Sara Boureiyi trabaja en un proyecto de finanzas
sostenibles de Ecologistas en Acción, también forma parte de la
delegación de SOS Racismo Madrid y lleva varios años dentro del
movimiento antirracista afrodescendiente. Su bagaje le permite abordar
la realidad actual desde un punto de vista amplio que tiene en cuenta la
crisis climática y sus consecuencias sobre el sur global o las personas
que migran desde ahí y (mal)viven en el norte. A lo largo de esta
entrevista recuerda que, pese a estar invisibilizadas, buena parte de
quienes están poniendo el cuerpo para luchar contra los ecocidios en
diferentes partes del mundo son mujeres racializadas.
Tú no venías del ámbito del ecologismo sino del turismo y la
dirección de empresas, ¿cuáles han sido tus grandes sorpresas desde que
trabajas en él?
Saber que estamos viviendo una emergencia muy grande, mucho más grave
de lo que yo pensaba y que está en un punto de no retorno. Debemos
hacer cambios desde ya si no queremos que el planeta quede sumido en una
crisis aún mayor. Partiendo de lo anterior, quizá lo que más me
sorprendió es ser consciente de que quien más está sufriendo la crisis
climática es la gente racializadas. Son sobre todo las mujeres
racializadas las que están en la primera línea de lucha contra las
grandes multinacionales y las petroleras.
Y una vez más se produce una invisibilización de las personas racializadas.
Exacto. De hecho, hay multitud de organizaciones ecologistas que
elaboran informes y uno de los más importantes, el de Global Whitness,
refleja los atentados, asesinatos y las violencias varias que se
producen en el sur global en relación a la crisis climática. En él se
observa que la mayor parte de las personas que las sufren son
racializadas.
¿Cuánta importancia real está dando la sociedad, en términos generales, a la crisis medioambiental y climática?
Creo que la gente está preocupada, pero no son conscientes de la
gravedad real del asunto y de la necesidad de tomar medidas más
drásticas. Muchas veces lo que más se escucha cuando se habla de
ecologismo es que hay que reciclar, como si con hacerlo bastara o con
coger transporte público un día a la semana. Como sociedad debemos ir a
la raíz del asunto y pensar en las consecuencias que puede haber y que
nos tocará padecer.
¿A qué crees que llegamos irremediablemente tarde y qué es enmendable?
La Covid-19 ha demostrado que las cosas podrían ser de otro modo:
había muchos menos pedidos online, menos movimiento de transporte que
usa combustibles fósiles y el planeta lo agradeció. Pero creo que
llegamos tarde al cambio de modelo de consumo, fue terminar el
confinamiento y volver a las mismas actitudes prepandemia. Por otro
lado, considero que todavía tenemos margen de intentar cambiar en la
medida de lo posible nuestras acciones y movilizar a más gente con
pequeñas acciones individuales. Yo estoy reduciendo al máximo el uso de
mi coche. También me lo pienso dos veces antes de hacer grandes compras,
no solo por el tema ambiental sino también por la explotación laboral
de las personas del sur global. Intento comprar más en comercio local
producto de temporada y de proximidad en vez de ir al supermercado. A la
hora de viajar, me pregunto si realmente merece la pena coger un avión
para irte a la otra punta del mundo o puedo quedarme más cerca.«Se intenta cambiar la conducta de los países del sur global, mientras que es el norte el que genera la crisis climática» CLIC PARA TUITEAR
Se está exigiendo una responsabilidad eco a un sur global que
lleva mucho menos tiempo industrializado y, por tanto, generando menos
emisiones contaminantes.
Sí, este discurso es muy contradictorio porque cuando te das cuenta
de la relación entre antirracismo, lucha climática, colonialismo y
extractivismo entiendes que la mayor parte de las empresas
multinacionales están ubicadas en el sur global porque es donde se
encuentran las materias primas. Y sí, tienes razón, por un lado se
intenta cambiar la conducta de los países del sur global, mientras que
por otro, es el norte el que genera la crisis climática construyendo
petroleras, gaseoductos, destruyendo tierras indígenas, provocando
migraciones forzosas, acabando con lagos y océanos y forzando grandes
cambios culturales. En este sentido, hay un proyecto actualmente en
marcha en Uganda, EACOP, que creo que resume bastante bien lo que
denominan el colonialismo corporativo: están intentando construir un
oleoducto desde Uganda a Tanzania, para poder enviar luego barcos,
seguramente, a Europa. Pasaría por tres países y por el lago Victoria
donde podría destruir alrededor de unos 450 poblados y formas de vidas
tradicionales. Entre las empresas que están detrás de este proyecto
encontramos a la petrolera TOTAL y a numerosos fondos de inversión
estadounidenses como BlackRock o Vangard. Actualmente hay una campaña
en marcha que se llama STOP EACOP que
está tratando de frenar el desarrollo de este proyecto. Hay mucha
hipocresía en todo esto de la ecología. Se pide al sur que recicle,
cuando luego les mandamos nuestra basura desde occidente. Exigimos una
reducción del consumo de plástico y, de nuevo, el nuestro acaba en esos
países y océanos. Sugerimos que no se coja tanto el coche para no
contaminar y, sin embargo, las mayores factorías de petróleo están en el
sur global. Así las cosas, el ecologismo debe repensarse determinados
discursos e intentar dejarlos enfocados a nivel local. No podemos
obligar a que el mundo funcione como queremos sino tratar de, en la
medida de lo posible, transformar lo que tenemos aquí. Es ridículo que
tratemos de forzar a una persona de República Democrática del Congo a
que no coja el coche por ser malo para el planeta.
¿Y dónde te ubicarías tú en todo esto como madrileña afrodescendiente e hija de marroquíes?
Me parece útil usar el término de “houria bouteldja”,
“aristocracia indígena”, en el sentido de que somos personas
racializadas pero estamos y vivimos en el norte global. A la gente del
sur, nuestra forma de vida, seamos o no personas blancas, les está
provocando una situación muy concreta. Eso no quita que no tengamos
otras problemáticas asociadas al racismo en el territorio que ocupamos,
pero estamos donde estamos y nuestros comportamientos de consumo
influyen y, de cierta manera, también podemos llegar a “oprimir”.
Dado que estás formada en el ámbito del turismo y has
trabajado muchos años en el sector , ¿hasta qué punto es conciliable con
lo medioambiental?
Estoy en proceso de terminar el máster de turismo sostenible y es un
oxímoron. Con todo, soy optimista y sí creo que hay maneras de
conciliación. Por ejemplo, uno de los nuevos nichos del turismo es el
comunitario, que pone en valor culturas locales y apoya desde ahí,
también a nivel económico. Así mismo, se habla de turismo slow:
en lugar de irte una semana a Cancún puedes pasar un mes o tres semanas
con el fin de compensar las emisiones de CO2. Por otro lado, hay varias
compañías aéreas y organizaciones que buscan compensar la huella aérea
donando una cantidad determinada de dinero para plantar árboles. No es
la mejor alternativa, pero es una opción. Sobre todo, es fundamental
viajar de una manera más consciente porque, a nivel sociocultural, nos
lo hemos tomado como algo necesario, como si, por narices, tuviéramos
que desconectar yendo a conocer otras culturas. No obstante, quizá, esto
pueda hacerse también a nivel local , aquí, dentro del Estado, y
desplazándonos en tren o en bicicleta, por ejemplo.
Es que, después de todo, eso de hacer turismo es un
privilegio de solo algunas personas del Norte y relativamente
contemporáneo, ¿no?
¡Claro! Aquí, en Europa, el turismo se democratizó en los años 60 y, a partir de los 2000, con la aparición de las compañías low cost, se
masificó. Hay que tener claro que viajar es un privilegio por lo
económico, sí, pero también por el hecho de tener un pasaporte de un
país miembro de la Unión Europea que nos permite viajar a un montón de
sitios sin necesitar visado. A la gente del sur global, en cambio,
cuando quieren salir de su país, a veces por necesidad y otras por ocio y
esparcimiento, se le ponen un montón de trabas administrativas. Y, por
supuesto, es importante que si viajamos, dejemos de lado las actitudes
racistas . El turismo decolonial es una alternativa, en ese sentido.«Ahora se denomina aliados a países que casi siempre han sido ignorados» CLIC PARA TUITEAR
La guerra de Ucrania está marcando nuestra manera de consumir, ¿qué impacto está teniendo en términos medioambientales?
Esto es algo muy interesante. Dentro del ecofeminismo, una de las grandes autoras, Vandanna Shiva ,
señala que el sistema agroalimentario mundial está basado en los
combustibles fósiles, sobre todo en el petróleo. Así las cosas, se
produce en el lugar A de forma, cada vez más industrializada, la
mercancía se lleva al lugar B y, al final, se consume en el punto C. Yo,
hasta hace poco no tenía ni idea de la cantidad de productos que se
traían desde Ucrania. Y es ahora cuando estamos entendiendo la
dependencia que generan estas relaciones de producción. Por ejemplo, en
un artículo de Climática de hace unos días leí que el trigo
que venía de Ucrania daba soporte a muchos países europeos. Como
actualmente no pueden producir, transportar ni distribuir se ha cerrado
un acuerdo con India para que tome el relevo de la producción y surta a
la Unión Europea del cereal. Lo que pasa es que en India, desde marzo,
están padeciendo una ola de calor atroz que está teniendo consecuencias
en términos medioambientales y humanos. Las altas temperaturas han
provocado que las cosechas sean menores y que India haya tenido que dar
un paso atrás y reconocer que no puede encargarse de abastecer a la
Unión Europea porque necesita su trigo para sus habitantes.
Una vez más, se permite y alienta el libre tránsito de mercancías pero no de personas.
Es supersorprendente porque ahora se denomina aliados a países que
casi siempre han sido ignorados. Cuando hay necesidad, esto pasa, pero
las personas siguen quedándose fuera. No obstante, es importante tener
claro que todo está interconectado. La FAO [siglas de la Organización de
las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura] ya ha
avisado de que la próxima crisis será alimentaria por toda la subida del
precio de los combustibles y la energía. En nuestro caso, lo notamos en
el aumento de la cesta de la compra, en muchos países del sur global
significa el encarecimiento de la producción de las materias primas y en
que ganen menos dinero. Ahí hablamos de vidas humanas, sequías,
inundaciones, de eventos climáticos extremos, vaya. Como consecuencia de
lo anterior, las migraciones climáticas ya se están notando dentro de
cada país, pero en unos años, cuando ya sea imposible vivir en
determinados sitios, no quedará otra más que marcharse a otros.
Cuando dices “en unos años”, ¿a qué te refieres?
Depende de la zona. En España las cosas no pintan bien, una parte de
la costa se va a hundir y hay zonas que se van a desertificar. Este será
uno de los lugares que habrá que abandonar, no seremos zona de
recepción. Habrá un gran número de desplazamientos. Los informes del
Banco Mundial señalan fechas como 2050. Con todo, en muchas partes del
mundo, las consecuencias ya son más que evidentes, lo que pasa es que si
no se ven en el norte global no se les da la misma importancia.
Hablemos de datos…
En 2018, el Banco Mundial estimaba que tres regiones, América Latina,
África Subsahariana y Sudeste asiático generarían 143 millones de
migrantes climáticos para 2050. En 2017, 68,5 millones de personas
fueron desplazadas forzosamente, más que en cualquier momento de la
historia. Aunque sea difícil estimar cuáles son migrantes climáticos y
cuáles no, si sigue la desertificación, el aumento del nivel del mar, la
acidificación del océano, la contaminación del aire y cambian los
patrones de lluvia, pinta que cada vez van a ser más.«Los
efectos del cambio climático y el racismo se encarnan en las
trabajadoras migrantes que están en invernaderos o recogiendo la fresa» CLIC PARA TUITEAR
Dado que eres activista antirracista, feminista y
medioambiental, ¿de qué forma dirías que se expresa la vinculación entre
racismo y cambio climático en el norte global?
Eso aparece en el informe que han hecho en la European Network
Against Racism: los efectos del cambio climático y el racismo se
encarnan en las trabajadoras migrantes que están en invernaderos o recogiendo la fresa.
Al final, el sistema provoca migraciones de pobreza y exclusión y
racismo hacia las personas migrantes que trabajan en el norte. Si nos
centramos en Madrid, los cortes de electricidad que se están produciendo
en la Cañada Real Galiana, situada en uno de sus tramos al lado de un vertedero, y en donde vive un alto porcentaje de población marroquí, gitana y rroma no son casuales.
¿Y crees que el antirracismo de aquí está teniendo en cuenta la perspectiva eco?
En absoluto. Nunca se plantea el problema climático como algo
prioritario porque hay otras urgencias, como la regularización de la
documentación, denunciar las paradas policiales o cerrar los CIES. Sin
embargo, cuanto más lees, más te das cuenta de que todo está
interrelacionado. Para mí ahora es imposible excluir un aspecto frente
al otro. Somos ecodependientes del planeta y debemos pensar que no solo
debemos cuidarnos entre nosotras sino también la casa que habitamos.
¿Cómo empezar a meter estos temas?
Creo que podríamos comenzar haciendo alianzas con organizaciones que
ya están tratando la ecología y el movimiento climático. Pero dichas
alianzas deben venir por las dos vías. Desde el antirracismo es
necesario repensar y ser conscientes de que estamos sumidas en una
crisis climática y son las personas racializadas el grueso de quienes la
sufren, pero el movimiento climático también debe ser consciente de que
no puede hablar por nosotras.
¿Y qué margen de exigencia tenemos frente los Estados o las multinacionales?
Creo que el cambio pasa por la organización social y las alianzas que
se puedan hacer. Pienso, por ejemplo, que en los peores momentos de la
pandemia yo participé en una red de apoyo mutuo de Torrejón de Ardoz. Si
hubiéramos tenido que esperar al Estado para abastecer a la gente,
hubiéramos llegado tarde. La unión hace la fuerza y los cambios pasan
por lo que hagamos las personas y que luego el Estado regule.
Fuente: https://www.pikaramagazine.com/2022/07/con-nuestros-consumos-podemos-llegar-a-oprimir/