Los halcones
del déficit –mejor descritos como cascarrabias del déficit– (…)
convencieron a la mayoría de nuestra clase política de que los
déficits, y no los puestos de trabajo, debían ser nuestra principal
prioridad económica. Al tiempo que se hacen pasar por nobles defensores
fiscales de la nación, han demostrado en la práctica que, además de
hipócritas, son incoherentes. No merecen desempeñar una función central
en la discusión política; la verdad es que ni siquiera merecen un sitio
en la mesa.
Habría que decirles que se vayan.
Paul Krugman (el Ingenuo), “Halcones e hipócritas”, El País, 18 de noviembre de 2012
Para un primer año de un gobierno que, como
jilguerillo canta con voz engolada a los
cuatro vientos
cada vez que puede, su preocupación por el crecimiento mediocre de la
economía, el bienestar y la inseguridad, el presupuesto (ingresos y
gastos públicos) con el que iniciará su trabajo, el cual privilegia el
balance fiscal cero, y que él mismo propuso, es una mala noticia.
No sólo es mala. En
un contexto donde la economía evidencia los síntomas ostensibles de su
debilitamiento desde un nivel de crecimiento trivial –lo más adecuado
es decir de un semiestancamiento a una recesión “suave”– a partir de la
segunda mitad de 2012, y cuyos efectos perniciosos se resentirán con
fuerza en el primer semestre de 2013, al menos, el anuncio de la
búsqueda del equilibrio de las finanzas públicas es desastroso. Peor
aún. Es infame para los privilegiados que todavía tienen un empleo
formal, aunque sea en condiciones deplorables, porque enfrentarán el
riesgo de ser arrojados a la calle; así como para los 1.2
millones que buscarán por primera vez un puesto de trabajo, pues
difícilmente lo encontrarán. Sin embargo, como veremos más adelante, no
toda la población será la perdedora. Como ha ocurrido desde 1983, una
minoría oligárquica resultará ganadora con el perfil del presupuesto peñanietista.
En esas
circunstancias, la apuesta por el equilibrio en las hojas de balance
del Estado es como cortarle las alas al emplumado jilguero en pleno
viaje y esperar que mantenga su alegre vuelo, o que un avión apague sus
motores en las alturas para ahorrar combustible y esperar que no pase
nada.
Nadie debe sentirse engañado. Desde hace tiempo Enrique Peña Nieto y su “consejo de sabios”
(Luis Videgaray, Agustín Carstens o Manlio Fabio Beltrones) hablan de
“austeridad”, “prudencia”, “solidez y manejo responsable de las
finanzas públicas”, “equilibrio fiscal”, “cero déficit presupuestal”,
como parte de los “ejes” de la política económica. Al aprobar la Ley de
Ingresos, los diputados José Francisco Yunes, David Penchyna (priístas)
y Héctor Larios (panista), en pleno amasiato bipartidista, alabaron su
contenido porque es “responsable y prudente para mantener la
estabilidad macroeconómica y de las finanzas públicas”. La misma
“prudencia” se adoptó con el gasto. Aunque sean ejes de una carreta sin ruedas.
Para asegurar la
“confianza” de los “mercados” en la “prudencia” del gobierno, Enrique
Peña nombró para la Secretaría de Hacienda y Crédito Público a un
titular “responsable”. En su artículo “El déficit público, los pájaros
y los economistas”, el economista catalán Antoni Soy i Casals dice:
ante “el déficit público se hace referencia a diferentes tipos de pájaros: los deficit hawks
o halcones, el ala más conservadora de la ortodoxia económica, que se
oponen por principio a los déficits, quieren recortes inmediatos y
severos, creen que las recesiones y las expansiones [económicas] son
inevitables y que el gobierno no puede (ni debería) hacer nada para
controlar la economía a corto plazo; los deficit doves, palomas o neokeynesianos,
el ala más progresista de la ortodoxia económica, que creen que los
gobiernos pueden (y deben) jugar un papel en la lucha contra las
recesiones, mediante un déficit público controlado y la política
monetaria, [y] apoyan déficits limitados en tiempo de crisis, antes de
imponer políticas de austeridad y recortes limitados, cuando la
economía se recupera; y los deficit owls, o lechuzas postkeynesianas,
decididos partidarios de la intervención pública en la economía, a
partir de la política fiscal o de rentas, ya que son muy escépticos en
relación a las posibilidades de la política monetaria, sin límites
arbitrarios en la dimensión o en la duración de los déficits públicos”.
¿Qué clase de pájaro eligió Enrique Peña para manejar la economía?
Eligió a Videgaray. Un deficit hawk. Un “terrorista del déficit”, un “histérico abismo fiscal”, como dirían los economistas antineoliberales Marshall Auerback y Dean Baker. Un Chicago Boy
al estilo Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Guillermo Ortiz o Agustín
Carstens, fanático del equilibrio, experto en el uso de la tijera y el hacha, poco avispado en los zurcidos invisibles, pues los perversos detalles asoman la nariz
en el doblez presupuestario, novato en la simulación. Videgaray dijo
que es un programa “prudente”, “realista”, “que pretende sentar las
bases para un crecimiento sostenido y vigoroso”, aunque advirtió “de
riesgos reales en Europa y Estados Unidos que podrían representar una
desaceleración de la economía de México”.
Como dice Baker: “es
válido preguntar cómo los que proponen reducir el déficit piensan que
mientras menor sea [el déficit] será mayor el crecimiento y la creación
de empleo en una economía hundida en la depresión” o que se desacelera.
“La respuesta no es sencilla. No tenemos una historia coherente, así
como los creacionistas no tienen una explicación coherente para lo que
conocemos sobre los reinos animal y vegetal. La gran diferencia es que
los halcones del déficit determinan la política económica” (“Una de antiilustrados y halcones del déficit. Teoría económica creacionista”).
Ni Enrique Peña ni
Luis Videgaray ni los legisladores que aprobaron el presupuesto han
dado una coartada verosímil a ese dilema. La experiencia histórica
evidencia dos cosas:
1. La mejor reforma
para lograr la “estabilidad financiera” es la política de pleno empleo.
Dice Paul Krugman: “los déficits son cosa buena cuando la economía está
muy deprimida. [Su] reducción debería esperar hasta que la economía
recupere fuerza”. Y cita a John M Keynes: “la expansión, no la
recesión, es el momento idóneo para la austeridad”. El gasto público
social y productivo deficitario aminora la caída o impulsa el
crecimiento: más inversión, empleo, salarios y consumo que elevan la
recaudación y atenúan el déficit y el endeudamiento”. Los mayores
impuestos a quienes más ganan “se justifican sobre la base de la justicia económica”, dice el economista Michael Hudson.
2. La estabilidad de precios y la austeridad pública como proponen “los cascarrabias del déficit” (Krugman) generan el efecto contrario a las variables citadas. Con el colapso de 2009, los halcones
dijeron “hipócritamente” (Auerback) que se habían vuelto keynesianos.
Pero usaron el déficit fiscal y la deuda para darle el dinero a los
especuladores que estaban “a la cabeza de la cola, sombrero en mano” (Auerback). Sin “corregir las causas estructurales e institucionales, el parasitismo y los privilegios que buscan “almuerzos de gorra” (Hudson) desde 2011 aplican las medidas correctivas fondomonetaristas:
“la austeridad más estricta y generalizada [que] tiene un efecto
negativo sobre la actividad económica produce un desempleo más alto,
presiona [a la baja a] los salarios y mejora de la tasa de margen”,
dice el economista Michel Husson. Así, “Europa evoluciona hacia una
nueva recesión, en una doble caída”. En Estados Unidos exigen
austeridad ante el “abismo fiscal” que llevará a ese país, si se
aplica, a recesión, y que arrastrará al mismo abismo a México, su patio trasero.
Enrique Peña, Videgaray y sus peones del Congreso de la Unión dan gato por liebre.
Anuncian el riesgo
externo que ya es una recesión en Europa. Las exportaciones, las
remesas y la inversión interna caen. Hablan de crecimiento para este
año (3.5 por ciento) y éste será menor al de 2012 (3.9 por ciento).
¿Qué proponen ante la desaceleración? Una política procrisis y no
antirecesiva.
Los ingresos
aprobados, 3 billones 956 mil millones de pesos (que incluyen
endeudamiento), apenas serán 0.6 por ciento más que en 2012. El
generoso Congreso de la Unión dio 23.8 mil millones de pesos más.
¿Cómo? Al elevar el precio del crudo de 84.9 a 86 dólares por barril
(4.8 mil millones de pesos) –los panistas lo subestimaron
deliberadamente para usar la diferencia a su gusto–, al pedirle a la
ineficiente Hacienda que use el terrorismo en contra de los
contribuyentes débiles para mejorar la captación (18 mil millones de
pesos) y al aumentar un poco el endeudamiento.
En los apresurados zurcidos
presupuestales se entreveran cosas ominosas, como la discrecionalidad
de Hacienda para condonar 1.7 millones de créditos fiscales, por un
total de 698 mil millones de pesos, de contribuyentes celosamente
escondidos por la misma Hacienda, entre ellos hombres de presa
que financiaron la campaña del Partido Revolucionario
Institucional-Partido Acción Nacional; perdonar un 60 por ciento los
adeudos de los gobiernos estatales y municipales que cumplan con el
pago de su impuesto sobre la renta, dinero usado en parte
inescrupulosamente (financiar campañas, regalárselo a la Iglesia
Católica, engrosar cuentas de gobernadores y munícipes); la libertad a
los empresarios de intoxicar a la naturaleza sin que sean sancionados,
un regalo de los “ecologistas” del Partido Verde Ecologista de México;
una tasa fiscal de 1.2 por ciento a las depredadoras mineras y cuyos
trabajadores mueren como moscas, ya que esas firmas “ahorran” en
seguridad.
La cobija del
ingreso es estrecha. La del gasto total también: sólo crecerá 0.1 por
ciento. Es como el estertor de un cuerpo comatoso. Una inflación mayor
a 3 por ciento los volverá decrementos. Obligará a sacrificar algunos
renglones del gasto, muchos de ellos de por sí sacrificados por la
“austeridad”. Lo único que no se toca es el gasto no programable, que
subirá 5.3 por ciento: el costo financiero de la deuda, 8.1 por ciento,
y las participaciones fiscales de estados y municipios, 4.1 por ciento.
Un alza de los réditos aumentará los 350.4 mil millones de pesos de
dicho costo. Como se tiene que mantener la “confianza” de los
“mercados” y demostrar que el gobierno es “cumplidor”, se pagará lo que
sea. No importa que tengan que reducirse las participaciones o el
programable (social, productivo, administrativo), que fue víctima de
las tijeras. En su clasificación económica subirá 1.8 por ciento. Pero
unos renglones aumentaron a costa de otros. Los ganadores fueron los
relacionados con el gran garrote: la seguridad. El gasto social, la limosna asistencialista
que sirve para comprar votos, sube un modesto 2.35 por ciento, y de
desarrollo económico, 1.7 por ciento. La educación, minería,
manufacturas, construcción y comunicaciones sufrieron también del paso
de las tijeras; el ambiente, la cultura, recreación, otros gastos sociales y el transporte fueron asaltados a hachazos.
La inversión
impulsada (pública presupuestaria, sector privado bajo el esquema
Pidiregas [proyectos de infraestructura diferidos en el registro del
gasto] y la paraestatal) caerá 1.9 por ciento. La presupuestal, 1.9 por
ciento, y será menor porque el 2.4 por ciento del total se destinará al
pago de Pidiregas, que subirá 10 por ciento: el resto de la pública
caerá 2.1 por ciento. El castigo es deliberado: tiene como objeto abrir
el espacio a los depredadores empresariales en la obra pública,
que crecerá 7 por ciento y equivaldrá al 7.9 por ciento del total (770
mil millones de pesos reales). Si se suman los Pidiregas pagados, la
privada sube a 1.2 por ciento. ¿Dónde invertirán? En las industrias
eléctrica y petrolera principalmente. Por ello apostaron en: Enrique
Peña es “cumplidor”, con la reprivatización de Petróleos Mexicanos y la
Comisión Federal de Electricidad, que se convertirán en simples cascarones
administradores de contratos privados, pese al estercolero en que se
han convertido y que si hubiera justicia, sus funcionarios ampliarían
la saturación de las cárceles.
Como se necesitan
ingresos, seguirá el saqueo de los bolsillos del pueblo con las
criminales alzas en el precio de la electricidad, el gas, las gasolinas
y demás. Tarifas primermundistas con salarios similares a
Zambia o Zimbabue, los más pobres del mundo. El futuro: “flexibles”,
miserables y menor talla. O mayor, porque la pérdida del ingreso se
compensará con menos alimentos y bienestar o productos basura.
¿Un balance cero con un déficit global por 326 mil millones de pesos, 2.4 por ciento del producto interno bruto, para 2013?
El cero es en el
balance económico primario, que excluye el pago de intereses de la
deuda. Pasa de un déficit por 55.3 mil millones de pesos a un superávit
por 24.6 mil millones de pesos. Un sobreajuste de 79.9 mil millones de
pesos. La suma del déficit global, 326 mil millones de pesos, y el
superávit primario, 24.6 mil millones de pesos, es igual a 358.9 mil
millones de pesos. Exactamente la cantidad del costo de la deuda
pública. Ésa es la explicación de la “austeridad”. Sacrificar a las
mayorías para pagar a otros pájaros siniestros: los buitres financieros.
El cero es también para el peñanietismo
prometedor de bienestar, reducida a más miseria a manos llenas para las
mayorías y de turbios beneficios para el crimen organizado: la
oligarquía.
El campo de cultivo
ideal para la delincuencia, el resentimiento y los descontentos que
quieren acabar con la farsa democrática y el sistema capitalista
neoliberal mexicano.
¿Cómo decirles que no a estos últimos?
*Economista