Eduardo López Betancourt
- Tenemos que unir esfuerzos; las diatribas y descalificaciones no son buenos recursos
-El Tribunal Universitario se maneja en la escasez
-La abogada general debe reconocer la autonomía del Tribunal Universitario
Eduardo López Betancourt (Iguala, Guerrero, México, 1944), doctor en Derecho, presidente del Tribunal Universitario de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ha denunciado la impunidad que priva en dicha institución educativa, derivada del acoso sexual que padecen las alumnas por parte de profesores, trabajadores administrativos y compañeros.
En declaraciones a medios de comunicación, López Betancourt ha levantado la voz para poner de relieve que autoridades de la Máxima Casa de Estudios, y en ocasiones con el aval de algunos sindicatos, solapan a los acosadores.
En respuesta, mediante un boletín (DGCS-867), la UNAM ha manifestado “su total desacuerdo con los señalamientos expresados” por el destacado jurisconsulto sobre “la atención que esta casa de estudios otorga a la violencia de género”. Y que “la institución no puede aceptar expresiones irresponsables y acusaciones faltas de sustento”.
Por sus dichos, el prestigiado decano de los profesores de la Facultad de Derecho de la UNAM, poseedor de múltiples reconocimientos a nivel nacional e internacional, revela que ha recibido presiones para renunciar a su cargo al frente del Tribunal Universitario y amagos dirigidos a coartar su libertad de expresión.
— ¿Cuál es el punto central de este diferendo?
—Que la UNAM enfrenta un severo problema: el acoso sexual. En perjuicio, particularmente de alumnas, sin que estén exentas trabajadoras y maestras. Son víctimas preferentemente por docentes, en otros casos, por trabajadores administrativos y por sus propios compañeros. El mayor problema se da entre profesores y alumnas. Ante esas circunstancias, la UNAM ha presentado Protocolos, pero no han sido lo suficientemente eficaces, y eso es lo que constituye una situación grave que debemos solucionar. El problema se ha manifestado con paros de labores. Hay preparatorias que están en paro. Algunas ya regresan a clases, pero lamentablemente al no encontrar solución, se ven obligadas a tener que volver a parar como un acto desesperado cuando no hay solución a los problemas.
Aquí está el punto del conflicto: las autoridades universitarias no hemos –y me incluyo– encontrado fórmulas para garantizar y de una vez por todas combatir de manera eficaz el acoso. Los profesores que lo realizan siguen manteniendo hasta en ocasiones protección. Y eso es lo que yo he denunciado. Al Tribunal Universitario llegan muy pocos casos. Por ejemplo, en un año hemos tenido apenas 370 casos. De los cuales, 120 aproximadamente, han sido de personas que han retirado sus denuncias. Y sólo tenemos 250, de los que únicamente hemos castigado a poco menos de 200. Ello porque no existe razón, no hay justificación o se carece de elementos. Es muy pobre este dato oficial. Y no puede haber otro dato. Aquí no hay de que “yo puedo tener otros datos”. Esto es lo que aquí ha ingresado y tenemos detectado en el Tribunal Universitario.
—Usted ha señalado que incluso organismos sindicales y administrativos son instancias protectoras de los acosadores.
—Efectivamente. En esto se va dando la complicidad de varios actores como cuando algunos delegados sindicales –no todos– de escuela defienden a un profesor. Es un hecho que no es posible seguir manteniendo. Sin duda alguna que, hay directores responsables también. Pero existen cotos de poder. La UNAM es una institución muy grande y añeja que a través del tiempo ha creado grupos de poder, que no son fácilmente combatibles. Todo lo cual provoca que el problema no solamente aminore, sino se incremente. Y es aquí lo que yo he señalado abiertamente. Lo que tenemos que hacer como autoridades –oficinas del rector y Tribunal Universitario– es unir esfuerzos. Las diatribas y descalificaciones no son buenos recursos. Tenemos que unir esfuerzos porque el problema allí está. Y cada vez más grave. Que puede terminar con una protesta airada de toda la universidad en contra de una buena administración, como es la del rector Enrique Graue Wiechers, pero cuyos colaboradores no están a la altura del reclamo. Graue es un gran rector, pero todos debemos “ponernos las pilas”. Siempre que hay un conflicto y se piden renuncias de funcionarios se crea una situación verdaderamente poco fructífera para la institución: se retrasan los estudios, hay desprestigio de la misma. Lo cual debemos evitar.
— ¿Usted advierte que el problema eventualmente podría crecer?
—Ya lo hemos visto. Tenemos una Facultad de Filosofía y Letras que lleva 30 días en paro. Preparatorias como la 5, la 7, 8 y 9 permanentemente están protestando contra los profesores acosadores que se les debe expulsar. No se les debe hacer tantas contemplaciones y consideraciones, sino actuar enérgicamente.
—En su comunicado, la UNAM dice que el problema “no lo esconde ni lo niega", sino que lo “enfrenta”. ¿Qué opina Usted?
—Lo que no veo sano es que me contesten como si yo fuera el culpable. No es constructivo. ¿A dónde quieren ir? “López Betancourt es el culpable. Vamos a quitarlo de la presidencia del Tribunal. ¿Con esto se arregla el problema?”, lo pregunto. Pero esta no es una cuestión de “lavar la ropa en casa”. Hay que tomar el toro por los cuernos y correr a esos profesores. No podemos estar con contemplaciones. Hay decenas de profesores en cada escuela que han hecho de las suyas. Les han generado traumas a las alumnas por abuso, acoso, tocamientos o violaciones.
El Protocolo debe cambiar. ¿Dónde veo el cuello de botella? En la denuncia. ¿Por qué no se denuncia? Por temor a una persecución interna. Cuando una alumna presenta una queja inmediatamente se sabe y la empiezan a hostigar incluso sus propios compañeros. En tanto que la autoridad la trata de disuadir para que no siga con la denuncia. Le prometen que el profesor va a cambiar, que ya no la va a molestar. Y llegan a un arreglo en lo oscurito. Eso no se puede hacer.
El Protocolo debe ser sencillo, claro, sin tantas contemplaciones. Debe empezar con la denuncia. Ésta denuncia hay que manejarla con prudencia, en secrecía. No exponer a la denunciante porque el denunciado lo que hará será defenderse. Tratará de desprestigiar a la alumna diciendo que “es una loca”, “ella es la ofrecida” o que “el muchacho es un homosexual”, etcétera. Una serie de acusaciones banales que se deben evitar.
Una vez que se señala que el maestro fulano me invito a cenar, me subía la calificación si iba con él a tomar un café o al cine. Me empieza a “chulear” o me dice por qué no somos amigos. Una serie de insinuaciones que sobrevienen al acoso. Luego sigue: “Te voy a poner 10 si me das un beso”, “te voy a poner 8 si salimos”. Es la situación real que pasa en las escuelas. Ese es el problema.
El siguiente paso es brindar apoyo sicológico a la víctima. Un cuerpo pedagógico debe decirle que hizo bien en denunciar.
A partir de ese momento, usar los mecanismos legales en los que el profesor, con todo el derecho que tiene, presente su declaración, sus testigos. Todo con prudencia. Guardando el nombre de la víctima ante el riesgo de exhibirla. De no ser así, siempre sentirán el temor de una medida en su contra. Esto es cotidiano. Debemos evitar que una alumna que denuncia reciba molestias en su persona.
— ¿Significa que el Protocolo implementado en la UNAM desde 2016 no ha funcionado?
—No ha funcionado. Tan no ha funcionado que ahí están las consecuencias. Lo estamos viendo. Yo lo único que digo es que hay que actuar. Unir esfuerzos.
— ¿Y cómo está operando el Tribunal Universitario?
—El Tribunal Universitario se maneja en la escasez. Son siete miembros. Entre tres abogados, dos secretarias, no tenemos personal de limpieza. El lugar es un tugurio. No es oficina para un tribunal. No tenemos sala de audiencias. Son 140 metros cuadrados en condiciones vergonzosas. La UNAM tiene excelentes instalaciones, pero nos mandaron hasta por la Carretera al Ajusco. Requerimos elementos materiales y humanos para trabajar. Ese tribunal es una ficción. Como se encuentra ahora es una burla. Las autoridades centrales suplen sus funciones, al llegar a arreglos con el sindicato y agrupaciones de profesores. Eso no es lo mejor. Y no me opongo a que haya soluciones intermedias. Siempre es buena la conciliación. Pero que sea en el Tribunal. Tiene que seguirse un orden. Hay que darle la respetabilidad que merece dicha instancia. Es urgente. Estamos ante el riesgo de que la UNAM estalle en llamas. No debemos permitir que toda entre en huelga por no actuar. Unir esfuerzos y no actuar cada quien por su lado. Criticándonos o descalificándonos. Ese no es el camino. El camino es la unión.
El Tribunal Universitario es una vergüenza para una institución que tiene 44 mil 942 millones 499 mil 166 pesos de presupuesto anual y casi 500 mil estudiantes.
—En el citado boletín, se asienta también que la UNAM “no admite descalificaciones tendenciosas, a todas luces impropias de un universitario”. ¿Qué le sugiere este pronunciamiento?
—Lamentablemente eso es una amenaza que deja mucho que desear. ¿Qué me digan dónde está lo “tendencioso”? Es muy fácil usar adjetivos calificativos. ¿Lo tendencioso es denunciar que el problema no se ha atacado cómo debe de ser? ¿Que cómo universitario o presidente del Tribunal Universitario me preocupa el tema? ¿Entonces tengo que aplaudir? Yo no tengo el cargo para aplaudir a nadie.
Ese comunicado no es lo mejor. De lo cual no tengo por qué preocuparme. Ya se lo dije al rector: “Si eso resuelve el problema, ahí tiene mi renuncia”. Yo no cobro sueldo. El cargo es honorífico. Me están dando más trabajo del que ya tengo como profesor de carrera. Me apena. Como a mí me tratan, es el trato que le dispensan a quien denuncia. Quien levanta la voz pasa el mismo martirio. El mismo vía crucis. Se nos señala: “Como has denunciado eres un mal universitario. Eres incorrecto, tendencioso y te vamos a aplicar toda la legislación universitaria”. Me ofenden. Y no me pagan un peso. Y no quiero que me paguen. Quiero que respeten mi libertad de expresión. He dado mi punto de vista. En lugar de descalificar, lo correcto es que digan: “Vamos a dialogar. Vamos a ver, de acuerdo con tu experiencia como presidente del Tribunal, cómo puedes ayudar a terminar con esta lacra”.
Tal parece que en la UNAM no se puede opinar porque se ofenden algunos grupúsculos, los intereses creados. Es muy grave que en la institución no haya libertad de expresión. Y que me digan, ¿qué es lo “impropio”? ¿Lo propio de un universitario será quedarse callado, cerrar los ojos ante la realidad, aplaudir y no señalar los errores?
—De todo esto, seguramente, ¿ha conversado con la abogada general de la UNAM, Mónica González Contró?
—He hablado con ella muchas veces y no he tenido resultados. No pretendo incomodarla ni descalificarla, pero entiendo que no es universitaria. Viene del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), una institución sin duda respetable, mas nunca ha conocido un pupitre universitario. Nunca ha experimentado el acoso. En cambio, nosotros los universitarios, lo hemos vivido en compañeras. Lo hemos visto y palpado. En el ITAM es otro manejo, quizá más sofisticado; o porque no decirlo: aristócrata. Es un lugar de otro nivel en todo el sentido de la palabra. La UNAM es la universidad del pueblo. Aquí pasan otras cosas. Mónica no tiene la más remota idea. Ella no estudió nunca aquí. No sabe lo que es un baño tan feo como los que tenemos en la UNAM. No lo ha vivido. Ha llegado del exterior a gobernarnos. No es la persona indicada para ocupar ese cargo porque no es sensible, no tiene una conducta incluyente, porque todos los calificativos –del boletín– se los debo a ella. Aquí lo que más tenemos son abogados. La escuela que más profesionistas produce al año es la Facultad de Derecho.
Por otro lado, hay una situación bastante grave: el presidente del Tribunal Universitario soy yo, el decano de la Facultad de Derecho. Y la secretaria del Tribunal, sin voto, es la abogada general. Pues aquí la que manda es ella, es la jefa, la que dispone. Eso no es posible. No es correcto.
No entiendo, ¿por qué se nos impuso a una abogada externa? Incluso hay un principio constitucional de carácter laboral que dice: en las empresas sólo se admiten trabajadores técnicos de otros países cuando en México no los haya. ¿Por qué se nos impone a Mónica que no es universitaria? No tiene el calor, la emoción ni el sentimiento universitario. Tan es así que el problema –del acoso– le ha explotado. Además es juez y parte. Ella resuelve en el Tribunal. Nos dice cómo vamos a votar. Eso es verdaderamente inaceptable por cualquier lado que se vea. No podemos continuar así. La abogada general debe reconocer la autonomía del Tribunal Universitario.
Aplicar medidas drásticas contra el acoso sexual
En una reflexión final, López Betancourt llamó a “que se acabe con este problema. Hay que resolverlo a fondo con medidas drásticas que impliquen la sanción de profesores, alumnos y trabajadores que han hecho del acoso sexual su forma permanente de manejarse en la UNAM”.
Asimismo, dijo que “la UNAM debe tener el liderazgo de atacar el acoso y de que las mujeres, en particular, se sientan seguras. Si la universidad no cumple con este cometido estará dejando ir la oportunidad de ser un ejemplo en México, donde el problema se agudiza”.
—Como el alarmante índice de feminicidios.
—Claro. Y aquí en la UNAM, lo hemos padecido. Ya ha habido pérdida de vidas. Esto es preocupante porque es una situación que va de la mano con una responsabilidad histórica. Es inexplicable que tengamos escuelas paradas porque el problema no se ha resuelto. Porque todo se ha quedado en promesas.
Al final de cuentas, después de la conflictiva que se dio, hoy por hoy me siento orgulloso, ya que he tenido pláticas muy constructivas con el rector, doctor Enrique Graue Wiechers, y todo va a cambiar. Primero, trabajaremos con las manos unidas para acabar con ese mal que implica el acoso y todo lo que conlleva. El rector es altamente constructivo, verdaderamente responsable y estamos ya en el camino correcto. El Tribunal Universitario será permanentemente un respaldo para la seguridad de los universitarios, particularmente para las mujeres que se enfrentan al problema del acoso; sin embargo, insisto, lo más importante es que trabajaremos unidos para respaldar de manera absoluta e intensa a todos los miembros de la comunidad, especialmente a las mujeres.
En lo material y humano, el Tribunal Universitario a partir de ahora se enriquecerá. Todo ello, en un trabajo armónico con el doctor Graue. A quien sin duda le debo reconocer su gran capacidad conciliatoria, su alto sentido universitario; pero, más aún, su excelente calidad humana.