5/02/2020

Conferencia Covid-19 , 2 mayo

Comparto el resumen de la conferencia Covid-19 de la compañera Renata Turrent

Resumen conferencia vespertina del 2 de mayo:

https://t.co/65Z1yNqjzh

-Datos internacionales: 
3.267 millones confirmados; 
34% activos; 
casos en América: 49.7%; 
Tasa letalidad: 7%.

-Datos nacionales: 
22,088 confirmados 
(6,580 activos); 
sospechosos: 14,536; 
2,061 defunciones.

-Defunciones sospechosas: 170
-Entidades con más casos activos: CDMX, Q.Roo, TAB
-Tasa de incidencia nacional: 5.14 x cada 100 mil hab
-Casos confirmados nuevos: 1,349 (6.5% +ayer)
-Hospitales que notificaron: 94%
-Camas disponibles: 71%, camas con ventilador disponibles: 76%

-Se recuerda que existen varias formas de determinar si la causa de muerte fue Covid. 

Si la persona muere y no se le hizo la prueba en vida, se puede hacer pocos minutos después de su muerte. 

Si no es posible, se hace un dictamen médico para determinar si la causa fue Covid.

Preguntas prensa:

-Aunque desde el punto de vista sanitario es preferente cremar cuerpos, no hay obligación de hacerlo. 

-Existe la prohibición de cremar cuerpos no identificados.

-La mayoría de los servicios funerarios son privados.

-Los cuerpos se entregan lo antes posible.

-Existe un protocolo de bioseguridad para el manejo de cuerpos con Covid.

-Cuando los cuerpos no se pueden entregar a de manera expedita por diversas razones, se utiliza una sustancia desinfectante y se ponen en bolsas selladas para evitar contagios.

-En México mueren 733 mil personas al año, gran parte por enfermedades asociadas a mala alimentación.

-Desgraciadamente en poco tiempo puede complicarse la enfermedad, así que cualquier persona con dificultades para respirar debe acudir a un centro médico inmediatamente.

-Es importantísima la seguridad del cuerpo médico por lo que se pide que lean el protocolo de seguridad disponible en el sitio web.

-Se agradece a médicos internas por su servicio.

-Las instituciones educativas deciden si permiten o no a sus internos seguir con sus prácticas.

-El sistema de salud tiene graves deficiencias por que ha habido una falta de inversión sistemática tanto en infraestructura como en formación de cuerpo médico desde hace 40 años.

-La OCDE ha publicado que México ha estado en los últimos lugares de inversión al sector salud.

-El Seguro Popular permitió que se garantizara un mínimo de inversión para población no asegurada pero desgraciadamente mucho menor a lo necesario

-No se había visto una pandemia de esta dimensión en más de 100 años y hasta los sistemas de salud más robustos están batallando

-El IMSS está recibiendo personas no aseguradas.

-Se suplica no viajar para mitigar el riesgo de llevar el Covid a otros estados o municipios o venir a sitios donde hay muchos contagios y correr el riesgo de contagiarse y llevar el virus a otras partes del país.

-Desgraciadamente, por el momento NO se pueden hacer funerales

-Se suplica a los comunicadores revisen el sitio: https://t.co/pPVG6zXCFy 

para ayudar a difundir información importante. Ahí se suben TODAS las guías técnicas de la SSA

-Se vuelve a explicar el modelo centinela.

-Mañana se va a volver a explicar la tabla de los cálculos de vigilancia epidemiológica.

-Salva vidas, #QuédateEnCasa

Fin


Violencia contra mujeres, escondida por contingencia


Ciudad de México. Aunque organizaciones de mujeres en México, como en otros países afectados por el COVID-19 señalan que las llamadas de mujeres afectadas por la violencia han bajado, para la directora de la Red Nacional de Refugios (RNR) estas cifras no reflejan la realidad, por el contrario, detrás de éstas puede haber un repunte, solo que en este momento no se denuncia por la contingencia.
La razón, dijo en entrevista con Cimacnoticias, es que en el confinamiento en casa, a veces con múltiples personas, niñas o niños pequeños y en un espacio restringido, las tensiones familiares aumentan. Pero ahora que las mujeres no tienen excusa para salir, y con el agresor a su lado, ellas tienen menos oportunidades de hacer una llamada y denunciar.
El pasado 25 de abril el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), publicó el informe “Incidencia delictiva y llamadas de emergencia 911. Información sobre violencia contra las mujeres”, en el que señala que hubo un repunte en el número de llamadas de emergencia relacionadas con incidentes de violencia contra las mujeres en marzo. Mientras que la policía registró 19 mil 183 llamadas en enero, y 21 mil 727 en febrero, en marzo fueron 26 mil 171.
Desglosadas según el delito denunciado, hay un aumento significativo en todos los ámbitos: abuso sexual; acoso u hostigamiento sexual; violación, y violencia de pareja. El pico más preocupante se observó en violencia familiar. Si en enero 52 mil 498 llamadas fueron relacionadas a este delito y en febrero 52 mil 858, en marzo fueron 64 mil 858, un aumento de casi 23 por ciento.
Luego del aumento, seguirá baja en denuncias
Basado en las llamadas de orientación y auxilio, que llegaron a la Red Nacional de Refugios a través de su línea nacional, 8008224460, y la línea en la zona metropolitana, 52436432, Wendy Figueroa Morales detectó que las violencias se podrían manifestar de diferentes maneras durante diferentes etapas de esta contingencia. La campaña “Aislamiento Sin Violencia, ¡No Estás Sola!” se lanzó el 17 de marzo.
“Las primeras semanas, eran prácticamente de mujeres que pedían auxilio ante una situación de prevenir. Es decir, indicaban que si el agresor estaba en confinamiento, la violencia se iba a incrementar, porque ya les había hecho comentarios como ‘qué bueno que te vas a tener que quedar en casa porque eso es lo que te corresponde’; o  ‘si yo vengo a trabajar aquí, tienes que hacer que los niños no griten, estén callados‘, etcétera. “Entonces, las primeras semanas de aislamiento les permitió hacer planes de actuación, de seguridad con las mujeres. Una de las sugerencias era pasar el periodo de aislamiento con algún familiar.
Ya entrando a la tercera semana del confinamiento, y de la campaña “No estás sola” de la RNR, empezaron a llegar las llamadas de mujeres que ya estaban viviendo la violencia, de hombres que les gritan, las insultan, o las agreden, contó Figueroa. En esta etapa, la tarea de las personas que atienden las líneas de emergencia, era hacer planes de contención o de rescate.
“Durante la primera semana de abril, no bajaron las llamadas pero se incrementaron significativamente los mensajes por redes sociales, porque les costaba trabajo llamar por teléfono, y era más fácil mandar el mensaje por texto. Hubo incluso mujeres que ya no se contactaban hasta estar fuera de la casa”.
Cuando la mujer aprovecha la oportunidad de que el hombre sale para huir, o cuando llama para decir que ya está enfrente del Centro de Justicia Para las Mujeres, “ahí es donde hablamos de rescate”, narró Figueroa Morales. Destacó que en las primeras dos semanas de abril, hubo 7 traslados en el interior de la República y 4 rescates de mujeres y sus hijas e hijos. En tiempos sin pandemia, era en promedio un rescate por semana.
En la segunda mitad del mes de abril, la RNR observó otra etapa en los efectos de la contingencia: “contactamos a las mujeres a través de terceras personas, hijos, la vecina, la amiga, la hermana era quien nos contactaba por redes sociales y nos decía ‘mi hermana está en esta situación, mi papá le cortó el celular, le revisa directamente, no se lo da’, entre otras cosas. Entonces nuestros planes de actuación o de contención fueron a través de terceras personas”.
La defensora teme que pudiera haber una baja en las llamadas de emergencia en abril, pero no porque disminuyó la violencia, sino porque el agresor está controlando todos los medios que la mujer tenía para comunicarse al exterior. “Por lo tanto, se pregunta cuáles van a ser las acciones del Estado o de las otras dos instancias del gobierno, para garantizar una vida libre de violencia a las mujeres”.
Y se cuestionó, si las llamadas de emergencia al 9-1-1 han incrementado ¿Cuál ha sido la respuesta de la policía? ¿Cómo están estas mujeres que llamaron? ¿Están a salvo? ¿Cómo la policía dio seguimiento a esa denuncia? De eso no ha rendido cuentas el SESNSP“, criticó.
Las propuestas de gobierno
La Secretaría de las Mujeres de la Ciudad de México anunció el 23 de abril su iniciativa “Prevención y atención de la violencia familiar y doméstica en la Ciudad de México” en el marco de la emergencia sanitaria por el COVID-19“, para fortalecer la capacidad de respuesta de las unidades territoriales de atención y prevención, LUNAS. Instancias de Naciones Unidas capacitarán al personal de aquellas dependencias del gobierno de la ciudad que dan respuesta a las necesidades de las mujeres víctimas de violencia.
“Adicionalmente, se elaborarán guías, material gráfico y de lectura para dotar de herramientas a las redes de apoyo“, dijeron. El nuevo protocolo serviría tanto para la atención telefónica como para la plataforma virtual que será habilitada durante el periodo de la jornada nacional de sana distancia. La Semujeres también anunció que 500 mujeres en situación de vulnerabilidad serán apoyadas financieramente con el propósito de que puedan costear parcial o totalmente la renta de su vivienda, pagar alimentación o usarlo para apoyar a sus hijos e hijas”.
En tanto, la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México está ofreciendo hacer denuncias digitales. El Gobierno de la Ciudad de México lanzó un programa que también se llama “No Estás Sola”, por el cual las víctimas pueden denunciar violencias a través de WhatsApp o mensajes de texto, porque reconoció que las mujeres tienen pocas probabilidades de llamar.
Esto sería una buena iniciativa, dijo Figueroa Morales, sin embargo, criticó que el gobierno puso un obstáculo al obligar a las mujeres a tomar fotografías de las lesiones y enviar pruebas al número mencionado, según el gobierno “para evitar denuncias falsas”. Es volver a dar la responsabilidad a la mujer, y olvidando las violencias machistas estructurales que vivimos. Las acciones tienen que ser con enfoque de género y Derechos Humanos“, insistió.
De todos modos, la defensora prevé una cuarta etapa de los efectos de la contingencia sobre la violencia contra las mujeres, una vez que se bajen las medidas de emergencia sanitaria por el COVID-19.
“Después del confinamiento, va a haber un repunte en las denuncias, y también en las demandas de ingreso a algún refugio o atención integral especializada“, estimó. “Porque las mujeres van a poder salir y hacer uso de su palabra, lo que en este momento no pueden hacer por la coerción de su agresor”, concluyó.
20/SG/LGL

Pandemia provocaría 7 millones de embarazos no deseados, escasez de anticonceptivos y violencia:UNFPA

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Ciudad de México. Más de 47 millones de mujeres podrían perder su acceso a anticonceptivos como consecuencia del COVID-19, lo que provocaría 7 millones de embarazos no planeados en los próximos meses.
Así lo pronosticó el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) con base en un estudio elaborado en colaboración con Avenir Health, la Universidad Johns Hopkins, en Estados Unidos, y la Universidad de Victoria, en Australia.
El UNFPA, que es el organismo de las Naciones Unidas especializado en la salud sexual y reproductiva, dijo que con motivo de la pandemia se cerraron establecimientos sanitarios o se limitaron los servicios que ofrecen a mujeres y niñas; asimismo, muchas mujeres optaron por saltarse revisiones médicas por miedo a contraer el virus. A esto se suma que las alteraciones de las cadenas de suministro mundiales podrían provocar una importante escasez de anticonceptivos.
De acuerdo con el estudio, es posible que 47 millones de mujeres de 114 países de ingresos bajos y medianos no puedan acceder a anticonceptivos modernos, y se prevé que si el confinamiento se prolonga 6 meses se producirán 7 millones de embarazos no planificados y los servicios de salud experimentan interrupciones importantes.  Por cada 3 meses que se mantenga el confinamiento, habrá hasta 2 millones más de mujeres que no puedan utilizar anticonceptivos modernos, alertó el UNFPA.
Los embarazos no deseados no serán las únicas consecuencias. La ausencia de servicios médicos para las mujeres durante la contingencia sanitaria también sería un retroceso en los esfuerzos para erradicar la violencia contra las mujeres (considerado también un problema de salud pública) el matrimonio infantil y la mutilación genital
Si el confinamiento se prolonga al menos durante 6 meses, se prevén 31 millones de casos más de violencia por razón de género. Se espera que, por cada 3 meses que prosiga el confinamiento, haya 15 millones de casos adicionales de violencia de género, de acuerdo con el organismo internacional. 
Además, durante el próximo decenio podrían producirse 2 millones de casos de mutilación genital femenina evitables a causa de la interrupción de los programas de prevención de dicha práctica en respuesta a la COVID-19, ya que se podría posponer la implementación de programas dirigidos a eliminarlas
De acuerdo con UNFPA, el COVID-19 socavará los esfuerzos para erradicar el matrimonio infantil, lo que podría dar lugar a 13 millones de matrimonios infantiles adicionales entre 2020 y 2030 que podrían haberse evitado.
Según las proyecciones previas de los investigadores, un paquete bien definido de intervenciones destinadas a reducir el matrimonio infantil —que afronte tanto normas sociales como culturales en torno al matrimonio a edad temprana y que ayude a mantener a las niñas en la escuela— reduciría el número de este tipo de matrimonios en prácticamente 60 millones en el período de 2020 a 2030; sin embargo, se estima que un retraso en la aplicación de este paquete de tan solo un año, en promedio, reducirá el número de matrimonios infantiles evitados en 7.4 millones.
20/AJSE/LGL

Las medidas de asistencia por el COVID a las mujeres en situación de prostitución


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Mucho se ha escrito sobre este tema en las últimas fechas y muchas organizaciones también han pedido a sus gobiernos que brinden medidas de auxilio a las mujeres en situación de prostitución.
No cabe duda de que la pandemia le dio a los gobiernos una excelente oportunidad para ofrecer opciones de salida digna de la prostitución a las mujeres y no sólo opciones de reducción del daño que fueron usadas en su mayoría para beneficio de los propios proxenetas.
Los proyectos de reducción del daño tienen como objetivo minimizar los riesgos de salud de las mujeres prostituidas a través del uso de cloro y desinfectante mientras está en contacto con un prostituyente, no deben permitir besos y desnudarse y cambiar las sábanas después de cada servicio, si es posible.  
Los tratantes y proxenetas de Tlaxcala, operan en Nueva York a través de deliveries, que son taxis que reciben llamadas de los prostituyentes y llevan a las chicas a los domicilios donde demandan servicios de prostitución, empezaron a operar de la misma manera en Puebla y Tlaxcala, sin importar si se pone en alto riesgo de contagio a las mujeres.
Las agencias de acompañantes que se ofrecen a las clases altas, ahora son explotadas dando espectáculos eróticos por internet y las que siguen operando recomendaron a las mujeres bañarse o ducharse con cloro, hacer gárgaras con productos desinfectantes.
Y es de llamar la atención que muchos gobiernos en las grandes urbes decidieron cerrar los hoteles, lo que provocó que, sobre todo, las víctimas de trata se quedaran sin techo porque a pesar de que por ejemplo en Amsterdam, no se permite que las mujeres vivan en los lugares donde se les explota sexualmente, ellas viven ahí y además deben pagar renta, lo que se suma a la deuda que les cobran los proxenetas.
Cuando se dieron cuenta que era un error, les volvieron a permitir entrar a los hoteles, pero no se ha verificado si siguen dando los servicios o sólo utilizan los hoteles como vivienda para resguardarse durante la cuarentena.
Julie Bindel en la Universidad del Banco del Sur, condujo un estudio integral sobre las barreras y oportunidades para salir de la prostitución. La gran mayoría de las 114 mujeres entrevistadas respondieron que preferirían estar haciendo cualquier otra cosa que vendiendo sexo. Ellas querían salir.
Aún aquellas mujeres que se identificaban a sí mismas como ‘acompañantes de clase alta’ hablaron de su experiencia en la prostitución como degradante, abusiva y traumatizante.
También Bindel realizó un estudio y entrevistó a  docenas de hombres que pagan por sexo, en el Reino Unido y en otros países. Los prostituyentes que se quedaron grabados en su mente son esos que encontró en los burdeles legales, como los de Nevada, en Estados Unidos, donde al entrar, con una evidente arrogancia y como si demostraran que estaban ejerciendo un derecho, elegían su ‘cita’ de una línea de mujeres que se exhibían a la entrada del burdel, mientras checaban en la recepción una lista de nombres de las mujeres y los resultados de sus análisis de sangre de esa semana exhibidos en la pared. Los proxenetas sabían bastante bien que a pesar de las reglas escritas que exigían a los prostituyentes usar condones, muchos podían rehusarse, y por lo tanto le correspondía a las mujeres demostrar que estaban ‘sanas’.
Se argumenta que es seguro, para mantener la prosperidad del negocio, que las mujeres y los prostituyentes que asisten se laven frecuentemente las manos y usen gel antibacterial o sanitizantes. Este argumento sólo se utiliza para defender las ganancias de los proxenetas.
Y decimos que se perdió una oportunidad muy importante, porque se podía haber investigado las condiciones en que las mujeres se encuentran en la prostitución, si tienen o no proxeneta, qué necesitarían para salir de la prostitución, si tienen hijas e hijos dónde están, quién los tiene y en lugar de que el Congreso de la Ciudad de México insista en reglamentar la prostitución en la Ciudad, con la intención de reconocer a las mujeres en situación de prostitución como trabajadoras no asalariadas, en lugar de preocuparse por hacer una ley de cupos laborales, que les garantice a las mujeres oportunidades de trabajo decente, según la definición de la OIT o bien una ley que les garantice a todas y todos los ciudadanos de la capital los derechos sociales, económicos y culturales, a manera de conformar un piso básico para todas y todos.
La raíz del problema está en cómo se conceptualiza la prostitución y el lugar que tienen las mujeres y las violencias que se ejercen contra ellas desde los gobiernos. Si se concibe a las mujeres como mercancías consumibles y si no se reconoce a la prostitución como una actividad precarizada que las mantiene en constante riesgo, con el único propósito de que los hombres desahoguen sus necesidades hormonales.
La prostitución no es ni sexo, ni trabajo y representa un constante peligro para las mujeres que son explotadas en esta actividad ilícita. Cuando se cierra la puerta en el cuarto de hotel o de los pisos o de los lugares donde las llevan, quedan absolutamente vulnerables a las reglas y los deseos de los prostituyentes y cuando las regresan, quedan a expensas de los deseos de los proxenetas, quienes deciden si usan preservativo y en muchas ocasiones si las mujeres salen con vida de esos lugares.
Los países que han legalizado o descriminalizado el abuso comercial de mujeres tendrán que enfrentar las consecuencias y reconocer que la trata, el uso de drogas, las tasas de contagio del VIH y otras ITS, así como de explotación sexual infantil empeorarán cuando a los hombres se les dé carta blanca para pagar por sexo con mujeres vulnerables y en exclusión social.
Tendríamos que pedir rendición de cuentas a los mecanismos nacionales para la prevención, asistencia, protección y persecución de los delitos en materia de trata de personas a quienes no han ni siquiera opinado sobre las medidas para enfrentar la pandemia y proteger los derechos de las víctimas.
Finalmente, lo mismo va a suceder con la explotación reproductiva de las mujeres más pobres y vulnerables, a través de los vientres de alquiler, lo que seguramente propiciará un paraíso del turismo de la reproducción asistida, a través de los vientres de alquiler, lo que violará tanto los derechos de las mujeres en exclusión social como los derechos de las niñas y los niños a quien se les privará del derecho a conocer y estar en contacto con sus madres. 

“Somos nosotras las que ponemos el cuerpo”, clase y género en tiempos de pandemia


Fuentes: CTXT


Cuando miles de personas aplauden desde sus balcones coge fuerza una idea: podemos vivir sin banqueros, pero no sin las que cuidan
Mujeres trabajando en un invernadero. 
Una auxiliar de ayuda a domicilio en Madrid o una enfermera en Nueva York. Una teleoperadora que hace teletrabajo desde casa mientras cuida a sus hijos. Una trabajadora del hogar inmigrante y una trabajadora de la logística en Italia. Mujeres que ponen el cuerpo en la primera línea del combate contra la pandemia y la crisis social. 
“Somos las grandes olvidadas”, nos dice Isabel Calvo, auxiliar de ayuda a domicilio en Madrid. Son miles las mujeres que, como ella, salen cada día a trabajar en tiempos de cuarentena, porque no pueden dejar sin servicio a personas enfermas o mayores. “En una jornada completa podemos llegar a ver a seis usuarios, les ayudamos con las actividades básicas de la vida, el aseo, la comida, una cita de un médico, recoger un poquito la casa”. Sin embargo, aunque están en contacto estrecho con personas en riesgo, no reciben la protección adecuada por parte de las empresas empleadoras. En los últimos días, Calvo ha tenido que contactar personalmente con diferentes asociaciones para conseguir material de protección, mascarillas o batas. “Parece que tiene que suceder, ojalá que no, la muerte de alguna compañera para que esto se visibilice, que se ponga en el mapa”. Y aunque ellas actúan como una barrera protectora para que muchos casos no lleguen a la sanidad pública, nadie las cuida. “Necesitamos protección, para poder proteger a los demás”, asegura. 
Tre Kwon es enfermera en el Hospital Mount Sinai de Nueva York. Junto con sus compañeras, personal sanitario y de limpieza, han creado el Grupo de trabajadoras de primera línea de la Covid-19, una especie de escudo humano para sortear la tormenta que se desata sobre las salas de emergencia cada día. Mientras Donald Trump declara en los medios que “estamos todos juntos en esto”, Tre Kwon piensa algo muy distinto. “Somos nosotras las que ponemos nuestros cuerpos en la línea de frente. Somos las que ponemos en riesgo a nuestras familias y a nosotras mismas en el trabajo”. Ella tiene una beba de tres meses y había ahorrado algún dinero para poder tomarse una licencia maternal, pero al ver por televisión la gravedad de la crisis ha decidido volver al hospital junto a sus compañeras y compañeros. Enfermeras y personal médico de Nueva York, California, Missouri y Texas están protestando por la “falta de preparación” de los hospitales para enfrentar la pandemia en el país más poderoso del mundo.
Las trabajadoras del hogar y los cuidados son un sector totalmente feminizado, que ocupa a más de 700.000 personas en España. La mayoría son migrantes y una parte importante trabaja como internas, en la economía sumergida y en situación irregular, debido a los requisitos de la Ley de extranjería, que no son fáciles de cumplir. En la última semana, el Gobierno calificó a este sector como parte de los servicios esenciales si tienen a su cargo el cuidado de personas enfermas o mayores. 
Marina Díaz lleva trece años como trabajadora del hogar y pertenece a la Red de Hondureñas migradas. “Con esta crisis sanitaria, económica y social estamos sufriendo mucho más la precariedad y vulnerabilidad, debido a que las medidas tomadas por el Gobierno no son las suficientes”. La situación se agrava, ya que no reciben insumos de protección para evitar los contagios. “El subsidio extraordinario aprobado por el Gobierno no cubrirá a todas las trabajadoras del hogar y los cuidados y además se tardará para poder obtener esa ayuda, pero la crisis la estamos viviendo ya”, explica. Díaz hace una pregunta simple: “Dicen que somos esenciales, que sostenemos la vida y la economía y facilitamos a personas, principalmente mujeres, que puedan trabajar fuera de sus hogares. ¿Entonces por qué no tenemos los mismos derechos que los demás trabajadores de España? ¿Qué es lo que impide la entrada al Régimen General de la Seguridad Social?” 
Maddy era una trabajadora inmigrante, empleada en la empresa DHL de Piacenza, cerca de Milán. Estaba organizada junto al sindicato de base Si-Cobas y participó de las huelgas que se desataron en el norte de Italia para exigir condiciones de protección sanitaria y el cierre de las empresas no esenciales cuando empezó la cuarentena. Falleció el 24 de marzo, después de contagiarse coronavirus. Sus compañeras y compañeros de trabajo prometen no olvidarla. El lema de muchas de estas huelgas era “Nuestra salud, antes que sus ganancias”. Cuando se tiene que ir a la huelga para no morir, es que hay un sistema que merece perecer. 
La pandemia, con epicentro en Italia, España y Estados Unidos, ha puesto al desnudo las profundas contradicciones del capitalismo patriarcal donde los trabajos de cuidados y los empleos más precarios siguen recayendo en las mujeres. Durante las décadas de ofensiva neoliberal se desplegaron múltiples tendencias que aumentaron como nunca el entrelazamiento de los agravios de clase, género y racismo para las mujeres trabajadoras.  
Mientras el Estado recortaba drásticamente los presupuestos de salud, educación y servicios sociales –preparando así el colapso del sistema sanitario ante pandemias como la actual– se incentivó la expansión de empresas privadas en estos sectores, que emplean trabajo femenino, precario y sin derechos. Al mismo tiempo, el ingreso al mundo laboral de millones de mujeres en todo el planeta, especialmente en los países más ricos, supuso un aumento de la demanda de mano de obra de mujeres migrantes, tercerizando el trabajo del hogar como trabajo asalariado. 
Pero la mayor feminización de la fuerza laboral no implicó una reducción de la carga del trabajo doméstico en los hogares para gran parte de las mujeres. Y en esta crisis, esa contradicción también estalla. ¿Cómo combinas el teletrabajo con cuidar a tus hijos durante todo el día? ¿O cómo cuidas adecuadamente a tu familia, si has sido despedida y tienes que elegir entre pagar el alquiler o comprar comida?
Si la conciliación familiar ya era una tarea titánica para la mayoría de las mujeres en tiempos “normales”, qué decir cuando tienes que sortear la presión de los jefes y el cuidado de los niños, al mismo tiempo, dentro de las cuatro paredes del hogar. ¿Y qué ocurre cuando no se puede establecer un espacio físico de teletrabajo separado del resto de la familia, en pequeños pisos sin condiciones adecuadas?
La crisis múltiple que estamos atravesando (crisis sanitaria, económica, geopolítica y social) desvela la barbarie de un sistema capitalista patriarcal que no puede asegurar ni siquiera la atención médica a gran parte de la población, donde algunas corporaciones capitalistas se lucran con la producción e investigación de vacunas, mientras se trata a las personas mayores o las que están enfermas como material descartable. Un sistema que se encamina hacia una probable depresión y que intentará, una vez más, reconstruir el ciclo de acumulación sobre los cuerpos cansados y explotados de las mujeres y el conjunto de la clase trabajadora, a costa de la vida de millones.
Pero algo está cambiando. Cuando miles de personas aplauden desde sus balcones a las enfermeras y al personal médico, cuando se viraliza un video aplaudiendo a las limpiadoras de un hospital, cuando alguien le agradece a la cajera de un supermercado, está empezando a coger fuerza una idea: podemos vivir sin banqueros, sin grandes empresarias que rompan los techos de cristal, pero no podemos vivir sin las trabajadoras del campo, sin las que cuidan a niños y ancianos, sin las que producen nuestros alimentos y nuestra ropa. Una vez que esta idea prenda, será difícil apagar el fuego. 

No, no es cultura, son prácticas patriarcales

CIMACFoto: César Martínez López
Cuando hablamos de eliminar los prejuicios y las prácticas consuetudinarias que perpetúan la violencia y la discriminación hacia las mujeres, habríamos de empezar por eliminar la palabra “cultura patriarcal”, no es posible que una palabra con tanta fuerza y belleza en la historia de la humanidad se destine para un uso tan burdo.
En su artículo quinto, la Convención para la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) habla de la responsabilidad que tienen los Estados parte, de modificar y eliminar todas las conductas y patrones socioculturales que contribuyan a eliminar los prejuicios y prácticas consuetudinarias que estén basados en la idea de la inferioridad de las mujeres, ahí se establece la obligación de eliminar todas las prácticas patriarcales.
Mucho se ha insistido en eliminar el uso coloquial de la palabra “cultura” seguido de un adjetivo nefasto para explicar fácilmente lo que no se puede argumentar de otra forma, pero trivializar, banalizar y diluir el significado de lo que verdaderamente es la cultura de la violencia, la cultura patriarcal, y otras muchas construcciones facilonas que lo único que hacen es continuar con la corrosión de la palabra cultura y que no se ahonde ni se analice el verdadero sentido de lo que se intenta decir.
El primer paso es eliminar la idea de que se trata de una tan repetida “cultura patriarcal”, porque lo que se evidencia es una disociación entre el significado y la intención de lo que se pretende explicar.
La fuerza de las palabras nos obliga a repensar muy bien en el sentido y significado del uso de la palabra cultura, cuando se refieren tan constantemente a la “cultura patriarcal”, pues es necesario recuperar su verdadera dimensión. No se trata de una forma de cultura sino de prácticas patriarcales que reducen el ejercicio de los derechos. No puede ser “cultural” lo que atenta contra la humanidad, lo que transgrede el avance del estado primitivo hacia el cultivo de una nueva expresión humana. Una civilización que considere a mujeres y a hombres iguales
Los Estados Parte tomarán todas las medidas apropiadas para “modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, con miras a alcanzar la eliminación de los prejuicios y las prácticas consuetudinarias y de cualquier otra índole que estén basados en la idea de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos o en funciones estereotipadas de hombres y mujeres.
Así como garantizar que la educación familiar incluya una comprensión adecuada de la maternidad como función social y el reconocimiento de la responsabilidad común de hombres y mujeres en cuanto a la educación y al desarrollo de sus hijos, en la inteligencia de que el interés de los hijos constituirá la consideración primordial en todos los casos”.
Es necesario pues desnaturalizar el uso de la palabra patriarcado y violencia, asociado a la cultura, porque es lo contrario, la violencia es la antítesis de la cultura y el patriarcado es una práctica sostenida en contra de la evolución de la cultura, es un auténtico oxímoron.
Quizá parezca ocioso, pero siguiendo la premisa de recuperar la fuerza y el valor de las palabras, es pertinente que nos replanteemos la necesidad de cuidar y procurar no repetir frases que por socorridas no significa que sean adecuadas y abonen a la reflexión. Usar la palabra “cultura” seguida del adjetivo “patriarcal” o de “violencia”, es un golpe al raciocinio y la construcción de ese “orden simbólico patriarcal” que asocia sus expresiones a lo cultural y a la tolerancia que le debemos por ser cultural.
Hace tiempo me genera ruido cada vez que se habla de la “cultura de la violencia”, incluso de la “cultura de la violación”, definitivamente no puede haber un uso más equivocado que aquí, uniendo la palabra que significa todo el “cultivo”, el florecimiento de lo humano en su evolución hacia el arte, valores y herramientas del conocimiento, en cambio es claro que cada vez es más común y es necesario renombrarlas como prácticas patriarcales, prácticas violentas y prácticas de violación como formas de control sobre las mujeres, para extrañarnos frente a estos hechos.

Los días del desasosiego


María Teresa Priego

Escucho el ruido de cristales que se rompen. Nadie tocó nada. Un portarretrato se estrelló contra el suelo sin intervención humana o animal. A veces sucede en la Ciudad de México, en las zonas sísmicas con ligeros temblores que no percibimos. Quizá estaba mal colocado. Pero si la aprehensión se desata, es porque estos días se construyen sobre una especie de arena movediza: el desasosiego. A una le puede dar por interpretar signos. "No es bueno que los cristales estallen, ¿o sí?", "¿será un mensaje de la vida?" "¿La vida me recuerda algo?", "¿es un anuncio de algo muy malo o muy bueno por venir?" La incertidumbre desata una cierta superstición. Aún en los días más afortunados, la angustia está allí, como una corriente subterránea. Negada, dejada de lado, evidente. Allí.
¿Qué será de nosotras/os de manera individual y colectiva? ¿Cómo vivir, en caso de contagio, la enfermedad y esa soledad inmensa que trae consigo? Tememos a la enfermedad. Al aislamiento. A la catástrofe económica. Nos da por llorar por cualquier cosa. Son los días del desasosiego y de la urgencia de contención. Nos dicen que "lo peor" está por venir, pero también sabemos que "lo peor", para muchas familias ya llegó. Viven su duelo a como pueden. Duelos de una crueldad para la mayoría de nosotras/os, inédita. Duelos sin las ceremonias fúnebres emocionalmente indispensables. La enfermedad en sus modos leves, menos leves, graves, sin el consuelo que implica la posibilidad del contacto físico. Estrechar una mano amada.
Cuánta importancia toman los más mínimos gestos. Todo un aprendizaje de vida. Miro a uno de mis hijos caminar hacia la cocina. Lo miro con detenimiento. Me siento la más afortunada del mundo. Después de cuatro años muy lejos geográficamente, está aquí. Nunca hemos pasado tanto tiempo seguido juntos desde que comenzó el jardín de niños. Es tan extraño pensarlo. El tiempo juntos. Esa calidad de tiempo que nos permite re-conocernos: un hijo adulto y su madre. Dicen que el azar no existe. Regresó y unos días después, la amenaza se nos vino encima con esa ferocidad que la acompaña. Estamos juntos. Conversamos por videollamada con sus hermanos, encerrado cada uno en ciudades distintas. La distancia toma una nueva forma: más dolorosa, más desgarrada. Y, sin embargo, amarnos sigue siendo la fuerza más intensa de la tierra.
Me pregunto si alguna vez una mamá puede mirar a sus hijos, sin ver en ellos también, sus infancias. Es una constante. Mirarlos y recordar. "Así se ríe desde niño", "le siguen gustando las cerezas", "guarda la bonita costumbre de embarrar el tubo de la pasta de dientes", "es igual de telúrico y amoroso". Y al mismo tiempo ya tiene 22 años. Es él y ya es otro. A cada rato me tiene que recordar que ya creció, que no es necesario que corra a darle el trapito untado de cloro cada que baja a recoger el súper, que ha cocinado por años, no es indispensable que le advierta que, si deja el aceite de oliva mucho tiempo en el sartén, el recipiente corre el riesgo de partir en llamas. Y, sí, ahora que me explica análisis económicos complicados y cantidades de cosas de las que no entiendo nada, hasta que lo escucho, yo sigo reviviendo nuestros rituales antiguos sin apenas darme cuenta. 
Son los días del desasosiego y quisiera que mis hijos fueran niños, que viviéramos todos bajo el mismo techo. Quisiera que mi padre estuviera vivo. Las nostalgias se han instalado en mí casi como un mecanismo de defensa. Las de sus infancias y las de mi infancia. No recuerdo mis sueños, pero me da por amanecer en Tabasco. Por mirar la Laguna de las Ilusiones. Leo al poeta José Carlos Becerra. Leo a Carlos Pellicer, a José Gorostiza. Me paseo por el Museo de La Venta. Bajo la avenida Méndez a toda velocidad en bicicleta, junto a mi papá. Quizá una busca las fuentes originarias de su fuerza. Los trópicos invaden mi casa y entonces, cuido a mis plantas como quien conserva, con alegría, sus memorias y su selva.
La ternura es más importante que casi nunca antes, quiero decir: toma una dimensión distinta. Los vínculos familiares afortunados. La amistad. El trabajo. Las lecturas. Los juegos colectivos a distancia. Las páginas en blanco que una va llenando, a veces a trompicones, a veces como si nos arrastrara el Grijalva en temporada de creciente. Que la vida no se detenga, por favor. Quizá los cristales rotos de esta mañana son el anuncio de una buena nueva que terminará por llegarnos. Quizá es una metáfora de una realidad que estalla para transformarse en algo mejor. La tecnología nos permite encontrarnos, para mí generación es un milagro. Puedo mirar la terracita en donde lee mi hijo mayor en una ciudad remota. La calle por donde sale a sus compras mi hijo "el de en medio", en otra ciudad aún más remota. Compartir honduras y banalidades. Las pequeñas delicias de la vida cotidiana. Sus miedos, sus contrariedades. 
Son tiempos de desasosiego, nada nos contiene, sino el amor: nuestra absoluta certeza de ese amor. Estamos geográficamente distantes y amorosamente juntos. Esa es nuestra fuerza.


La violencia de género, con y sin pandemia


Editorial La Jornada


En plena epidemia, cuando la vida cotidiana de millones de personas se ve prácticamente circunscrita sólo al ámbito familiar, la violencia en contra de las mujeres, lejos de disminuir, se ha intensificado en los días que van de confinamiento por el coronavirus. Bien mirado el dato, no resulta tan sorprendente si se toma en cuenta que una de las manifestaciones más comunes de la violencia de género tiene lugar precisamente dentro de la familia. En ese núcleo se juntan los factores sicológicos, siquiátricos, sociales y culturales que detonan el comportamiento agresivo que deriva en lesiones de todo tipo, y en casos extremos culmina con la muerte de las víctimas. Extremos, pero no por ello inusuales: el hecho de que en los tres primeros meses del año, incluido el periodo de emergencia sanitaria, se hayan registrado en el país casi mil asesinatos de mujeres (la cifra más alta desde 2015, cuando se empezaron a elaborar estadísticas sobre el tema) indica que la curva de esta forma de violencia mantiene su alarmante tendencia a crecer.
Desde hace al menos un decenio casi no hay día en que los medios no informen de abusos y agresiones cometidas contra mujeres, ya sea en sus entornos familiares o en otros escenarios. En este periodo, algunos expertos en ciencias del comportamiento han llegado a conclusiones tales como que la violencia de género en el hogar no se puede atribuir a desórdenes síquicos ni patologías individuales de los agresores, ni tampoco a factores derivados del medio externo o de la estructura socioeconómica, dado que –dicen– las agresiones se producen en todos los estratos sociales.
Acerca de este punto, sin embargo, no hay coincidencias. Algunos funcionarios han declarado recientemente que el confinamiento obligado por el Covid-19 favorece, con sus tensiones, la violencia intrafamiliar, basándose en que desde que inició la cuarentena los porcentajes de denuncias por agresión y maltrato se han incrementado, alcanzando otro indeseable récord desde que se contabilizan dichas denuncias. Además, ni siquiera se dispone de datos confiables sobre el número real de mujeres agredidas: una agencia de investigaciones y estadísticas sostiene que la cantidad de denunciantes de hechos violentos sólo representan 11 por ciento del universo de afectadas.
Estos números fortalecerían la hipótesis de que el aumento de la violencia de género se debe, por lo menos en parte, a la situación de estrés e incertidumbre que provoca el aislamiento familiar debido a la emergencia sanitaria. Pero tampoco sobre esto hay opiniones coincidentes. Hay diferencia entre las llamadas por violencia y las denuncias ante el Ministerio Público, y como estas últimas no se han incrementado de manera tan dramática como aquéllas no es fácil tener un dato numéricamente confiable de cuántas son las mujeres víctimas de violencia.
Como sea, la información disponible indica que el número de víctimas es inadmisible, incluso cuando una sola constituiría una tragedia. Si se suman la figura de los homicidios dolosos y la de feminicidio, y se le agrega la enorme cantidad de casos en que las mujeres agredidas no pierden la vida, pero sufren distintos grados de lesiones, en su casa o fuera de ella, con o sin confinamiento, continúa siendo acuciante la necesidad de combatir con mayor eficacia el terrible problema que parece haber echado sus malas raíces en nuestra sociedad.

Fuerza feminista



Son tiempos agitados en América Latina. Eso ya era verdad antes de la emergencia de la pandemia global.
En octubre, un levantamiento de 11 días paralizó a Ecuador y una protesta estudiantil se convirtió en un estallido social prolongando en Chile. En noviembre la derecha tomó el poder en Bolivia, en diciembre Argentina volvió a ser gobernado por el kirchnerismo. Este año ya, asumieron nuevos presidentes en Guatemala y Uruguay. Y luego, vino la pandemia.
Pero en todo el continente, mientras cambiaban las caras de los gobernantes, ha habido una constante: las mujeres han tomado y han vuelto a tomar las calles de forma masiva, repudiando la deuda, el capital y la violencia. El 8-9 de marzo las mujeres mostraron que tienen una capacidad inmensa de lucha y despliegue de múltiples estrategias feministas en todo el continente.
En México, desde Ciudad Juárez hasta Tapachula, fuimos nosotras las que, de forma masiva, rechazamos la violencia y desafiamos el gobierno de la Cuarta Transformación.
En Santiago de Chile, salieron dos millones de mujeres y hombres a las calles el 8 de marzo en una huelga general, en apoyo a un programa feminista.
En Montevideo, fueron 350 mil mujeres en la calle, casi la mitad de las que viven en la capital uruguaya. Miles también tomaron las vías en la ciudad de Guatemala, denunciando el machismo, rememorando las víctimas de violencia, y clamando contra políticas de despojo.
El 9 de marzo, las mujeres armaron un paro en toda Argentina, con medio millón tan sólo en Buenos Aires. “La deuda es con nosotras y con nosotres, ni con el FMI ni con las iglesias”. Ese fue el lema bajo el cual cientos de miles mujeres se movilizaron allá. Fue el cuarto año de huelga feminista, un día de rebelión en medio de un año repleto de encuentros, asambleas y articulaciones entre mujeres.
En las ciudades más grandes de Bolivia, miles de mujeres se manifestaron el 8 de marzo, a pesar de una coyuntura polarizada y violenta. En Cochabamba, las mujeres salieron a las calles con el eslogan no tenemos miedo, tenemos fuego.
A pocas semanas de las masivas concentraciones, marchas y juntas del 8-9 de marzo, vino lo que ahora vivimos: órdenes de cuarentena, toques de queda, distanciamiento social y estados de emergencia, a raíz de la llegada al continente de un nuevo virus sumamente contagioso y con efectos complicados y a veces letales en el cuerpo humano.
Las contradicciones, las tensiones y las injusticias se han ahondado en tiempos de pandemia. Hoy día, los temas al centro de la revolución feminista nunca han sido más relevantes.
Nosotras en general con el movimiento feminista y el movimiento social dijimos no al pago de la deuda directamente, por ser deuda ilegítima por que la toma de deuda no pasó por el parlamento cuando es un requirimiento constitucional, me dijo Verónica Gago en una entrevista por Zoom desde Buenos Aires. La mayor parte de la deuda fue tomada por Maurico Macri durante los pasados cuatro años.
Al escala global ahora hay una posibilidad de suspender la deuda, y además hay una necesidad acá de derivar fondos para el gasto social y público que hace actualmente imposible pensar a los términos de negociación anterior a la pandemia dijo Gago, miembro del colectivo Ni Una Menos y autora del libro La potencia feminista.
Mientras que cuerpos envueltos en plástico se pudren en las calles de Guayaquil y los barrios marginados se militarizan, las redes de mujeres en Ecuador se siguen organizando. El Parlamento Plurinacional y Popular de Mujeres y Organizaciones Feministas ha surgido como resultado de la revuelta de octubre y ahora es un nodo para coordinar mujeres en todo el país.
Las ollas populares, forma de protesta pública que a la vez es estrategia alimenticia, han vuelto a ser parte de la cotidianidad en Argentina y Uruguay, debido a la profunda crisis alimentaria actual.
A principios de la llegada de la pandemia, el gobierno de Luis Lacalle Pou decretó alzas en las tarifas de luz, agua y telefonía. Después de 15 años de progresismo, regresaron las ollas en 15 días, me comentó Mariana Menendez, feminista uruguaya e integrante del colectivo Minervas en la ciudad de Montevideo.
En Chile, el movimiento feminista ha sido central en el sostenimiento del estallido social.
Lo que abre la revuelta en Chile desde el 18 de octubre, marca de manera muy radical una idea, que es que la vida en su conjunto es la que estaba en cuestión, la forma en la que se organizaba la vida en Chile me comentó Javiera Manzi de la Coordinadora Feminista 8m desde Santiago. Y eso es precisamente lo que nosotras veníamos hablando cuando nos referíamos a la reorganización de la vida.
No queda duda que las ideas sobre el cuidado y la reproducción de la vida se han vuelto todavía más centrales con la pandemia. La historia de la lucha abierta en América Latina durante los pasados años nos deja en claro que serán las mujeres, algunas feministas pero todas movilizadas, las que marquen el paso y las formas de seguir transformando la sociedad y la economía.

*Periodista canadiense y autora de Capitalismo antidrogas: Una guerra contra el pueblo (Libertad Bajo Palabra, 2018).

Censura – Un ensayo de Pilar Quintana

En 2012, mucho antes del escándalo de Caperucita se come al lobo, incluso meses antes de haber publicado el libro, me invitaron a una residencia de escritores en Hong Kong.

Los organizadores –creo yo– me invitaron sin haberme leído. Un año antes yo había estado en el International Writing Program, que es otra residencia para escritores, una que ocurre en la Universidad de Iowa y es quizás la más antigua y de mayor prestigio en el mundo. Los de Hong Kong me conocieron por esa residencia y me parece que lo que pasó fue que vieron mi foto en la página y dijeron “Hey, miren a esta sudaca, nunca hemos invitado a una sudaca y se vería bien en la foto de nuestra página… junto a los chinos, los gringos ojiazules, las indias y las pakistaníes”. 

A las residencias internacionales de escritores les gusta que sus páginas parezcan avisos de United Colors of Benetton. Así que me invitaron, compraron los tiquetes, me pidieron mis trabajos para traducirlos al mandarín y al cantonés y yo los envié. Faltando dos días para el viaje, cuando ya no podían inventarse una excusa para no llevarme, cuando ya no podían cancelarlo, me preguntaron si no tenía cuentos más suaves. Y yo, que les había mandado los más suaves, pues Hong Kong hace parte de China y yo quería quedar bien –no escandalizar a nadie– les dije que no, que los otros eran más fuertes.

Cuando llegué no me metieron presa, pero directamente me dijeron que yo no podía leer mis trabajos en público ni iban a ser publicados, pues –y aquí cito textualmente– “No son apropiados para la cultura china”. 

A todos mis compañeros de residencia los publicaron en mandarín y cantonés y a mí no, y ellos iban a eventos a los que no me llevaban a mí. Esto en la isla de Hong Kong. Como parte de la residencia –que duraba un mes y medio– fuimos cuatro días a China, al continente, y allá, a la entrada de un evento, me llevaron aparte y me dijeron que todos iban a leer menos yo, y todos leyeron, menos yo.

La primera forma que adopta la censura es la más evidente. Como al Marqués de Sade te meten a la cárcel. Como a la poeta chilena Teresa Wilms Montt te encierran en el manicomio. Como a Alexandr Solzhenytsin te mandan al exilio.

Este tipo de censura, el más directo, te hace sentir descalificado, te duele y te indigna. Es una afrenta. Pero por lo menos sabés qué está pasando y por qué y podés decirles “Ustedes son unos pacatos de mierda, ya verán lo que voy a decir de ustedes en Radio Ambulante”, y la rabia y la indignación que te produce te dan ínfulas para seguir escribiendo.

La segunda forma que adopta la censura es silenciosa: te ignoran, no te publican, no te invitan a eventos, hacen como que no existís. Es una censura terrible y yo diría que hasta peor que la censura evidente y directa porque vos no sabés que te están censurando. Vos pensás “Me odian, odian mi trabajo, es malo, soy mala, no vale, no valgo”. Este tipo de censura te hace dudar de vos misma y de tu trabajo. Lo peor, sin embargo, es que uno puede sospechar que la está sufriendo, pero nunca puede saberlo con certeza. Yo creo que podría haberla sufrido, pero no puedo asegurarlo, y siempre tendré la duda de si más bien lo que pasa es que soy paranoica o una resentida que cree que se merece mucho más que lo que ha recibido.

El tercer tipo de censura es el peor de todos. Durante los cuatro días que estuve en China no solo me censuraron a mí sino que vi otras formas de censura. En el hotel entraba CNN. Uno estaba viendo las noticias, de repente el televisor se ponía en negro y al cabo volvía a funcionar. Al principio yo pensaba que se había dañado momentáneamente la señal del televisor. Nada de eso. Uno de mis compañeros lo aclaró todo cuando nos contó que esa era la forma en que censuraban las noticias que el gobierno chino no quería que salieran al aire. “Porque no eran apropiadas para la cultura china”, pensé. Esos cuatro días los pasamos con el director de una revista. Él nos dijo que era la revista literaria más importante de su país. Al final le pregunté por la censura: si lo censuraban o cómo hacía él para burlar la censura. Y él me dijo, vía nuestro intérprete, “Oh, no, a mí nunca me censuran porque yo sé qué publicar”. Lo dijo con orgullo, complacido consigo mismo. Yo quedé aterrada. Ese editor tenía al censor metido adentro. Más que saber qué publicar sabe qué no publicar y no lo publica. En ese momento sentí ganas de abrazarlo e invitarlo a que huyéramos juntos de China. Me parece que esa es la peor censura de todas: la autocensura.

A Antonio Nariño lo metieron preso por traducir y publicar La declaración de los derechos del hombre y del ciudadano. Estuvo preso desde 1794 hasta 1810, dieciséis años. Mi país, Colombia, se llamaba entonces la Nueva Granada y era todavía una colonia española que censuraba al modo en que censura China. Se trata de la censura política: se censura al que propone cambio, al que tiene la intención de liberar a la gente de sus estrecheces mentales, en últimas, al que atenta contra lo que está establecido, contra el orden de las cosas. Lo político es uno de los territorios donde más se ejerce la censura. El otro es el sexo. Y es bien interesante que se censure el sexo. ¿Porque qué poder subversivo o transgresor tiene el sexo?

¿Por qué ofende más el sexo que la violencia? ¿Por qué es aceptable hacer películas para niños donde la gente se mata y se vuela los sesos y videojuegos donde se dan puños y hachazos y balazos pero no se puede ser igual de explícito con el sexo? ¿Por qué el sexo escandaliza y la violencia no? No tengo una respuesta para estas preguntas, pero intuyo que podría ser porque el sexo es un espejo en el que la gente no quiere mirarse: es un espejo incómodo.

Pero hay otro tema… desde que empecé a publicar me preguntan si lo que hago es literatura femenina. A mí esa pregunta me molesta muchísimo. Porque a ninguno de mis colegas hombres les preguntan si lo que hacen es literatura masculina. A lo que hacen los hombres se le llama literatura. A lo que hacemos las mujeres le cuelgan o quieren colgarle una etiqueta. Se trata de literatura femenina, es decir, un pequeño capítulo dentro de la enciclopedia que se llama Literatura, con ele mayúscula, que es lo que hacen los hombres.

Lo mismo les pasa a los gais. Ahora a los escritores que da la casualidad de que son gais los llaman escritores gais y etiquetan su literatura como literatura gay o rosa u homosexual. Lo mismo les pasa a los negros. Ellos hacen literatura afro.

Cuando una escritora mujer escribe de sexo le cuelgan otra etiqueta sobre la etiqueta de literatura femenina: la de literatura erótica. Bret Easton Ellis, que es hombre, llena páginas y páginas de sexo. En su novela Glamorama hay un polvo de dos hombres y una mujer que dura cinco páginas, y describe con todo detalle las mamadas, los lengüetazos, las penetraciones. Lo mismo pasa en sus otros libros. Hay polvos y polvos y polvos, y yo nunca he visto que en la prensa se refieran a él como el escritor erótico Bret Easton Ellis. Sí he oído que le dicen el gran escritor estadounidense. En cambio una mujer escribe un poema, una novela o un cuento donde hay deseo e inmediatamente la llaman escritora erótica.

Me parece que esas etiquetas son una forma de discriminación, de invalidar tu trabajo, de separarlo del trabajo que hacen los hombres, que es el verdadero y el importante. Por un lado estaría la literatura, que es la que hacen los hombres heterosexuales, y por el otro, unas vertientes, unos géneros, que son la literatura que hacen los gais y los negros y las mujeres y las mujeres a las que les gusta el sexo.

Me parece que en el fondo este también es un tipo de censura. Y este sería la cuarta forma que adopta la censura.

Hay una quinta forma que adopta la censura y aquí voy a ser muy concisa. “Ah, claro, es que ella escribe de esos temas porque quiere provocar y escandalizar”. Es una acusación que me han lanzado muchas veces, en la primera reseña de mi primer libro lo dijeron, en muchos de los artículos a raíz del escándalo en Chile lo dijeron, hasta mi mamá me lo dijo cuando se leyó alguno de mis trabajos. Ahora a mí me gustaría contra preguntar: ¿No se les puede ocurrir que uno escribe de los temas que escribe porque son los que lo inquietan? 

¿Como a Philip K. Dick las drogas psicodélicas? 

O qué sé yo… ¿a Borges los espejos?

Y bueno, lo que viví en China y en Chile parece prueba de que no hay nada más inquietante que el sexo.

Medidas por confinamiento no consideran salud mental de mujeres, advierten especialistas



Ciudad de México. La pandemia del COVID-19 se ubica en un contexto de previa violencia política, económica y patriarcal, lo que genera efectos individuales y sociales, afirmó la psicóloga social Sofia Angélica Silva Gracia, integrante de la organización Aluna, Acompañamiento Psicosocial.

Además, las medidas de aislamiento social para evitar la propagación de este virus afectan de manera diferenciada a las personas, aseguró la especialista al participar en el programa Análisis Feminista, que se transmite los miércoles por Violeta Radio 106.1 FM  

Por ejemplo, expuso que desde antes de la emergencia sanitaria, no existían medidas para atender la violencia de género y ahora que se han incorporado algunas respuestas, éstas no son suficientes y falta mucho para atender esta situación que es estructural.

Con esta idea coincidió la terapeuta Alejandra Buggs Lomelí, directora del Centro de Salud Mental y Género, quien explicó que el confinamiento obligatorio para proteger la salud física no tomó en cuenta los efectos de la salud mental de las personas, en este caso, de las mujeres.  

La terapeuta señaló que en estos momentos las personas tienen sentimientos como soledad, angustia, abandono y preocupación. Una investigación de la Organización de las Naciones Unidas dice que las más afectadas son las mujeres.

Algunas, aseguró, tienen más consecuencias en su salud mental porque no pueden salir de casa, viven violencia en casa, tienen triples jornadas laborales, se hacen cargo de niñas y niños, son maestras, son mamás y en algunos casos atienden a personas adultas mayores.

Esta situación, dijo Buggs Lomelí, es una pandemia emocional y una pandemia de violencia de género. En su opinión, el confinamiento aumentó el feminicidio, el maltrato infantil y la violencia de género, porque no se ha tomado en cuenta la integridad de las mujeres que viven violencia.

La terapeuta consideró que el gobierno federal y de la Ciudad de México no tomó en cuenta que hay personas que ya tenían enfermedades mentales como ser obsesivas-compulsivas o que tienen tratamiento con medicamentos y que el confinamiento podría  exacerbar síntomas y llegar a momentos límite.

Buggs Lomelí dijo que en estos momentos las mujeres que viven violencia viven con desesperación; como ejemplo aseguró que al Centro que encabeza han llegado llamados de mujeres a pedir ayuda. Una de las usuarias, dijo, se comunicó por teléfono pero cuando su esposo se enteró le rompió el celular.

La pandemia, expuso, es un escudo de violadores, agresores y personas que están lastimando a mujeres, niñas y niños. Agregó que si bien el Gobierno de la Ciudad de México tiene el teléfono 55 15 33 15 33 para recibir renuncias, hasta la semana pasada hubo 103 casos de feminicidio durante esta emergencia.

En este tema Sofia Angélica Silva Gracia, aseguró que además de que en el espacio privado emergen los problemas que son parte de la estructura social, el aislamiento impide generar redes de apoyo y construir espacios de autonomía.

En esta dinámica de lo privado, mencionó, las mujeres también reciben la carga de estar al pendiente de todo; y quienes tienen un trabajo fuera de casa, en particular el personal de salud, donde las mujeres ocupan 70 por ciento de los espacios, también una carga de responsabilidad, lo que genera una afectación mental.

Alejandra Buggs también señaló qué falta saber qué pasa y cómo atender con perspectiva de género la salud mental de las mujeres que trabajan en el sector salud, quienes atienden casos de COVID-19 o personas con síntomas y que después de su jornada laboral regresan a casa a asumir su rol de cuidados.  

Las especialistas señalaron que es necesario que las autoridades revisen sus políticas públicas para que sean congruentes con la realidad, en este ambiente de incertidumbre y que nos confronta con la pérdida de la salud, la precariedad laboral y la estabilidad económica. 

El programa completo, que conduce la periodista feminista, fundadora de Violeta Radio y directora de Comunicación e Información de la Mujer (CIMAC), Lucia Lagunes Huerta, se puede escuchar en https://soundcloud.com/cimac-radio/impacto-a-la-salud-mental-de-las-mujeres-durante-la-pandemia.

Urgente, acelerar solicitudes de preliberaciones por amnistía

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Ciudad de México. Es urgente que el Gobierno federal defina lo más pronto posible cómo se integrará la Comisión encargada de recibir y determinar la procedencia de las solicitudes de amnistía, aseguró la abogada e integrante de la organización Equis, Justicia para las Mujeres, Viridiana Valgañon.

En medio de la contingencia por COVID-19, la defensora expuso en entrevista que, una vez que entró en vigor la Ley de Amnistía, el pasado 23 de abril, es urgente que el Ejecutivo federal integre la Comisión sin agotar el plazo de 60 días hábiles que por ley tiene, a fin de acelerar las liberaciones de personas vulnerables que permanecen en prisión.

La vocera de Equis, Justicia para las Mujeres consideró que los tiempos marcados son largos: 60 días hábiles para crear el órgano encargado de dar trámite a las solicitudes de libertad y un periodo de cuatro meses para analizar las peticiones, lo que indica que quienes podrían ser beneficiadas permanecerán en prisión durante la pandemia.

Además, Viridiana Valgañon señaló que en medio de la contingencia sanitaria es importante tener resultados, por ello hizo un llamado para que, de manera inmediata, se conforme este órgano cuya tarea principal será hacer justicia a grupos de la población que históricamente han sido vulnerados.  

Lento control de la pandemia

El objetivo de esta norma, presentada por el presidente Andrés Manuel López Obrador en septiembre de 2019, fue otorgar la libertad a personas que injustamente están en prisión, por ejemplo mujeres que tuvieron un parto fortuito o una emergencia obstétrica; mujeres que fueron obligadas por sus parejas o familiares a transportar drogas o que cometieron un ilícito por pobreza.

Ante la emergencia sanitaria, el Senado decidió retomar la discusión de esta ley, que aplazó desde diciembre de 2019, y finalmente en abril aprobó el dictamen para abonar al descongestionamiento de las cárceles, donde hay sobrepoblación, hacinamiento, insalubridad, carencia de medicinas, personal médico e infraestructura, a lo que ahora se suma el riesgo de contagio de COVID-19.

No obstante, además de los prolongados plazos para hacer efectiva esta norma, tampoco hay indicios de cómo se debe conformar la Comisión encargada de recibir las solicitudes de libertad ni de cuáles serán los procesos a seguir para presentar las peticiones, es decir, explicó la abogada, todo queda en manos del Ejecutivo.

Para esta organización especializada en el acceso a la justicia para todas las mujeres, el ideal es que el Gobierno federal considere que el órgano debe estar conformado por las instituciones que cuentan con información sobre las personas reclusas que podrían obtener la amnistía.

Algunas instituciones que en opinión de Valgañon podrían integrar la Comisión son la Fiscalía General de la República, los jueces penales y de ejecución del Poder Judicial de la Federación, el Subsistema Penitenciario y de Reinserción Social y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.

Además, con la finalidad de atender de forma adecuada a grupos específicos de la población, también se debería integrar al Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, al Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, al Instituto Nacional de las Mujeres y a la Defensoría de Oficio del Consejo de la Judicatura Federal, entre otras.

Efectos limitados para las mujeres

El decreto de la Ley de Amnistía indica que podrán ser beneficiadas de este mecanismo de libertad las personas procesadas o sentenciadas ante tribunales federales, siempre que no sean reincidentes y solo si cometieron delitos como aborto, homicidio en razón de parentesco, robo simple y sin violencia, portación o transporte de pequeñas cantidades de drogas o sedición.

De acuerdo con las Comisiones dictaminadoras del Senado, la población no reincidente del fuero federal es de más de mil 830 personas que representan 73 por ciento de la población total privada de la libertad del fuero federal en los centros penitenciarios. Es decir, en opinión de algunos integrantes del órgano legislativo, estas personas podrían ser potencialmente beneficiadas.

Sin embargo, un análisis de Equis, Justicia para las Mujeres, con base en datos de censos de 2016 y 2019 del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi), considera que en el país hay 4 mil 600 personas recluidas por delitos en el fuero federal que podrían ser beneficiadas.

– 4,600 personas recluidas por delitos en el fuero federal
– 69 mujeres acusadas de posesión simple de drogas
– 9 mujeres indígenas que no contaron con un intérprete  
– Sin dato de personas con enfermedad crónica
 -16 mujeres adultas mayores
 -293 mujeres jóvenes de 18 a 25 años de edad
– Ninguna mujer por el delito de aborto
– 113 personas (mujeres y hombres) que son hablante de lengua indígena o extranjera

Hasta ahora, Equis, Justicia para las Mujeres, considera que una forma de acelerar la aplicación de la ley es hacer un formato que pueda ser distribuido en los penales y en redes sociales para que las personas interesadas anoten datos básicos como: nombre de la persona, número de expediente, delito que se le imputa, una relatoría de hechos y el supuesto de la ley en el que entra su caso.

Esto a fin de que una vez que se tenga el proceso para recibir solicitudes los trámites sean más rápidos y eficientes; incluso que pueda ser por medios electrónicos o por teléfono, ya que este mes México atraviesa por la fase 3 de la pandemia, es decir, por el periodo de ascenso rápido en el número de contagios.

Pese a COVID-19 prevalece violencia contra mujeres

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Ciudad de México. Durante el primer mes de confinamiento en los hogares por la llamada Jornada de Sana Distancia para evitar contagios por COVID-19, en México se reportaron menos casos de feminicidio pero aumentó el número de mujeres asesinadas, creció el número de agresiones sexuales y se disparó el número de llamadas de emergencia al 911 por violencia contra las mujeres.
Al presentar el informe sobre seguridad ciudadana en la conferencia de prensa el pasado viernes 24 de abril, el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo Montaño, afirmó que el delito de feminicidio va en descenso, pues en febrero de este año se registraron 92 casos de feminicidio y para el mes de marzo la cifra bajó a 78. 
Cimacnoticias analizó las estadísticas del Secretariado Ejecutivo Nacional del Sistema de Seguridad Pública del mes de marzo y encontró que si bien disminuyó el número de carpetas de investigación iniciadas por feminicidio en todo el país, en realidad esto no significa que menos mujeres hayan sido asesinadas durante el primer mes de la pandemia en México. 
Por el contrario, al revisar las cifras de víctimas mujeres por homicidio doloso se encontró que hubo un aumento entre febrero y marzo al pasar de 219 víctimas a 254 en el último mes, la cifra más grande reportada durante este 2020. 
Los homicidios dolosos corresponden a los asesinatos de mujeres en los que no se acreditó alguna razón de género; sin embargo, varias defensoras de los Derechos Humanos de las mujeres han demostrado, incluso con casos llevados a los tribunales de justicia, que muchos de los asesinatos que deben investigarse como feminicidio están siendo clasificados o reclasificados como homicidios dolosos e incluso como suicidio.
A nivel federal, en México hay más investigaciones iniciadas por homicidio doloso de mujeres que por feminicidio, a pesar de que desde 2015, la Suprema Corte de Justicia de la Nación ordenó por la sentencia histórica de Mariana Lima investigar todas las muertes violentas de mujeres como feminicidio.

Aumenta violencia sexual y se disparan llamadas de auxilio

De acuerdo con el Secretariado Ejecutivo, los delitos contra la libertad y la seguridad sexual, como abuso, acoso, hostigamiento sexual o violación también aumentaron: pasaron de 5 mil 239 carpetas de investigación iniciadas por estos delitos en febrero a 5 mil 786 para marzo. 
En general, el número de víctimas mujeres aumentó durante el primer mes de confinamiento en delitos como lesiones dolosas, extorsión, corrupción de menores y trata de personas. El número de llamadas de emergencia al 911 exclusivamente por violencia contra las mujeres se disparó durante la contingencia al pasar de 21 mil 727 llamadas en febrero a 26 mil 171 en marzo de 2020.
Antes del inicio de la Jornada de Sana Distancia, organismos internacionales alertaron sobre el posible aumento de la violencia contra las mujeres al interior de los hogares, por lo que pidieron establecer mecanismos de protección y prevención ante la emergencia. 
El aumento de la violencia contra las mujeres en México durante la pandemia es una realidad, pues de acuerdo con la Red Nacional de Refugios, desde el inicio de las medidas de confinamiento aumentaron más del 80 por ciento las llamadas y mensajes con solicitudes de apoyo a los refugios; 19 por ciento de las mujeres dijeron que antes solicitaron apoyo a alguna instancia de gobierno, pero no lo recibieron. 
En el caso de México, el gobierno federal ordenó al inicio de la Fase 2 de la contingencia mantener el funcionamiento de los Centros de Justicia para las Mujeres, las órdenes de protección para víctimas de violencia y los albergues; sin embargo, organizaciones de la sociedad civil han denunciado que los Centros y los poderes de justicia no están funcionando totalmente y los Refugios apenas este día empezaron a recibir recursos para continuar operando.