Sueldos paupérrimos y sin prestaciones sociales
Dos
trabajadoras de la región chilena de Coquimbo, toman un descanso en una
dura jornada durante la recogida de fruta. Crédito: Tamara
Albarran/Ministerio de Agricultura
Por: Marianela Jarroud*
Cimacnoticias/IPS | Santiago.-
Miles
de mujeres rurales de Chile que trabajan como jornaleras en la
agricultura para la exportación, son foco de pobreza y desigualdad y de
la desprotección laboral, pese a que su labor genera ganancias
multimillonarias a la industria local.
En 2013 las exportaciones agropecuarias de Chile totalizaron 11 mil 580
millones de dólares, pero la remuneración mensual de la mayoría de las
jornaleras no superó los 380 dólares, equivalente al salario mínimo en
este país sudamericano de 17.6 millones de habitantes.
Chile está catalogado por consultoras internacionales como uno de los
25 países con mayor crecimiento a nivel mundial y el segundo que más lo
ha hecho en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos (OCDE), que integra desde 2010 como el único país
latinoamericano además de México.
Es también el país con mayores grados de formalidad laboral en América
Latina (AL) y el Caribe, según la Organización Internacional del
Trabajo. Sin embargo, aún persisten aquí trabajos por día o por
temporada, precarios y carentes de derechos sociales básicos.
“En Chile hay una gran cantidad de trabajadores, y de trabajadoras en
particular, que se vinculan a espacios del mundo laboral que son
precarizados porque tienen malos sueldos, carecen de estabilidad
laboral o no tienen condiciones legales en las cuales amparar su
trabajo, porque son tercerizados, subcontratados, etcétera”, dijo a
IPS/Cimacnoticias la ministra del Servicio Nacional de la Mujer
(Sernam), Claudia Pascual.
Pero si a esa precariedad se le suma el ser mujer, residente en barrios
precarios urbanos o en las áreas rurales, la realidad se vuelve aún
peor, consideró la ministra.
“No es lo mismo ser mujer pobre, ser mujer mapuche, aymara, quechua;
ser mujer rural, ser profesional o no serlo”, añadió Pascual.
MIGRACIÓN Y POBREZA
El trabajo de las y los jornaleros chilenos se volvió un fenómeno
masivo en la década de los 80, de la mano del auge de las plantaciones
de fruta para la exportación.
“Entonces, se abrieron las puertas para el trabajo de mujeres
asalariadas, que en principio fueron mujeres pobres, campesinas”,
explicó Alicia Muñoz, directora de la Asociación Nacional de Mujeres
Rurales e Indígenas (Anamuri).
“Pronto comenzaron a emigrar las mujeres de las ciudades hacia el
campo, mujeres pobladoras que se transformaron en una mano de obra
calificada y en líderes del trabajo asalariado del campo”, señaló a
IPS/Cimacnoticias.
Actualmente, entre 400 mil y 500 mil chilenas y chilenos trabajan en la
cosecha de frutas en cada temporada, que se extiende de septiembre a
marzo. La mitad son mujeres y 70 por ciento de ellas trabajan sin
contrato, según un estudio del Sernam.
Los productos agropecuarios son el segundo rubro de exportación de Chile, detrás del cobre.
En este país, los trabajos temporales los proveen principalmente
empresas contratistas en la minería, la construcción y la pesca, donde
también existen contratos por día. Pero estudios y especialistas
coinciden en que son las jornaleras de la fruta las más vulnerables por
la informalidad del trabajo y la ausencia total de beneficios sociales.
La directora de Anamuri sostuvo que la cifra de trabajadores temporales
para las zafras es superior a la oficial y que superaría las 700 mil
personas, con alta presencia femenina, especialmente en el rubro
frutícola.
“El trabajo de las mujeres es hoy en día la fruta. Ya no encontramos a
las mujeres de las hortalizas, la huerta”, señaló. Los sueldos de las y
los jornaleros para las cosechas prácticamente no subieron en dos
décadas, pues los incrementos los absorbieron los “contratistas”
intermediarios.
“Los salarios se estancaron hace muchos años, mientras que el costo de
la vida crece muy rápido”, alertó Muñoz. Entonces, para reunir el
dinero suficiente para sobrevivir los meses sin trabajo, hasta la
siguiente cosecha, las mujeres deben “desdoblarse, haciendo dos turnos
(unas 16 horas diarias), para ganar 800 o mil dólares”, precisó la
dirigente campesina.
TRABAJADORAS “DESECHABLES”
Como consecuencia, detalló, “tenemos trabajadoras desechables, que
producto del cansancio y los pesticidas, a los 40 o 50 años están
enfermas y sin poder trabajar”.
Según un estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la
Alimentación y la Agricultura (FAO), la condición de jornalera oscila
entre la regularidad, de formas y ciclos, y la irregularidad, por lo
inestable en la duración de la relación laboral. También varía entre la
inclusión y la exclusión laboral.
En Chile el empleo como jornalera o jornalero no se elige, sino que se
encuentra como única opción, añade la FAO, cuya sede regional está en
Santiago.
“Terminan pobres y desgastadas por las enfermedades que las aquejan. La
mayoría de las trabajadoras asalariadas son jefas de hogar, por lo que
deben encontrar otro trabajo para solventar los meses que están
alejadas de las cosechas”, explicó Muñoz.
El representante regional de la FAO para AL, Raúl Benítez, afirmó a
IPS/Cimacnoticias que, cuando se analizan los patrones de la
inseguridad alimentaria, “uno cae en la cuenta de que las mujeres
sufren de manera diferenciada este problema, más marcada”.
Por esa razón, añadió, “venimos trabajando activamente con las
distintas agrupaciones de mujeres y de la sociedad civil en estos
temas”.
Durante la campaña electoral que la devolvió a la Presidencia en marzo
pasado, Michelle Bachelet prometió que impulsaría la mejora de un
controversial proyecto de un estatuto del trabajador temporal que,
según las agrupaciones, busca institucionalizar la precarización
laboral en el sector.
El proyecto surgió durante el primer mandato de Bachelet (2006-2010) y
fue modificado por su sucesor, Sebastián Piñera (2010-2014).
Establecía, entre otros aspectos, la opción de llegar a un acuerdo
entre el empleador y el trabajador, sin la necesidad de tener un
sindicato, y no garantizaba por contrato los derechos sociales.
“Ese estatuto lo rechazamos durante el primer gobierno de la presidenta
Bachelet porque no iba en la dirección en que nosotras lo habíamos
planteado. En los últimos cuatro años la cosa se puso mucho más fea,
porque cambió el origen y pasó a ser más una necesidad empresarial que
de trabajadoras y trabajadores”, recordó Muñoz.
“Afortunadamente fuimos escuchadas por parlamentarios y políticos, y se fue quedando el estatuto en el camino”, añadió.
Ahora, las organizaciones se alistan para participar en una nueva mesa
de negociación convocada por el gobierno para resolver el problema de
quienes trabajan por temporadas.
“Efectivamente, nos llamaron y nos vamos a sentar en la mesa para
discutir el tema de forma integral, para que se deje atrás los
intereses empresariales y se pongan por fin sobre la mesa las
necesidades de las y los trabajadores de Chile”, aseveró la directora
de Anamuri.
Estas mujeres, trabajadoras, madres y, en muchos casos, único sostén de
su hogar, pueden trabajar por dos o tres meses durante la temporada del
verano austral, una labor que en el caso de los hombres ejercen casi
exclusivamente los estudiantes, y por periodos más largos, de cuatro a
ocho meses.
También existe la llamada “jornalera falsa”, que trabaja 10 u 11 meses
para un mismo empleador, pero con uno o sucesivos contratos por obra o
faena, lo que la deja fuera de cualquier indemnización al momento del
cese de sus labores.
*Este artículo fue originalmente publicado por la agencia internacional de noticias IPS