Periódicos de México, la revista Proceso, diarios como el New York Times y el Washington Post
publicaron avances y/o análisis de las declaraciones de la esposa del
presidente, pero sobre todo de las imágenes que ilustran la
entrevista. Las redes sociales y la versión por internet de los
diarios, han permitido que se expresen cientos de
opiniones/interpretaciones alrededor del tema.
Desde el punto de
vista de los “modelos” de femineidad puestos en circulación –hasta
ahora- desde los Pinos, la puesta en escena de Angélica Rivera y su
hija no deja de ser interesante por provocadora y por disruptiva. El
titular del dossier es absurdo, y termina cayendo por su tipografía en
la categoría del acto fallido (eso que nos da por llamar lapsus):“Poder”
está escrito con letras muy grandes, y “redefiniendo” y “femenino”, con
letras muy pequeñas; dato que termina haciendo justicia a la realidad:
el de Angélica Rivera en este momento de su vida, es un “poder” por
procuración, lo que no la hace menos “poderosa”, pero ciertamente sí
le dificulta ser un modelo de “redefinición” de “poderes” femeninos.
Es
un hecho que la Presidencia vive y ha vivido en la vendimia de imágenes
calculadas y trabajadas: Marta Sahagún, por ejemplo, era hasta
feminista. ¿Por qué no, si bastaba con decirlo? No importa quién es esa
mujer casada con el presidente: se le construye un discurso, una manera
de vestirse, de posar, de abrazar a los niños desamparados y mirar
“arrobada” a las personas mayores. Relumbrón. Apariencia. Juego de
simulacros, ¿cómo van a responder los encuestados? ¿Cuántos puntos se
ganan y se pierden? Sabemos –hasta el sollozo- que el modelo de la
“primera dama”, (una expresión penosa de por sí, pero que no es
exclusiva ni de México, ni del castellano) es –hasta ahora- un
producto.
La “Primera Dama” y los imaginarios inducidos
Las
esposas de los presidentes han estado en la obligación de cumplir con
una imagen: son –sobre todo- esposas y madres entregadísimas y
abnegadas. Altruistas. Generosas. Hogareñas. Guadalupanas y
respetuosas de Dios. Si tienen una profesión y han sido mujeres
trabajadoras fuera del hogar, mejor (ya en estos tiempos), siempre y
cuando durante su trance sexenal, eviten ejercerla. Pudorosas. Muy
pudorosas. Como si de sus figuras pendiera toda una idea de “decencia y
honor femenino”, que intenta definir a todititas las mujeres mexicanas,
así de millones como somos. Se supone que ellas instituidas –con
calzador- en icónicas “primeras mujeres”, nos representan. En ese
contexto, las imágenes han levantado olas (olas urbanas, por supuesto)
que no se han dado porque la esposa del presidente pose para una
revista de este tipo, lo que ha sido bastante recurrente, sino porque
posa “sexy”. Porque exhibe un evidente placer y orgullo en la relación
con su cuerpo. Porque transmite un mensaje de: “Mi cuerpo me gusta y
es mío. Y háganle como puedan, si les da escalofríos”.
Una
“primera dama” mostrando la espalda con un vestido muy escotado,
mostrando los contornos de sus piernas en mallones, o las rodillas
descubiertas. ¿Es un oprobio? ¿Nos ofende? ¿Es –en sí mismo-
desneuronado que lo haga? ¿Nos desneurona a las demás? ¿Una mujer que
se muestra en su belleza es de manera inevitable un “objeto sexual”
encanallado? ¿Acaso los “peros” no están en otro lado? Me gustaron las
poses sexys. Por reivindicativas y por ruidosas. También porque a
ambas –hija y madre promoviéndose- les quedan muy bien. Claro que me
asaltaron incomodidades: Los trapos que les eligieron: ¿Son de ellas o
cedidos por las casas de moda? ¿Si son de ellas quién los paga? Me
imagino que los mismos –que mientras este país no se transforme-
pagaron, pagan y pagarán los vestidos de diseñadoras/es de las
“primeras damas”. No es tan misterioso: las generaciones de
contribuyentes que nos antecedieron y nosotras/os.
Imágenes así
son –sin duda- una afrenta para millones de mexicanas/os reducidos a la
precariedad y a la sobrevivencia económica. Los modistos según la lista
que nos ofrece la revista Proceso: Dolce & Gabbana, Armani, Louis
Vuitton, Mango, Tane, Alejandro Carlin, Julio, Burberry. Y esos diseños
y texturas desfilan mientras en el interior de la revista Angélica
Rivera aclara: “Aquí en la casa comemos sopa de fideos, tacos de pollo,
croquetas de atún…” me pareció de risa loca (y furiosa), la aclaración
tan evidentemente manipuladora e inútil. Justo los alimentos que
toda/o ama/o de casa conoce como de los más económicos, en los hogares,
claro, en los que los tacos se pueden rellenar con pollo y no con
frijoles, lo que ya hace una diferencia enorme. Y porque más abismal
aún es la diferencia entre comer tacos de pollo porque a todos nos da
el antojo, y cenar salmón con blinis, cuando nos da “el antojo”, que
preguntarse cuántas tortillas hay que comprar, para no quedarse tan
con hambre.
Es en ese sentido que las imágenes me parecen exhibicionistas e impúdicas. No porque Angélica Rivera muestre la piel. El marketing
ha sido –hasta ahora- inevitable en las clases políticas, y no sólo en
México. Michelle Obama, Carla Bruni posaron también para Marie Claire,
cada una desde ese “estilacho” tan determinado por lo que el “qué
dirán” de sus respectivas culturas pudiera/puede “tolerar”. No es lo
mismo un escote en esa Francia de las sensualidades, que en los Estados
Unidos bastante más “asépticos”. ¿Angélica Rivera posa de esta
concreta manera porque fue modelo y actriz? No necesariamente. Podría
haber ejercido su oficio, a como lo hizo, y llegar a los Pinos vestida
con una versión fashion de doña Sara García. Ya no se usa,
es cierto, ahora hay que parecer ligeras, deportistas, dinámicas,
“empoderadas” en el espacio y en el cuerpo; pero lo que quiero decir
con ese ejemplo extremo de doña Sarita, es que desde los Pinos se vende
lo que haya que vendernos –según ellos- y eso nunca ha sido distinto.
Lo que es distinto y me deja atónita, es ese nuevo lenguaje corporal.
The "first lady" estadounidense, Michelle Obama. Revista Marie Claire, 2013.
La "première dame" de Francia, Carla Bruni. Revista Marie Claire, 2008.
¿Por
qué las sensualidades a dos años de los comienzos del sexenio? ¿Por qué
ahora le está permitido y antes no? ¿Si una ya se codeó con la reina de
España, -sin desmerecer, quizá les dicen las encuestas- puede mostrarse
como le venga en gana? No tengo una respuesta. Me parece que si el
estilo de una mujer ha sido y es sexy, no tiene por qué renunciar a
ello por ser la esposa del presidente. ¿Nos conmovería mucho que fuera
sexy, inteligente, comprometida y con un doctorado en Estudios de
Género y otro en Desarrollo Sustentable? Pues es probable que sí.
Aunque casi ninguna de nosotras está en posibilidades de cumplir con
semejante lista de requisitos. ¿Es una “frívola”? esa impresión me da,
le escuché hace unos días una vieja entrevista (cuando era actriz) de
una banalidad espeluznante. Pero no es “frívola” porque sea sexy.
Separemos. Y en todo caso muy en su derecho, así la eligió su marido,
y su marido llegó a la Presidencia. ¿No nos gusta naditita que haya
ganado su marido? Ese es otro punto.
Los pretextos de la misoginia
Algunos
comentarios leídos en las redes sociales – a raíz de las fotografías-
no dejan de llamarme la atención: “En sus talleres ya pueden los
mecánicos renovar sus calendarios”, “Trae el poder entre las piernas”,
“Es una prostituta”. “Farandulera”, “Es una zorra”. “Mujerzuela”, “Par
de gatas”. ¿Ustedes disculpen? Hay un tinte misógino en estas
alusiones que es muy insultante y doloroso, diríjase a quien se dirija.
Un tono que recrea maneras alienantes de considerar y juzgar la
femineidad. ¿Zorra? ¿Qué es eso? ¿Acaso “gatas” no es un clásico de la
discriminación clasista y racista? Hay mucho que analizar, y muchas
maneras de manifestar nuestro rechazo o nuestro disgusto hacia la
persona de Angélica Rivera en su papel de esposa del presidente (si ese
es el caso), pero insultar a una mujer que trabajó como actriz y modelo
porque posaba en bikini, me parece discriminatorio y fuera de lugar.
Que nuestro disgusto no sea pretexto para descalificar el derecho de
una mujer a trabajar en lo que quiera y pueda.
Algunas de las
consignas fundamentales del feminismo desde los principios de la
segunda ola han sido: “Mi cuerpo es mío”, “Tengo derecho a decidir
sobre mi cuerpo”, “Saquen sus rosarios de mis ovarios”. Las frases se
refieren a la necesidad de despenalizar el aborto, o como sucede en la
ciudad de México, al acceso a la interrupción -libre y gratuita- de un
embarazo (en sus inicios), y por demanda de la mujer. Pero también
tienen todo que ver con la reivindicación del derecho de una mujer a
vivir su sexualidad y los modos de su sensualidad a como ella elija,
sin alienación e intimidaciones sexistas, enunciadas por mujeres o por
hombres. Transformar los mapas mentales. ¿Qué es una mujer? ¿Según
quién? ¿Qué y quién desea ser cada mujer? Porque creo en los contenidos
de esas consignas, y en la libertad que implican para todas (y a partir
de esa libertad, que cada una elija lo que quiera: la virginidad para
siempre…el matrimonio monógamo, la pareja monógama sin matrimonio, el
poliamor, la soltería en sus distintas formas…su objeto de deseo y/o de
amor en masculino, en femenino, ambos, etc.) No veo qué me daría
derecho a juzgar a una mujer que posa/posó en bikini. Que el cuerpo de
una mujer sea suyo, y de nadie más, no es una convicción que pueda
estar sujeta ni a mis gustos, ni a mis preferencias, ni a mis
específicas elecciones de vida. “Seamos dueñas de nuestros cuerpos a
como yo digo que hay que serlo, porque si no te corto la yugular con
palabras…”. Me parece una afirmación particularmente impositiva.
La “Primera Dama” y la “first lady”.
La editora de modas Robin Givhan, del Washington Post escribió
–con el tema de las fotos de Rivera- un análisis bastante más extenso
e interesante que las frases de su texto que han sido más citadas.
Givhan no sólo habla de cómo Angélica Rivera luce “descaradamente
sexy”, y su hija usa una falda “extremadamente breve”, lo que extraídas
sus frases de contexto parecería todo un juicio sumario de tonos -
sobre todo- puritanos. A Givhan, no le interesan los juicios sumarios,
sino analizar un “fenómeno social” que tiene que ver con las imágenes
de las “primeras damas” en Estados Unidos y en México, y lo que
culturalmente se espera de ellas. Hace –además- un análisis de la
necesidad de las mujeres (y los hombres, sin duda, aunque sea tan
distinto, y hasta aparatosamente distinto, según la cultura), de
reafirmarse –también- a través de sus cuerpos.
Givhan se
extiende en el cuestionamiento a la dificultad (y el dolor) que puede
significar –para millones de mujeres- el vivirse alienadas por los
estereotipos de belleza (y yo agregaría poder económico) difundidas por
las revistas de moda y cantidad de medios: “La primera dama usa mallas
y su hija una falda extremadamente breve. En cada caso, la estética
gira alrededor de las piernas…piernas largas, largas”. Pero el análisis
que hace Givhan es el de una mujer inteligente y sensible a los
condicionamientos de las femineidades (hacia un lado o hacia el otro),
no el de una periodista horrorizada por una minifalda, unas rodillas
desnudas, y un escote.
Givhan hasta toma tonos irónicos al hablar de: “Desde el mirador de los Estados Unidos, donde alguna gente todavía hiperventila
reprobadora unos brazos descubiertos en el Ala Este, el atuendo (de
Rivera) es asombroso”. Con los brazos descubiertos y el Ala Este, se
refiere a una foto de portada de Michelle Obama en la que usa un
vestido con los brazos descubiertos, que en su momento causó polémica:
¿Una “first lady”mostrando sus brazos? En 2013 Michelle posó
para Marie Claire (sin mostrar más piel que la de su rostro) con el
siguiente titular en portada: “La primera dama se abre: el sexo con el
presidente”. ¿Qué tal? “Nuestra vida sexual nunca había sido más
abierta, más dada a experimentar y más generosa’”. Claudia Bruni, posó
para Marie Claire en 2008, sexy y “bohemia”, entalladita, bellísima y
con su guitarra al lado.
Me permito traducir algunos párrafos de Givhan
“El
sexo puede vender de todo, desde carros hasta yogurt, pero la prueba
más grande podría ser si puede vender la idea de una primera dama como
una mujer como cualquier otra –una que no está obligada a responder a
expectativas anticuadas y desmesuradas, en términos de las tradiciones
culturales que debería representar, el mensaje que debería enviar desde
su ‘bully pulpit’, o cuánto de su persona le está permitido
ser… Esa pregunta es el subtexto –quehierve- en un nuevo perfil de la
primera dama de México, Angélica Rivera de Peña… Rivera aparece en la
portada de julio de la revista Marie Claire – para México y
Latinoamérica- luciendo ‘unabashedly” (insolente, descaradamente…) sexy, junto a su hija Sofía Castro’. ‘Bully pulpi’”
es una expresión que se refiere a un espacio desde el cual se tiene el
poder de hablar y ser escuchado, con frecuencia se utiliza para
declaraciones emitidas desde la Casa Blanca”.
Continúa Givhan:
“El estilo de Rivera es llamativo, pero lo más provocativo son sus
poses. Es el lenguaje corporal lo que es sexy…en la portada su postura
es particularmente declarativa… y mientras que las tradiciones son
diferentes en cada país, estas fotografías de Rivera son inusuales… El
tema del poder es tramposo en una revista de modas. Esos brillos,
después de todo, son alumbrados por una industria que juega rápido y
relajado con la autonomía femenina, creando regularmente patrones e
instalando indicadores en la cultura que guían el pensamiento del
público en lo que significa ser una mujer moderna…el ideal femenino que
pintan las revistas de modas – en perfecto-cabellos secados con
pistola- detalle, es un ideal imposible de emular. Pero por lo menos en
un punto las revistas de modas ofrecen un argumento fuerte: hay un
cierto grado de poder personal a ganar en descubrir cómo nos vemos…”.
Y
muy interesante: “Para las mujeres en el ojo público, ese placer tan
personal puede llegar a ser una tortura. Sus cuerpos se convierten
en una propiedad común…para una mujer Americana (la cursiva
es mía) que pisa el papel de primera dama, su cuerpo debe ser negado.
No puede ser expuesto demasiado. Demasiado fuerte. Demasiado sexual. La
belleza es aceptada, hasta esperada. Pero…el atractivo sexual, la
sexualidad, está fuera de los límites. No se menciona. Si fue obvio o
por lo menos visible antes de su nuevo papel”.
Lo disruptivo
Y
vaya que son “inusuales” las poses sexys de Angélica Rivera, -sobre
todo- para la esposa del presidente de un país mayoritariamente
católico y conservador, en el que todavía discutimos si la
anticoncepción condena o no a un alma, si la “píldora” del día
siguiente es “abortiva”, si la educación sexual en las escuelas no
“corrompe la inocencia”. Si las mujeres sienten deseos sexuales, si el
orgasmo femenino importa, si el erotismo a solas es una perversión, si
el cunnilingus todavía peor. Un país en el que crece el
número de embarazos adolescentes, aún en los casos de relaciones
consensuadas y en las que los jóvenes sí tienen información y acceso a
los anticonceptivas. En términos de la carga emocional negativa que
implica la sexualidad en femenino, protegerse significa aceptarse
deseante y deseada. Protegerse es asumir la responsabilidad y el
derecho al placer, como un modo -en sí mismo- de amar y/o de gozar.
México es –aún- un país en el que el cuerpo femenino es culpabilizado y
se vive – con demasiada frecuencia- como culpable.
En ese
sentido, y sólo en ese, el lenguaje corporal de la esposa del
presidente me parece disruptivo, y muy interesante. Ese es mi contexto
bien concreto de análisis: En una cultura en la que expresiones
denigratorias como “zorra” y “mujerzuela” siguen existiendo tan
“graciosamente”, sin -por supuesto- adjetivos masculinos
equivalentes, me parece importante que Angélica Rivera –desde su “pulpit”-
se muestre sexy. ¿Tenemos que parecernos a ella y correr hacia las
dietas? Por supuesto que no. A cada una su singularísima y libre manera
de vivir en/ con su cuerpo.