"Si
mañana me muero o me mato, usted hará un pequeño libro en quince días,
estoy seguro". Ella responde: “No diga eso, Yann, se lo suplico. No
diga: un pequeño libro. Diga: un libro".
Yann Andréa
Yann
Andréa, el último compañero de Marguerite Duras, quien vivió con ella
desde 1980 hasta la muerte de Duras en 1996, murió este 10 de julio, su
cuerpo fue encontrado en su departamento de París. Tenía 63 años.
Cuando comenzaron a vivir juntos él tenía 28 y ella 65. Ese hombre que
en realidad se llamaba Yann Lemée, y a quien Duras le inventó un
segundo nombre: “Andréa”, y hasta un apellido, en uno de los libros que
escribió por y para él: “Yann Andréa Steiner”. Marguerite –de
nacimiento- se apellidaba Donadieu, retiró su apellido paterno y eligió
un sustituto también paterno: Duras, el nombre de una comuna francesa
en la que vivió su padre. Con Yann hizo algo parecido: le agregó el
nombre de la madre de él: Andréa. Es curioso como azar fonético: Lemée,
el apellido original de Yann, y l’aimé, “el amado”, se pronuncian casi igual.
Después
de la muerte de Duras, Yann Andréa se encerró en el estudio que la
escritora previó para él en la rue Saint Benoît, frente al célebre Café
de Flore, y casi enfrente del departamento en el que Duras vivió la
mayor parte de su vida. Se encerró y en medio de un gran desorden vivió
su depresión. “Me siento una basura”, decía. Dos años después quiso
regresar a la vida, reintentar una vida, y llamó a su madre para que
fuera a rescatarlo. Pesaba veinte kilos más. Sanó, al menos al punto de
lograr escribir un libro: “Cet amour-là” (“Ese amor”,
traducido por la editorial Tusquets). Antes, en 1983 Yann había
publicado “M.D”. (También traducido por Tusquets) un libro de su
relación con Duras, sólo que ese primer libro lo escribió junto a ella.
Hay una película de Josée Dayan, a partir del segundo libro de Yann,
con Jeanne Moreau en el papel de Duras.
El encuentro
Yann era estudiante de filosofía en Caen, tenía veinte años y descubrió el libro de Duras: “Les petits cheveaux de Tarquinia”.
Al parecer, descubrió bastante más que un libro: una escritura
hipnótica, una manera de ser y de vivir que él, sin saberlo, andaba
buscando. Se dedicó a leerla, dejó de leer todo lo demás. En 1975 supo
que Duras llegaba a Caen para participar en la presentación de su
película India Song, en el cine Lux. Hay dos versiones del
encuentro, como suele suceder; la de él y la de ella. En “Yann Andréa
Steiner”, el libro que Duras le dedica a su amante en 1992, ella
escribió que a la salida del cine Yann la acompañó hasta su carro y
conversaron un poco. Él, cuenta que a la hora de firmarle un libro,
ella aceptó darle su dirección en París. Fueron los preludios de una
relación amorosa atormentada y dependiente, generosa y cruel, que duró
dieciséis años.
Yann comenzó a escribirle al día siguiente del
encuentro, en esa manera suya desesperada. Le escribía muy seguido.
Duras no respondía. En 1980, por fin, cinco años más tarde, Duras le
envió uno de sus libros. Luego otro. Le explicó que había estado
enferma. Mucha soledad, mucho alcohol. Ese año Duras comenzó a escribir
una columna en el periódico de izquierda Libération y Yann
sintió que esa escritura le estaba dedicada. La buscó por teléfono.
Tenía ansia de conocerla y terror de conocerla. Duras lo invitó a su
casa de campo en Normandía. Él se quedó “para siempre”.
Hacen el
amor. La devoración comienza. No digo que ella lo devorara a él, creo
que se devoraban mutuamente, aunque la fuerza, aparentemente, estuviera
del lado de ella. Yann le hablaba de usted, nunca la tuteó. No podía.
Duras se convirtió en esa versión femenina de Pigmalión, inventando a
ese hombre al que ama. Hizo de él su compañero, su personaje en su
literatura y en su cine, su perseguido, su perseguidor. Yann era
homosexual y salía por las noches solo, buscaba amigos. Duras sufría,
se sentía rechazada, lo maltrataba. En algún lugar lo comprendía.
Ambos, tenían esa manera de vivir como pendiendo de un hilito. Vivían
el uno para la otra. Vivían para la escritura. En principio, Duras lo
ocultaba. Nadie sabía de la existencia de Yann, de cómo la vida de
Duras había dado un vuelco.
Yann
narró una de sus primeras salidas públicas en Lisboa: “Hay una
retrospectiva de las películas de Duras. Es mi primera salida oficial
con ella. No sé dónde ponerme. Ella no me presenta a nadie… Durante la
cena, alguien me pregunta qué hago. No sé qué responder y entonces
digo: ‘nada’. Ella está sentada cerca del embajador, al otro lado de la
mesa, y escucha la palabra: nada. Dice muy fuerte: ‘es fantástico lo
que usted acaba de decir’. Ya no sé a quién mirar. Cómo comer. Ella
sigue hablando con el embajador. Y luego agrega dirigiéndose a mí, la
voz siempre muy fuerte sobre la mesa inmensa: ‘es magnífico, hay que
tener coraje para decir estas cosas, usted no hace nada, es exactamente
así.’” Y sin embargo, hacía muchísimo Yann: la amaba, tomaba dictado,
leía sus manuscritos, la cuidaba, le resolvía cantidad de cuestiones
prácticas.
“¿Me quieres a mí o a Duras?”, era la pregunta
–obsesiva- de la escritora. ¿Cómo saberlo? Respondía Yann de muchas
maneras. ¿Cómo separar lo que no es separable? Y por momentos los
ataques de Duras se desbarrancaban hacia consideraciones bastante más
denigrantes: “¿Me quieres a mí o quieres mi dinero? No te voy a heredar
nada”. Mucho después de la muerte de Duras, al momento de la salida de
“Ese amor”, en una entrevista con Thierry Ardisson (está en youtube)
un Yann
desesperado, monosilábico, tuvo que soportar el mismo tipo de
insinuaciones por parte del entrevistador y de algunos participantes en
la mesa.
Me pareció, al escucharlos, como si un ser de una gran
delicadeza, de un gran desamparo… tuviera que enfrentarse (promoción
editorial oblige) a una horda rudimentaria, que quizá ni
siquiera leyó sus libros, que se quedó sin entender nada de una pasión
extraordinaria, porque ellos (y no podían estar hablando sino de ellos
mismos) fueron incapaces de ir más allá de sus prejuicios.
Nada que ver con la entrevista (mismo año, también en youtube)
con Bernard Pivot, el entrevistador que adoraba a Duras, que recibió a
Yann en su estudio, como lo que Yann era: un escritor de una gran
poesía. Un hombre que acompañó a Duras con una lealtad a prueba de
abismos y crueldades. Y sí, Yann escribía de una escritura durasiana.
Muy durasiana. Yann escribía con esas mismas frases cortas, con esa
abundancia de punto y aparte que llaman a una literatura que sabe de
silencios, con esa misma honestidad descarnada de su compañera. ¿Y
luego? ¿Yann se fusionó con Duras? Sí, en la escritura como en la vida.
Pero Duras también con Yann. ¿Duras protegía a Yann? Sí, y Yann se
entregó con todo, al casi imposible oficio de protegerla. Sobre todo,
protegerla de ella misma.
¿Duras dudaba del amor de Yann porque
él necesitaba amar sexualmente a otras personas? Es muy probable.
¿Porque la diferencia de edades era de casi cuatro décadas? Quizá
también. Pero tal vez ella dudaba del amor de Yann, porque “dudar” era
su manera de estar en el mundo. Ese vacío, ese sufrimiento que no se
detenía ni con la escritura, ni con el amor. Duras bebió hasta el coma
etílico. Escribía y bebía. Bebía y escribía. Corría a Yann de su casa,
y él regresaba a tocar la puerta. Se reconciliaban. O él ya no
soportaba más y salía corriendo y era ella quien le rogaba regresar.
Cada una/o vive a como puede. Cada una/o ama a como puede. En 1983 Yann
Andréa publicó “M.D”. Habla del alcoholismo de Duras, de su
desintoxicación. Fue Duras quien insistió para que lo publicara, para
que el exorcismo privado fuera público. Después de esa cura Duras
escribió su novela más leída: “El amante”. Yann Andréa, no sólo se
convirtió en un personaje de Duras y en su interlocutor literario,
también la acompañó en una escritura que comenzó a ser escrita en
primera persona.
En el 2000, Yann publicó “Ainsi” y en 2001 “Dieu commence chaque matin”. Se ocupó de la publicación de las obras de Duras, obligó a Jean Mascolo, el hijo de la escritora, a retirar el libro: “La cuisine de Marguerite”,
que había editado. Mascolo se enfureció y escribió contra Yann. Al
escritor le pareció que ese libro con las recetas de cocina de Duras,
era “un muy mal libro”, y que él, su compañero y albacea, tenía que
cuidar -hasta el último día de su vida- del nombre de su terrible y
genial bien amada.
Y también guardó silencio Yann. Mucho. Ese silencio que Duras le reprochaba.
Una carta de Duras a Yann Andréa
23 de diciembre de 1980.
A seis meses del comienzo de su relación de pareja.
(Traduzco una parte)
“Yann.
Se terminó entonces. Haré todo por olvidarte. Espero lograrlo. Te amé
locamente. Creí que me amabas. Lo creí. El sólo hecho positivo,
espero, que me hará desatarme completamente de ti, es ese, el hecho de
que construí sola la historia de amor.
Creo que tú también me
amas, pero no de amor, creo que tú no puedes contener el amor, sale de
tí, se escurre de tí como de un contenedor agujereado. Quienes no han
vivido contigo no pueden saberlo. Algo de eso percibí durante la
primera escena en Deauville. Me dije: ¿Con quién estoy? Pero lloraste y
pasó. No he olvidado ese terror…todo sería posible, todo, si tu fueras
capaz de amar.
Digo bien: capaz de amar como uno es capaz de caminar.
El
hecho de que no hables nunca, lo que me sorprendió tanto, también viene
de allí. De esa carencia del decir, de tener algo por decir. ..No eres
malo. Yo soy bastante más mala que tú. Pero tengo en mí, al mismo
tiempo, el amor, esa disposición particular, irremplazable del amor.
Tú no la tienes. Te ayudaré…no voy a fallarte…Pero quiero mantenerme al
abrigo de esa aridez que sale de ti. Y que es carcelaria, intolerable,
espantosa. No sé de dónde viene, no puedo describirla, salvo esto: es
un hueco, una carencia, un vacío al lado del cual mi maldad, por
ejemplo, es una pradera, una primavera. Vivir contigo, al lado de ti,
es imposible…
Me escribiste por años justamente porque yo
escapaba a esa indecencia de existir. Te amo Yann. Es terrible. Pero
prefiero amarte que no amarte. Quisiera que sepas lo que es. Qué
verano, qué ilusión, ha sido maravilloso, no podía continuar… No sé qué
hacer de la vida que me queda por vivir, unos pocos años. El crimen fue
ese: hacerme creer que todavía podía ser amada…”.
Yann Andréa murió apenas hace unos días. Una podría decir que murió solo. ¿Cómo saberlo? Habrá muerto
como
vivió con la escritora y sin ella: lleno de Duras, vaciado de Duras.
Leyéndola. Escribiéndola. Amándola desde su silencio largo y
empecinado. Justo él, ese hombre al que ella acusaba de “no saber
amar”. Ese hombre retraído, tímido, fragilísimo:
“Me tiene
encerrado en el cuarto oscuro. No soporta que cualquier otra persona
pueda verme. Quiere ser la preferida. La única. Entre todos. En todo el
mundo. Y, del mismo modo, yo soy el preferido…Pocas veces, aunque si
alguna vez, digo: ‘Duras, estoy harto, Duras, no puedo más, Duras, se
acabó’. Ella deja que estalle la ira, que se pronuncien los insultos y
luego se me acerca, me coge de la mano: ‘no, no diga eso, eso no es
verdad, nunca se acaba con Duras, y usted lo sabe’”.
La entrevista de Duras con Bernard Pivot, después de la publicación de “El amante”.
(Subtítulos en castellano)
Tráiler de la película “Ese amor”, de Josée Dayan.
El encuentro de Duras y Yann Andréa.
(Los subtítulos están en portugués)
La entrevista de Yann Andréa con Bernard Pivot, después de la publicación de “Ese amor”.