CIP Programa de las Américas
El
sector magisterial mexicano ha salido a las calles para protestar
contra una reforma educativa que amenaza sus empleos y la calidad y
gratuidad de la educación pública en el país. Entre los miles de
manifestantes que han instalado una ciudad de tiendas de campaña
improvisadas en las cuadras del centro de la ciudad de México, las
mujeres conforman la columna vertebral del movimiento. Más de un millón
de maestras —61% de la fuerza laboral de la educación— trabajan en
aulas mal equipadas a lo largo del país, frecuentemente con salarios de
tan sólo unos miles de pesos al mes.
El movimiento democrático
de base, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación
(CNTE), ha llamado a las maestras y los maestros a rechazar las
reformas constitucionales que imponen una evaluación diseñada desde el
centro como condición de empleo y niveles y establecen “autonomía de
gestión” para que las escuelas lleven a cabo sus propias recaudaciones
de fondos, entre otras cosas.
Los medios han generado una
opinión pública hostil hacia la movilización de la CNTE, repitiendo
hasta el cansancio que son unos flojos que solamente obstruyen el paso
de los demás e interrumpen la circulación vehicular en el centro de la
Ciudad de México. Muchas de las mujeres y hombres integrados al
movimiento han viajado cientos de kilómetros desde sus hogares para
vivir bajo una lona que proporciona protección precaria contra los
acosos torrenciales de la temporada de lluvias del altiplano central.
Tienen que arreglárselas con poca comida, falta de lugares para lavar
la ropa, marchas agobiantes y la constante amenaza de represión y
desalojo. Quienes vienen de las costas, batallan además con la presión
atmosférica y la mala calidad del aire de la gran ciudad. Para las
maestras, las condiciones son más difíciles —han dejado atrás a sus
hijos o en algunos casos traen consigo sus bebés porque no hay con
quién dejarlos.
¿Por qué lo hacen?
Las mujeres del
movimiento magisterial respondieron a nuestras preguntas de manera
simple y elocuente. Sus respuestas reflejan un sistema educativo en
crisis —no a causa de “maestros incompetentes”, como dice el
diagnóstico del gobierno, sino debido a años de negligencia
gubernamental, presupuestos insuficientes e indiferencia, y también
debido a las duras condiciones de pobreza que caracterizan las vidas de
millones de sus estudiantes a lo largo del país.
La voz de las mujeres en la lucha por trabajo digno y calidad educativa
“El
motivo de seguir y continuar con esta lucha es porque siempre vivimos y
observamos la injusticia que existe en nuestro estado y en nuestro
país, y también porque a diario, como mujer, como mamá, como esposa
vivimos muchas carencias e injusticias con las que no estamos de
acuerdo.
“Como maestras, nosotras somos quienes directamente
convivimos en las comunidades con estudiantes, con las madres y padres
de familia, y conocer las carencias que enfrentan te llena de rabia”,
dice una joven maestra del estado de Oaxaca.
Ella explica que
desde su escuela cerca de la central de abastos, ve a la gente que
viene todos los días para vender, entre ellos niños y niñas de sus
clases que tienen que trabajar antes de asistir a la escuela.
“Existen
estudiantes que se levantan desde las 4 o 5 de la mañana porque vienen
de sus comunidades a traer frutas, verduras o plantas para vender;
llegan a la escuela sin desayunar y el resto del día se la pasan ahí,
es hasta las 8 ó 9 de la noche cuando se trasladan a sus comunidades a
dormir, y al otro día es la misma rutina.”
Ella está convencida
de que algo se tiene que hacer para romper con este círculo vicioso
pero insiste que la reforma educativa no es la respuesta. “Por más que
ahorita quieran pintarnos la reforma educativa de otra manera, nosotras
sabemos que para mejorar la educación necesitamos cambios estructurales
y con lo que se ha aprobado sabemos que las condiciones en nuestras
comunidades, no mejorarán sino que definitivamente son para
empeorarlas.”
Sarvia Analí Valverde da clases en nivel
preescolar en una pequeña comunidad en la región indígena mixteca del
estado de Oaxaca. Ella nos relata que en su pueblo, Guerrero Santa
Cruz, los niños tienen que caminar más de dos kilómetros para ir al
jardín de niños. Muchos de sus padres se han visto obligados a emigrar.
Cuenta que, “Muchos niños llegan sin desayunar o con su morral y su
taco de tortilla dura untada de frijol o con pura sal”.
Otra
mujer del movimiento que prefiere no dar su nombre afirma: “Decidimos
dejar a nuestra familia y todo nuestro arraigo allá, para trasladarnos
a la Ciudad de México, a pesar de ser un lugar desconocido para
nosotras. Sabemos que es un terreno que no conocemos porque muchas de
nosotras no sabemos andar ni en el metro, pero nos adaptamos a este
medio para venir a luchar en contra de las políticas privatizadoras del
estado pero esta lucha no es sólo de nosotras o de los maestros en
general, ésta tiene que ser una lucha colectiva porque laceran no sólo
al magisterio, sino también a los alumnos y alumnas, a los padres y
madres de familia.”
“Este proceso ha sido muy desgastante
económicamente, físicamente, y emocionalmente pero no sólo las maestras
de Oaxaca sino de otros estados, hemos decidido trasladarnos a la
capital y continuar en resistencia”, agrega.
¿Qué debe ser evaluado?
La
inclusión constitucional de un sistema de evaluación es uno de los
puntos más controversiales de las reformas. La evaluación universal
tiene sus orígenes en los planes de del Banco Mundial y las prácticas
del sistema escolar estadunidenses. Valverde dice que no es verdad que
los maestros no quieran ser evaluados.
“Queremos que se nos
evalúe pero de acuerdo al contexto social y económico en el que
trabajamos, de acuerdo a nuestra propia realidad, no con procedimientos
estandarizados”, dice. “Y menos estamos de acuerdo en que la evaluación
se utilice no para mejorar sino para reprimir y despedir a los
docentes”.
Ella explica que los maestros y las maestras en su
región quieren mejorar sus conocimientos y habilidades, pero las
opciones son limitadas en las áreas pobres en que ellos trabajan.
“Muchos queremos seguirnos preparando pero nos limita el hecho de estar
en comunidades muy alejadas, sin transporte colectivo, y sólo
disponemos de fines de semana para trasladarnos a estudiar”.
Lejos
de los programas de escritorio, estas son las realidades que enfrentan
las maestras. Para ellas en pie de lucha, una evaluación de resultados
que puede llevar al despido es sólo otra forma de ‘inculpar a la
víctima’.
“Hay quienes dicen que el magisterio es el responsable
del rezago educativo cuando en realidad no es así, más bien el rezago
educativo es una problemática estructural que se debe, entre otras
cosas, a que la partida que debieran de mandar para la educación, la
gastan en otros ramos. Un ejemplo clarísimo son las pasadas elecciones,
en donde gastaron dinero al por mayor, mismo que pudo haberse asignado
para mejorar la educación”.
Aprendiendo a resistir
Para
muchas de las maestras manifestantes, esta no es su primera
movilización. Las maestras de Oaxaca recuerdan el movimiento en su
estado en 2006, cuando la Sección 22 del Sindicato Nacional de
Trabajadores de la Educación inició un plantón por demandas sindicales
que devino en insurrección contra el gobierno local, sofocada
violentamente por las fuerzas de seguridad.
Una maestra narra el
impacto del levantamiento y de la represión. Dice que aprendió la
lección: No de tener miedo, sino de estar siempre preparada.
“Yo
viví muy directamente los acontecimientos del 2006 y justamente anoche
recordé aquellos hechos, se me vino a la mente la psicosis que había y
el desalojo. Pero como le dije a mi compañera yo no tengo miedo,
inclusive yo le decía a ella, hay que estar pendientes, no vamos a
dormir ahorita, vamos a checar qué pasa y nos fuimos a dar un rondín
para ver cómo estaban las cosas.”
Por lo menos en su caso, el
miedo no resultó ser un freno. “Lejos del miedo, tenemos la necesidad
de venir y participar activamente, a pesar de la psicosis que quieren
impregnar, carecemos de miedo porque ya lo vivimos y no nos paraliza”.
Su
amiga añade, “Cuando yo leo el periódico todos los días veo el reflejo
del 2006, eso fue lo mismo que nos hicieron hace 7 años: atacarnos,
cansarnos, indignarnos, pero eso nos hizo decir basta,
Ella
recuerda un relato que se ha vuelto clásico en los anales de los
movimientos populares mexicanos —una historia forjada por mujeres.
“Por
eso las maestras decidimos tomar cartas en el asunto, se convocó a una
marcha y fuimos a los medios a solicitar nuestro derecho de réplica en
espacios de media hora o unos minutos pero nos fueron negados incluso
en la televisión estatal que se supone es un espacio público. Por esa
razón miles de mujeres decidimos tomar los medios, nos dimos cuenta de
que no teníamos que pedir los espacios, mucho menos en los espacios que
son del pueblo y desde ese momento nos quedamos ahí. Esa fue una de las
acciones más fuertes porque atentamos con la cuestión más fundamental
de este sistema que son los medios de comunicación y por eso fueron
destruidas a balazos las antenas y todo lo que ya sabemos”.
Regresando
al presente, dice, “a lo mejor muchos no nos entienden pero tenemos
todas esas historias, todas esas experiencias, todos esos momentos de
compartir pequeños triunfos, muchos miedos, muchos análisis de por
dónde vamos a seguirle, qué vamos a hacer. Nuevamente ahora que estamos
ante esta situación, nos volteamos a ver entre nosotras y sin decirnos
nada sabemos el por qué estamos aquí”.
Protestas y propuestas
Un
gran mito creado por los medios es que los maestros están protestando
sin ofrecer alternativas constructivas. De hecho, sus organizaciones
laborales en cada estado y los mismos maestros y maestras en sus
lugares de trabajo han estado trabajando para desarrollar en la
práctica alternativas pedagógicas. Además de Michoacán, donde existen
planes y programas alternativos elaborados por la sección disidente, en
ningún lugar tal proceso ha avanzado más que en Oaxaca.
Anabel
Medina enseña en la última escuela normalista rural del estado de
Oaxaca, un internado para maestras en Tamazulapan. El gobierno ha
estado cerrando o reduciendo sistemáticamente el presupuesto para los
normales en el marco de la privatización y para eliminarlas como
baluarte de la resistencia rural a las políticas neoliberales. Los
estudiantes y maestros han luchado para conservar lo que históricamente
ha sido no sólo un lugar donde los alumnos de familias empobrecidas
pueden obtener un grado educativo, sino también un centro de defensa de
derechos económicos y sociales.
Medina describe cómo los maestros han respondido a la falta de infraestructura básica y materiales en el trabajo.
“En
2000 se nos cayó la edificación, se levantaron nuevas estructuras pero
sólo de aulas, no así del acondicionamiento para los procesos que
complementan el aprendizaje como talleres de tecnología y laboratorios.
Los planes y programas vienen muy raquíticos, sin métodos de enseñanza.
Hemos tenido que diseñar nuestros propios métodos como el de proyectos
de pedagogía emancipatoria”.
Celiflora García Cervantes, de la
comunidad de San Esteban Atatlahuaca, capacita a profesores para crear
estrategias que incorporen lenguas originarias en su práctica docente y
cree que las reformas llevarían a un retroceso e inhibirán sus logros.
“Un
equipo de seis asesores acudimos a las escuelas, tenemos reuniones de
consejo técnico y desde ahí en forma colectiva construimos los
proyectos educativos, en los que se retoma el conocimiento contextual
de los alumnos, con base en sus intereses o a partir de un problema
social de la propia comunidad. Y el proyecto se concibe para ser
trabajado en ambas lenguas”.
En comunidades indígenas maestras y
maestros han desarrollado técnicas basadas en el contexto cultural y
social. “En Oaxaca estamos conformando un plan para la construcción de
Oaxaca y precisamente eso es a lo que el gobierno le tiene miedo, sobre
todo porque el enfoque fundamental es el rescate de los saberes, las
costumbres, de arraigarnos otra vez a nuestro estado, a nuestro México.
Conocemos nuestra realidad y por eso sabemos lo que necesitamos,
palpamos las comunidades realmente marginadas”, explica la segunda
maestra.
Señala que niños y niñas “en lo único que piensan es en
terminar la secundaria, si bien les va, y migrar hacia los Estados
Unidos porque piensan que van a tener una mejor calidad de vida aunque
eso no sea así. Es por ello que reconocemos que es necesario
arraigarlos y decir, aquí en nuestro estado, en nuestro país, en
nuestro México podemos volver a recuperar toda nuestra historia,
nuestra cultura y nuestros recursos naturales pero primero tiene que
venir el arraigo, recuperar toda nuestra cultura, amarla y defenderla,
eso es algo de lo que le está tocando empujar al magisterio”.
Para
las maestras, el compromiso con los niños es fundamental. “… la esencia
de nuestra lucha es pugnar por un futuro mejor para todas las niñas y
niños, incluyendo a nuestros propios hijos, a quienes nos atrevimos a
dejar. Les extrañamos y nos duele terriblemente estar lejos de ellos,
pero sabemos que nos entienden porque han vivido esta experiencia con
nosotras, y aunque cada mañana, cada noche estamos pensando en cómo
estarán, y a pesar de que muchas de nosotras hemos pasado tres semanas
sin poder verlos, seguimos acá porque creemos que esta lucha es justa,
que es nuestra y que la necesitamos ganar”.
Mujeres transformando su realidad
Mónica
Amador, de 28 años, enseña cuarto, quinto y sexto grados en
Cozoaltepec, cerca de Puerto Escondido, en una escuela con sólo otra
maestra. Ella gana aproximadamente 4 mil pesos al mes. Comenta que
algunos de los estudiantes en sus grupos tienen discapacidades y que ha
aprendido a enseñarles en lenguaje de señas. “Casi todos llegan a la
escuela sin desayunar y cuando es temporada de cosechar café no van a
clases porque ayudan a sus familias en esa labor,” narra.
En su
salón, ella organiza a sus alumnos en forma que permita eliminar
jerarquías desde el aula, “los 26 estudiantes y yo nos distribuimos en
forma de medialuna, con mi escritorio atrás, no al frente de los
alumnos.
Las maestras de México tienen la responsabilidad de
moldear a una nueva generación, capaz de reducir la injusticia y la
desigualdad de su mundo. Ellas también esperan dirigir a una nueva
generación de mujeres que se enfrentará y asumirá su papel legítimo en
el movimiento por el cambio y en un mejor mundo por recrear.
Para esto, ser miembro del sindicato no es suficiente.
“En
los últimos años mi visión se ha complementado, ahora también estoy acá
como mujer, porque me di cuenta de que a lo largo del tiempo las
mujeres jugamos un papel importante en la lucha social y que en los
movimientos las mujeres somos las que hemos ido al frente. Por eso
consideramos que necesitamos dejar de vivir en un contexto sexista y
que eso se tiene que reivindicar.
“Antes, yo siempre pensaba en
los otros, pero ahora también pienso en nosotras, recuerdo que antes
decía ‘nosotros los maestros’ pero ahora también digo ‘nosotras’
estamos acá, con nuestra experiencia, con nuestros miedos, nuestros
deseos, nuestros sueños, todo lo que traemos para transformar esta
realidad. Estoy aquí porque tengo esa conciencia de que mientras no
cambien las cosas también para las mujeres, desde cada movimiento
social, no van a cambiar de manera general, y como integrantes de este
movimiento tenemos la responsabilidad de aportar nuestra visión del
mundo y visibilizar nuestra participación en la lucha social”.
Entrevistas
por Alfredo Acedo y la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos
de la Mujer en México. Transcripciones de algunas entrevistas de Desinformémonos.