En una carta entregada este 17 de marzo
al embajador alterno de México ante Naciones Unidas, Juan Sandoval
Mendiola, la directora General de Comunicación e Información de la
Mujer AC (CIMAC), Lucía Lagunes, junto con demás organizaciones
feministas, entre las cuales se encuentran la Red Nacional de
Periodistas (México) y la Red Internacional de Periodistas con visión
de Género señalaron que Es inaceptable que la censura de género y el
autoritarismo intenten silenciar a la periodista Carmen Aristegui
Flores y a su equipo, quienes han dado voz a las mujeres y con su
periodismo, contribuyen a la democratización de los medios de
comunicación y de la sociedad mexicana. Democracia que hoy nuevamente
recibe un golpe, al silenciar una voz profesional, independiente y
crítica.
Tal posicionamiento es coherente con las previas mesas que se
han venido realizando en el marco de los 20 años de la Plataforma de
Acción de Beijing en Naciones Unidas en donde se lucha por la libertad
de expresión femenina y el que se aumente el número de las mujeres en
los espacios noticiosos que hasta el momento es tan solo del 24 por
ciento en el mundo según datos de Lucía Lagunes.
Siendo entre las principales exigencias que se impulse el
periodismo no sexista así como otorgar los recursos económicos para que
las periodistas puedan ejercer su profesión en condiciones de seguridad
a niveles locales e internacionales.
Siguiendo el caso de la periodista Carmen Aristegui quien
transmitió por última vez su programa de noticias el 13 de marzo en MVS
radio y a quien el compromiso informativo, la profesionalidad y la
empatía social conducen en su accionar periodístico es fundamental
mencionar que sin figuras como ella junto con su equipo que buscan
generar un espacio de periodismo de investigación no se conocerían
casos como el de la compra de la llamada Casa Blanca por parte de la
Primera Dama en donde se han visto involucrados conflictos de interés
por comprar la casa a través de un contratista que hace negocios con el
gobierno federal.
Si en la palabra está nuestra memoria es fundamental que participemos
en contra del cese de una periodista comprometida como lo es Carmen
Aristegui pues es a partir de la recuperación de la palabra que se
construirán los andamios de una sociedad más plural.
“Ustedes
son lo mejor que nos ha pasado. Están re-buenas… todas…para cuidar
niños, para atender la casa, para cuando llega uno, y a ver m’hijito, las pantuflitas”: Francisco Vega de Lamadrid, gobernador de Baja California, 2015.
"Es Eva, la tentadora, de quien debemos cuidarnos en toda mujer...
No alcanzo a ver qué utilidad puede servir la mujer para el hombre, si
se excluye la función de concebir niños”: San Agustín de Hipona,
354-430.
"Tengan sus hijos y hagan como puedan; si mueren, benditas sean,
porque seguramente mueren en medio de una noble labor y de acuerdo a la
voluntad de Dios... Así ven ustedes cómo son débiles y poco saludables
las mujeres estériles; aquéllas bendecidas con muchos niños son más
saludables, limpias y alegres. Pero si eventualmente se agotan y
mueren, no importa. Que mueran dando a luz, que para eso están”: Martín
Lutero 1483-1546.
“El 75% de los mexicanos ya tienen lavadora, y no precisamente de dos patas”: Vicente Fox, ex presidente de México 2006.
“Las leyes son como las mujeres, se hicieron para violarlas”: Alejandro García Ruiz, ex diputado local Chiapas 2014.
“Guía de la buena esposa”. España franquista.
¿Cómo se construyen las ideas de “virilidad”? ¿Y las de
“femineidad”? Esas construcciones culturales que asignan a cada sexo
modos de ser, oficios, demandas, exigencias. Cantidad de cargas
simbólicas. ¿Qué pertenece a la naturaleza y qué a la cultura? Es
evidente que ser mujer no tiene los mismos significados en México que
en Suecia, que en Nueva Zelanda, que en un estado islámico. ¿Cómo
sucede que la diferencia sexual se traduzca en desigualdad? ¿Cómo se
trabajan esas condiciones de desigualdad para que hombres y mujeres
podamos tener acceso a un trato respetuoso y justo en el reconocimiento
y el respeto de nuestras diferencias? ¿Es cierto –como se lee con
frecuencia en los alrededores del 8 de marzo- que las mujeres ya no
tenemos razón alguna para reunirnos con el objetivo –también- de
avanzar causas concretas que nos conciernen? ¿Es cierto que ya no hay
nada más que analizar, reflexionar, trabajar?
¿Es cierto que ya no tenemos nada más que avanzar ni que lograr? ¿Es
cierto que dado que en algunos medios las mujeres vivimos nuestro
derecho a la educación, al trabajo, a la independencia, a tomar
nuestras propias decisiones, eso significa que esas condiciones
–privilegiadas- existen para todas? Y aún en esos medios –no tan vastos
en un país con las profundas desigualdades que prevalecen en el
nuestro-. ¿Es cierto que somos mujeres que nunca nos hemos sentido
discriminadas, maltratadas, o violentadas de manera muy específica por
ser mujeres?
Nadie por supuesto está obligada/o a reconocerse como feminista;
nadie tampoco tiene la obligación de coincidir ni con este “ismo”, ni
con ningún otro. Es más, miles de mujeres han participado activamente
en la transformación de sus circunstancias de vida, y por lo tanto de
las circunstancias de vida de sus familias y sus comunidades, sin jamás
elegir nombrarse “feministas”. Lo que me parece un poco extravagante,
es afirmar que las mujeres no tenemos nada más por reivindicar porque
ya todo está dado. La tendencia a convertir los tan diversos –y sí-
transformadores feminismos en una caricatura, es una actitud de
descalificación por la vía más fácil de un movimiento internacional y
amplísimo que ha aportado a la sociedad reflexiones y cambios que eran
indispensables. Y que continúa y continuará haciéndolo.
¿Alguien hoy cuestionaría el derecho de las mujeres a votar? Lo
damos por hecho. Es lo menos que nos corresponde, ¿no es cierto? ¿A
quién se le podría ocurrir algo distinto? Pero ni uno sólo de los
avances de las causas que atañen a las mujeres ha sido graciosa y
“galante” concesión. El primer congreso feminista mexicano tuvo lugar
en Yucatán en 1916. El sufragio femenino en México fue un hecho en
1953. Quienes avanzaron el largo debate por el derecho al voto fueron
–sobre todo- mujeres.
En cuanto al ¿inalienable? derecho “a ser votadas”, historias
recientes como la de Eufrosina Cruz Mendoza (indígena zapoteca,
activista) nos prueban que en México el derecho a ser votadas puede ser
obstaculizado de muy ruda manera, con todas las baterías de la más
recalcitrante misoginia. ¿Y los partidos repartiendo candidaturas
(para cumplir sus cuotas de género) justo allí donde están seguros de
no ganar? ¿Y las denigrantes historias de “Juanitas”, tan acomedidas y
tan cómplices? Y los comentarios: “¿Querían mujeres en el Congreso?
Allí tienen a la nula, corrupta, vaga, vende patrias… de su diputada”.
¿Alguna vez han escuchado que un diputado “nulo, corrupto, vago y vende
patrias”, sea cuestionado en sus neuronas, su capacidad de trabajo o
sus vendimias porque es hombre? Y segurito que con estas
características debe de haber más de dos.
Las virulentas reacciones contra el sufragismo y sus argumentos me
parecen una manera interesante de analizar lo que ocurre hoy en las
instancias de gobierno, incluidas –y es terrible- en las responsables
de impartir justicia. Así como los discursos que se manejan –más o
menos velados- en amplísimos sectores de la sociedad mexicana. En su
momento, las sufragistas tuvieron que luchar contra caricaturas muy
parecidas a las que descalifican a los feminismos ahora. Casi palabra
por palabra. El sufragismo constituía una “amenaza” para el orden
social con su afán de “destruir” lugares asignados por la
incuestionable “biología”. Si las mujeres votaban segurito que perdían
“su femineidad”. El voto “masculiniza”, ¿alguien ve la relación? Ya
estaríamos todas bigotonas. Si los hombres les permitían votar,
segurito que ellos perdían su “virilidad”.
Votar significaba anular las diferencias sexuales entre una mujer y
su marido, confundir los espacios masculinos de lo público con los
espacios femeninos de lo privado. Confundir a las mujeres con temas y
decisiones que no correspondían a su delicadeza, y a sus limitaciones,
tan párvulas y graciosas. Descuidar al hogar y a los hijos. Votar podía
ser –puesto que mezclaba los espacios y “relajaba” las costumbres- un
paso hacia la infidelidad, las conductas ninfómanas, hacia el
“libertinaje” consecuencia irremediable de “ofrecerles” libertad a
seres pusilánimes que no saben qué hacer con ella. Lo más progre: “el
voto femenino lo van a decidir los curas”. Había algo en las (rígidas)
identidades construidas en el masculino/femenino de la época que se
quebraba para siempre si las mujeres votaban. En fin, eso decían.
Recorrido histórico: la lucha por los derechos de las mujeres.
Y la valiente batalla de Eufrosina Cruz.
En 2008 Eufrosina Cruz Mendoza, originaria del municipio de Santa
María Quiegolani en el estado de Oaxaca, exigió su derecho a ser
candidata a presidenta municipal de su comunidad, derecho que le fue
negado.
Reducir los feminismos (sin siquiera tomarse la gentil molestia de
saber de qué se tratan) a las militancias de “el odio a los hombres”,
“la envidia del pene” (y miren que soy fan del psicoanálisis), el deseo
de “dominar y controlar al sexo masculino”, “la avanzada de una bola
de mujeres viscerales y furiosas”, “las castradoras” (ustedes
disculpen, horrible palabra), “la negación de la ‘femineidad’”, “el
movimiento de las mal-cogidas” (ustedes disculpen, horrible expresión)
que lo único que necesitan para “calmarse” es un “verdadero hombre”, me
parece una dificultad (o incapacidad, de plano) para imaginar modos de
relación, vínculos humanos que no estén inscritos en la voluntad de
dominio. Como si tanto esfuerzo sólo se tratara de “voltear la
tortilla”. O domino, o me dominan.
Como una dificultad para imaginar modos de convivencia que no estén
inscritos en la lógica del “chingón”/”la chingona”. Siempre se “chinga”
a alguien/o algo, el “chingón”. O “chinga”, o “se lo chingan”, ¿acaso
la equidad y la negociación de lo que es justo resultaría impensable?
Ese sustantivo “chingón” y el verbo que se deriva de él, tan inscritos
en la rivalidad y en la necesidad –consciente o no- de denigrar al
otro, se utilizan en México como un halago. Como un verbo triunfante.
La “chingonería” es la reivindicación de la lógica de la voluntad de
dominio. ¿Por qué imaginar que lo único que las mujeres queremos es
“chingarnos” a los hombres? (¡Esta es la nuestra! ¡Duro contra ellos!)
como en esas canciones espeluznantes que canta Paquita la del Barrio, a
la que he escuchado catalogada como “feminista”? ¡Auch! Eso no se llama
feminismo, creo que más bien se llama hembrismo. Lo que deseamos, nos
conviene a todos: Relaciones equitativas. Minimizar los feminismos
definiéndolos como el deseo loco y sin freno de “convertir a los
hombres en seres sumisos para dominarlos”, me parece el equivalente a
afirmar que en la izquierda (y no me refiero a la izquierda de los
partidos en México hoy, sino a toda una tradición de pensamiento,
convicciones, activismo y acción, plagada de errores, como todo –su
historia es amplísima y muy larga- pero también de logros
fundamentales), son una bola de resentidos, violentos, oportunistas,
cuya única finalidad es convertirse en “patrones”.
Si siguiéramos esta manera reduccionista de pensar el orden social,
que aliena la experiencia humana en un continuo ejercicio de la
voluntad de dominio, los ecologistas –por ejemplo- lo único que
querrían sería defender los bosques, para apropiárselos. Quienes
trabajan –entonces- en el apoyo a migrantes no es que defiendan los más
elementales derechos humanos, sino que seguro maquinan cómo reclutarlos
en masa para explotarlos en sembradíos y fábricas clandestinas.
Que el abuso de poder exista en todo colectivo humano (la familia,
para comenzar con lo inmediato) no significa que sea el anhelo de
abusar lo que define ni el pensamiento, ni el trabajo de gran parte de
los movimientos o colectivos que defienden los derechos de las personas
a vivir en circunstancias justas y en una relación con la naturaleza
que se intente armoniosa. Necesitamos imaginar un mundo distinto, en
donde seamos capaces de tejer vínculos más equitativos y más justos.
¿Existen mujeres androfóbicas en los movimientos de mujeres? Es muy
probable que sí, ¿por qué no existirían allí como en todos lados?
También me las he encontrado en las universidades, los trabajos, la
parroquia a la que asistía cuando era religiosa, los salones de belleza
y mis clases de yoga. También en todos esos lugares una se tropieza con
mujeres misóginas. ¿Y luego?
El trabajo de las/los historiadoras/es feministas.
Los feminismos participan de este anhelo de justicia, es uno de sus
motores principales: Sin las/los compañeras/os que trabajan contra la
violencia –por ejemplo- es un hecho rotundo que la palabra
“feminicidio” no existiría, ni las leyes contra la discriminación y la
violencia hacia las mujeres, ni los centros de atención a mujeres
maltratadas, ni los refugios para mujeres en situación de violencia y
sus hijos. Las cifras que denuncian las realidades del feminicidio
tampoco existirían. Porque cada una de esas niñas, adolescentes y
mujeres desaparecidas y asesinadas flotaría en esa insoportable tierra
de nadie de la doble desaparición: la que les infligieron sus
secuestradores y asesinos, y las que les inflige el Estado. Como sucede
todos los días.
A pesar de la intensidad de las luchas.
Soy feminista y no creo que deje nunca de serlo. Primero, por la
enorme gratitud que guardo hacia las distintas olas y corrientes
feministas y a las decenas de miles de mujeres que se empeñaron –contra
todo- en la batalla por nuestros derechos más elementales. Con qué
naturalidad vivimos –desde ciertos medios- nuestros relativamente
recientes derechos. Pero millones de mexicanas no tienen acceso a esos
mismos “derechos”. Me dirán que millones de mexicanos tampoco, y es
cierto, los feminismos no excluyen ninguna otra forma de activismo, lo
que está comprobado, es que el ser humano más pobre, más violentado y
marginado en el más pobre de los municipios más violentados y
marginados, es una niña, una adolescente o una mujer. Segundo: Soy
feminista porque aunque mi anhelo sea tan distinto a la realidad que
constatamos todos los días, no creo que me alcance la vida para
encontrar ese punto en el que los feminismos me parezcan innecesarios.
Los feminismos (las mujeres y los hombres que los construyen)
recuperan y guardan la memoria de las mujeres. Sus escritos. La
participación femenina –silenciada- en los momentos históricos más
importantes. Recuperan el pensamiento femenino que ha atravesado los
siglos. La literatura, el arte creados por mujeres. La presencia
femenina en los distintos espacios. Las asociaciones que integran los
feminismos ofrecen talleres de sexualidad, acompañan a las mujeres
violadas, demandan guarderías. Recuperan liderazgos históricos y
promueven la formación de nuevos liderazgos. Participan en la
reivindicación de derechos laborales. Inciden en los cambios en la ley
y en las maneras de impartir justicia. Trabajan por el derecho de las
mujeres a decidir sobre su cuerpo, y a elegir libremente si quieren o
no ser madres, y de cuántos hijos/as quieren y pueden ser madres.
Reivindican la valorización social del trabajo doméstico -negado,
oculto- y la urgencia de compartirlo. Trabajan para apoyar la creación
de ciudadanía y los procesos de toma de conciencia de otras mujeres,
procesos de aprendizaje que siempre son de ida y vuelta, por supuesto.
Los feminismos analizan desde el activismo y desde la academia las
razones y sinrazones que han contribuido a las desigualdades entre los
sexos, desigualdad atravesada por otras desigualdades: raciales,
étnicas, de clase. Los feminismos defienden la libertad de cada ser
humano de amar y desear a quien ame y desee en el contexto de las
relaciones consensuadas. Los feminismos cuestionan– como la gota que
horada la piedra- los estereotipos que nos restringen a hombres y
mujeres como en camisa de fuerza.
No descalifiquemos a ciegas. No caricaturicemos sin asomarnos
tantito a los contenidos de una palabra que a veces se agita como un
espantajo. El feminismo no es el equivalente del machismo. Y escribo lo
anterior, no porque las feministas seamos seres frágiles y de
pielecitas muy delicadas (lo que también seguro somos a nuestras horas,
como todo el mundo) y me inquiete muchísimo proteger nuestros
ombliguitos, sino porque ridiculizar y reducir a los feminismos, es
hacerle el caldo gordo a quienes creen, defienden e imponen una lógica
de poder nutrida en el abuso y la legendaria “supremacía del más
fuerte”. ¿Hacia adentro de los feminismos también se dan estas lógicas
de poder de tradición tan masculina y allí la ejercen mujeres? Sin
duda, y hay que cuestionarlos y erradicarlos. Pero está claro que los
feminismos no son espacios de carmelitas descalzas, y hasta en ellos
–seguro- se cuecen habas.
Los feminismos no “excluyen a los hombres”, construyen con ellos y
cuando es necesario, a pesar de ellos. Pero los feminismos construidos
–sobre todo- por mujeres también trabajan e imaginan el futuro, a pesar
de cantidades de mujeres capaces de defender hasta la ignominia el
estatus de subalternas. La posición de ciudadanas de segunda. La
negación de los derechos más elementales: “Si le desaparecieron a su
hija fue porque usted no supo ser una buena madre, ¿por qué no la cuidó
señora?”, “si mi hijo corrige a mi nuera/nieta será porque se lo
merece”. “Regrésate con tu marido que a nuestra familia no la deshonra
una divorciada”. “Para qué quieren anticonceptivos, mejor que dejen de
andar de zorras”.
La misoginia no es –sólo- un asunto de cuerpos (hombre/mujer),
aunque se trata muchísimo de la manera en la que se aprehende,
interpreta y jerarquiza la diferencia entre los cuerpos.
La diferencia sexual.
Mapas mentales a transformar.
No, los feminismos no son discursos rudimentarios, ni acciones
viscerales y a rajatabla. Son reflexiones, acciones cotidianas,
debates, negociaciones, esfuerzos articulados por proponer y llevar a
la realidad maneras más justas de vivir para todas/os dentro de una
ética de la igualdad en las diferencias.
Y del inalienable derecho a la integridad física y emocional, a la dignidad y a la vida.
Nueva
York, 16 mar. 15. AmecoPress.- Funcionarias y organizaciones civiles
llegaron a Nueva York con el ánimo de evaluar y celebrar los 20 años de
la Plataforma de Acción de Beijing. Me explico: una reunión especial en
la ONU del 9 al 19 de marzo, para ver si hubo adelantos en la igualdad
de mujeres y hombres; si las políticas de los gobiernos propiciaron
esos adelantos o hicieron lo que les correspondía. Si por fin podríamos
hablar de cambios culturales o perspectivas claras para acabar con la
discriminación y los prejuicios; si se invirtió en empoderar económica
y socialmente a las mujeres.
A la gran
manzana se llegó con el ánimo de celebrar. Inocentemente me imaginé que
vendrían algunos jefes o jefas de Estado; pensé en actividades
colectivas y bien organizadas, incluso para la denuncia o la protesta.
Lamentablemente nada de eso ha sucedido. Las delegaciones de alto
nivel, de los ejecutivos o las cancillerías, los ministerios de la
mujer son muy importantes, pero esta vez han estado dispersos.
Pensé que en
el pleno, ahí donde hablan los representantes de los países, se haría
una evaluación, una rendición de cuentas. Pero nadie ha podido hacer
eso, el tiempo para hablar ha sido de 8 o 9 minutos acotados, las
palabras interrumpidas y las sesiones de larga duración como para
dormirse. Tampoco el formato de esos discursos ha permitido el debate.
Creí que sí
habría discusiones para ver si avanzamos en asuntos fundamentales como
la vida de las mujeres, la mitad de la población; sobre la salud ligada
a su condición femenina; si ahora podríamos celebrar que nuestro
trabajo aporta al capital, con claridad, mucho más de lo imaginado,
considerando que en 20 años se han afinado los mecanismos de medición
de esas contribuciones.
Por ejemplo en
México el trabajo de las mujeres aporta el 21 por ciento del Producto
Interno Bruto (PIB). No hablo del trabajo en la fábrica o en el campo,
sino del trabajo que realizan las mujeres para las y los otros hoy
llamado “del cuidado” para la ancianidad, niñez y familia, supliendo
con amplitud las obligaciones de los gobiernos. En fin, creí que el
interés de muchos grupos de mujeres por venir, tenía que ver,
realmente, con una gran jornada de reflexión y evaluación.
Nada de eso.
Es posible que quienes están en mesas redondas, foros, con sus
trabajos, están haciendo evaluaciones, pero particulares o parciales.
Como la mesa que organizó el Gobierno mexicano para contarle al mundo
que somos vanguardia en la cuestión de los presupuestos con perspectiva
de género, es decir, considerando recursos para programas destinados
con toda racionalidad para estimular el progreso, la salud, las
capacidades o el desarrollo político, social o cultural de las mujeres.
Yo creo que
ese es un gran avance. Sin duda. Pero en esta reunión eso es un lujo
que no tiene impacto en un modelo de discusión donde este tipo de
experiencia pudiera valorarse, porque toda la metodología y las
participaciones han generado un proceso atomizado. Hay que decidir a
qué mesa, grupo, presentación o reunión se va, y si es de interés
particular, pero esto no es una asamblea de las Naciones Unidas. Es un
gran foro, donde se oye o ve lo que se quiere, avances y emociones
frescas o quejas y peticiones.
Las mujeres
viven violentadas en todo el mundo y es el gran pendiente. Es una
cuestión que requiere medidas muy serias y aterrizajes en políticas muy
profundas, además de un análisis a la luz de la crisis de un sistema
que todo lo resuelve con el uso del poder. No hay una discusión al
respecto, como debería hacerse.
Tampoco entre
las feministas que llegaron aquí, también, sin un horizonte más allá de
qué decir y sostener para que se las vea, se las considere, se las
financie, o se las tome en cuenta. Como a muchos gobiernos, que se les
reconozca como las manos ejecutoras de los adelantos, en parte con
cierta realidad. Pero tampoco nada trascendente en esta reunión.
En sentido
contrario, tampoco se evalúa que significaron para las mujeres las
guerras sucesivas en las últimas dos décadas, ni el crecimiento de las
tendencias fundamentalistas y religiosas, los atrasos culturales, la
falta de movilización de las mujeres, el efecto concreto de la pobreza
y la desigualdad; la impunidad sobre la violencia contra las mujeres en
países llamados democráticos, etcétera. La tibia declaración política
hecha en el secretariado general.
No hubo forma
hasta hoy de valorar aportes o atrasos. De México, por ejemplo, las
mujeres organizadas, están más apuradas por establecer una relación con
el gobierno, que para ofrecer una evaluación. La Plataforma de Acción
hizo en 1995 recomendaciones para la sociedad civil y para el sector
empresarial. Hubiera sido interesantísimo conocer qué han hecho las
empresas globales con los derechos laborales, sociales y reproductivos
de las mujeres.
Nada de eso.
Sólo escuché, y más bien tímidamente, reclamos al gobierno, o sea, una
visión patriarcal que responsabiliza únicamente a individuos ejecutivos
o individuas sin analizar el contexto, con una mirada estrecha. Por
ejemplo en el tema sustantivo de lo que reproducen y difunden los
medios de comunicación. Me hubiera encantado un análisis del efecto de
los medios en la vida de las mujeres.
En el informe
resumido de México (solo 31 cuartillas), el capítulo más pobre es el de
los medios de comunicación, entre otras cosas porque no hay estudios de
audiencias ni mediciones serias; y por otro lado tampoco se caracterizó
la evolución de la tenencia de los medios, los grupos que los detentan;
el capital que mueven, sus relaciones históricas con los distintos
poderes.
Nada de eso.
Sólo se analizó por encimita si las mujeres los dirigen o no, y sin
análisis, se habla de las y los periodistas que en México son afectados
y hasta asesinados para limitarles su derecho a la libre expresión. En
pocas líneas podría haberse planteado esta connivencia del poder
patriarcal y los medios.
En fin, lo de
la salud desde las ONG también, sus indicadores son los datos
publicados por los medios. Es decir pobreza de discusión y análisis por
todas partes, y tampoco he visto, hasta ahora, coraje, dedicación,
fortaleza para mostrar la condición social de las mujeres, 20 años
después, desde el inicio de un largo camino para cerrar brechas, en lo
económico, social y político entre hombres y mujeres.
No sé porque
fue así. No entiendo. Estuve indagando si en alguna parte de la ONU me
informaban qué se hará con las propuestas, exposiciones, discusiones,
opiniones y mesas redondas. Me parece que no se sistematizará, al menos
lo que aquí ha sucedido durante 5 días.
Veremos si las reuniones técnicas sí tienen algún fin.
Los adelantos
y los pendientes se tendrán que ir indagando. Pienso que el formato que
se implementó para atomizar los contenidos en esta reunión que
terminará el próximo jueves, no ha sido inocente. Es probable que la
evaluación sea esa: no discutir, porque finalmente el asunto de las
mujeres no importa a quienes detentan el poder en todas partes, salvo
que somos nosotras/ellas necesarias para mantener al sistema,
fundamentales para sostener la producción y contener a la sociedad. El
pilar de la familia, como se repite en los discursos. Pero ya no
podemos esperar.
Ex guerrillera relata parte de su lucha en demanda de justicia
Luz
María Aguilar Terrés, integrante del grupo “Los Guajiros” de la
guerrillera Liga Comunista 23 de Septiembre (LC-23), interrumpió parte
de su vida cuando la Policía Federal irrumpió en su casa en enero de
1972 para buscarla.
El terror al que fue sometida su familia los supo mucho tiempo después
cuando dejó de ser perseguida política, y pudo volver a su casa.
Aguilar Terrés es una de las mexicanas que participó activamente en la
guerrilla mexicana; de las pocas mujeres que sobrevivió a la Guerra
Sucia –periodo de represión militar y política que emprendió el Estado
mexicano contra los movimientos opositores que surgieron durante los
años 60 y 70– y de las personas que sigue exigiendo justicia por los
crímenes del pasado.
Para que no se perdiera su historia y la de sus compañeras (muchas de
ellas caídas o desaparecidas), “Ana” –seudónimo adoptado en los días de
lucha clandestina– recopiló testimonios y textos que dan cuenta de la
participación femenina en los movimientos armados socialistas, y que
cobran vida en “Guerrilleras”, libro de reciente publicación.
Una pequeña parte de la historia de Aguilar Terrés está en el libro, la
otra la cuenta a Cimacnoticias esta “romántica revolucionaria”, como
ella misma se define.
Luz
María comenzó a involucrarse en los movimientos socialistas siendo
estudiante en una de las preparatorias de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM). Durante el movimiento estudiantil de 1968
fue brigadista y representante ante el Comité de Lucha.
“El movimiento del 68 fue una escuela de aprendizaje porque nos
encontramos varias y varios compañeros que teníamos familias con esa
misma ideología, además de las brigadas mediante las que informábamos
al pueblo de lo que estaba pasando, formábamos círculos de estudio;
cuando te sientes parte de un movimiento te cambia por completo la
forma de ver el mundo”, recuerda.
Al comenzar su militancia política, ella vivía convencida de que “el
movimiento obrero iba a cambiar el mundo”, por lo que participó
activamente en la redacción de un periódico independiente en el que se
explicaban conceptos marxistas como “plusvalía” o “enajenación”.
“Íbamos a las fábricas y esperábamos la hora de la comida de los
obreros, les repartíamos el volante y platicábamos con ellos, logramos
formar una o dos células de simpatizantes”, relata Luz María.
En esos años conoció a su pareja sentimental y padre de sus hijos, a
quien por muchos años identificó únicamente como “Raúl”, pues debido a
las medidas de seguridad impuestas no era posible identificarse con los
nombres verdaderos.
A los 18 años de edad, ella ya tenía en claro que su vida la dedicaría
a combatir las injusticias del sistema y a relacionarse con los
movimientos sociales. Esa convicción la llevó a estudiar por las
mañanas Economía en Ciudad Universitaria.
“Me casé cuando entré a la universidad; mi esposo tenía los mismos
ideales que yo y nos acompañábamos en los movimientos. Por la mañana
estudiaba y las tardes las dedicaba a la agitación política, vivíamos
en casas de seguridad cuando nos integramos al Frente Urbano Zapatista
(FUZ), donde aprendí a usar armas de fuego”, rememora.
Para 1971, Luz María y su pareja se integraron al movimiento “Los
Guajiros” de la LC-23, guerrilla del estado de Chihuahua encabezada por
Diego Lucero Martínez.
Al igual que el resto de sus compañeros, Luz y su pareja dormían en
catres de lona, y compartían las escasas sillas y los alimentos.
Ese año, ella y sus compañeros planeaban el siguiente movimiento en
Chihuahua, donde simultáneamente asaltarían tres bancos con el objetivo
de conseguir dinero para el movimiento.
En tanto, la joven militante esperaba el nacimiento de su hija, que
ocurrió en diciembre de 1971, sólo un mes antes de que Diego Lucero
fuera ejecutado extrajudicialmente.
ENERO DE 1972: TRIPLE ASALTO
El 15 de enero de 1972, “Los Guajiros” asaltaron tres bancos de la
ciudad de Chihuahua. En la acción perdieron la vida Avelina Gallegos,
“Natalia”, y Mario Pérez, “Oscar”.
Diego Lucero, Asunción Carrillo, “Ramiro”, y Juan Gilberto Flores,
“Gaspar”, lograron escapar, pero fueron detenidos y posteriormente
asesinados por órdenes el entonces gobernador, Óscar Flores Sánchez.
Luz María se enteró de lo sucedido en Chihuahua siguiendo las noticias.
“Mi pareja iba a ir al triple asalto de Chihuahua, pero le dijeron que
no porque yo estaba recién parida, así que nos quedamos con la misión
de vigilar las casas de seguridad.
“Como medida de seguridad establecimos –antes de la acción– que si
capturaban a alguien, se tenía que aguantar al menos 24 horas para
poder sacar las cosas de las casas de seguridad y poder huir; yo en esa
entonces vivía en casa de mis padres porque acababa de nacer mi hija.
“Cuando nos enteramos de lo sucedido, salimos de la casa con lo que
pudimos cargar; yo dejé a mi hija (en el hogar paterno) mientras
llevaba las cosas a otro lugar, pero ya no me dio tiempo de volver por
ella; los abogados nos aconsejaron que no volviéramos.
“En su ropa, Avelina tenía la nota de una tintorería; así ubicaron las
casas de seguridad y empezó la persecución; a mi casa llegaron los
(policías) federales, espantaron a mi familia y revolvieron todo lo que
estaba adentro de mi casa.
“Fuimos perseguidos (ella y su esposo) e íbamos de una casa a otra;
vendimos libros para poder sobrevivir. Un día fui a buscar a mi hermana
pequeña a la salida de la secundaria; la pobre temblaba cuando me vio,
pero así fue cómo pude contactar a mi familia y acordar que ella me
llevaría a mi hija”.
Por varios meses no pudieron establecerse en un lugar fijo, les tomó
años reconstruir su vida y dejar de ser personas “non gratas” para el
gobierno.
A sus más de 65 años de edad, Luz María sigue convencida de que un
cambio social es posible, y por ello se empeña en rescatar la historia
del pasado para exigir un cambio en el presente.
"La
falta de acceso de las mujeres a la generación de contenidos y a la
toma de decisiones en los medios, la difusión de contenidos
estereotipados y cierto analfabetismo digital siguen predominando
fuertemente en la región"
Buenos
Aires, 03 mar. 15. AmecoPress/SEMlac.- Pasaron 20 años de la
Declaración y Plataforma de Beijing, un plan que trazó compromisos
sobre 12 esferas de especial preocupación en las vidas de las mujeres,
entre ellas la Plataforma J sobre Mujer y los medios de difusión.
Allí
se propuso "aumentar la participación y el acceso de las mujeres a
expresarse y tomar decisiones en y a través de los medios y las nuevas
tecnologías de la comunicación" y "promover en los medios una imagen
balanceada y libre de estereotipos de la mujer".
Después de todo ese tiempo, las mujeres sí están en los medios. Pero, ¿con ser mujer y estar en los medios, alcanza?
No, no basta
con "estar". Sucede que los objetivos estratégicos de la Plataforma J
están formulados desde un "feminismo liberal, que implica sumar mujeres
a espacios donde no están de modo igualitario al de los varones",
refirió la reconocida docente e investigadora, Claudia Laudano.
La Plataforma
J posee postulados muy generales para poder evaluar cambios en las
distintas áreas y las dimensiones que implica, continuó Laudazo.
"Si bien puede
evaluarse satisfactoriamente el querer equiparar a las mujeres, existe
una distancia inconmensurable entre plantear que las mujeres se
expresen a través de los diferentes medios existentes en la actualidad
a tomar decisiones en ellos", agregó.
"Además, los
estudios académicos específicos que existen son parciales, sobre todo a
nivel de la ’toma de decisiones’ por parte de mujeres en medios
tradicionales. Porque esto no garantiza una perspectiva de género en el
enfoque de los contenidos".
Según señala
el Documento Regional de la Sociedad Civil Beijing+20 sobre América
Latina y el Caribe, de febrero último, la Plataforma J es la menos
atendida por los gobiernos y la que acumula más deudas pendientes.
"La falta de
acceso de las mujeres a la generación de contenidos y a la toma de
decisiones en los medios, la difusión de contenidos estereotipados y
cierto analfabetismo digital siguen predominando fuertemente en la
región", apunta el informe.
Remarca,
además, que algunos países han avanzado en leyes por la igualdad, pero
"no ocurre lo mismo en acciones o políticas públicas destinadas a
incorporar a personas con formación en género en las áreas de decisión
y/o de producción de contenidos (…) en la pirámide de las empresas y
medios de comunicación, son mayoritariamente varones quienes deciden
qué se publica o difunde y cómo".
Dos décadas
son suficientes para hacer un balance e interrogar qué tan lejos se
está de aquel "periodismo de decoración", como definió a las
periodistas de TV, hace más de 10 años, la comunicóloga Adriana Amado
Suárez, en su libro La Mujer del medio.
Por entonces,
muchas de esas periodistas comentaban el precio de la canasta familiar
o asentían con gestos cada vez que su compañero comentaba sobre
política o economía.
El informe de
la CEPAL indica que, actualmente, la conducción de los noticieros
televisivos es compartida por hombres y mujeres y "ya no solo los
varones toman los temas considerados relevantes, como economía o
política partidaria".
Pero, se
observa que las conductoras no poseen formación en género y así, por
ejemplo, los temas de violencia de género no son tratados
adecuadamente.
En cuanto a
presencia de mujeres en coberturas sobre crímenes o violencia,
Argentina presenta el índice regional más alto del informe de
Asociación Mundial para la Comunicación Cristiana (WACC, por sus siglas
en inglés).
Ellas
representan en Latinoamérica el 24 por ciento y en las noticias
argentinas el 37 por ciento, lo que puede ser un indicador de la
presencia en la agenda mediática de las violencias de género.
Pero la
presencia del tema no garantiza un correcto encuadre, ya que el primer
monitoreo sobre violencia de género en televisión del Observatorio de
la Discriminación en Radio y Televisión concluyó que los noticieros
argentinos "tienen en agenda la violencia de género, pero no la
posicionan como un problema social, la consulta a fuentes
especializadas es escasa, la mayoría de las noticias carecen de un
enfoque de género y de derechos humanos y tienden a justificar el
maltrato y al agresor".
En cuanto a
las nuevas tecnologías de comunicación, también se presentan como un
norte de oportunidades y desafíos. Laudano explicó que, con el
desarrollo vertiginoso de las nuevas plataformas comunicacionales,
"distintos sectores del movimiento de mujeres, así como mujeres muy
diferentes, de modo individual o grupal, han generado una apropiación
interesante de estas nuevas TICs, con las cuales producen, circulan y
reproducen información variada y de forma creativa para sus propios
intereses".
Pero ¿qué
tanto pusieron los gobiernos para hacer de las nuevas tecnologías una
herramienta democrática? Según la CEPAL, puede aseverarse que para los
gobiernos no es prioritario fomentar su uso efectivo.
"Los programas
de formación y capacitación en tecnologías de la información y la
comunicación son muy recientes en todos los países, existen pocos datos
sobre la participación de mujeres y niñas en ellos y hay pocos estudios
y evaluaciones sobre sus resultados", señala CEPAL.
Hay algunos
esfuerzos en capacitación de mujeres adultas realizados por
organizaciones de la sociedad civil, a la vez que en los últimos años
en Argentina, Bolivia y Venezuela se han aprobado leyes de protección
integral contra la violencia de segunda generación que incluyen las
figuras jurídicas de violencia simbólica y violencia mediática.
Juventud-belleza-delgadez
En cuanto al
objetivo de "promover en los medios una imagen balanceada y libre de
estereotipos de la mujer", se puede afirmar que la cultura/industria de
los medios sigue fomentando la tríada: juventud-belleza-delgadez.
Dentro de los medios, la publicidad potencia los estereotipos que se
reproducen en consenso con las audiencias.
En las
publicidades, quienes compran jabones para lavar son mujeres, las
menstruaciones logran en las mujeres reacciones similares a las de
Linda Blair en El exorcista. Pero también se observan publicidades que
muestran a padres ocupándose de los pañales y mujeres ejecutivas que
parecen dueñas del universo, y esto último también es un estereotipo
para evaluar.
"Los estudios
académicos sobre la producción discursiva respecto de las mujeres y lo
femenino son parciales (limitados a algunos casos) y, en general, no
pueden dar cuenta de manera global de los cambios ocurridos en 20 años,
ni siquiera en el ámbito acotado de las publicidades. Este es un sector
especial, porque desde el interés del lucro muchas veces incorpora
cambios significativos en la vida de las mujeres y promueve incluso
productos que ayudarían a tales transformaciones", reflexionó Laudano.
Sin embargo,
la investigadora observa que hubo un crecimiento en el sector
publicitario, "una ampliación del espectro de imágenes de mujeres que
se muestran en las últimas décadas", a la vez que advierte un
incremento en "la exhibición de imágenes erotizadas de mujeres, jóvenes
y niñas. Es decir, que, el imaginario (hetero)sexual se ha movido, con
mayor rango de registros, aunque algunos de ellos sobredimensionen los
aspectos del cuerpo y el erotismo".
En este
contexto, el Estado argentino creó espacios institucionales donde se
puede reaclamar contra mensajes estereotipados. Así, por ejemplo, el
Observatorio de la Discriminación en Radio y Televisión recibió solo en
el primer semestre del año pasado 240 reclamos por parte de la
ciudadanía con resultados concretos.
Sin embargo,
Laudano observa que frente a otros reclamos reiterados hechos a
empresarios consagrados de las industrias audiovisuales, no ha ocurrido
nada y no se sabe por qué.
La
investigadora también propone observar la producción por parte del
Estado, que "facilitaría figuraciones nuevas para el imaginario de
género. En este sentido, falta analizar aún, con criterios rigurosos,
qué ha ocurrido al respecto en estas décadas en los medios públicos. Es
decir, donde la producción es responsabilidad exclusiva del Estado"
Por un trato igualitario y equitativo
El 8 de marzo,
la WACC dará a conocer un documento sobre obstáculos y propuestas para
lograr una representación equitativa y sin estereotipos de las mujeres
en los medios. En este se advierte sobre "la persistencia de una
concepción patriarcal que permea la sociedad civil, al Estado y los
medios de comunicación".
Por su parte,
Marcela Gabioud, vicepresidenta de WACC AL en representación del Comité
ejecutivo de América Latina, subrayó que se "han incorporado algunos
cursos y seminarios optativos, en algunas carreras de comunicación o
terciarios de periodismos, sobre perspectiva de género. Pero, al no
estar incluidas en la currícula obligatoria de las carreras
relacionadas a la comunicación, resultan insuficientes para modificar
el modo de abordaje y representación de las mujeres, en general de las
y los periodistas".
Gabioud
también enfatizó que es necesario incluir la perspectiva de género o el
abordaje sobre derechos humanos en las currículas de las carreras de
comunicación y además se debe "exigir que el Derecho a la Comunicación
sea básico para garantizar un trato igualitario y equitativo hacia las
mujeres, al tratarse de una concepción amplia del Derecho de la
Humanidad y que permitiría el acceso, en tanto productora, como
difusora y sujeta de la comunicación".
Nueva
York, 15 mar. 15. AmecoPres/SEMlac.- En la mañana de este 12 de marzo,
la presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres de México, Lorena
Cruz Sánchez, anunció que solicitará a la procuradora general de la
República, Arely Gómez, que investigue el asesinato de Aidé Nava
González, precandidata a la alcaldía de Ahuacuotzingo, Guerrero.
Este asesinato
causó irritación en todas las mexicanas que están aquí debatiendo sobre
los derechos de las mujeres en la ONU y generó reacciones en cadena en
los espacios de mujeres latinoamericanas que no tienen, como en México,
la paridad electoral.
El anuncio de
Lorena Cruz Sánchez -que primero se hizo ayer en México-, respondió a
la demanda de organizaciones civiles para que el Inmujeres abandere la
demanda ante el gobierno federal y los gobiernos locales de dar
seguridad a las mujeres que participan en los procesos electorales y
accedan a los espacios de toma de decisiones.
Durante la
reunión matutina de la delegación mexicana en la 59 Sesión de la
Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de la ONU -con
motivo del 20 aniversario de la Conferencia de Beijing, realizada todas
las mañanas en la misión mexicana-, el tema fue ampliamente debatido.
Lorena Cruz
Sánchez señaló que la protección y seguridad de las candidatas es
propio de un sistema democrático, por lo que calificó el asesinato de
la precandidata del Partido de la Revolución Democrática (PRD) como una
barbarie inaceptable y que no pude dejarse pasar en silencio, como en
ningún otro caso, no importa a qué partido político pertenezcan las
precandidatas.
Durante una
reunión ministerial para examinar el avance y el recuento de la
operatividad de los ministerios, secretarías o institutos de las
mujeres, también hubo una reacción de indignación, según relató la
senadora Lucero Saldaña, quien se sumó a la delegación mexicana ayer
por la noche.
Lorena Cruz
solicitará además medidas precautorias para todas las candidatas que
participarán en las elecciones de junio próximo, por considerar que el
asesinato de Nava González en Ahuacuotzingo, Guerrero, debe ser
condenado por todos los sectores y todas las mujeres del país.
En la reunión
matutina de la delegación oficial, a la cual se suman las mujeres del
movimiento feminista, la senadora Lucero Saldaña dijo que en el senado
mexicano existe una iniciativa para prevenir la violencia política,
pero que no se ha discutido, a pesar de que hace meses se había
acordado de cara a las elecciones de 2015. Dijo que la violencia
política se suma a todas las violencias contra las mujeres que frenan
su desarrollo y participación.
En la reunión,
Lourdes García, promotora del informe sombra sobre los adelantos de
Beijing, anunció que este 12 de marzo, en el cacus latinoamericano, las
mexicanas llevarán un pronunciamiento porque ese asesinato es el
anuncio de un proceso de inestabilidad que podría desencadenarse
durante las próximas semanas en que se irá desarrollando el proceso
electoral en México.
Por su parte,
Teresa de Jesús Mendoza Rivera, de San Luis Potosí, recordó que hace
unas semanas asesinaron a una dirigente local del Partido
Revolucionario Institucional (PRI), y demandó medidas de seguridad para
las mujeres que participarán en las listas electorales este año hasta
en 50 por ciento, según mandata la Constitución de la República.
Estos hechos, agregó, ya han generado miedo en las precandidatas de todo el país, por lo que es necesario parar la violencia.
Es importante
señalar que Bolivia ya cuenta con una legislación de prevención de la
violencia política y se impulsa en Uruguay y otros países donde la
cuota de participación política de las mujeres ha significado un
crecimiento considerable de bancadas femeninas en la región.
La violencia,
se dijo aquí, es contraria a los avances que en representación política
y participación electoral se han tenido de manera significativa en la
región latinoamericana.
“Yo
no me considero feminista. No es odiando a los hombres que vamos a
resolver nuestros problemas. Cómo voy a rechazar a mi padre sólo porque
es varón. Si él es a la persona a quién más amo”, comenta una
postgraduada indígena maya contrariada cuando se le pregunta sobre si
ella es feminista o no.
Esta es una reacción compartida por
muchas mujeres indígenas cuyos procesos de profesionalización no
lograron configurarlas completamente como individuos autónomas
(occidentalizadas).
Las diferentes corrientes feministas,
planteadas únicamente como teorías autonomistas, o políticas
antipatriarcales, y no tanto como concepciones metodológicas para la
construcción comunitaria de nuevos conocimientos eco interculturales
(epistemologías), continúan siendo occidentales. Por ello, sus
categorías de compresión y de análisis de la realidad, específicamente
de las relaciones de poder, son esencialmente euronorteamericanas.
Centradas exclusivamente en el sujeto (actor) individual desligado,
armado de su libertad y autonomía. Con dichas categorías se puede
analizar y comprender sociedades (donde prima el individuo sobre el
interés comunitario), más no comunidades (donde el interés comunal
prima sobre lo individual).
Esta promoción de la supremacía
del interés individual sobre lo comunal colisiona con la lógica
indígena de la interdependencia (interrelación) que rige no solo la
vida de la comunidad humana sino también de la comunidad cósmica. En la
filosofía occidental el sujeto pleno es el individuo autónomo. En las
filosofías indígenas la felicidad consiste en la interrelación
equilibrada en la comunidad humana y cósmica. Por ello, para diferentes
corrientes feministas la complementariedad entre varón y mujer es vista
como un vicio, pero para las mujeres indígenas es una virtud porque la
plenitud es “con el otro” (equilibrio). Esto no es heteronomía
(dominación), ni autonomía, sino ontonomía (interrelación
complementaria sentipensante). Yanantin, diríamos los quechuas.
Otra
dificultad que encuentran algunas corrientes feministas en los
diferentes mundos de mujeres indígenas es la desacralización del cuerpo
y de su función reproductiva. Por el predominio del eros sobre ágape,
en la gestión corporal que hacen o explican dichas corrientes, anulan
la dimensión espiritual-mística del cuerpo humano y lo reducen a un
simple campo de disputa de poder, desligado de la comunidad cósmica. De
este modo, el hedonismo termina por vaciar, no sólo estructuras
axiológicas comunales, sino el sentido ecoespiritual del ser humano
como la materialización más próxima de la identidad y conciencia de la Pachamama.
No
es sólo el individualismo metodológico y el antropocentrismo
euronorteamericano de las corrientes feministas lo que alienta la
apatía de muchas mujeres indígenas, sino también, en la medida que
algunas indígenas se adentran en los círculos feministas, aquellas se
dan cuenta que “algunas” mujeres son más iguales que el resto de las
mujeres. Especialmente cuando aquellas son feministas tituladas,
blancas y ricas.
Los privilegios de clase y la rentabilidad del
capital de la blanquitud son realidades cotidianas reproducidas por
muchas teóricas o “intelectuales” feministas frente a las otras. Así
como el marxismo (por ser hijo del occidente) anuló la diversidad
identitaria de los sujetos revolucionarios, y aún no asume a los
pueblos indígenas como actores sociopolíticos plenos, así también los
feminismos, centrados en la meritocracia y la filosofía occidental,
explícita o implícitamente se niegan a reconocer a mujeres o colectivos
indígenas como actoras auténticas de sus procesos de emancipación
integral.
El marxismo y el liberalismo se autoproclamaron
tutores de los pueblos indígenas (no ciudadanos), así también algunas
compañeras, en su intento de liberar a las mujeres subalternizadas,
terminan definiendo lo que es bueno y malo para todas las mujeres, como
si todas fuesen occidentales, sin contemplar no sólo la diversidad de
racionalidades que rigen la vida de los pueblos, sino anulando también
las epistemologías diferenciadas.
El feminismo, en su sentido
amplio, es una propuesta epistemológica de liberación del dominio del
colonialismos, occidentalismo, patriarcalismo, clasismo, racismo y
especismo. Por ello, el ecofeminismo se constituyó (en un determinado
momento) en un método de liberación para la Madre Tierra presa de la
devastación del sistema-mundo-occidental. Pero, infelizmente muchas
corrientes feministas, presas del paradigma de la simplicidad
antropocéntrica, que sacrifica el todo por concentrarse en las partes,
se han abocado únicamente en la autonomía, derechos sexuales, cuotas
biológicas de poder para la mujer, etc.
Varones y mujeres
estamos permeados por el machismo, y lo reproducimos en diferentes
grados, pero no todos/as estamos dispuestos a asumirnos, ni nos
asumiremos, como individuos, autónomos, desligados de la comunidad
humana/cósmica. Urge desoccidentalizar los feminismos y repensarlos
dentro del paradigma de la ecointerculturalidad si acaso deseamos hacer
del feminismo un aporte para la liberación de la Madre Tierra y de la
humanidad.
La
organización dio un gran paso al presentar un proyecto de ley que, por
primera vez en Chile, tipifica como faltas y castiga los delitos de
agresión sexual en el espacio público. La iniciativa alcanzó el apoyo
de diputados como Vallejo, Boric, Sabat y Rubilar.
Durante el pasado martes, fue ingresado al Parlamento el proyecto de ley “Respeto callejero“,
que tipifica faltas y castiga delitos de agresión sexual en el espacio
público. La iniciativa tiene su origen en las discusiones y denuncias
vinculadas al acoso sexual callejero y acaparó apoyo transversal entre
los diputados.
En entrevista con ElDesconcierto.cl, la presidenta del Observatorio Contra el Acoso Callejero,
María Francisca Valenzuela, comentó algunos aspectos del proyecto y del
avance en la discusión que hoy ya está instalada en el Congreso
Nacional.
Hace un poco más de un año partieron con la
instalación y denuncia de este tema y hoy ya están ingresando el
proyecto de ley de respeto callejero al Parlamento. ¿Cómo evalúan este
camino recorrido?
Estamos muy contentas porque hoy ingresó
el proyecto de ley con apoyo transversal, con diez diputados y
diputadas que participaron de esta iniciativa. Es un tremendo avance el
que ya se reconozca que hay tipos de violencia que son invisibilizadas
y aumentar el compromiso de la seguridad ciudadana… Se dio todo súper
rápido, pero era un problema que estaba ahí, muy pujante, era evidente.
El
proyecto que hoy presentaron tipifica algunas faltas y sanciona algunos
delitos que no se contemplaban, como agresiones sexuales. Sin embargo,
no sanciona el piropo como tal, como hoy argumentan algunos.
Lo
que pasa es que nuestra legislación, a nivel sancionatorio, se enfoca
en temas de más gravedad, por decirlo de alguna manera, que tienen que
ver con comportamientos de índole sexual explícita en adelante,
considerando otras actitudes más graves. Ahora, sobre el tema puntual
del piropo, es algo que nosotras queremos trabajar desde una arista más
preventiva, más educativa, porque consideramos que ese es el mejor
camino para hacerlo, y no el sancionatorio, que se va a prestar para
controversias, para que digan que es una ley antipiropo, entonces mejor
posicionarse en ese nivel respecto a algo donde hay acuerdo general que
debería sancionarse sí o sí, que es en caso de agresiones sexuales.
Ahora, nosotros lo consideramos un tipo de violencia de todas formas.
Esta
ley va a beneficiar a hombres y mujeres por igual, aunque hay cierto
tipo de resistencia de parte de algunos hombres o caricaturización de
este tema. ¿Cómo ven este tema desde el Observatorio?
Bueno,
a pesar de que nuestra encuesta reveló que el 50% de los hombres afirmó
vivir acoso sexual callejero en los últimos meses, aunque sea un
episodio, la verdad es que la vulnerabilidad de los espacios públicos
no se vive de igual forma. Entonces, si bien un hombre puede vivirlo,
no se sufre con la misma vulnerabilidad, por eso, desde esa
perspectiva, pareciera que le bajan el perfil a lo que viven las
mujeres, que es mucho más intenso y en otras dimensiones que no
consideran. Yo creo que, por eso al final, tiende a pasar que muchos se
refieren así al tema.
Cuesta entender que la vulnerabilidad en
los espacios públicos se vive de forma diferente, por eso el acoso
sexual callejero también. Hay muchas víctimas, especialmente mujeres,
lidiando con sensaciones de inseguridad, vergüenza y miedo asociado a
violación, incluso, cosa que en el caso de los varones es mucho menor o
distinto. A nivel de frecuencia, en todo caso, cualquier persona podría
denunciar acoso sexual callejero en base a esta ley.
Ustedes
consiguieron el apoyo de distintas bancadas. Consiguieron trabajar con
parlamentarias como Sabat, por ejemplo, Vallejo, Rubilar… ¿cómo se
fraguó ese apoyo y cuáles son los pasos que siguen para el proyecto en
el Parlamento?
Los pasos a seguir serían: consolidar el
apoyo del Ejecutivo, para poder darle urgencia y ver cómo lo podemos
trabajar con el Ministerio de la Mujer. La ministra Claudia Pascual
siempre nos ha apoyado, así que todo bien por ese lado, pero los pasos
que vienen son analizar cómo trabajar las medidas preventivas, que son
necesarias y cómo podemos darle urgencia a este proyecto, que es
fundamental. Estamos satisfechas porque ha logrado apoyo transversal,
porque requiere urgencia y se trata de un tipo de violencia que afecta
a cualquier persona y donde hay varios grupos de vulnerabilidad que
son, principalmente, mujeres jóvenes. Entonces, contra la violencia,
estamos todos y todas.
Cuando se habla de esta temática
siempre se apunta a la necesidad de generar un cambio cultural. De
alguna u otra forma, esta ley y su propuesta de prevención y educación
sobre el tema, pretende generar eso, ¿no?
Sí, por supuesto,
eso se espera a largo plazo, que este tema esté bien instalado y
comencemos a cuestionar nuestras bases culturales machistas que
permiten que este tipo de violencias se vivan como se vive hoy.
Queremos aspirar a una sociedad mejor, porque pensar que no se puede
cambiar es un mito. Otras realidades lo han demostrado, como el caso de
la diversidad sexual, por ejemplo, antes era un delito ser homosexual
en Chile y hoy es muy distinto el escenario.
Hay varios
países de la región que están dando un paso hacia allá. En Perú también
se legisló al respecto y ahora se suma Chile, ¿es un avance regional,
no?
Hay muchos avances, hay nuevos observatorios contra el
acoso callejero, como el de nosotros, en otros países como Colombia,
Nicaragua y Uruguay. Además de eso, la legislación en Perú, que fue
aprobada con cero votos en contra y ahora ingresó el proyecto sobre
acoso sexual callejero en Chile y pidieron nuestro proyecto de ley para
ser aplicado en Argentina. Nos enteramos de eso y estamos muy contentas.
Quizás
ya hemos oído hablar de ciertos problemas de salud relacionados con la
glándula tiroides, sin embargo, algunas y algunos de nosotros podríamos
no tener muy clara su función, ni los alcances de los desórdenes que
provoca.
Empecemos por saber que la tiroides es una glándula pequeña, en forma
de mariposa; es una glándula endócrina, lo que significa que es una
agrupación de células que genera hormonas y vierte en la sangre.
Se localiza en la parte anterior del cuello y en la parte lateral, y
por la parte posterior se encuentran las glándulas paratiroides.
Las glándulas tiroides y paratiroides crean un equilibrio de tal manera
que lo que pasa con una afecta directamente a las otras y viceversa.
La tiroides provee de calcio a los huesos que previamente ha tomado de
la sangre, y las paratiroides compensan la falta de calcio en sangre,
esencial para el funcionamiento del sistema nervioso, extrayéndolo de
los huesos cuando es escaso.
Si la función de la tiroides o de la paratiroides se altera por algún
motivo puede provocar: depresión, irritabilidad, ansiedad, debilidad,
mala cicatrización, obesidad o falta de peso, desequilibrios
hormonales, fracturas que no consolidan bien, problemas de hiper o
hipotensión arterial y venosa, y falta o exceso de calcio y fósforo en
sangre y huesos.
Cuando empecé a investigar sobre el tema, lo primero que llamó mi
atención es que las patologías tiroideas afectan en un alto porcentaje
de los casos a las mujeres, incluso se cree que de un 3 a un 4 por
ciento de las mujeres en el mundo padece hipotiroidismo.
Existen dos padecimientos de la tiroides: el hipertiroidismo y el hipotiroidismo.
En el primero, el metabolismo se acelera por el exceso de hormonas, lo
que produce una descompensación muy evidente: se cae el cabello, causa
anemia, hay pérdida brusca de peso (hasta 10 kilos), aparecen estados
angustiosos, los párpados se retraen y los ojos se salen.
El hipotiroidismo es menos notorio: el metabolismo se vuelve muy lento
porque la tiroides produce pocas hormonas, los síntomas son: cansancio,
falta de ánimo, dificultad para concentrarse, aumento de peso (entre
tres y seis kilos), piel áspera y seca, y cabello muy grueso.
Ambas alteraciones tienen su origen en el sistema inmune, porque se
generan anticuerpos contra la tiroides que la van atacando, lo que se
conoce como “tiroiditis crónica” o de “Hashimoto”, hasta que deja de
funcionar correctamente y presenta sus primeros síntomas.
Como podemos ver, la sintomatología que genera una alteración en esta
pequeña, pero importantísima glándula, es diversa, sin embargo quienes
nos dedicamos a la atención de la salud mental y emocional tenemos la
gran responsabilidad de tomar muy en cuenta los síntomas emocionales,
ya que el cuadro depresivo tiene mucha similitud con el hipotiroidismo,
por lo que podemos correr el riesgo de obviarlo.
Es por ello que las y los psicoterapeutas tenemos que considerar
abordar la situación emocional de manera conjunta con psiquiatras que
no tiendan a medicalizar(**) ni a etiquetar a las personas, para que
evalúen en las consultantes el nivel de hormonas tiroideas antes de
hacer un diagnóstico de depresión.
Lo mismo sucede con los cuadros de angustia y nerviosismo que provoca
el hipertiroidismo, síntomas semejantes a otros trastornos
psiquiátricos.
El tratamiento es sencillo, basado en la toma de una pastilla que
contiene hormonas tiroideas, de acuerdo con la doctora Andrea
Sepúlveda, endocrinóloga de la Clínica Santa María de Chile.
Por otro lado, y sin restar importancia a las causas físicas, es de mi
interés por el área en la que trabajo desde hace años que podamos
identificar cómo muchos de los problemas tiroideos pueden también
detonarse por un fuerte impacto, shock o estrés emocional, que según
algunos estudios parece que desequilibran a esta glándula.
En mi práctica psicoterapéutica me ha tocado escuchar de algunas
consultantes con hipo o hipertiroidismo, que su enfermedad se
desencadenó después de haber perdido su empleo, separarse de sus
parejas, la pérdida de una madre o un padre, o después de un fuerte
accidente automovilístico…
Lo que indica que existe una relación directa entre las alteraciones en la tiroides y ciertos cuadros emocionales.
También la tiroides puede sufrir alteraciones en su estructura. Por
ejemplo: el bocio es el aumento de tamaño de la tiroides y los nódulos
son pequeños tumores, que en el 90 por ciento de los casos son benignos
y suelen detectarse con un examen de cuello con un gamagrama y un
análisis de sangre que todas tendríamos que realizarnos después de los
30 años de edad, como parte de nuestra rutina de atención a nuestra
salud.
Es conveniente cuidar nuestros niveles de energía, observar la
evolución de una fractura, nuestras emociones, especialmente la
depresión, angustia y ansiedad, así como el exceso de trabajo.
Además del efecto de ciertos medicamentos, puede ocurrir desequilibrio
hormonal, estrés físico y emocional, exceso o falta de ejercicio,
agotamiento y carencias o excesos de nutrientes.
Parece que gran parte de las enfermedades de la tiroides son
autoinmunes, lo que quiere decir que la base de la enfermedad está en
el sistema de defensa del organismo, que falla por algún error genético
o del ambiente.
Lo que sucede es que el ambiente o este error genético en lugar de
atacar a un virus externo, ataca alguna estructura del cuerpo, como la
tiroides.
Y somos las mujeres quienes padecemos más de este tipo de enfermedades
autoinmunes, de las que hablaré con más detalle en mi próxima columna
para que podamos contar con elementos que nos permitan atendernos de
manera adecuada.
**“Medicalizar la condición humana supone aplicar una etiqueta
diagnóstica a sentimientos o comportamientos desagradables o no
deseables que no son claramente anormales pero que se sitúan en un área
nebulosa difícil de distinguir de toda una gama de experiencias que a
menudo van ineludiblemente unidas al hecho de ser persona”. Chodoff P.
The medicalization of the human condition. Psychiatr Serv. 2002.