7/05/2014

Prostitución y Mercantilización de las Mujeres


 Marta Clar

Madrid, 26 jun. 14. AmecoPress/PanyRosas.- No es nueva la preocupación de los diversos grupos feministas sobre la cuestión de la prostitución y desde el colectivo de mujeres Pan y Rosas creemos necesario introducirnos en este debate tras el que se esconde una realidad tan dramática como es la trata de personas y la violencia sexual que afecta de múltiples formas a millones de mujeres en el mundo y que es considerado por diferentes organizaciones internacionales el tercer negocio más rentable a nivel global junto a la comercialización de armas o de drogas. Si bien todas reconocemos el problema real que supone la prostitución, las polémicas y los debates surgen cuando se trata de proponer respuestas y estrategias sobre cómo y con qué programa abordar esta cuestión.

Prostitución y redes de trata, las dos caras de un mismo problema

Mientras vemos ampliarse todo un conjunto de discursos afirmando el aumento de la igualdad de género somos también testigos de una realidad profundamente ocultada y que arremete en general contra aquellas mujeres cuanto más afectadas están por la pobreza y la precarización, ¿cómo entender, sino, el aumento de las mujeres en situación de prostitución y la continua extensión de las redes de trata? Los últimos informes prestados por diferentes organizaciones internacionales y nacionales mantienen que cerca del 80% de las víctimas de trata son mujeres y niñas. Existen en el mundo más de 460 corrientes de trata y cerca de un millón de mujeres en situación de prostitución tan solo en el continente Europeo, de las cuales aproximadamente 140.000 son consideradas víctimas de trata. Una cifra aproximativa y posiblemente menor a la realidad debido a la dificultad de identificar a las víctimas.

Desde Pan y Rosas compartimos que la prostitución afecta de maneras muy diversas a las mujeres, pero consideramos también que no pueden desvincularse como si fueran cosas sin relación alguna la prostitución y la trata, como si la primera se derivara del deseo o la libertad individual. La prostitución afecta tanto más a las mujeres jóvenes, precarizadas y pobres y este es el motivo por el que consideramos que no es posible hablar de la prostitución como categoría abstracta y defendemos la necesidad de hablar de “mujeres en situación de prostitución”, desvincularla de la situación de dificultad económica o necesidad que existe en la mayoría de las mujeres que ejercen la prostitución es no mostrar la verdadera amplitud del problema, un problema que está estrechamente relacionado con la desigualdad de género que somete a las mujeres en el actual sistema capitalista.

La violencia y el abuso que se derivan de ejercer la prostitución son problemas reales que no solo afectan a las mujeres víctimas de trata, también a quienes caen en manos de proxenetas y son obligadas a cumplir bajo condiciones insalubres con jornadas desproporcionadas o arbitrarias con el objetivo de ampliar las ganancias de los proxenetas poniendo en serios riesgos la salud de las mujeres.

Incluso para aquel reducido número que afirma ser prostituta por voluntad propia la violencia no es una cuestión menor ni la situación económica que las impulsa a serlo puede ser ocultada en nuestros discursos y análisis, si una cosa tienen en común las diferentes formas en las que se ejerce la prostitución es que todas ellas están en la mayoría de casos sujetas a necesidades económicas, es decir, las mujeres que están en situación de prostitución lo están porque se ven implicadas en situaciones de precariedad y pobreza.

Además, la dificultad de detectar las violencias se debe, en gran parte, a la invisibilización bajo la categoría de “cliente” a partir de la cual se ejerce, sin que existan estudios que nos permitan profundizar en esta cuestión. Con esto queremos reafirmar nuestra posición al considerar que todas las medidas que se tomen frente al problema que supone la prostitución tiene que incluir, claramente, que el delito y la violencia se configura aunque la víctima haya prestado su consentimiento y cualquiera que sea su edad. Porque la cuestión de la violencia debe definirse por la acción de los criminales, proxenetas y clientes y no por la edad o las condiciones en las que se encuentran las víctimas.

Prohibicionismo y regulacionismo, ¿qué proponemos?

Desde el colectivo de mujeres Pan y Rosas nos oponemos firmemente a todas aquellas medidas que las diversas administraciones orientan hacia la criminalización de las mujeres, ocultando un problema mucho más amplio y que venimos debatiendo hasta ahora. Las leyes prohibicionistas lejos de favorecer a las mujeres en situación de prostitución o ser una medida para resolver este problema invisibilizan la situación de doble desigualdad en la que se encuentran las mujeres. Por una parte frente a su situación de necesidad o inestabilidad económica y por otra frente al cliente o proxeneta, a la vez que criminalizan a las víctimas y absuelven a los culpables.

Las medidas regulacionistas que pretenden integrar la prostitución considerándola un trabajo como cualquier otro no solo ocultan la diversidad de violencias y desigualdades que padecen las mujeres sino que tienden a favorecer a los proxenetas situándolos al mismo nivel que a los grandes empresarios, favoreciendo la continuación y ocultación del negocio de trata y la explotación sexual a la que son sometidas miles de mujeres.

Incluso cuando encontramos mujeres que ejercen la prostitución en condiciones más favorables en las que son ellas mismas quienes regulan esa prostitución, la prostitución en sí misma no escapa de las leyes de la oferta y la demanda del capitalismo, viéndose obligadas a competir con otras mujeres en situación de prostitución que sí pueden estar bajo redes de trata o bajo la autoridad de proxenetas que les estipulan precios determinados, teniendo que establecer precios más bajos capaces de competir con el resto situándose en una suerte de autoexplotación que responde a la lógica capitalista.

Como propuesta concreta defendemos la necesidad de impulsar programas que a la vez de perseguir y castigar a los proxenetas y todos los implicados en este negocio, ofrezcan la atención integral a las mujeres en situación de prostitución que incluyendo además de asistencia jurídica, médica, psicológica y social, den la posibilidad de otras opciones de vida con salarios mínimos dignos y el acceso gratuito a todos los niveles de educación que las mujeres requieran, además de vivienda y protección para estas mujeres y sus familias, sin olvidar las medidas educativas que enfrenten el estigma que tradicionalmente se les asigna a las mujeres en situación de prostitución.

A su vez nos alejamos de los argumentos que relacionan la prostitución como un empoderamiento personal y de género, que con la intencionalidad de borrar los tabús patriarcales frente a la prostitución invisibilizan el entramado de relaciones sociales y económicas que como venimos diciendo hasta ahora empujan a la mayoría de mujeres a ejercer la prostitución. Somos conscientes de que estigmas y tabús son tan solo un método más que tiene esta sociedad profundamente desigual para culpabilizar a las mujeres sin tener en cuenta la realidad social que las envuelve, así como una forma de asegurar la deriva de un sistema capitalista y patriarcal ya regulado en el que los hombres tienen predominios y privilegios sobre las mujeres, un sistema en el que en definitiva las mujeres deben estar controladas ya sea por el marido, el proxeneta o el cliente, pero para nosotras esta lucha contra el estigma no puede sino darse a partir de la creación de programas de educación sexual en la que se incluya la realidad de las mujeres en situación de prostitución.

Capitalismo sin prostitución, una falsa utopía para el feminismo

Como mujeres, feministas y revolucionarias, Pan y Rosas consideramos que el feminismo orientado hacia la emancipación de la mujer no puede reducirse a la demanda de mejoras democráticas que se ven fuertemente contradichas por la dinámica global del capitalismo, un sistema que condena a la mayor parte de las mujeres del mundo a una situación de desigualdad, brutalidad y pobreza. A la vez tenemos que ver más allá de la situación de nuestro país, más cuando esta se refiere a países imperialistas como el nuestro en el marco de la Unión Europea y los países considerados desarrollados, puesto que esto invisibiliza la tragedia de millones de mujeres por fuera de nuestras fronteras y oculta la necesidad de construir un amplio movimiento de mujeres que extienda sus demandas hacia el cuestionamiento y la superación del sistema capitalista mundial.

La prostitución, la trata de mujeres así como el conjunto de violencias que nos afectan a todas no pueden ser superados sin no es a través de una mirada amplia que sea capaz de ver las relaciones existentes entre nuestros padecimientos y el sistema económico actual, así como la necesidad de superarlo a nivel global mediante un amplio movimiento de mujeres independiente del Estado y las instituciones patronales. Es una falsa utopía ampliamente comprobada a lo largo de la historia la idea de que la emancipación de la mujer podrá lograrse mediante reformas democráticas. Las mujeres, en especial las más pobres, en especial las más precarizadas no tenemos ningún motivo para confiar en este sistema capitalista que nos ha mantenido y mantiene marginadas, oprimidas y explotadas.

Es por eso que defendemos la necesidad de recuperar el legado histórico que nos pertenece como mujeres trabajadoras, el legado de las mujeres que protagonizaron luchas contra el capitalismo en las diferentes partes del mundo como fueron las mujeres de la Revolución Rusa, como fueron las mujeres de la Comuna de París, el movimiento por la liberación sexual de Stonewall o la lucha por la liberación de la población negra en los Estados Unidos. Un movimiento articulado en clave de superación del capitalismo, como condición necesaria para poder lograr el objetivo que a todas nos representa y que Pan y Rosas seguimos manteniendo: la emancipación de las mujeres.
Foto: Archivo AmecoPress.


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