Una
trabajadora de la Cooperativa Vivero Alamar, traslada posturas de
plantas ornamentales en un suburbio de La Habana. El acceso al empleo
es un problema para las mujeres rurales cubanas. Crédito: Jorge Luis
Baños/IPS
LAHABANA, 26 sep 2014 (IPS) -
La máquina de coser de Leonor Pedroso ha vestido en los últimos 30 años
a niños y niñas del pueblo cubano de Florida. Pero solo hace unos meses
esta costurera pudo formalizar su empleo por cuenta propia, que siempre
combinó con el cuidado de su hogar y su familia.
“Mi esposo, que es campesino, no permitía que yo trabajara fuera de
casa, solo podía coser para vecinos y amistades cercanas, gratis o muy
barato. Según él tener un trabajo formal no era cosa de mujeres”,
confesó a IPS esta mujer de 63 años.
Ella es una de las beneficiarías por un proyecto de cooperación
internacional que incentiva el emprendimiento femenino para aliviar
brechas de género en el actual proceso de reforma socioeconómica del
país socialista.
Dedicada mayormente al cuidado de su familia de cuatro hijos,
Pedroso no contaba con ingresos estables ni conocimientos para sacar
partido a sus habilidades hasta que recibió cursos de gestión
comercial, planes de negocios, administración y género junto a otras
mujeres emprendedoras.
“Me moví hacia
donde estaba el trabajo porque mi hija, hoy con 12 años, no podía pasar
hambre. Luego aprendí cómo vender la cosecha e invertir el dinero”:
enprendedora rural Neysi Fernández.
“Enfrenté a mi esposo para hacer lo que me gusta y ahora estoy
montando en mi casa un local de trabajo en el que pueda vender lo que
hago y enseñar a las muchachas jóvenes a coser y bordar”, aseguró
satisfecha, mientras esperaba nuevas máquinas de coser para su negocio.
Gracias a ello, es flamante socia de la Cooperativa de Producción Animal 25 Aniversario de la zona.
El proyecto, impulsado por la organización no gubernamental española
ACSUR Las Segovias y la local
Asociación Nacional de Agricultores Pequeños
(ANAP) y con financiamiento de la Unión Europea, favorece con
capacitación e insumos a 24 productoras agropecuarias, artesanas y
lideresas campesinas.
Cuando el proyecto concluya, al finalizar este año, la experiencia
“Incorporación al desarrollo socioeconómico local de las mujeres
emprendedoras rurales desde una adecuada perspectiva de género” habrá
extendido las opciones de integración local para mujeres
tradicionalmente dedicadas a tareas de su hogar en tres provincias
cubanas.
Se trata de Artemisa, Camagüey, donde se ubica el pueblo de Florida, y Granma.
“Antes se veía al hombre como principal proveedor y propietario de
la tierra, pero ellas han ido reconociendo sus aportes a la economía
familiar”, aseguró a IPS la técnica de proyectos Lorena Rodríguez, de
ACSUR Las Segovia.
A su juicio, el machismo sigue golpeando la incorporación al trabajo remunerado de las mujeres rurales.
Es el caso de Neysi Fernández, quien buscando un surco para ganarse
la vida salió de su natal Yateras, en la provincia de Guantánamo, en el
extremo oriental del país, hasta Guanajay, al otro extremo de la isla,
en la provincia de Artemisa.
Allí, un familiar le cedió cuatro hectáreas de tierra en las que
cultivar yuca (mandioca), malanga (Xanthosoma, ocumo), frijoles, maíz y
plátanos (bananos para cocinar).
“Me moví hacia donde estaba el trabajo porque mi hija, hoy con 12
años, no podía pasar hambre. Luego aprendí cómo vender la cosecha e
invertir el dinero”, advirtió a IPS esta campesina de 42 años, casada
hace cuatro con un obrero.
Investigaciones sociales valoran el acceso de las mujeres al empleo
como una de las inequidades más serias del medio rural cubano, donde
ellas representan 47 por ciento entre más de 2,8 millones de
habitantes, en un país con una población total de 11,2 millones.
El trabajo realizado por esposas e hijas de campesinos en el cuidado
de animales, huertos familiares y labores domésticas no es reconocido
ni remunerado, transcendió en el Tercer Seminario de Evaluación del
Plan de Acción Nacional, realizado en 2013 en seguimiento a la
Conferencia Mundial de la Mujer, de Beijing.
Solo 65.993 mujeres están asociadas a la ANAP, que solo representan
17 por ciento de su membresía, según datos de este año publicados en el
estatal periódico Granma.
Ellas fueron 142.300 entre más de un millón 838.000 personas
ocupadas en agricultura, ganadería, silvicultura y pesca, según datos
de la estatal
Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) en 2013.
La reforma emprendida por el presidente Raúl Castro desde 2008 para
inyectar dinamismo a la deprimida economía isleña incluyó la entrega de
tierras ociosas en usufructo por los Decretos Leyes 259, de 2008, y
300, de 2012.
Esto implicaría el despunte de la producción de alimentos en un país
donde el 40 por ciento de las tierras cultivadas está en manos
privadas, según el Anuario Estadístico de 2013 de la ONEI.
Pero los hombres siguen siendo los principales dueños de los
recursos agrícolas como tierras, agua, insumos, créditos y son mayoría
entre decisores del ramo.
A falta de acciones afirmativas del Estado para el sector femenino
rural, varias organizaciones de la sociedad civil y agencias de
cooperación internacional insisten en favorecer un desarrollo local con
perspectiva de género.
Con respaldo de la organización humanitaria
Oxfam,
a finales de año estarán funcionando en 10 municipios del oriente
cubano más de 15 emprendimientos colectivos de mujeres, entre ellos una
floristería, un salón de belleza, una lavandería, una quesería, varias
minindustrias y algunos centros de gestión de microorganismos para la
agricultura ecológica.
Con fondos de la
Unión Europea, la
Agencia Vasca de Cooperación al Desarrollo
y la Embajada de Japón en Cuba, estos pequeños negocios contarán con
equipamiento y medios de transporte. Además, sus gestoras recibieron
capacitación en talleres de autoestima, liderazgo y crecimiento
personal.
Según la socióloga Yohanka Valdés, el valor de estos proyectos
radica en fortalecer la capacidad de las mujeres desde una lógica
favorable a su empoderamiento y en reconocimiento de sus derechos.
“Si existe una oportunidad, los hombres están en mejores condiciones
de aprovecharla porque no tienen que cuidar a la familia”, declaró a
IPS la investigadora.
Por esta y otras razones, la economista Dayma Echevarría asegura que
la mitad femenina llegó en desventaja a la diversificación de
actividades del sector no estatal.
A su juicio, en Cuba persisten estereotipos de género que mantienen
a las mujeres en el rol reproductivo, como cuidadoras y administradoras
del hogar.
En uno de los capítulos del libro “Miradas a la economía cubana”
(Editorial Caminos, 2013), Echevarría valora la falta de servicios de
apoyo al cuidado como una de las causas de la vulnerabilidad de las
mujeres rurales ante el empleo.
Los recientes procesos de entrega de tierra no se tradujeron, según
la experta, en oportunidades para impulsar la equidad de género porque
no favorecieron la activa participación femenina en el cambio.
Por otra parte, son pocas las cubanas con recursos para desarrollar negocios propios dentro del marco regulatorio establecido.
“Se espera aún por la puesta en práctica de normativas que permitan
una inserción más equitativa para todos y todas en las nuevas
condiciones laborales y que integren en su visión la mirada de género”,
aprecia la especialista.
Cuba ocupa el puesto 15 en el
Índice Global de Brechas de Género de 2013, pero en el apartado de participación y oportunidad económica desciende al lugar 66 de las 153 naciones estudiadas.
Editado por Estrella Gutiérrez