Pedro Echeverría V.
1. Personalmente le tuve estima a Arnoldo por bondadoso, así como a muchos miembros del PCM amigos y camaradas; pero lo esencial en este caso de partido y asuntos políticos de poder, no puede ser de amistades personales que se conservan, sino de posiciones ideológicas y prácticas políticas. Arnoldo Martínez Verdugo no fue un intelectual ni un tribuno, sino –como se dice- "un hombre de partido" desde que en 1959 logró que Dionisio Encinas dejara la secretaría general del PCM, misma que había ocupado 19 años con el apoyo del estalinismo que dominaba en la URSS, el PCUS y todos los partidos comunistas. Al triunfar Jruschov en 1956-57 sobre la dictadura de Stalin (1924-53) vino "el deshielo comunista" y también en el PCM cambiaron las cosas en beneficio del dúo: Arnoldo Martínez-Manuel Terrazas que dominó por dos décadas.
2. Siendo parte de la juventud del PCM, lo conocí por un viajé a la ciudad de México a un congreso de la Central Nacional de los Estudiantes Democráticos realizado en 1964. El local del PCM estaba entonces en las calles de Tabasco y en las noches, después de las 22 horas, nos reuníamos jóvenes para sacar acuerdos. Recuerdo a varios directivos que se pasaban día y parte de la noche en el local: (Lino Medina, Franco,) Sin embargo, en 1965 comencé a entrar en contradicciones con el PCM al conocer los materiales del debate chino-soviético, al leer algunos materiales del trotskismo, al leer las diferencias con la revolución cubana y, sobre todo, al estar en contacto con algunos militantes de la corriente Espartaquista encabezada por Revueltas, Rojo y Roussett. Mi cambio de residencia al DF se convirtió en lo más importante y lo hice.
3. En el DF no tuve confrontación personal con ningún miembro del PCM; al contrario, muchos de ellos me los encontraba en reuniones o actos y nos saludábamos. Pienso que todas las confrontaciones políticas tuvieron raíces ideológicas: La posición del PCM frente al cardenismo y los frentes populares, el trotskismo que se extendió en México a partir de 1938, el manejo del estalinismo dentro del PCM, las expulsiones de 1953 (Laborde, Campa, Sánchez Cárdenas, Lumbreras, Velasco, Ortega Arenas) y las expulsiones de 1959-60 que dieron origen al espartaquismo: Revueltas, Rojo, Lizalde, Labastida, Guillermo Roussett, el doctor Mario Rivera. Todos estos cambios tuvieron sus raíces en las políticas que imponía el PCUS a nivel internacional. Fue sólo a partir de 1968, cuando a raíz de la intervención soviética en Checoeslovaquia, que declaró el PCM algunos márgenes de independencia.
4. Podría decir que desde 1965 –aunque conservé mucha amistad, como hasta hoy con muchos de sus militantes- a nivel ideológico mantuve fuertes confrontaciones con el PCM, sobre todo con aquello de la Revolución Democrática de Liberación Nacional que ponía al imperialismo yanqui como enemigo principal. Así que de Arnoldo sólo me enteraba de lo que los lectores de los periódicos La Voz de México, Oposición, de la revista "socialismo", "Nueva Época", publicaban y de lo que hablaba con varias decenas de miembros de las "células universitarias" del PCM en el CCH y la UNAM. La realidad es que el PCM vivió muy apegado a la línea del PCUS a pesar de las posiciones políticas de los del PCCH que apoyaban a Vietnam y del Partido castrista que –por medio del Che- hacía críticas al PCUS y al ventajismo comercial de la URSS.
5. En aquellos años Arnoldo –que sólo era "hombre de partido", era muy diferente a Lombardo Toledano que sí era un intelectual reconocido, además de buen orador y conferencista; sin embargo Lombardo –que había fundado el PP en 1948 y seguía dirigiendo ese partido en 1960 ya bautizado por él como Partido Popular Socialista (PPS), estaba muy comprometido con los gobiernos en turno del PRI que lo subsidiaban. El PCM, que era el partido oficial del comunismo internacional, mantenía mucha independencia del gobierno, pero no había duda de que ese partido mantenía acuerdos bajo la mesa con el gobierno, tanto para recibir subsidios como para evitar cualquier represión. No podía ser de otra manera la conducta del PCM que era un partido grande.
6. Un episodio que resultó muy interesante en la vida política de Arnoldo fue el secuestro del que fue objeto, creo que en 1985, a manos del Partido de los Pobres reclamándole un dinero que le fue dado como resguardo. Al parecer Arnoldo usó ese dinero para comprar un local del partido y para otros gastos políticos del partido; fue sin duda nefasto su proceder al usar para el PSUM un dinero que no era de la organización. Los compañeros guerrilleros guerrerenses exigieron un dinero por el secuestro y parece ser –aunque me parezca extraño por lo oscuro del asunto- que el gobierno de De la Madrid se encargó de entregar el dinero. Pero ese sólo fue un suceso fuera de los problemas que significaron su dependencia del llamado movimiento comunista internacional encabezado por el PCUS. ¿Puede olvidarse el libro: "El proletariado sin cabeza" del escritor José Revueltas?
7. A veces erróneamente pensamos que las grandes o medianas personalidades determinan los cambios sociales cuando ellos son sólo sujetos de la historia que se topan con ella y se acomodan a las circunstancias. El PCM, que nació en 1919 por consigna de la Internacional Comunista, vivió hasta principios de los 80. No fue nunca la cabeza del proletariado porque la burguesía y su gobierno, la clase empresarial, el imperialismo de los EEUU, la misma sociedad capitalista, fueron con mucho, muy superiores. Con Arnoldo o sin él, el PCM formó parte de los partidos comunistas del mundo y vivió su tiempo; fue un partido de centroizquierda y de izquierda en diferentes momentos; se alió, aunque también se opuso, a otras organizaciones izquierdistas. Creo que cualquier balance que se haga del PCM y de Arnoldo Martínez Verdugo, puede resultar limitado pero interesante. (25/V/13)
Pulicado por Sandra Chaher
Por Lourdes Landeira
- Encima que te digo que sos linda te enojás, loca!
- ¿Sabés qué pasa?, yo no te pedí tu opinión, campeón.
- Loca… Já.
Su muro virtual rápidamente comenzó a recibir comentarios solidarios de muchas de sus amigas y de algunos amigos.
El acoso callejero es una de las formas en que se manifiesta la violencia de género, padecida por las mujeres, por el solo hecho de serlo, en los espacios públicos. Desde el piropo de apariencia más inofensiva, hasta el insulto, el manoseo y el exhibicionismo se encuadran en uno más de los modos “naturalizados” de apropiación de la identidad de las mujeres a través del dominio sobre sus cuerpos, en el sistema patriarcal de dominación. Son violencias de todos días, que se ejercen a gritos de imperio masculino.
Cuando Monserrat responde a su agresor, produce, en primer lugar un corrimiento de lugar; se revela como “sujeta” de derechos y así se rebela contra la posición de objeto disponible a las necesidades del hombre, en que la colocó el varón. A él le queda una respuesta: “loca” opera a la vez como descalificativo y como excepcionalidad, lo fuera de la norma. Ambos siguen su camino, ella decidida a continuar la batalla en otro espacio público, el virtual, y él reafirmado en su machismo.
Circula en Internet un video que invierte los roles y muestra a un varón transitar su día bajo la mirada e insinuaciones de todas las mujeres con las que se cruza, como intento de concientizar a los hombres de lo que significa en términos de libertad e identidad ser materia de uso apropiada por desconocidos. La naturalización de los estereotipos y roles de género es un logro implacable del patriarcado, no invencible, como está demostrado por las luchas de mujeres de todo el mundo, pero sí muy difícil de combatir. Es por eso, que un varón piropeador cree no tener nada que ver con los feminicidios, dado que las redes que los conectan están invisibilizadas.
Una mujer de 30 años, el 3 de mayo de este año, fue violada en un colectivo, en Río de Janeiro. El atacante primero robó a quienes iban en el micro y luego colocó un arma en la boca de su víctima, la violó y bajó en la zona portuaria de la ciudad. No es la primera vez que sucede. Un mes antes, una turista estadounidense había sido violada en la zona de Copacabana, en una camioneta de transporte alternativo.
Es sabido que el lugar de mayor inseguridad para las mujeres es el ámbito privado; la mayor parte de los feminicidios son cometidos por parejas o personas cercanas a las víctimas. Sin embargo, es en el ámbito público, en la calle, el tren, el colectivo, en donde se comienza a gestar la apropiación del cuerpo de las mujeres por parte de los hombres. Se las condena a restringir sus espacios, momentos y modos de circulación para evitar el acoso. Entonces, el dominio del ámbito privado al que tradicionalmente se relegó a las mujeres es el espacio más inseguro y lo público se constituye en el lugar de amenaza para las mujeres, que más allá de la posibilidad de un robo, temen el correlato de la violación. Es una violencia que se gesta desde el día en que un varón le dice a una chica un simple “hola linda” y que implica el derecho que él cree tener a abordarla y a opinar sobre ella, sin que nadie se lo haya pedido.
Mariana Salomón vive en zona oeste y viaja desde siempre en el Sarmiento. Desde chica, hizo esfuerzos por invisibilizarse y comprimirse lo más posible ante los varones que se apoyaban en ella, en algunos casos, hasta con movimientos masturbatorios. Nunca pudo contestar, ni siquiera el día en que su abusador de turno, en el tumulto del pasillo del tren, le rompió el pantalón cuando la manoseaba. “Era de mala calidad, lo había pagado muy barato”; pensó humillada. Su prima fue asesinada por un compañero de trabajo, cuando intentaba defenderse de una violación. Hoy ella sabe que no es culpable del acoso callejero y que no es su ropa, su mirada, ni su forma de pararse la que lo provoca; sabe que es una problemática internacional que cuenta con activistas que lo denuncian e intentan combatir en todo el mundo. En el círculo de la violencia de género, las desigualdades generan violencia y la violencia se ejerce para perpetuar las desigualdades.
Atrévete o Hollaback es el nombre de un movimiento internacional que promueve la recuperación del espacio público, proclama el derecho a su uso libre de acoso y combate la aceptación cultural de cualquiera de sus formas. El movimiento surgió en Nueva York en el año 2005. En el subte, un hombre se masturbaba mirando a una mujer. Ella, ThaoNguyen, lejos de bajar la vista, le sacó una foto con su teléfono, con la que intentó, sin éxito, hacer la denuncia. Sin embargo, no se dio por vencida y subió la foto – y la denuncia – a un sitio de Internet desde el que se comenzó a multiplicar.
El mismo dispositivo – un teléfono celular con cámara de fotos incorporada – hizo posible individualizar al acosador del subte de Nueva York hace ocho años y habilita hoy a un varón a tomar fotos en los colectivos a chicas jóvenes que respondan a su patrón de belleza y subirlas a una página web, sin consentimiento. En ambos casos, y también en el de Monserrat Costa, el medio de difusión fue Internet. Queda claro que la tecnología, en sí misma, no es buena ni mala; es su uso el que la determina.
Además de abuso, violencia, humillación, gritos sordos, el eco devuelve la palabra denuncia. Por eso cabe la pregunta de cuál es el marco jurídico que podría encuadrar la situación. La Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer –conocida como Belém do Pará- definió, en 1994, como violencia contra la mujer a “cualquier acción o conducta, contra la mujer, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico, tanto en el ámbito público como en el privado”. En Argentina se sancionó en marzo del 2009 una ley que incorporó expresamente a la violencia simbólica como un tipo de violencia, la Ley 26485 de Protección Integral para prevenir, sancionar, y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrolle sus relaciones interpersonales. “El cuerpo de la mujer es un campo de batalla” dice Rita Segato. Para que deje de serlo, la batalla que hay que dar es cultural, tecnológica, política, jurídica, literaria, mediática, léxica; ya que se trata de subvertir el orden impuesto por siglos de dominación masculina por sobre más de la mitad de la población: las mujeres.
En Argentina, de todas las situaciones de violencia de género que podríamos incluir dentro del acoso (agresiones, manoseos, descalificaciones, etc) sólo es considerado delito el exhibicionismo. Según el artículo 129 del Código Penal, perteneciente a los “Delitos contra la integridad sexual”: “Será reprimido con multa de mil a quince mil pesos el que ejecutare o hiciese ejecutar por otros actos de exhibiciones obscenas expuestas a ser vistas involuntariamente por terceros; si los afectados fueren menores de dieciocho años la pena será de prisión de seis meses a cuatro años. Lo mismo valdrá, con independencia de la voluntad del afectado, cuando se tratare de un menor de trece años.”
En el ensayo “La argamasa jerárquica: violencia moral, reproducción del mundo y la eficacia simbólica del derecho”, la antropóloga Rita Segato señala la eficacia de la violencia moral en “los menores e imperceptibles gestos de las rutinas domésticas”. En sus propias palabras: “Los aspectos casi legítimos, casi morales y casi legales de la violencia psicológica son los que me parecen revestir el mayor interés, pues son ellos los que prestan la argamasa para la sustentación jerárquica del sistema”.