11/30/2013

Las calles son del pueblo, la protesta es un derecho


La Noche de las Publivíboras



mail:daniela.villegas@24-horas.mx Daniela Villegas

Hace dos años se celebraba con bombos y platillos los 15 años de la Noche de los Publívoros en la Ciudad de México. Aquella noche se premiaba lo más innovador de la industria publicitaria, ante cientos de devoradoras y devoradores de imágenes y sonido. Sin dejar pasar la ocasión los organizadores, señalaban “los anuncios han constituido una corriente artística aunque menospreciados, a menudo satanizados por ser culpables de los males de nuestra sociedad. Lejos de ser víctima del consumismo los publívoros se reinventan, se cuestionan, reflexionan”.

Me gustaría conocer cuál es su concepto de reinvención, porque si se refieren a innovación técnica, no me cabe duda que muchos de los anuncios publicitarios han adicionado sofisticadas maniobras de video y sonido, pero si se refieren a los contenidos me temo que dista en un porcentaje muy alto de ser innovador. Se insiste en repetir los más estereotipados clichés de género y sexuales que ofenden el intelecto y dignidad de las y los espectadores, pero sobre todo a las mujeres situándolas en los papeles, lugares y situaciones más opresivamente comunes: el ángel del hogar, el objeto sexual ingenuo y/o femme fatale, equiparada con un buen corte de carne, la eterna romántica, devota madre y esposa y un largo etc., que ustedes ya conocen.

La reinvención de la que hablan está fragmentada, una verdadera reinvención sería global, holística en donde las representaciones de mujeres y hombres hicieran un parteagüas de los estereotipos ya tan trillados que vemos una y otra vez. Es por ello que la iniciativa de las mujeres que integran La Cabaretiza de organizar por tercera ocasión La Noche de las Publivíboras en donde se otorgarán los anti-premios a los anuncios publicitarios más violentos contra las mujeres, es fundamental sobre todo siendo hoy 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

Con una serie de categorías que retoman frases populares de la cultura mexicana en un tono sarcástico que van desde el “No me ayudes comadre”, “Bájate por los chescos” hasta el famoso “Feo, fuerte y formal”, Las Publivíboras han clasificado decenas de comerciales que contribuyen a la violencia e inequidad entre los géneros, que aparecen a lo largo de todo el año en la televisión mexicana, con el fin de denunciar las más misóginas y discriminatorias campañas publicitarias.

Este tipo de campañas que evidencian la opresión que viven las mujeres en las representaciones publicitarias son esenciales en la contemporaneidad, ya que como señalara la historiadora de arte Griselda Pollock “el cuerpo femenino en la cultura de masas se ha convertido en el símbolo del mercado saturado de mercancía, el campo de juego por el dinero, el poder, el capital y la sexualidad”.

Tras ver algunos de los comerciales denominados como los más sexistas y discriminadores me queda claro que lamentablemente no hay ni reinvención, ni cuestionamiento, ni reflexión como señalaran en sus 15 años en México la Noche de los Publívoros. Y para muestra un botón y ustedes díganme si viendo los siguientes videos no es digno de cuestionarse su “supuesta reinvención”.


Más explícitamente violenta contra la mujer esta publicidad no podía ser, ¿qué sigue que golpee y mate a la chica si ella no accede a sus órdenes? Los conceptos de masculinidad necesitan urgentemente ser modificados. Obtener lo que se quiere, por medio del poder autoritario, la violencia psíquica y mental han sido una constante en la configuración de la mentalidad masculina patriarcal como un símbolo de superioridad y por supuesto como manera de reificarse como “un hombre de verdad”. Pero, acaso ¿no podría ser modificado?

Este enfermo juego de seducción en el que la mujer ante la autoritaria orden del hombre a salir con él, dice insegura y poco veraz que está indispuesta, sin ser clara en su determinación de no salir con él, alimenta que se le excuse al hombre de su actitud agresiva hacia ella, con la lamentable premisa, “Ellas no saben lo que quieren”.

Pero, es que ¿ellas no saben lo que quieren?, o ¿esa representación que construyen los anuncios tan sólo afianzan ciertas conductas estereotipadas y enfermas que avivan tal supuesto? La violencia ejercida por los hombres contra las mujeres sigue siendo justificada, representada como emblema de seguridad y fortaleza, en vez de que sea vista como necedad, enfermedad malsana, crueldad y agresividad.

Otra publicidad de las que serán antipremiadas por Las Publivíboras que me atrajo ampliamente la atención fue la de Coca Cola light, en que aparece la heroína, guerrera y santa francesa Juana de Arco. Más que encumbrarla, se mofan de ella en una total falta de respeto a tan emblemática figura femenina.


Primero la representan como la heroica líder que dirigió a miles de hombres en armas en el asedio de Orleans en 1429 para después llamarla Juanita y evidenciar, ante la hipotética idea de que ella viviera en la contemporaneidad, que no podría luchar por sus derechos y mucho menos dirigir a ninguna hueste masculina, como las mujeres de la actualidad, que en ese caso sería la espectadora femenina confrontada a Juana.

En ese anular a Juana de Arco, en ese eclipsarla, tras haber sido elevada a guerrera, hacen brillar a la mujer moderna, a la que está viendo a través del televisor el comercial, aquella que según las líneas del guión, si podría enfrentar trillizos, producto de un tratamiento de fertilidad; una depilación láser; ser sexualmente deseable después de 10 años de matrimonio; pedir equidad salarial con sus pares masculinos y enfrentar a los hijos de su pareja.

Eclipsan a la mujer guerrera del siglo XV y hacen brillar a la contemporánea. Las contrapuntean, las enfrentan, las mujeres no pueden ser amigas, están para luchar la una contra la otra, no para luchar la una al lado de la otra , de la mano, hombro con hombro. Este anuncio hace todo lo posible por socavar la hermandad entre mujeres, mejor conocida como sororidad. Para mi ni una mujer es mejor que la otra, los contextos, personajes y formas de vivir son muy distintos para cada mujer. Me queda claro que el sistema lo último que desea es que las mujeres seamos amigas entre nosotras, esa si que sería una gran revolución, una gran revolución feminista que nos apoyáramos y lucháramos juntas contra el sistema que nos oprime. Ya veo que Coca-Cola teme a la sororidad, prefiere mostrarnos representaciones en que nos enfrentamos las mujeres unas contra las otras, burlándose de nosotras, de nuestra búsqueda por equidad salarial, laboral, social y volviéndonos a ubicar como madres, cuidadoras y proveedoras de placer.

Dudo mucho que Jean-Marie Boursicot, el creador de la Noche de los Publívoros, quien por cierto se encuentra en una crisis financiera que podría poner fin a la famosa entrega de premios publicitarios que se vienen haciendo desde hace 33 años, se imaginara que su idea daría pie a una version crítica del mismo.

Si se atendieran las críticas con seriedad y compromiso realizadas por convocatorias tales como las de Las Publivíboras podría modificarse el enfoque en las representaciones en las campañas publicitarias, lo que permitiría una reinvención en los imaginarios sociales, dando paso a una verdadera revolución en que mujeres y hombres gozaran de sus propios cuerpos, alejados de los estereotipos, respetando las semejanzas y diferencias entre unos y otros alejados de la violencia sin sentido.

No resta más que acudir el día de hoy a las 8:30 al Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, en Donceles 36, Centro Histórico, para ser partícipes de estos antipremios que mucho habrán de abrir nuestras mentes a nuevos cuestionamientos y reflexiones.

Mensaje de Phumzile Mlambo-Ngcuka para el 25N


Se estima que una de cada tres mujeres sufre violencia a lo largo de su vida

En su reflexión en el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, la Directora Ejecutiva de ONU Mujeres insta a levantarse, alzar la voz y participar en la creación de soluciones para poner fin a la violencia contra las mujeres


Madrid, 26 nov. 13. AmecoPress. “La violencia contra mujeres y niñas es una violación de los derechos humanos. Es violencia contra familias, comunidades, naciones y la propia humanidad. Es una amenaza para la paz y la seguridad internacional, según reconoce el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Asimismo, ha alcanzado un punto crítico y exige acciones de todas y todos nosotros, jóvenes y mayores, mujeres y hombres.
Hoy, en el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y todos los días, debemos apoyar nuestra causa, alzar la voz y ser parte activa en la creación de soluciones que pongan fin a estas violaciones de los derechos humanos.
Las y los líderes tienen la responsabilidad de tomar medidas para poner fin a todas las formas de violencia contra las mujeres y las niñas y de proteger al 50 por ciento de la población. En este día, como parte de la campaña ÚNETE, el Secretario General y yo misma les invitamos a unirse y mostrar solidaridad vistiéndose de naranja por un futuro mejor. Les invitamos a proclamar que todas las mujeres y las niñas tienen el derecho humano fundamental de vivir sin violencia.
Actualmente, se estima que una de cada tres mujeres sufre violencia a lo largo de su vida. Una de cada tres niñas se casará antes de cumplir los 18 años de edad. Aproximadamente 125 millones de mujeres y niñas de todo el mundo han sufrido mutilación genital femenina. La trata se convierte en una trampa para millones de mujeres y niñas, que pasan a ser esclavas en plena era moderna. La violación es una práctica generalizada en las guerras. El feminicidio, el asesinato de mujeres por el mero hecho de ser mujeres, arroja cifras cada vez más escalofriantes.
Este tipo de violencia no conoce fronteras y afecta a mujeres y niñas de todas las edades, de todos los estratos económicos, de todas las razas y de todos los credos y culturas. Desde las zonas de conflicto hasta los espacios urbanos y los campus universitarios, se trata de violencia que nos obliga a todas y todos a actuar como agentes preventivos de esta pandemia y a tomar medidas AHORA. La gran mayoría de casos no se denuncia ni se reconoce y las sobrevivientes quedan marcadas, invisibles, sufriendo en silencio. Esta situación es intolerable.
Por todo ello, hoy insto a las y los líderes mundiales a mostrar determinación y coordinar una respuesta que sea proporcional a la violencia que amenaza las vidas de mujeres y niñas. Ha llegado el momento de reaccionar con las medidas necesarias, en consonancia con los estándares internacionales de derechos humanos y el acuerdo alcanzado a principios de este año en la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer para prevenir y poner fin a la violencia contra las mujeres.
Para ser efectiva, la prevención debe abordar su causa subyacente: la desigualdad de género. Necesitamos educación en las escuelas que enseñe derechos humanos y respeto mutuo, y que inspire a las y los jóvenes a ser líderes a favor de la igualdad. Necesitamos oportunidades económicas equitativas y acceso a la justicia para las mujeres. Necesitamos escuchar la opinión de las mujeres. Necesitamos más mujeres en la política, la policía y el mantenimiento de la paz.
Sigamos probando estrategias de prevención innovadoras y utilizando la tecnología, incluida la tecnología móvil, para generar conciencia y proteger los derechos de las mujeres.
Tenemos que proteger a las mujeres y las niñas de la violencia, y, cuando se produzca la violencia, garantizar el acceso a servicios esenciales para todas las sobrevivientes. Esto incluye servicios de salud, refugios, líneas de atención telefónica, policía, justicia y asistencia jurídica. Debemos asegurar que las mujeres y las niñas estén seguras y que los agresores rindan cuentas por sus delitos y sean llevados ante la justicia.
Mediante la iniciativa mundial Ciudades Seguras, podemos llegar a mujeres de todo el mundo así como a personas encargadas del cumplimiento de la ley que están más cerca del lugar de comisión de estos delitos. Tenemos que ampliar nuestro trabajo y colaborar con hombres y niños, así como con jóvenes.
Los Objetivos de Desarrollo del Milenio no incluyeron la cuestión de poner fin a la violencia contra las mujeres, lo que representa una flagrante omisión. Insto a todos los Estados Miembros de las Naciones Unidas a que el objetivo de poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas se convierta en una prioridad en el nuevo marco para el desarrollo una vez que los ODM hayan concluido en el año 2015. ONU Mujeres promueve un objetivo independiente sobre los derechos y el empoderamiento de las mujeres y la igualdad de género.
Con un liderazgo firme a favor de la prevención, la protección, el enjuiciamiento y la prestación de servicios a las sobrevivientes, podemos poner fin a esta pandemia mundial. Está en nuestras manos. Si nos unimos podemos prevenir y poner fin a la violencia contra mujeres y niñas.”
Foto: archivo AmecoPress, cedida por ONU Mujeres. 

La agenda de la igualdad es la agenda de las mujeres



Alicia Bárcena*

Las mujeres de América Latina y el Caribe podemos mirar este año que termina con satisfacción y esperanza gracias a los compromisos asumidos por nuestros países en materia de igualdad de género.

En dos importantes reuniones convocadas por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), los gobiernos suscribieron los Consensos de Montevideo y Santo Domingo, que contienen acuerdos específicos orientados a dotar de mayor autonomía física, económica y política a las mujeres.

Los países latinoamericanos y caribeños participaron en la primera reunión de la Conferencia Regional sobre Población y Desarrollo de América Latina y el Caribe y en la decimosegunda Conferencia Re­gional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe (realizadas en Uruguay y República Dominicana, respectivamente), después de un largo y fecundo proceso de instalación del tema de la igualdad en el centro del debate regional.
Durante décadas, las mujeres de nuestra región han abogado desde los movimientos sociales y los mecanismos institucionales por la acción efectiva del Estado para evitar la discriminación en la sociedad. El hecho de que la igualdad oriente hoy las agendas gubernamentales es un triunfo del cual pueden, legítimamente, considerarse protagonistas.

La decimosegunda Conferencia Regional sobre la Mujer, que tuvo lugar en octubre, abordó, principalmente, el lugar que las mujeres ocupan en la economía digital, tema que se sitúa en el corazón de la reflexión actual de la Cepal.

Creemos que América Latina y el Caribe deben llevar a cabo un proceso de cambio estructural, una apuesta por diversificar su matriz productiva, aplicando una combinación de políticas industriales, económicas, sociales, ambientales y laborales. Desde nuestra perspectiva, esto permitirá a la región crecer de forma sostenida, con responsabilidad ambiental y mayor igualdad.

El cambio estructural que proponemos pasa en gran medida por la generación de conocimiento y la incorporación de innovaciones en el sistema productivo y en el conjunto de la sociedad, tarea en la que las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) juegan un papel crucial.

Ponemos este debate en la perspectiva de género, porque en la economía digital las oportunidades no se distribuyen de forma equitativa ni entre los países ni entre las personas. Apreciamos brechas de primera y segunda generación, no sólo de acceso a computadoras e Internet, sino también de habilidades y usos de estas tecnologías. Los datos muestran que las mujeres se benefician de los avances de la sociedad digital, pero con rezago respecto de los hombres. Tomando el promedio simple de 10 países, la tasa de uso de Internet de las mujeres es 8.5 por ciento inferior a la de los hombres.

Una política pública sensible a esta realidad debe reconocer que la desigualdad de género en la economía digital se da principalmente en el mundo del trabajo (tanto remunerado como no remunerado), por lo que urgen políticas que prevengan la segregación laboral, eviten las brechas de ingresos y promuevan una justa división sexual del trabajo.

La lentitud con que se cierran las brechas en el mercado laboral da cuenta de algunos persistentes obstáculos de acceso, entre ellos, que las mujeres sigan siendo las principales responsables del trabajo no remunerado y el cuidado en los hogares. Asimismo, en nuestra región una mujer con 13 y más años de estudio gana 37 por ciento menos que un hombre en la misma condición.

Para la Cepal igualdad es sinónimo de titularidad de derechos, escenario donde el Estado juega un rol insustituible de cara al logro de umbrales mínimos de bienestar sin restar impulso ni recursos al dinamismo económico.

Los avances progresivos registrados en los consensos de las conferencias regionales dan cuenta de una sistemática defensa de la integralidad e indivisibilidad de los derechos, de la valorización del Estado, incluso a contrapelo de las miradas dominantes en el pasado reciente, y de la búsqueda de una nueva ecuación entre el Estado, la sociedad, el mercado y la familia. Se trata de cambiar las relaciones de poder para que las mujeres de América Latina y el Caribe puedan gozar efectivamente de sus derechos.
* Secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal)

La Violencia de género es mucho más que la violencia directa


25-N Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres




Violencia simbólica, cultura, estructural y directa
Según la Declaración sobre eliminación de la Violencia contra las Mujeres, (Resolución de la Asamblea General 48/104, 1993) podemos considerad violencia contra las mujeres –o violencia de género-: Todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño físico, psicológico o sexual para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada.

La violencia, no obstante, según Johan Galtung, tiene diversos rostros: la violencia directa: donde hay un actor que comete el acto de violencia (agresiones físicas, violaciones y acoso sexual, las guerras; violencia estructural: ataca de forma más lenta y pausada, no hay un actor directo, puede ser manifiesta como desigualdad de oportunidades ante la vida (marginación, hambre, malnutrición...) ; violencia cultural: más sutil y difícil de percibir, basada en estereotipos e idealizaciones ideológicas, en ideas que construyen el sentido común del que es participe, de manera directa o indirecta, el global de la sociedad, de ahí su papel legitimador de las demás violencias. Mediante un modelo triangular, Galtung explica cómo todas estas violencias interaccionan y se retroalimentan entre sí. La violencia estructural y la violencia cultural, reproducen la violencia; se reproducen a sí mismas y constituyen la base de la violencia directa. Este modelo triangular de Galtung permite dilucidar las causas que mantienen en constante relación los tres tipos de violencia. Estos flujos circulan en todas las direcciones, ya que la violencia se origina en cualquiera de los vértices, siendo el más significativo el que parte de la violencia cultural pasando por la estructural y terminando en la directa. En el ámbito de la violencia de género, este modelo queda plenamente de manifiesto.

También hay otro tipo de violencia estrechamente vinculada a la violencia cultural: la violencia simbólica, que para ser comprendida eficazmente ha de ser analizada desde una perspectiva particular, en tanto y cuanto es una manifestación concreta, a través del poder de los símbolos sociales, de la violencia cultural. La violencia simbólica se puede definir como el poder para imponer la validez de significados mediante signos y símbolos de una manera tan efectiva que la gente se identifique con esos significados. De alguna manera, podríamos decir que es una manifestación directa de la violencia cultural, que sin llegar a ser violencia directa, opera en la práctica de una manera muy similar, en tanto y cuanto tiene una naturaleza agresiva muy marcada. La violencia simbólica es el acto agresivo-violento presente en los códigos simbólicos de la sociedad. No es tan sólo que legitime la violencia directa o estructural, sino que en sí mismo es un acto violento. Estos códigos simbólicos son impuestos por los sujetos dominantes a los sujetos dominados, sometiéndolos con ello a una determinada visión del mundo, de los roles sociales, de las categorías cognitivas y de las estructuras mentales que son intrínsecamente violentas.

Todos estos tipos de violencia siguen estando hoy presentes en la vida de las mujeres del estado español, siendo la violencia directa con resultado de muerte solo uno de los fenómenos que la violencia de género genera en nuestra sociedad, sin duda el más dramático, pero no el más generalizado y mucho menos el que tienen una mayor alcance cotidiano en la vida de la mayoría de mujeres de nuestra sociedad, además de que nos sería imposible entender tan dramático y detestable fenómeno sin vincularlo a esos otros tipo de violencia estructurales, culturales y simbólica.

La violencia de género más allá de la violencia directa

No queremos marear aquí con cifras y datos interminables, que los hay de sobra y pueden ser sencillamente encontrados con búsquedas no demasiada complejas en cualquier buscador de internet, sencillamente pretendemos resaltar este hecho que nos parece fundamental, para que el 25-N no sea solo el día en que los fenómenos más dramáticos de la violencia de género copan los titulares de prensa, sino, como bien hacen diferentes organizaciones y colectivos feministas cada año, el día en el que la sociedad pueda y deba reflexionar sobre esta lacra que es la violencia de género de manera global, tanto en lo referido a la violencia directa como en lo que tiene relación con todos esos otros fenómenos cotidianos –estructurales, culturales y simbólicos- que tanto dificultan la vida de la mujer y su lucha por la igualdad y el empoderamiento.

La existencia de una brecha salarial de género, las condiciones de precariedad laboral, el trabajo subcualificado, los nichos laborales feminizados, la tendencia a reproducir socialmente las causas que generan la feminización de la pobreza y/o las desigualdades en el reparto del trabajo no remunerado en el seno del hogar, nos puede servir , basándonos en todos los datos y estadísticas que se derivan de diferentes estudios realizados en los últimos años que así demuestran todas y cada una de estas realidades, como elementos probatorios, como datos cuantitativos para mostrar la existencia de una violencia de género, de tipo estructural, cultural y simbólica, generalizada.

Cuando una mujer cobra menos que un hombre en un mismo puesto de trabajo por el simple hecho de ser mujer, cuando el trabajo que realiza en el ámbito del hogar es un trabajo que, precisamente por estar asociado en el imaginario colectivo a la mujer, no es valorado ni reconocido socialmente, cuando la mayor parte del trabajo precario recae en las mujeres, cuando sus pensiones son de media varios cientos de euros menores que las de los hombres, cuando entre las mujeres en edad de jubilación la tasa de pobreza es varios puntos superior a la de los hombres, cuando se sigue considerando el trabajo femenino como una “ayuda” a la economía familiar en el caso de que la mujer conviva en pareja con un hombre y, a su vez, el trabajo doméstico del hombre se vea como una “ayuda” a la labor que en ese ámbito le corresponde por norma a la mujer, cuando las mujeres dedican más del doble del tiempo a las tareas de cuidados que los hombres, o cuando la salida de la mujer al mercado laboral lleva implícita un aumento de sus responsabilidades totales –al no disminuir las que le son propias por norma en el seno del hogar-, podemos hablar, sin duda, de que estos elementos son parte de una violencia de género estructural, cultural y simbólica generalizada.

Tales hechos están condicionados por los roles y estereotipos de género que siguen presentes en la sociedad, según los cuales la mujer es menos apta que los hombres para realizar trabajos fuera del hogar y viceversa, así como es mejor “cuidadora” que aquellos a la hora de atender las necesidades de las personas dependientes y tantas otras cosas del estilo. Eso es violencia simbólica.Es bien sabido, por ejemplo, que cuando en una pareja existe un debate en torno a quien de las dos personas debe abandonar su trabajo remunerado para hacerse cargo de los trabajos vinculados al hogar o los cuidados, en la inmensa mayoría de casos será la mujer la que acabe por abandonar su trabajo remunerado para centrarse en tales fines.

Esto es, esta violencia simbólica luego tiene su reflejo en una sociedad donde todo aquello que se vincula con el trabajo femenino está peor valorado socialmente, y en algunos casos está totalmente desvalorado, en relación al trabajo que se considera propio de hombres (violencia cultural), y ello luego genera que tanto en el ámbito laboral remunerado, como en el ámbito doméstico no remunerado, sea la mujer la que se vea perjudicada por las consecuencias prácticas de tales planteamientos culturales generalizados, ya sea mediante un salario más bajo para un mismo puesto de trabajo que el hombre, ya sea por una pensión más baja al no haber podido cotizar en condiciones de igualdad con el hombre, ya sea por verse obligada a aceptar unas condiciones de precariedad laboral que parecen estar pensadas para adaptarse a las demandas laborales de las mujeres, ya sea porque deba cargar sobre sus espaldas con el peso de las tareas domésticas y de cuidados ante el abandono o desprecio de las mismas por parte de los hombres, podemos hablar de violencia estructural de género, una violencia que tiene una relación directa con la violencia cultural y la violencia simbólica de género tal y como las estamos planteando aquí.

Como decimos, los datos que muestran la existencia de tales violencias, con alcance generalizado, pueden ser fácilmente encontrados con una sencilla búsqueda por internet y todos ellos están sobradamente demostrados y contrastados. Si no los incluimos aquí es básicamente porque ello nos llevaría a tener que realizar casi un trabajo académico, y la intención de este artículo no es la de demostrar nada, sino, simplemente, la de inducir a la reflexión, para lo cual, entendemos, basta con citar lo que cualquier persona con un mínimo interés puede rápidamente comprobar como cierto, algo que, de hecho, nosotros ya previamente, aunque no se recoja aquí, hemos hecho. Nada de lo que se dice en este artículo sobre las desigualdades laborales y culturales entre hombres y mujeres es falso, todo está debidamente contrastado con datos y estudios que lo demuestran y esos estudios están al alcance de cualquier en internet mismo.

Tipos y espacios de la violencia de género: hoy los mismos que ayer

Sin embargo, antes de continuar, sí merece la pena detenerse a remarcar un hecho: existe una relación directa entre todos estos tipos de violencia cultural, simbólica y estructural de género, con aquellos espacios tradicionales donde desde hace siglos la violencia de género se ha hecho presente (en la familia y el mundo laboral), así como entre aquellas actividades que tradicionalmente han sido características de la opresión de la mujer (trabajo doméstico y ámbito de los cuidados) y los diferentes modos que la violencia de género tiene de darse en nuestra sociedad. Por ejemplo, no es casualidad que el trabajo que es propio de esos nichos laborales femenizados mencionados, sea precisamente aquel trabajo que tradicionalmente ha sido propio de la mujer, como es el cuidado de las personas dependientes o las tareas del hogar. De la misma manera, tampoco es casual que los mayores índices de violencia directa sobre las mujeres, esa que sí parece, por suerte, haber desatado en los últimos años una mayor preocupación social e institucional, se sigan dando principalmente en el ámbito familiar y del hogar, así como en el ámbito laboral. Esto muestra la existencia de una estrecha vinculación entre los patrones tradicionales de violencia de género y, pese a los avances en materia de igualdad de género, los patrones actuales de la misma, tanto en sus formas como en sus espacios físicos y simbólicos de desarrollo y ejecución. Los roles de género siguen desempeñando un papel fundamental en la existencia de todas estas violencias, de hecho, tales roles de género son, tal y como se plantean socialmente en la actualidad, violencia de género.

El problema que viene de la mano de esta violencia simbólica de género se acentúa si entendemos que normalmente las diferentes formas que ésta asume en la realidad social de nuestros días se complementan y se refuerzan las unas a las otras. Que el trabajo doméstico y/o de cuidados se perciba socialmente como una trabajo “de mujeres” es ya en sí mismo un ejemplo de cómo la violencia de género tiene unas bases simbólicas y culturales muy importantes y contra las que es bastante complicado luchar a corto plazo. Pero cuando, como se ha dicho, además este trabajo, por el hecho simbólico de estar vinculado a la mujer, se desvaloriza y se tiene, pese a la importancia real del mismo (¿qué sociedad podría funcionar sin este tipo de trabajos vinculados a las tareas domésticas o los cuidados?), como trabajos que ocupan los escalones más bajos en la mentalidad colectiva respecto de las actividades laborales –remuneradas o no- que tienen valor en nuestra sociedad, el problema para la mujer es doble: tanto en lo privado como en lo público cualquier cosa vinculada a la mujer queda relegado a un segundo plano. Es decir, la mujer es inferior al hombre en cualquier espacio de la vida social, y, en consecuencia, cualquier actividad vinculada a ella en el imaginario social debe necesariamente ser de la misma manera percibida como inferior, tanto en el espacio público como en el espacio privado. Y aunque pueda sonar extravagante, la comparación entre el papel que la sociedad otorga al deporte femenino en comparación con el deporte masculino es buena muestra de ello.

De la misma manera, cuando estos roles de género se relacionan con otras representaciones simbólicas que son propias de nuestro marco de valores instituido socialmente, las relaciones de dominación y subordinación de la mujer respecto del hombre que tales roles sustentan y fomentan, se hacen presentes de tal forma que la violencia de género tiende a alcanzar sus situaciones más dramáticas y sangrientas, así como garantizan que la cotidianidad de la violencia de género acabe por ser una hecho instituidor de la sociedad en sí mismo: la sociedad se construye y desarrolla necesariamente sobre la base de una violencia de género generalizada.

Sexualidad, relaciones de pareja y violencia de género

La opresión sobre la sexualidad femenina, en comparación con la sexualidad masculina (hablando siempre, claro está, desde el plano de la heterosexualidad), es, por ejemplo, una de estas violencias simbólicas que, al mezclarse con otros elementos sociales como es por ejemplo el modelo normativo que se impone como referencia cultural para las relaciones de pareja, acaban teniendo unas consecuencias dramáticas para la mujer.

Aunque es obvio que ha habido cierto avance en este sentido, aquella idea de que la mujer debe tener una vida sexual no promiscua, so pena de ser considerada socialmente como una “puta” (“putón verbenero” le escuchaba decir hoy a una chica en el autobús, en una conversación con su pareja, al referirse a una “amiga” de ambos que, parece ser, había tenido la osadía de serle infiel al novio), a diferencia del hombre que puede ser todo lo promiscuo que quiera sin necesidad de tener que sufrir ningún tabú social por ello (“el novio también le había puesto los cuernos, pero la quiere y como ella no se enteraba, pues la relación iba funcionando”, le respondía en la citada conversación el chico a la chica que había hecho el comentario anterior), sigue siendo una idea simbólica y cultural plenamente integrada en nuestra sociedad. Algo que, obviamente, como denota la citada conversación, tiene consecuencias sociales y muy graves en no pocas ocasiones.

Si el hombre es percibido culturalmente, de forma general, como un ser superior a la mujer, si cualquier actividad vinculada directamente a la mujer es a su vez percibida como inferior, si además es la mujer la que en ningún caso debe ser promiscua si quieres ser una mujer "digna",y, además, el amor es asimismo percibido culturalmente, como lo es en nuestra sociedad, como una relación de posesión mutua, algo así como una relación sustentada en la propiedad privada respecto de la sexualidad del otro elemento de la pareja –fidelidad sexual-, finalmente se abre la puerta de par en par para una macabra lógica cultural que puede llevar fácilmente a la conclusión sentida y vivida por el hombre de que la mujer es una posesión suya y solo suya. Amor como propiedad privada y patriarcado son entonces las dos caras de una misma manera con trágico resultado: la violencia de género en sus versiones más trágicas y horripilantes.

Más concretamente, si el hombre se auto-percibe culturalmente como un ser superior a la mujer, y, a la par, entiende también culturalmente la relación amorosa como una relación posesiva, es decir, una relación donde los amantes se poseen mutuamente, finalmente la mujer acabará siendo vista como una posesión del hombre, pues es la propia cultura la que así lo indica: los dos se posén mutuamente, pero el hombre manda en última instancia. La relación deja de ser, pues, una relación de doble sentido posesivo, para convertirse en un objeto cuyo dueño es el hombre. Se cosifica psicológicamente el concepto mismo de pareja, e implícitamente se cosifica a la mujer, pasando ambas "cosas" a ser propiedad privada del hombre que así piensa.

Así, a poco que el hombre perciba de alguna manera (real o ficticia) que este nexo posesivo comienza a romperse, o que está puesto en entredicho, recurrirá a la violencia para “re-direccionar” la relación por el "camino correcto": el de la sumisión respecto del que se siente su amo. Además porque, al ser la promiscuidad de la mujer un tema de "dignidad", la fidelidad es para el hombre un tema de "honor" (de ahí que a la mujer se le insulte llamándola "puta" y al hombre llamándole "cabrón"). Los celos, de hecho, suelen ser una de las principales causas de la violencia de género directa, tanto física como psicológica.

De igual manera, en caso de ruptura de la pareja, o de simple intento de ruptura, cuando lo que antes el hombre veía como una posesión deja de repente de serlo, cuando los derechos de “propiedad” dejan de tener efecto, estas mismas personas suelen no estar lo suficiente capacitadas como para aceptar tal hecho, pues la idea de que la pareja es para uno y sólo para uno “hasta que la muerte los separe” prevalece sobre la razón y la independencia de la otra persona. La violencia es aquí un modo de indicar que no es posible que la mujer abandone el seno de la pareja si no es bajo la aceptación voluntaria del hombre, del amo por excelencia en la relación, del verdadero dueño de la propiedad mutua. La mujer pasa a ser algo así como un bien ganancial de la pareja, cuyo único administrador es el hombre.

Y si a eso le sumamos, como decimos, que la dignidad de la mujer se ha asociado y se asocia generalmente, entre otras cosas pero de manera principal sobre todo en lo referido a los temas de pareja, a su no promiscuidad, y que, por derivación, el hombre ve amenazado e insultado su honor -al ser engañado por una mujer “indigna”-, cuando ésta ha cometido una infidelidad o el hombre sospecha que la haya podido cometer o incluso que pudiera querer cometerla en el futuro (aunque sea en la forma de un abandono de la relación para irse con otro hombre en el futuro una vez rota tal relación –“o eres mía o de nadie”-), no es de extrañar que sea precisamente el seno del hogar familiar, y en concreto los asuntos relacionados con las “disputas” sentimentales, el principal espacio social donde se producen las peores muestras de violencia directa de género, en muchas ocasiones, como sabemos por desgracia, con resultado de muerte.

25-N día contra el patriarcado, día contra la violencia de género como instituidor de la sociedad

Pero todo ello, como decimos, no puede ser entendido sin comprender que la violencia de género directa no es más que una proyección a la vida misma, en sus consecuencias más dramáticas, de aquellas otras violencias estructurales, culturales y simbólicas que afectan cotidianamente a la mujer. De hecho, tal y como está concebida la sociedad actual, tal y como se ha desarrollado en las últimas décadas y se sigue desarrollando en la actualidad, la violencia de género no solo es que esté presente en la vida de las mujeres prácticamente cada segundo de sus vidas de una manera o de otra, es que la propia sociedad se ha instituido y se ha desarrollado sobre el patriarcado, esto es, sobre la violencia de género. Porque toda expresión social del patriarcado, sea directa, estructural, cultural o simbólica, es violencia de género, y nuestra sociedad no podría funcionar, de la forma que lo hace, sin la existencia de esta violencia cotidiana y sistemática sobre las mujeres. La violencia de género es, usando la terminología de Castoriadis, un elemento instituidor de la sociedad actual.

Esto es, mientras la violencia de género siga siendo un problema de alcance global, mientras sea un instituidor social, no se podrá hablar jamás de un verdadero avance hacia la igualdad de género, y, por tanto, de un verdadero cambio social. Podremos seguir hablando de transformaciones, sí, pero no de cambio social real y efectivo, y ello porque, como decimos, muchas de estas transformaciones, al no haberse visto acompañadas por un cambio cultural y estructural global, en ocasiones no hacen más que aumentar la situación de discriminación y de desigualdad en la que, a día de hoy, siguen viviendo una mayoría de mujeres. Es más, en muchas ocasiones, es la propia forma en la que se han desarrollado estas transformaciones la que tiene una incidencia directa sobre la perpetuación de la discriminación de género en aquellos espacios donde se venían dando ya desde antes de la existencia de tales transformaciones, actuando, de facto, como impedimentos para que, siquiera a largo plazo, se pueda avanzar en esta pretendida y buscada igualdad.

Por ello el 25-N no debe ser –solo- una día para expresar nuestra indignación contra la violencia directa con resultado de muerte, debe ser un día para la reflexión, un día para, como bien hacen muchas feministas y así deben seguir haciendo por siempre mientras la situación no cambie, denunciar el patriarcado en general, denunciar todas y cada una de las violencias de género que están presentes cotidianamente en la vida de las mujeres. El 25-N es el día contra la violencia de género, ergo es el día contra el patriarcado. Porque toda expresión del patriarcado es violencia de género, y el patriarcado es en sí mismo la forma con la que violencia de género es capaz de instituir cotidianamente a nuestra sociedad.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Redes comunitarias contra la impunidad del feminicidio en Ciudad Juárez



Ciudad Juárez – México, 25 nov. 13. AmecoPress/Diagonal.- Lo mejor era huir. Forzar una maleta difícil de cerrar, tomar en brazos a su hija y partir hacia el norte. Marisela fue maestra en la misma escuela por más de 20 años, y vivió más de 30 en el mismo barrio de la ciudad donde nació: Ciudad Juárez, la frontera entre México y Estados Unidos. Un día, salió a trabajar, y en la puerta del aula encontró un cartel colgado: “¡Vete, si no, te mataremos a ti y a toda tu familia!”. No es necesaria la firma, son los traficantes de droga de Ciudad Juárez.

Ninguna duda, sólo mucha prisa: “Desde finales de los años 90, cuando fundamos con otras mujeres la primera ONG en el mundo en defensa de las víctimas de feminicidio, Nuestras Hijas de Regreso a Casa, son constantes las condiciones de peligro en que vivimos.
JPG - 70 KB
Además, en los últimos cinco años, el nivel de violencia se ha triplicado de manera dramática”. Ha pasado más de un año desde que Marisela fue amenazada. Hoy vive como refugiada política en Estados Unidos, aislada de su familia y en el anonimato por razones de seguridad. Éste es un caso más de participantes de Organizaciones No Guberna¬mentales (ONG) amenazadas, periodistas torturadas, mujeres que en su vida diaria han decidido luchar contra la impunidad, y que, de repente, desaparecieron.

Durante los años de la presidencia de George W. Bush en Estados Unidos y Felipe Calderón (2006-2011), se puso en marcha el Plan México: un programa de 400 millones de dólares invertidos en la lucha contra el narcotráfico. Al igual que su antecedente, el Plan Colombia, la iniciativa destinada a México tuvo como objetivo prioritario la militarización del territorio. Oficialmente, una parte del Plan México tenía que destinar un porcentaje a las instituciones que trabajan en defensa de los derechos humanos en el estado de Chihua¬hua. En la realidad, nunca se asignaron esos recursos. En el mismo agujero desaparecieron los fondos que tendrían que invertirse en el desarrollo económico, la mejora de las instalaciones públicas y la prevención de la drogadicción. Se gastaron, en cambio, todos los dólares necesarios para asegurar una fuerte y generalizada presencia de los ejércitos, tanto de México como de Estados Unidos, en toda la frontera norte.

En consecuencia, se produjo la militarización extrema del estado de Chihuahua, donde el índice de violencia ha aumentado un 200%. Lo que significa que, en la vida diaria, la población tuvo que aprender a lidiar entre tensiones y peligros, y seguir ampliando o estrechando los límites de su libertad personal. Para Marisela: “Cuando se decide luchar contra la violencia, en especial contra el feminicidio, se trabaja antes que nada en contra de la impunidad que se genera cuando es el mismo Estado el que no garantiza el cumplimiento y la observación de las leyes”.

En cuanto al papel del Ejército y de la Policía en el tráfico de drogas, el periodista canadiense Bruce Levesey, durante años, ha realizado investigaciones de las que emergen elementos claros para analizar hechos claves y entender causas y efectos. Partimos del Plan Mérida: operación conjunta entre México y EE UU en 2008. Según Levesey: “El problema fue que en la guerra entre los dos cárteles, el de Juárez y el de Sinaloa, una parte de los militares entró en el campo de batalla para apoyar al cártel de Sinaloa, por lo que éste ganó mayor fuerza para controlar una zona que históricamente había estado dominada por los cárteles de Juárez”. En sus declaraciones, Marisela explica las formas desde las que se genera este sistema de violencia: “Es evidente que estamos dentro de un sistema político caracterizado por el machismo y la corrupción, que afecta la economía paralizando el mundo laboral y que es incapaz de garantizar derechos mínimos”.

Una de las primeras periodistas mexicanas que destacaron la relación entre los cárteles de la droga y la política es Alma Guillermoprieto. Sus investigaciones dibujan la zona geográfica que ocupan los cárteles con la intención de precisar los datos sobre el sistema de control del territorio que opera para la distribución de la droga. Se trata de un control a “manchas de leopardo”, es decir, que consiste en ir alternando los territorios controlados directamente por los narcotraficantes y las grandes áreas de influencia. De este modo, los narcotraficantes logran estar presentes en los 32 estados de la República Federal Mexicana. Cada cartel funciona como una célula. Cada célula establece una zona de dominio directo y otra de dominio indirecto. En cada zona se crean alianzas horizontales con las comunidades, se definen las redes de comunicación confiables y se establecen las estrategias y prácticas adecuadas siguiendo una lógica militarizada. Pero cada célula tiene que ser funcional al sistema, y para serlo debe tener características precisas: la capacidad de autorregenerarse y, al mismo tiempo, de ser autónoma dentro del sistema mismo. De este modo, cada célula amplía el tejido del cuerpo/cártel de los narcos.

En un sistema estatal que juega a efecto dominó en la pérdida de derechos, las mujeres en Juárez están recreando espacios sociales a partir de la necesidad de exigir justicia y, al mismo tiempo, construirla ¬colectivamente.

Contra la impunidad

Los escenarios cambian en un entramado social poroso, que genera una tensión capaz de provocar estallidos en las superficies. Antes, las mujeres asesinadas o desaparecidas eran sobre todo obreras de la industria textil, las maquiladoras. Hoy, la violencia es cada vez más generalizada: puede desaparecer una obrera, así como una estudiante, una mujer que vive en los suburbios o una juarense de clase alta. Aumentan los casos de participantes de ONG amenazadas, periodistas torturadas, mujeres que en su vida diaria han decidido luchar contra la impunidad, y que, de repente, desaparecieron. En contra de la desaparición de cuerpos y la descomposición del tejido social, las mujeres responden visibilizando la violencia.

En este sentido, una herramienta de lucha política importante son los datos. No es necesario llegar a la forma extrema de matar para deshacerse de cuerpos, sino que basta con que un Estado no actualice las estadísticas sobre el feminicidio. Los datos no sólo describen el fenómeno de la violencia, sino que también permiten analizar y comprender las herramientas necesarias para desactivar el mecanismo. Quien quiera investigar con respecto a la violencia, no ha de ir a archivos gubernamentales, sino mirar entre las informaciones recogidas por periodistas, ONG y asociaciones civiles. Las mujeres trabajan en varios frentes transformando la profanación de cuerpos en una acción positiva para toda la comunidad: desde la protección de las víctimas a la acción legal.

Según Nuestras Hijas de Regreso a Casa, un avance es que cada año aumentan las denuncias presentadas por las familias contra la policía. Este cambio de rumbo nace en el 2002 con la decisión de culpar al Estado mexicano como responsable por la muerte de las mujeres en Ciudad Juárez. En el 2001 se encontraron en un campo ocho cuerpos de mujeres y niñas.

Esta franja de tierra tenía una fuerte carga simbólica: estaba cerca de la sede del Sindicato de las Trabajadoras. La intención era clara: no sólo matar, sino profanar a las víctimas y amenazar a las obreras que luchaban en esa unión. Nuestras Hijas de Regreso a Casa decidió llevar ese pedazo de campo fuera del país y presentarlo a la Corte Interame¬ricana de Derechos Humanos. En 2009, el tribunal emitió un fallo a favor de las víctimas y por primera vez se reconoció el valor jurídico del término -‘feminicidio’. Para construir justicia y nuevos lazos sociales, la mujeres trabajan en varios frentes transformando la muerte, los cuerpos desechos en acciones vitales para todas. Volver a tejer cuerpos, los mismos cuerpos que se encuentran en el desiertos cortados en pedazos.

Al final de la década de los 90, existía sólo una ONG que se ocupaba del feminicidio. Hoy todas las asociaciones civiles de este territorio reconocen y luchan contra la violencia. Desde 2008 diez ONG realizaron una “Declaratoria Solidaria Permanente” para exigir a las autoridades de gobierno “derecho a participar en las decisiones que afectan a nuestras vidas y familias y el cumplimiento de las obligaciones que les fueron otorgadas al asumir su mandato”, como afirma María E. Ramos, directora de Programa Compañeros. La declaración sigue siendo permanente y los trabajos de todas siguen en curso.
Foto: Performance de un grupo de mujeres para visibilizar la violencia machista en Ciudad Juárez.

Mujeres nicaragüenses inician viaje para buscar desaparecidos

LA OTRA RUTA MIGRATORIA
La Otra Ruta Migratoria
   Se suman a Caravana de Madres que viene a México

Retomada del portal zapateando.wordpress.com
Por: Nelson Rodríguez, corresponsal
Cimacnoticias | Chinandega, Nicaragua,.-

La Caravana de Madres Nicaragüenses que se unirá a la Novena Caravana de Madres Centroamericanas Buscando a sus Migrantes Desaparecidos, salió hoy de esta norteña ciudad para iniciar un recorrido hasta México a partir del próximo 2 de diciembre.

En la caravana nicaragüense viajan ocho madres, una psicóloga y la coordinadora de un programa de la organización civil Servicio Jesuita para Migrantes.

De las madres, dos buscan a hijas y el resto a hijos, todas son mayores de 50 años y mantienen la esperanza de encontrar o al menos obtener información sobre el paradero de sus descendientes.

Julia Márquez, originaria de Chinandega, va en busca de su hija María Gisel González Márquez, quién salió de esta ciudad hace 13  años con destino hacia Estados Unidos en su ruta por México y le dejo al cuidado a su hijo, quien ahora es un adolescente que quiere saber el destino de su madre.

Julia narró que desde hace unos seis años perdió la comunicación con su hija. La última vez le dijo que se encontraba en México. Ahora lo único que desea es saber de ella, abrazarla y reanudar la comunicación para darle una respuesta a su nieto.

En esta caravana también viaja María Jesús Silva, quien tuvo que renunciar a su trabajo en Costa Rica y se regresó a Nicaragua para integrarse al viaje con la esperanza de encontrar a su hija, de quien no tiene información desde hace nueve años.

El Servicio Jesuita para Migrantes, en su oficina de Chinandega, ha documentado 191 casos de madres y padres de familia que llegan a solicitar apoyo para localizar a sus hijas e hijos en el extranjero, de las cuales 32 son mujeres migrantes, explicó Damaris Murillo, coordinadora del Proyecto Migrantes Chinandeganos Promoción y Defensa de sus Derechos Humanos.

La mayoría de esos casos son de migrantes nicaragüenses que salieron hacia EU en busca de mejores condiciones de vida, y de quienes se desconoce su paradero o se ha perdido comunicación en su ruta, ya sea en Guatemala o México, sostuvo Murillo.

La caravana tiene varios objetivos, entre estos, que las madres obtengan información de sus hijas e hijos, pero también sensibilizar a la sociedad y visibilizar ante los Estados la problemática de las y los migrantes nicaragüenses y centroamericanos.

Para Murillo, el Estado nicaragüense y las autoridades locales deberían cumplir el rol de proteger a las y los ciudadanos migrantes, e implementar una política de atención para las familias de la población migrante.

Una de las principales demandas al Estado nicaragüense es que se apruebe la Ley de Protección a los Migrantes, tanto los que salen como los que regresan, y que los distintos consulados en el exterior  mejoren su atención a la ciudadanía nicaragüense que radica en el extranjero, explicó Murillo.

Para Héctor Calero, del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), organismo miembro de la Red Nicaragüense de la Sociedad Civil para las Migraciones, esta caravana es “un aliento, una ventana de esperanza” no sólo para las madres que viajan sino también a otras familias que tienen a sus hijas e hijos migrantes sin localizar en la ruta hacia EU.

Calero dijo que lo primero que deberían hacer los consulados en los países donde pasará la caravana es tener un listado de las personas no localizadas y atender a estas madres, así como facilitarles algunos medios de información y documentación.

La Novena Caravana de Madres Centroamericanas Buscando a sus Migrantes Desaparecidos llevará el nombre de Emeteria Martínez, iniciadora y figura emblemática de las caravanas, quien falleció este año.

Partirá el próximo 2 de diciembre de El Ceibo, Guatemala, donde el Movimiento Migrante Mesoamericano –organizador de la caravana– recibirá a las madres procedentes de El Salvador, Nicaragua, Honduras y otras partes de Guatemala, para luego trasladarse a Tenosique, Tabasco, donde pasarán la noche en la casa del migrante “La 72”.

Esta vez la caravana no llegará a los estados fronterizos del norte de México, sino que arribará hasta Guadalajara, en el inicio de la llamada “Ruta Pacífico”, por donde se está desviando el flujo migratorio de la denominada “Ruta del Diablo” (desde el DF hasta Mexicali), a fin de eludir la violencia de la ruta del Golfo, por donde corre el tren de carga conocido como “La Bestia” y se han denunciado secuestros, violaciones y asesinatos.

13/NR/RMB

“Con las nuevas tecnologías la violencia hacia las mujeres se reproduce de manera más sutil”


Entrevista a Ianire Estébanez, psicóloga y ciberactivista, autora del blog “Mi novio me controla lo normal”


Madrid, 28 nov. 13. AmecoPress/ Maialen Odriozola. Ianire Estébanez es una apasionada de las nuevas tecnologías que, sin embargo, reconoce los riesgos que pueden englobar y admite que es posible que en este aturullo virtual se nos esté yendo un poco la cabeza. En su blog, “Mi novio me controla lo normal”, plantea preguntas abiertas porque, aunque reconoce que hoy en día las adolescentes viven muy influenciadas por el ideal del amor romántico, sabe que también son muy capaces de razonar, de darse cuenta y de cambiar el futuro.

JPG - 41.4 KB
Poco antes de su participación como ponente en nuestros “II Encuentros internacionales sobre el impacto de los fundamentalismos en los derechos sexuales y reproductivos” hemos compartido con ella una charla sobre juventud y nuevas tecnologías; sobre el acoso y la intromisión que pueden suponer, pero también sobre la potencialidad de esas mismas herramientas para la difusión de la información o para organizar actividades. Porque, al final, no son más que medios. El problema está en la sociedad y afirma que aunque hayamos vivido en una especie de espejismo, por desgracia, no es la sociedad la que ha evolucionado, sino el machismo el que ha mutado.

-Tu blog se llama “Mi novio me controla lo normal”. ¿Se trata de un título original o una buena descripción de la situación de muchas jóvenes?

Es una descripción o un resumen de lo que nos encontramos cuando empezamos a hacer investigación centrada en mujeres jóvenes; la normalización de los comportamientos que tienen que ver con el control. Entonces ellas contaban “mi novio me controla, pero lo normal” o “es un poco celoso, pero lo normal; como todo el mundo”. Para hacer frente a esa normalización pensé que era muy importante jugar con la ironía, preguntar qué es lo normal. No es normal que tu novio te controle, que tu novio te diga qué es lo que puedes hacer o no. El título lo lancé como resumen de esa ceguera o esa normalización que podrían estar viviendo las jóvenes.

-¿Qué es lo que encontrará en tu blog una adolescente? ¿Cuál es tu propósito como Blogger?

Busco generar una actitud crítica ante los mensajes que nos envían sobre el amor romántico, ante las ideas estereotípicas sobre los hombres y las mujeres. Películas, música, historias que relacionan pasión con conflictividad, o incluso con amor, y que van de alguna forma también edulcorando esas relaciones turbulentas. Lo que busco con el blog no es dar lecciones, porque creo que generalmente son bastantes perjudiciales y porque pienso que las jóvenes por sí mismas son capaces de establecer criterios, razonar y sacar sus propias conclusiones. Lo que busco es dejar preguntas abiertas y generar una actitud crítica; que las propias chicas que puedan pasar por allí puedan empezar a preguntarse más sobre sí mismas en vez de preguntarse tanto por si él les quiere o no les quiere. Que se pregunten si esa relación les viene bien, les conviene o si es lo que quieren realmente. El objetivo es devolverles esa capacidad de preguntarse sobre sus propias necesidades y hacerlas protagonistas, descubriendo las cosas por sí mismas.

-Según los datos que arrojan algunas investigaciones, el panorama de las relaciones entre jóvenes es preocupante. ¿Acaso nos encontramos en distintos escenarios pero con los problemas de siempre?

Realmente han cambiado los medios, pero el problema de base sigue siendo el mismo. Es cierto que con las nuevas tecnologías la gente joven reproduce el sexismo de forma diferente, porque también tienen otras formas de comunicarse y de relacionarse. Ellas no se sienten identificadas con la violencia de género de generaciones más adultas. “No tienen nada que ver con nosotros”, “nosotros somos diferentes”, dicen… Pero creo que es la misma raíz y la misma violencia aunque ahora se reproduce de maneras más sutiles. A través de las nuevas tecnologías, vemos como se están formando nuevas violencias pero siguen siendo los mismos celos los que están detrás. Lo único que cambia son los medios. En ese sentido, por ejemplo, hace poco salió una noticia que decía “Whatsapp rompe parejas”, pero Whatsapp como aplicación no crea nada. Los celos están en el celoso, en la persona que necesita o que tiene esa idea de que la pareja es una fusión y tiene que saber en todo momento con quien está o que no puede hablar con otras personas. Muchas veces le echamos la culpa a la tecnología y la culpable es la intención que hay detrás. De alguna forma, con estas herramientas una chica se está haciendo más visible, y eso la pone en riesgo, porque ofrece mucha más información que de otra forma no tendríamos. Ahora puedes saber dónde está tu pareja en todo momento y, si no contesta, puedes pensar que no contesta porque no quiere, porque en realidad tiene que tener internet y tiene que tener el móvil encendido… Contamos con aplicaciones muy intrusivas, pero lo importante es lo que hay detrás, y es que todavía seguimos manteniendo esa idea de la relación heterosexual y de pasión, fusión y de dependencia. Esto es lo que tenemos que trabajar.

-WhatsApp, Facebook, Twitter… ¿Tiene entonces hoy en día el maltratador más herramientas a su alcance para ejercer su control?

Sí. Yo soy muy defensora de las nuevas tecnologías porque creo que tienen cosas buenísimas. El ciberactivismo, por ejemplo; pero también es cierto que ofrecen más información, más herramientas y más posibilidades de intromisión en cualquier momento. Démonos cuenta de que en realidad la mayor parte de la gente joven tiene móvil, tiene conexión de datos y eso significa que está conectada a internet en cualquier sitio; no es necesario que este en casa, ni que esté delante de un ordenador. Las nuevas tecnologías facilitan la intromisión en todos los momentos del día y en cualquier lugar. Por eso, están favoreciendo que el control se reproduzca a niveles mucho más grandes. Incluso tengo la sensación de que se están perdiendo las ideas de los límites, de hasta dónde me siento controlada. Hoy en día, con estas tecnologías, se están mandando mensajes a las tres de la mañana sin ningún problema. Estamos entrando en un aturullo de mensajes y de bombardeo, sin pensar si la otra persona querrá, no querrá, o estará en una situación que pueda responder. En este sentido creo que se nos está yendo un poco la cabeza. Las redes también nos enredan un poco y podemos perder el límite de cuándo nos sentimos acosadas y cuándo no. Es más complicado también darnos cuenta de esa necesidad de espacio propio, y es realmente difícil defenderlo.

-Supongo que también resultará más difícil desconectar…

Sí. Si hablamos de mujeres que están intentando separarse o que están intentando establecer una distancia con su maltratador, les está resultando muy difícil, porque estos están usando las nuevas tecnologías para acceder a ellas. Si cambia su número de teléfono, él puede encontrarlo y, teniendo su número, ya puede saber cuándo se conecta y cuándo no. Él también puede cambiar de número. Hay muchas posibilidades. Simplemente, escribes el nombre de esa persona en Google y la encuentras, o ves mogollón de contenidos de esa persona aunque ella no quiera, porque hay amistades comunes. Hay profesionales de casas de acogida que nos cuentan que en esas casas están “protegidas” porque hay una separación, pero dicen que es muy difícil controlar las redes sociales. Continúan contactándoles continuamente, y tampoco les vamos a decir que no se metan en redes sociales, porque eso también significa no tener libertad para poder estar en un sitio donde también quieren estar. En ese sentido, las redes también pueden hacer que seamos muy fáciles de contactar.

-Sin embargo, al final, las redes sociales no son más que herramientas de comunicación. Son las manos que están detrás las que deciden cómo usarlas. ¿En qué estamos fallando para que en ese mundo virtual se repitan los patrones?

Yo tengo la sensación de que hemos vivido durante un tiempo en una especie de espejismo pensando que la igualdad se había conseguido, pero lo único que ha pasado es que el machismo ha mutado. Ya no es tan directo; ya no escuchamos comentarios del tipo “eres una tía, vete a fregar”. Pensábamos que estábamos en una especie de igualdad formal porque en el cara a cara no se podían aceptar esos mensajes o no podías decir que considerabas a las mujeres inferiores, pero esto se está destapando gracias al anonimato. No es que estemos yendo hacia atrás sino que realmente no hemos llegado a cambiar.

-¿Pero tiene la juventud conciencia de las desigualdades de género? ¿Sabe identificar comportamientos machistas?

Hay grupos de chicas jóvenes feministas que tienen las cosas muy claras, pero en general tienen la sensación de que viven en una sociedad en la que ya son iguales. De hecho, no quieren que se las considere diferentes o discriminadas porque no se sienten bien en el papel de victimas. “Yo no quiero que se me trate diferente por ser mujer, ni que me ayuden; todo lo contrario, a mí que me traten como persona”. Tienen también la idea de que el feminismo es un monstruo que se quiere cargar a los hombres, en vez de verlo como un movimiento social. Y no nos conocen. Vamos a la universidad, que es un espacio donde el feminismo académico ha llegado bastante, y nos encontramos con alumnas que no tienen ni idea de qué es eso del feminismo. Estamos en una sociedad donde nos han vendido el espejo de la igualdad y las chicas lo han llegado a admitir completamente. Pero creo que hay dos puntos. De primeras, no lo reconocen: ni reconocen las desigualdades, ni reconocen las formas de violencia contra ellas; aunque luego son capaces de identificarlas, porque son situaciones que han vivido. Cuando les planteas, por ejemplo, realidades que se están dando, del tipo “¿vosotras habéis vuelto a casa solas y no habéis sentido miedo?”, empiezan a identificarlas y a pensar que también les ha pasado. Entonces empiezan a reflexionar “esto que me ha pasado a mí y también a ti tenía relación con ser mujer”, mientras que anteriormente pensaban que tenía que ver ellas como personas, con algo que habían hecho ellas y no lo identificaban como algo que tiene que ver con su sexo; que tiene que ver con cómo estamos en el mundo las mujeres. Yo creo que solo hay que enlazar un poco realidades que se que están viviendo y acercarlas a sus vivencias paras engancharlas. Algunos discursos no son muy cercanos para ellas, pero si hablamos de sexualidad, de relaciones, o del ámbito de trabajo, donde siguen las discriminaciones, son más capaces de darse cuenta de que todo tiene relación.

-Antes mencionabas un ciberfeminismo muy activo en internet. ¿Qué opinas sobre estas corrientes? ¿Pueden utilizarse para revertir la situación?

Creo que es casi obligatorio que las activistas estemos cada vez más en la red, porque una de las ideas que desde el feminismo muchas veces se lanza es que no se ha sabido llegar a las jóvenes o que las jóvenes no se involucran tanto en el feminismo como en otras generaciones. Se les ha enviado mensajes muy contradictorios y demonizados sobre el feminismo. Por eso tenemos que estar en la red, para que las más jóvenes sepan realmente de qué estamos hablando. De lo contrario, sería como si toda esta lucha se quedase en nada, que se quedará en la histori. Y, en cierta manera, la historia también la tenemos que hacer presente, y si el presente son las nuevas tecnologías, allí tenemos que estar para poder lanzar esos mensajes. Además, si se están viviendo desigualdades en estas nuevas tecnologías, también tenemos que atajarlas desde dentro. Y como herramientas de comunicación tienen una gran potencialidad. Siempre vemos los riesgos pero, ¿y lo que suponen como herramientas de difusión de la información, como herramienta para conectar con otras redes de mujeres? Son alucinantes. También para convocar una actividad. Si queremos que los mensajes lleguen mucho más lejos, hay que aprovecharlas. Además, estamos en internet, queramos estar o no. Nuestro nombre, nuestra asociación, nuestra entidad puede hablar de sí misma en internet o puede dejar que sean los demás los que hablen de ella. Y siempre será mejor que sea yo misma quien hable de mí, que sea yo la protagonista de lo que quiero decir. Porque al final, lo que me da poder de alguna forma en la red, es el empoderamiento, el tomar la palabra por mí misma. Es mucho mejor poder participar desde dentro para poder defendernos, estar juntas y apoyarnos. Creo que las feministas nos tenemos que poner un objetivo, estar cada vez un poco más en la red y participar desde ella. Internet también se construye entre todas y todos y, si nosotras no entramos, eso no cambia.

-¿Cómo ves el futuro? ¿Ves posibilidades de cambio?

Creo que si nos acercamos más a las mujeres más jóvenes desde algo que les enganche y que tenga que ver con sus realidades, son muy capaces de darse cuenta y de generar cambios. Hace falta alguien que confíe en que somos capaces, que nos de esa posibilidad, que nos abra un poquitín los ojos. Además, he visto itinerarios de mujeres que se han ido dando cuenta poquito a poco de cosas y, simplemente con eso, hay que darse por satisfechas. Con que lleguemos a pocas y ellas identifiquen algo que antes no habían identificado como violencia, yo creo que eso ya es muy grande. Y si lo identifican en los primeros inicios, en esos primeros signos, antes de que ese ciclo sea más perverso, muchísimo mejor.
Foto: archivo AmecoPress, cedida por Medicus Mundi Gipuzcua