Marta Clar
Madrid,
26 jun. 14. AmecoPress/PanyRosas.- No es nueva la preocupación de los
diversos grupos feministas sobre la cuestión de la prostitución y desde
el colectivo de mujeres Pan y Rosas creemos necesario introducirnos en
este debate tras el que se esconde una realidad tan dramática como es
la trata de personas y la violencia sexual que afecta de múltiples
formas a millones de mujeres en el mundo y que es considerado por
diferentes organizaciones internacionales el tercer negocio más
rentable a nivel global junto a la comercialización de armas o de
drogas. Si bien todas reconocemos el problema real que supone la
prostitución, las polémicas y los debates surgen cuando se trata de
proponer respuestas y estrategias sobre cómo y con qué programa abordar
esta cuestión.
Prostitución y redes de trata, las dos caras de un mismo problema
Mientras vemos
ampliarse todo un conjunto de discursos afirmando el aumento de la
igualdad de género somos también testigos de una realidad profundamente
ocultada y que arremete en general contra aquellas mujeres cuanto más
afectadas están por la pobreza y la precarización, ¿cómo entender,
sino, el aumento de las mujeres en situación de prostitución y la
continua extensión de las redes de trata? Los últimos informes
prestados por diferentes organizaciones internacionales y nacionales
mantienen que cerca del 80% de las víctimas de trata son mujeres y
niñas. Existen en el mundo más de 460 corrientes de trata y cerca de un
millón de mujeres en situación de prostitución tan solo en el
continente Europeo, de las cuales aproximadamente 140.000 son
consideradas víctimas de trata. Una cifra aproximativa y posiblemente
menor a la realidad debido a la dificultad de identificar a las
víctimas.
Desde Pan y
Rosas compartimos que la prostitución afecta de maneras muy diversas a
las mujeres, pero consideramos también que no pueden desvincularse como
si fueran cosas sin relación alguna la prostitución y la trata, como si
la primera se derivara del deseo o la libertad individual. La
prostitución afecta tanto más a las mujeres jóvenes, precarizadas y
pobres y este es el motivo por el que consideramos que no es posible
hablar de la prostitución como categoría abstracta y defendemos la
necesidad de hablar de “mujeres en situación de prostitución”,
desvincularla de la situación de dificultad económica o necesidad que
existe en la mayoría de las mujeres que ejercen la prostitución es no
mostrar la verdadera amplitud del problema, un problema que está
estrechamente relacionado con la desigualdad de género que somete a las
mujeres en el actual sistema capitalista.
La violencia y
el abuso que se derivan de ejercer la prostitución son problemas reales
que no solo afectan a las mujeres víctimas de trata, también a quienes
caen en manos de proxenetas y son obligadas a cumplir bajo condiciones
insalubres con jornadas desproporcionadas o arbitrarias con el objetivo
de ampliar las ganancias de los proxenetas poniendo en serios riesgos
la salud de las mujeres.
Incluso para
aquel reducido número que afirma ser prostituta por voluntad propia la
violencia no es una cuestión menor ni la situación económica que las
impulsa a serlo puede ser ocultada en nuestros discursos y análisis, si
una cosa tienen en común las diferentes formas en las que se ejerce la
prostitución es que todas ellas están en la mayoría de casos sujetas a
necesidades económicas, es decir, las mujeres que están en situación de
prostitución lo están porque se ven implicadas en situaciones de
precariedad y pobreza.
Además, la
dificultad de detectar las violencias se debe, en gran parte, a la
invisibilización bajo la categoría de “cliente” a partir de la cual se
ejerce, sin que existan estudios que nos permitan profundizar en esta
cuestión. Con esto queremos reafirmar nuestra posición al considerar
que todas las medidas que se tomen frente al problema que supone la
prostitución tiene que incluir, claramente, que el delito y la
violencia se configura aunque la víctima haya prestado su
consentimiento y cualquiera que sea su edad. Porque la cuestión de la
violencia debe definirse por la acción de los criminales, proxenetas y
clientes y no por la edad o las condiciones en las que se encuentran
las víctimas.
Prohibicionismo y regulacionismo, ¿qué proponemos?
Desde el
colectivo de mujeres Pan y Rosas nos oponemos firmemente a todas
aquellas medidas que las diversas administraciones orientan hacia la
criminalización de las mujeres, ocultando un problema mucho más amplio
y que venimos debatiendo hasta ahora. Las leyes prohibicionistas lejos
de favorecer a las mujeres en situación de prostitución o ser una
medida para resolver este problema invisibilizan la situación de doble
desigualdad en la que se encuentran las mujeres. Por una parte frente a
su situación de necesidad o inestabilidad económica y por otra frente
al cliente o proxeneta, a la vez que criminalizan a las víctimas y
absuelven a los culpables.
Las medidas
regulacionistas que pretenden integrar la prostitución considerándola
un trabajo como cualquier otro no solo ocultan la diversidad de
violencias y desigualdades que padecen las mujeres sino que tienden a
favorecer a los proxenetas situándolos al mismo nivel que a los grandes
empresarios, favoreciendo la continuación y ocultación del negocio de
trata y la explotación sexual a la que son sometidas miles de mujeres.
Incluso cuando
encontramos mujeres que ejercen la prostitución en condiciones más
favorables en las que son ellas mismas quienes regulan esa
prostitución, la prostitución en sí misma no escapa de las leyes de la
oferta y la demanda del capitalismo, viéndose obligadas a competir con
otras mujeres en situación de prostitución que sí pueden estar bajo
redes de trata o bajo la autoridad de proxenetas que les estipulan
precios determinados, teniendo que establecer precios más bajos capaces
de competir con el resto situándose en una suerte de autoexplotación
que responde a la lógica capitalista.
Como propuesta
concreta defendemos la necesidad de impulsar programas que a la vez de
perseguir y castigar a los proxenetas y todos los implicados en este
negocio, ofrezcan la atención integral a las mujeres en situación de
prostitución que incluyendo además de asistencia jurídica, médica,
psicológica y social, den la posibilidad de otras opciones de vida con
salarios mínimos dignos y el acceso gratuito a todos los niveles de
educación que las mujeres requieran, además de vivienda y protección
para estas mujeres y sus familias, sin olvidar las medidas educativas
que enfrenten el estigma que tradicionalmente se les asigna a las
mujeres en situación de prostitución.
A su vez nos
alejamos de los argumentos que relacionan la prostitución como un
empoderamiento personal y de género, que con la intencionalidad de
borrar los tabús patriarcales frente a la prostitución invisibilizan el
entramado de relaciones sociales y económicas que como venimos diciendo
hasta ahora empujan a la mayoría de mujeres a ejercer la prostitución.
Somos conscientes de que estigmas y tabús son tan solo un método más
que tiene esta sociedad profundamente desigual para culpabilizar a las
mujeres sin tener en cuenta la realidad social que las envuelve, así
como una forma de asegurar la deriva de un sistema capitalista y
patriarcal ya regulado en el que los hombres tienen predominios y
privilegios sobre las mujeres, un sistema en el que en definitiva las
mujeres deben estar controladas ya sea por el marido, el proxeneta o el
cliente, pero para nosotras esta lucha contra el estigma no puede sino
darse a partir de la creación de programas de educación sexual en la
que se incluya la realidad de las mujeres en situación de prostitución.
Capitalismo sin prostitución, una falsa utopía para el feminismo
Como mujeres,
feministas y revolucionarias, Pan y Rosas consideramos que el feminismo
orientado hacia la emancipación de la mujer no puede reducirse a la
demanda de mejoras democráticas que se ven fuertemente contradichas por
la dinámica global del capitalismo, un sistema que condena a la mayor
parte de las mujeres del mundo a una situación de desigualdad,
brutalidad y pobreza. A la vez tenemos que ver más allá de la situación
de nuestro país, más cuando esta se refiere a países imperialistas como
el nuestro en el marco de la Unión Europea y los países considerados
desarrollados, puesto que esto invisibiliza la tragedia de millones de
mujeres por fuera de nuestras fronteras y oculta la necesidad de
construir un amplio movimiento de mujeres que extienda sus demandas
hacia el cuestionamiento y la superación del sistema capitalista
mundial.
La
prostitución, la trata de mujeres así como el conjunto de violencias
que nos afectan a todas no pueden ser superados sin no es a través de
una mirada amplia que sea capaz de ver las relaciones existentes entre
nuestros padecimientos y el sistema económico actual, así como la
necesidad de superarlo a nivel global mediante un amplio movimiento de
mujeres independiente del Estado y las instituciones patronales. Es una
falsa utopía ampliamente comprobada a lo largo de la historia la idea
de que la emancipación de la mujer podrá lograrse mediante reformas
democráticas. Las mujeres, en especial las más pobres, en especial las
más precarizadas no tenemos ningún motivo para confiar en este sistema
capitalista que nos ha mantenido y mantiene marginadas, oprimidas y
explotadas.
Es por eso que
defendemos la necesidad de recuperar el legado histórico que nos
pertenece como mujeres trabajadoras, el legado de las mujeres que
protagonizaron luchas contra el capitalismo en las diferentes partes
del mundo como fueron las mujeres de la Revolución Rusa, como fueron
las mujeres de la Comuna de París, el movimiento por la liberación
sexual de Stonewall o la lucha por la liberación de la población negra
en los Estados Unidos. Un movimiento articulado en clave de superación
del capitalismo, como condición necesaria para poder lograr el objetivo
que a todas nos representa y que Pan y Rosas seguimos manteniendo: la
emancipación de las mujeres.
Foto: Archivo AmecoPress.
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