido
por primera vez en los medios de comunicación escritos y declaraciones
con las calificaciones no sólo de "error" o "torpeza" de la movida
diplomática sino de verdaderamente "tonta" y “estúpida", escritas y
dichas incluso por personalidades (periodistas, intelectuales, líderes,
etc.) tradicionalmente muy favorables al oficialismo. Enrique Krauze
llegó tan lejos que sacó a relucir como precedente la conferencia de
Munich cuando los ministros británico Chamberlain y francés Daladier
contemporizaron con Hitler en 1938. Se ha comenzado en las Cámaras entre
diputados y senadores a discutir incluso si no se acerca la acción de
Peña Nieto a una "traición a la patria", único delito que puede ameritar
el juicio y destitución de un presidente según la Constitución
mexicana. Las dimensiones también inauditas del escándalo no sólo
nacional sino internacional ahora se aprecia con claridad eran de tal
proporción que no podían dejar de provocar que aparecieran
inevitablemente las primeras grietas importantes en un gobierno que
había salido relativamente indemne de crisis tan graves como la noche de
Iguala con la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa y
recientemente de la masacre de Nochixtlán contra una manifestación
popular de apoyo de la huelga de la CNTE en Oaxaca.
Y en efecto
tal cosa ha sucedido. El anuncio el 7 de septiembre de la renuncia del
Secretario de Hacienda y Crédito Público Luis Videgaray constituye un
hecho que afecta al círculo íntimo del presidente Peña Nieto pues
Videgaray era reputadamente reconocido como uno si no es que su más
cercano asesor político, casi una suerte de vicepresidente de facto. Él
fue ni más ni menos quien, contra las opiniones del poderoso secretario
de Gobernación Osorio Chong y la canciller Ruiz Massieu así como de
otros altos funcionarios, se había impuesto y convencido a Peña Nieto de
invitar a los dos principales candidatos presidenciales
estadounidenses, a la Clinton y a Trump a reunirse con él en la casa
presidencial de Los Pinos.
¿Por qué la invitación?
La pregunta que se hacen hoy muchos comentaristas es: cómo fue posible
tamaña dimensión de ruptura de la tradicional diplomacia mexicana, en
cierta forma defendida por la canciller Ruiz Massieu, quien, se ha
filtrado, habría presentado su renuncia y después convencida de
retirarla, con motivo de la decisión de Peña de invitar al patán
candidato republicano, difamador de los mexicanos y conspicuo promotor
de la construcción de un muro en la frontera entre los dos países. La
respuesta no es muy difícil de contestar. De hecho la ruptura de la
dicha “tradición no intervencionista” de la diplomacia mexicana tiene ya
algunos años. Si nos atenemos a los hechos rotundos de la economía
mundial en su fase “globalizada” el Tratado de Libre Comercio de América
del Norte de 1994 inició la formalización jurídica (y por tanto en
cierta forma diplomática) de la subordinación de la política económica
mexicana con la de Estados Unidos. Durante los dos sexenios panistas,
tanto Fox como Calderón profundizaron aún más la dependencia y
convergencia de la diplomacia mexicana con los aires de Washington. Lo
novedoso de la iniciativa de Peña, asesorado por Videgaray, es que la
invitación a los candidatos presidenciales necesariamente involucraba la
diplomacia del gobierno mexicano en la campaña electoral del país
vecino. El chivo en cristalería que está siendo Trump en la política
estadounidense no podía sino aceptar una invitación del presidente del
país al que había insultado con tanto ardor: “México no es nuestro
amigo”, “los mexicanos que vienen a EUA son narcos y violadores”, etc.
Todo era ganancia para él. ¿Cómo no entrevistarse con Peña Nieto quien
con tal invitación hacía gala de una ingenuidad y, como lo han señalado
muchos, una estupidez inaudita, colocándose en una posición que el
atrabiliario Trump pisotearía a placer al mismo tiempo que se
autopostulaba frente al electorado de EUA como un “estadista”? Después
de la entrevista Trump se la ha pasado mofándose abierta y
descaradamente de Peña Nieto y de su gobierno. “Los mexicanos no lo
saben, pero ellos pagarán el 100% de la construcción del muro”. “Peña es
un mentiroso, nunca me dijo que no construiría el muro”, “la renuncia
de Videgaray, un excelente ministro y gran amigo de Peña Nieto, es
consecuencia de mi viaje a México”. De esta forma, el escándalo
internacional le sirvió como anillo al dedo en EUA para relanzar su
campaña, enfureciendo a Clinton y sus asesores demócratas quienes no
dejan de percibir como han crecido los momios favorables a una victoria
de Trump en noviembre. El propio Barack Obama seguramente no vio con
buenos ojos un alboroto que tiene efectos negativos para él en la lid
por su sucesión.
La torpeza del gobierno de Peña se coronó con el
frío rechazo de Hillary Clinton a viajar a la ciudad de México a
entrevistarse con el presidente. De este modo aparentemente la intención
de Videgaray preocupado por el estancamiento de la economía del país y
la ya imposible de velar explosiva alza del endeudamiento (la deuda
pública subió del 28% del PIB hace diez años al 45% en la actualidad),
era quedar en buenas relaciones con los dos candidatos principales, uno
de los cuales será el próximo presidente del gobierno imperialista de
EUA. Sin el conocimiento de los laberintos de la política electoral
estadounidense, los funcionarios mexicanos y su jefe Peña Nieto con
ellos, se adentraron en un pantano del cual ahora ya no saben cómo salir
al quedar mal con ambos candidatos y al precipitarse aun más
profundamente a un abismo de impopularidad en la población nacional como
nunca antes ha caído un gobierno reciente en México.
Después del huracán
Se han movido tantas fichas en los últimos días en el tablero de la
política mexicana que en estos momentos es muy difícil precisar hacia
donde se dirige un gobierno que en muchos aspectos se encuentra a la
deriva. El conflicto magisterial, precisamente en los días del escándalo
de Trump encontró para el gobierno una cierta salida favorable al
levantar la Sección 22 de Oaxaca el paro de labores y arrojar a la CNTE a
una discusión seria y filosa sobre las perspectivas de su unidad.
Ciertamente los más de tres meses de heroica resistencia de las bases
docentes movilizadas, en especial en Oaxaca, Chiapas, Guerrero y
Michoacán han producido desgaste en su seno, aunado con las presiones
tanto gubernamentales como de los familiares es natural que era
inevitable una movida de tregua. La cuestión es cómo se decidió de modo
unilateral. En estos momentos en la Asamblea Nacional de la CNTE se
discute acaloradamente las tácticas a seguir para conservar los acervos
conquistados en las jornadas de lucha e impedir una contraofensiva
brutal de Aurelio Nuño el secretario de Educación Pública, quien ya
anunció el próximo despido de miles de profesores.
En los cambios
que se han producido en el gobierno, que sale debilitado en una
situación en que todas las piezas ya se mueven en función de la fecha de
las elecciones presidenciales de 2018, el candidato oficialista que se
convierte por mucho en favorito en el gabinete y en el PRI es el
secretario de Gobernación Osorio Chong. Su competidor más importante era
precisamente Videgaray quien tenía como aliado a otro posible
competidor de Osorio, Aurelio Nuño. Ambos son arrojados muy atrás en la
carrera por la designación la candidatura priista. Los dos candidatos de
oposición más fuertes que salen favorecidos son AMLO y Margarita Zavala
la esposa del ex presidente Felipe Calderón. La herencia de Peña no es
muy favorable para la permanencia del priismo en la jefatura del país.
Peña Nieto mantiene muy buenas relaciones con Calderón y su esposa y en
última instancia favorecería la postulación y la victoria de la Zavala.
Por lo que se refiere a AMLO, como ya se mencionó, su apuesta es que la
oligarquía no lo vete una tercera ocasión. Para ello no cesa de enviar
mensajes conciliadores: “no soy vengativo”, “nadie irá a la cárcel si
ganó en 2018”, “hagamos una coalición de fuerzas entre Peña Nieto y
nosotros para impedir la degradación de la situación para el 2018”, etc.
José Antonio Meade, quien ocupa el puesto de Videgaray en Hacienda, es
también un posible candidato pero será muy difícil que el PRI lo acepte
al haber sido también miembro de los gobiernos panistas.
Los que
faltan para julio de 2018 son tiempos y lo serán aún más en la medida
que nos acerquemos a esa fecha, torbellinescos, en las calles, en los
centros de trabajo, en los sindicatos, en las universidades, en el
campo. Todas las indicaciones señalan que dicho momento será un día
crucial para el porvenir de México. Las alternativas oficiales están
exhaustas y las alternativas que se ofrecen ante tal crisis no
representan verdaderamente una superación de la misma. Lo que ocurre hoy
determina que sean perspectivas con un factor de incertidumbre muy
grande las que se ciernen sobre México.
Manuel Aguilar Mora, Militante de la Liga de Unidad Socialista (LUS).
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