Pedro Echeverría V.
1. Acabo de recibir, con mucha alegría, la convocatoria “Hacia un Congreso Social para un Nuevo Constituyente” que me obliga a participar los días 19, 20 y 21 de noviembre en la ciudad de México; fechas en que pensé que estallaría una nueva revolución social en el país, único festejo del centenario que valdría la pena vivir. Y aunque ilusamente sigo esperanzado en la cábala 1910/2010, la gran burguesía y el imperialismo me han demostrado una vez más, su enorme capacidad para dominar cualquier situación. La brutal represión de los gobiernos contra el movimiento social ha sido importante, pero nunca más que la gran capacidad de control y mediatización que la clase política ha usado en contra de partidos, líderes sociales y políticos “de oposición”. Nuestra izquierda y nuestras luchas son débiles; sin embargo ahí vamos desarrollándonos con otras luchas de América Latina y del mundo.
2. Sin embargo, aunque las ilusiones fortalecen las vidas, debo ubicarme en la realidad y pensar que la convocatoria al Congreso Social podrá llevar a una organización no autoritaria, (que por ningún motivo será más de lo mismo, es decir, como otros “congresos unitarios” celebrados en años recientes también con la participación de campesinos, atenquenses, electricistas, telefonistas, del IMSS, tranviarios, APPO y CNTE) absolutamente independiente de los empresarios, gobiernos y partidos; pero sobre todo un Congreso con coordinación horizontal unitaria, descentralizada, rotativa, que ponga en primer lugar la movilización y que elimine las reglamentaciones burocráticas. Experiencias de muchos años han demostrado en México que la unidad sólo puede construirse desde las bases y su participación en sus luchas, y que los dirigentes, si bien suelen ser necesarios, llevan a la división.
3. El golpe de Estado de Honduras, la instalación de bases militares y asesinatos en Colombia, la toma de las calles por el ejército en México, el retiro de tropas yanquis en Irak, las elecciones en Bolivia, Venezuela y Brasil, las fuertes protestas policiacas en Ecuador, las luchas del pueblo francés y español en las calles, la represión contra los radicales vascos y la muerte de Kirchner en Argentina, son acontecimientos que deben pensarse y analizarse para trazar una correcta perspectiva política en México. Ningún país puede marchar aislado del contexto económico y político internacional. Es un error grave rechazar o aceptar –por principios- sin análisis y debates, los procesos electorales, las batallas en las calles, las tomas de tierras y las luchas armadas; aunque sin duda sí es de fijos principios combatir cualquier alianza con gobiernos, empresarios, clase política e imperialismo.
4. El Congreso social (mejor de masas que de delegados “efectivos”) no deberá ser controlado por ninguna fuerza sectaria, mucho menos por un líder, porque eso de antemano comenzaría a provocar la competencia, la incomodidad y la escisión. El Congreso debe organizar la elaboración de ideas y de planes de acción a través de los análisis, discusiones, coordinaciones, propuestas, consensos y no de liderazgos o caudillismos preestablecidos. En vez de “preclaros dirigentes autoritarios” lo que se necesitan son ideas y más ideas que permitan sumar a trabajadores de todos los sectores a las luchas en las fábricas, campos, escuelas y calles. Ninguna batalla o lucha “espontánea” y de iniciativa propia de trabajadores y jóvenes radicalizados puede desautorizarse, cuando más bien debe apoyarse. Aquel grito de la socialdemocracia contra la “enfermedad infantil del izquierdismo” debe enterrarse por cobarde y senil.
5. En 1968, en el movimiento estudiantil, barrimos con los comités ejecutivos verticales y establecimos los comités de lucha horizontales, con voz y voto para todos, con representantes formales o informales por salón y grupos. Antepusimos la movilización a cualquier negociación que no buscábamos como limosneros, pero nunca permitimos que las autoridades negocien con uno, dos o tres traidorcitos; además esto estaba prohibido y no tenía validez alguna. Por el contrario, exigimos siempre la participación de todos los representantes de salón o de escuela ante cualquier autoridad de gobierno. Quien moviliza y detiene la movilización para negociar está muerto y puede ser un traidor. Los trabajadores imponen la movilización y quien busca acabarla, mediante la represión, el crimen o la negociación y la pide, es la autoridad. O de lo contrario, estaríamos jugando a la lucha para que esta nos rinda beneficios personales.
6. La organización del Congreso Social, que culminaría en el DF su primera etapa el 19, 20 y 21 de noviembre, será una gran batalla; se le está echando todas las ganas del mundo para que sea realmente trascendente, pero sólo será un paso muy importante. Las tareas siguientes que serán la aglutinación de masas, la consolidación de fuerzas a través de las luchas y la delineación más precisa de los objetivos estratégicos y tácticos de lucha, serán mucho más difíciles. Además tendrá que enfrentar debates como los procesos electorales que empiezan a dominar el panorama político nacional. Es claro que la nueva organización no responde a intereses electorales, pero aquí se presentará una prueba de fuego. Será muy importante la posición que presenten los zapatistas del EZLN ante el Congreso Social porque una tarea básica, fundamental, es buscar la unidad de la izquierda, los luchadores sociales y los trabajadores.
7. He estado en dos reuniones de promoción de esta coordinación del Congreso en la que participa la CNTE con no menos de 25 organismos. Me ha parecido muy importante porque cualquier paso que se de para la unidad de loa luchas sociales debe apoyarse. Con el Congreso Social se da un enorme paso que debe cuidarse para que no se convierta en más de lo mismo. De manera general, aunque los individuos suelen ponerle sello a la historia, no es un problema de voluntades, personas y dirigentes, sino de propuestas, luchas y coyunturas. El gobierno de Calderón parece caerse pero la clase política, el imperio y los empresarios parecen sostenerlo; la situación del país es cada vez más desastrosa, pero los trabajadores no cuentan con la conciencia para darse una dirección política en sus luchas. Los procesos electorales, por los miles de millones de pesos que se despilfarran, siguen dominando la escena nacional. ¿Qué hacer?