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En un libro memorable sobre los riesgos de las armas nucleares (Estados locos), el politólogo israelí Yehezkel Dror concluyó que dos países con capacidad de destrucción nuclear podían volverse locos y lanzarse armas atómicas que los destruirían.
Este enfoque puede ampliarse a otras situaciones, como un fuerte conflicto interno, tal como el de la ETA en el país Vasco, que enloquecido se lanzó a agredir de una manera desalmada y absolutamente irracional a la sociedad. Los coches bomba, ejecuciones y agresiones sistemáticas buscaban intimidar a la sociedad y el gobierno buscando la parálisis de un proceso de integración nacional. Las acciones terroristas obligaron al gobierno español a manejar la guerra llegando a extremos impropios para países democráticos, como haber creado cuerpos de ajusticiamiento. La guerra ha sido larga, sus costos elevados, las tensiones muchas y causo mucha turbulencia. La suerte de ese país ha sido la gran vocación democrática y el hecho que los terroristas han unificado a todo el país contra ellos.
Me inclino por comparar esa situación a lo que hoy sucede en México. Parece que los narcotraficantes y sus asociados, protectores, socios y empleados en el gobierno son completamente irracionales y se han vuelto locos. Y en efecto esto último ha sucedido: han vuelto su gran capacidad destructiva en contra de la sociedad y las instituciones sociales, económicas y de gobierno en un intento consistente de intimidación, avanzando en una escalada en contra de los ciudadanos que hoy están atemorizados.
La lógica dice que no tiene el menor sentido continuar con la escalada actual porque está impactando a la economía y por lo tanto a su mercado, si en el pasado no muy lejano su negocio consistía en la exportación, al parecer ahora se agrega el mercado interno. La racionalidad económica dice que el que quiere vender debe cuidar a sus compradores y si se sigue colapsando la economía por la inseguridad, llegará un momento que se colapsará el número de compradores.
Pero posiblemente la lógica sea otra. A la ETA le preocupaba muy poco la condición en la que sumían al país que querían autonomizar y posiblemente no les preocupaba los esfuerzos que tendrían que aplicar cuando ya lo tuvieran en sus manos; posiblemente este sea el mismo criterio del narco: ellos quieren pasar a un segundo estadio, el control del país y no solamente tener en sus manos algunas zonas para el trasiego de drogas –ahora hay que agregar el secuestro, trata de blancas, la venta de protección y otras linduras-.
Ha quedado demostrado que este gobierno está totalmente rebasado, están desconcertados, confundidos y sin una idea clara de la estrategia a seguir. Esta guerra ha llevado a un proceso de destrucción simbólica a las instituciones, la gente no cree nada, se siente desvalida y desprotegida, muchos huyen, otros se someten, y las opciones parecen irse acabando; hoy se escucha –para horror de la democracia- el llamado a la mano dura, pero los que la tienen carecen de confianza y credibilidad; que nos llevan a pasos agigantados al golpe de estado, bajo militares famosos por violar los derechos humanos.
La otra opción que parece abrirse es que al parecer los narcos hoy apuestan por la inestabilidad política con lo que cualquier opción de estabilidad tendrá que pasar por ellos, así que cualquier fuerza política los deberá considerar y negociar el manejo del país.
Ya no parece tratarse del control de rutas comerciales y acceso al gran mercado de las drogas en el mundo, este tráfico no parece haberse interrumpido ni haberse afectado sensiblemente durante esta guerra, ahora lo que parece estar en la mesa es el control del país.
Los narcos han logrado movimientos en la policía, se han deshecho de políticos incómodos ejecutándolos con una facilidad pasmosa, han penetrado todas las instituciones imaginables –¿cuántos diputados y senadores habrán llegado con su apoyo?- y han mostrado tener formulaciones políticas estratégicas mucho mejor diseñadas que las que tiene el gobierno, véase su política sobre los medios de comunicación que los ha llevado a desde comprar periodistas hasta lanzar granadas para forzar a que se transmitan sus mensajes.
Aumentan las zonas del país que están fuera del control del gobierno y hoy parece más válido que nunca el argumento de que la paz pasa forzosamente por un acuerdo con el narco. Lo que viene enseguida es que la pacificación del país acarreara la ilegitimidad política y con instituciones tan deterioradas como las que tenemos esto puede ser una fórmula catastrófica, así sin querer en una de esas propician una revolución, la primera del siglo XXI.