9/12/2016

Pifia de Peña Nieto con Trump y crisis de su gobierno


Correspondencia de Prensa

La invitación del gobierno de Peña Nieto al candidato estadounidense republicano Donald Trump a entrevistarse con él a finales de agosto produjo una verdadera conmoción política en el país con repercusiones en los mismos Estados Unidos en donde el altanero y zafio racista candidato experimentó un relanzamiento de su campaña acortando según las encuestas la diferencia que le lleva la candidata demócrata Hillary Clinton.
La colosal pifia política de Peña Nieto ha sido motivo de un diluvio de fuertes críticas que incluyeron desde las de algunos de sus notorios aliados y apoyos como la del ex presidente Fox y la de líderes de los partidos de la oposición parlamentaria (el PAN y el PRD principalmente). Entre paréntesis debemos poner el comentario de la oposición respetuosa que ha representado AMLO, quien en su crítica ha insistido en "evitar a toda costa la caída de Peña para que la transición sea ordenada (sic)". El escandalazo ha escalado las críticas a Peña Nieto a cotas inauditas incluso con relación a las que recibió durante las grandes movilizaciones populares de octubre y noviembre de 2014. Han aparecido por primera vez en los medios de comunicación escritos y declaraciones con las calificaciones no sólo de "error" o "torpeza" de la movida diplomática sino de verdaderamente "tonta" y “estúpida", escritas y dichas incluso por personalidades (periodistas, intelectuales, líderes, etc.) tradicionalmente muy favorables al oficialismo. Enrique Krauze llegó tan lejos que sacó a relucir como precedente la conferencia de Munich cuando los ministros británico Chamberlain y francés Daladier contemporizaron con Hitler en 1938. Se ha comenzado en las Cámaras entre diputados y senadores a discutir incluso si no se acerca la acción de Peña Nieto a una "traición a la patria", único delito que puede ameritar el juicio y destitución de un presidente según la Constitución mexicana. Las dimensiones también inauditas del escándalo no sólo nacional sino internacional ahora se aprecia con claridad eran de tal proporción que no podían dejar de provocar que aparecieran inevitablemente las primeras grietas importantes en un gobierno que había salido relativamente indemne de crisis tan graves como la noche de Iguala con la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa y recientemente de la masacre de Nochixtlán contra una manifestación popular de apoyo de la huelga de la CNTE en Oaxaca.
Y en efecto tal cosa ha sucedido. El anuncio el 7 de septiembre de la renuncia del Secretario de Hacienda y Crédito Público Luis Videgaray constituye un hecho que afecta al círculo íntimo del presidente Peña Nieto pues Videgaray era reputadamente reconocido como uno si no es que su más cercano asesor político, casi una suerte de vicepresidente de facto. Él fue ni más ni menos quien, contra las opiniones del poderoso secretario de Gobernación Osorio Chong y la canciller Ruiz Massieu así como de otros altos funcionarios, se había impuesto y convencido a Peña Nieto de invitar a los dos principales candidatos presidenciales estadounidenses, a la Clinton y a Trump a reunirse con él en la casa presidencial de Los Pinos.
¿Por qué la invitación?
La pregunta que se hacen hoy muchos comentaristas es: cómo fue posible tamaña dimensión de ruptura de la tradicional diplomacia mexicana, en cierta forma defendida por la canciller Ruiz Massieu, quien, se ha filtrado, habría presentado su renuncia y después convencida de retirarla, con motivo de la decisión de Peña de invitar al patán candidato republicano, difamador de los mexicanos y conspicuo promotor de la construcción de un muro en la frontera entre los dos países. La respuesta no es muy difícil de contestar. De hecho la ruptura de la dicha “tradición no intervencionista” de la diplomacia mexicana tiene ya algunos años. Si nos atenemos a los hechos rotundos de la economía mundial en su fase “globalizada” el Tratado de Libre Comercio de América del Norte de 1994 inició la formalización jurídica (y por tanto en cierta forma diplomática) de la subordinación de la política económica mexicana con la de Estados Unidos. Durante los dos sexenios panistas, tanto Fox como Calderón profundizaron aún más la dependencia y convergencia de la diplomacia mexicana con los aires de Washington. Lo novedoso de la iniciativa de Peña, asesorado por Videgaray, es que la invitación a los candidatos presidenciales necesariamente involucraba la diplomacia del gobierno mexicano en la campaña electoral del país vecino. El chivo en cristalería que está siendo Trump en la política estadounidense no podía sino aceptar una invitación del presidente del país al que había insultado con tanto ardor: “México no es nuestro amigo”, “los mexicanos que vienen a EUA son narcos y violadores”, etc. Todo era ganancia para él. ¿Cómo no entrevistarse con Peña Nieto quien con tal invitación hacía gala de una ingenuidad y, como lo han señalado muchos, una estupidez inaudita, colocándose en una posición que el atrabiliario Trump pisotearía a placer al mismo tiempo que se autopostulaba frente al electorado de EUA como un “estadista”? Después de la entrevista Trump se la ha pasado mofándose abierta y descaradamente de Peña Nieto y de su gobierno. “Los mexicanos no lo saben, pero ellos pagarán el 100% de la construcción del muro”. “Peña es un mentiroso, nunca me dijo que no construiría el muro”, “la renuncia de Videgaray, un excelente ministro y gran amigo de Peña Nieto, es consecuencia de mi viaje a México”. De esta forma, el escándalo internacional le sirvió como anillo al dedo en EUA para relanzar su campaña, enfureciendo a Clinton y sus asesores demócratas quienes no dejan de percibir como han crecido los momios favorables a una victoria de Trump en noviembre. El propio Barack Obama seguramente no vio con buenos ojos un alboroto que tiene efectos negativos para él en la lid por su sucesión.
La torpeza del gobierno de Peña se coronó con el frío rechazo de Hillary Clinton a viajar a la ciudad de México a entrevistarse con el presidente. De este modo aparentemente la intención de Videgaray preocupado por el estancamiento de la economía del país y la ya imposible de velar explosiva alza del endeudamiento (la deuda pública subió del 28% del PIB hace diez años al 45% en la actualidad), era quedar en buenas relaciones con los dos candidatos principales, uno de los cuales será el próximo presidente del gobierno imperialista de EUA. Sin el conocimiento de los laberintos de la política electoral estadounidense, los funcionarios mexicanos y su jefe Peña Nieto con ellos, se adentraron en un pantano del cual ahora ya no saben cómo salir al quedar mal con ambos candidatos y al precipitarse aun más profundamente a un abismo de impopularidad en la población nacional como nunca antes ha caído un gobierno reciente en México.
Después del huracán
Se han movido tantas fichas en los últimos días en el tablero de la política mexicana que en estos momentos es muy difícil precisar hacia donde se dirige un gobierno que en muchos aspectos se encuentra a la deriva. El conflicto magisterial, precisamente en los días del escándalo de Trump encontró para el gobierno una cierta salida favorable al levantar la Sección 22 de Oaxaca el paro de labores y arrojar a la CNTE a una discusión seria y filosa sobre las perspectivas de su unidad. Ciertamente los más de tres meses de heroica resistencia de las bases docentes movilizadas, en especial en Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Michoacán han producido desgaste en su seno, aunado con las presiones tanto gubernamentales como de los familiares es natural que era inevitable una movida de tregua. La cuestión es cómo se decidió de modo unilateral. En estos momentos en la Asamblea Nacional de la CNTE se discute acaloradamente las tácticas a seguir para conservar los acervos conquistados en las jornadas de lucha e impedir una contraofensiva brutal de Aurelio Nuño el secretario de Educación Pública, quien ya anunció el próximo despido de miles de profesores.
En los cambios que se han producido en el gobierno, que sale debilitado en una situación en que todas las piezas ya se mueven en función de la fecha de las elecciones presidenciales de 2018, el candidato oficialista que se convierte por mucho en favorito en el gabinete y en el PRI es el secretario de Gobernación Osorio Chong. Su competidor más importante era precisamente Videgaray quien tenía como aliado a otro posible competidor de Osorio, Aurelio Nuño. Ambos son arrojados muy atrás en la carrera por la designación la candidatura priista. Los dos candidatos de oposición más fuertes que salen favorecidos son AMLO y Margarita Zavala la esposa del ex presidente Felipe Calderón. La herencia de Peña no es muy favorable para la permanencia del priismo en la jefatura del país. Peña Nieto mantiene muy buenas relaciones con Calderón y su esposa y en última instancia favorecería la postulación y la victoria de la Zavala. Por lo que se refiere a AMLO, como ya se mencionó, su apuesta es que la oligarquía no lo vete una tercera ocasión. Para ello no cesa de enviar mensajes conciliadores: “no soy vengativo”, “nadie irá a la cárcel si ganó en 2018”, “hagamos una coalición de fuerzas entre Peña Nieto y nosotros para impedir la degradación de la situación para el 2018”, etc. José Antonio Meade, quien ocupa el puesto de Videgaray en Hacienda, es también un posible candidato pero será muy difícil que el PRI lo acepte al haber sido también miembro de los gobiernos panistas.
Los que faltan para julio de 2018 son tiempos y lo serán aún más en la medida que nos acerquemos a esa fecha, torbellinescos, en las calles, en los centros de trabajo, en los sindicatos, en las universidades, en el campo. Todas las indicaciones señalan que dicho momento será un día crucial para el porvenir de México. Las alternativas oficiales están exhaustas y las alternativas que se ofrecen ante tal crisis no representan verdaderamente una superación de la misma. Lo que ocurre hoy determina que sean perspectivas con un factor de incertidumbre muy grande las que se ciernen sobre México. 

Manuel Aguilar Mora, Militante de la Liga de Unidad Socialista (LUS). 

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