9/14/2019

Once mujeres se suman a las nueve cantantes que lo acusaron el pasado agosto

Plácido Domingo enfrenta nuevas denuncias de acoso sexual; se acumulan 20

Es una campaña para difamarlo, responde vocera del tenor español

▲ Efigies de la cantante Angela Turner Wilson, quien acusa al español Plácido Domingo de abuso sexual; de vestido rojo, en 1999, cuando actuó en El Cid, obra del compositor francés Jules Massenet, y en las páginas de un artículo publicado por una revista, así como el reconocimiento de artista del año en 2000 que le confirió la Ópera de Washington.Foto Ap


▲ Plácido Domingo vuelve al centro de la polémica luego de que hace unas semanas nueve mujeres lo acusaron de abusos sexuales, según un reportaje difundido por Ap. En la imagen, el tenor durante un ensayo en la Ópera de Viena el 3 de febrero de 2016.
Madrid. El tenor español Plácido Domingo, de 78 años, vuelve al centro de la polémica ante más denuncias de acoso sexual en su contra.
Hace tres semanas alzaron la voz nueve mujeres –ocho cantantes y una bailarina, y sólo de una se difundió el nombre– ;ahora se suman 11, entre ellas la profesora de música y mezzosoprano Angela Turner Wilson, quien relató cómo el cantante le había tocado los senos contra su voluntad, cuando ella tenía 28 años.
Una vocera del tenor aseguró que se trata de una ‘‘campaña” de ‘‘difamación” ‘‘carente de ética”.
Plácido Domingo, en el ocaso de su carrera, vive uno de los momentos más difíciles. Su pasado le persigue, pues estaría, según las denuncias de 20 mujeres, plagado de abuso de poder, acoso sexual, persecución y pasajes escabrosos. La primera en denunciar de manera pública a Domingo como acosador que se valía de múltiples tretas para cercar a ‘‘sus presas” fue la mezzosoprano retirada Patricia Wulf, quien se dedica al sector inmobiliario; relató en el primero de los dos reportajes difundidos por la agencia estadunidense Associated Press (Ap) que el tenor español siempre buscaba el momento para pedirle que se fuera con él a su hotel, que insistía una y otra vez a pesar de sus negativas y de que ella estaba casada.
‘‘Me apretó duro los senos’’
Casi un mes después del primer reportaje que cimbró al mundo de la ópera y alteró la vida del tenor español, sale a la palestra otra cantante que con nombre y apellido relata de forma pormenorizada lo que supuestamente sufrió durante una actuación junto a Plácido Domingo a finales de 1999 y principios de 2000, cuando formaban parte de la puesta en escena de El Cid, del francés Jules Massenet, en la Ópera de Washington. A ella se sumaron, aunque de forma anónima, 10 mujeres que corroboran la versión de que el tenor era temido por su forma de acosar a jóvenes artistas.
En la nueva denuncia pública, todas las mujeres aseguran haber sufrido alguna agresión sexual de Plácido Domingo en actuaciones compartidas o al menos de haber atestiguado esos hechos en teatros o foros de Estados Unidos.
Según el relato de Turner Wilson, antes de salir a escena para interpretar la ópera El Cid,‘‘Domingo se levantó de la silla, se colocó tras de mí y posó sus manos en mis hombros. Yo le miraba en el espejo cuando, de pronto, me deslizó las manos debajo del sostén, dentro de mi bata y me tocó los senos. Y eso me dolió. No fue suave, me apretó duro”.
La respuesta del tenor a las 11 denuncias la hizo una vocera, Nancy Seltzer, quien dijo: ‘‘la continua campaña de Ap para difamar a Plácido Domingo no es sólo desacertada, sino carente de ética. Estos nuevos señalamientos están llenos de incongruencias y, al igual que el reportaje inicial, en muchos aspectos simplemente equivocados”.
Añadió: ‘‘Debido a que la investigación está en curso, no daremos detalles, pero enfáticamente rechazamos la imagen engañosa que Ap trata de pintar del señor Domingo”.
Según dicha agencia, desde que publicó el pasado 13 de agosto el primer reportaje sobre Domingo y sus prácticas asiduas de acoso sexual, se pusieron en contacto con la redacción más personas que sufrieron directamente esas conductas o fueron testigos directos o indirectos por su posición en los teatros en los que el cantante se presentaba.
Hablan de ‘‘manoseos no deseados, persistentes pedidos de reuniones privadas, llamadas telefónicas nocturnas y súbitos besos en los labios”.
Artimañas para alejarlo de cantantes jóvenes
En el segundo reportaje de Ap también se cita a Melinda McLain, quien era coordinadora de producción de la Ópera de Los Ángeles en la temporada inaugural 1986-87 y trabajó también en la Ópera de Houston con Domingo.
Según su relato, la gente del teatro ‘‘creábamos todo tipo de artimañas para mantenerlo alejado de ciertas cantantes. Jamás hubiera enviado a una mujer a acompañarlo en su camerino”.
Domingo, director de la Ópera de Los Ángeles, es investigado por una comisión creada ex profeso por esa institución para esclarecer los hechos y decidir si mantiene sus compromisos con el tenor.
En España, su país natal, se mantienen en cartel sus actuaciones en el Teatro Real de Madrid y en el Palau de la Música de Valencia
Foto Afp
Armando G. Tejeda
Corresponsal
Periódico La Jornada

Los Testamentos, la esperada secuencia de El cuento de la criada

Atwood muestra la portada de su nueva novela, The Testaments. (Margaret Atwood / Instagram)
La escritora canadiense Margaret Atwood presenta este martes en Londres «Los testamentos», la continuación del aclamado «El cuento de la criada» (1985), una distopía misógina que se convirtió en verdadero manifiesto feminista.
El lunes Margaret Atwood estuvo en Londres acompañada por cientos de fanáticos que esperaban el lanzamiento a medianoche de su nueva novela.
La historia de Los Testamentos que se desarrolla 15 años después de la original ya está en nominación tanto para el Premio Man Booker del Reino Unido como para el Premio Scotiabank Giller.
La novela El cuento de la criada, de 1985 de Atwood, sobre mujeres forzadas a la esclavitud sexual por el estado teocrático de Galaad, encontró recientemente una nueva resonancia debido tanto al aumento del extremismo político en Occidente como a la serie de televisión ganadora del Emmy protagonizada por Elisabeth Moss.
La historia inicial
En 1985, Atwood imaginó un Estados Unidos convertido en «República de Gilead», un país totalitario teocrático cuyos dirigentes violan, en ceremonias religiosas con la ayuda de sus esposas, a las mujeres capaces de procrear, las «criadas», para quedarse con sus bebés.
La historia se desarrolla en un futuro distópico, donde los derechos de las mujeres les han sido despojados por los fundamentalistas cristianos y las que son fértiles se ven obligadas a tener hijos para los hombres poderosos y ricos y sus esposas. Los bebés se han convertido en una mercancía con muy pocas mujeres capaces de tenerlos saludables debido a la contaminación y otros factores ambientales. © (George Kraychyk / Hulu)
Son reglas justificadas por un supuesto Dios omnipresente en las costumbres diarias, incluso en la forma de saludar: en Gilead, todas las conversaciones comienzan por la expresión «Bendito sea el fruto».
En este oscuro mundo, una mujer, June, intenta sobrevivir. En el primer tomo, es ella la que hace descubrir al lector, a través de un monólogo angustiante, esta dictadura misógina, en el que se le impone el papel de criada reproductora y se le quita el de madre.
Porque June tiene dos hijas pero no tiene derechos sobre ninguna de ellas.
«El cuento de la criada», que fue un gran éxito tras su publicación en 1985, se convirtió en un verdadero manifiesto feminista de los tiempos modernos,
En Argentina, Irlanda, Polonia, Hungría… las «criadas», vestidas con capas rojas y grandes tocados blancos, se convirtieron en «un símbolo inmediatamente reconocible» en combates feministas como la defensa del derecho al aborto.
En Estados Unidos se convirtieron en un símbolo contra Donald Trump pero también en un altavoz del movimiento #MeToo, como una parábola de la deriva conservadora estadounidense desde su llegada al poder.
Atwood nunca estuvo interesado en escribir una continuación.
Luego, «la historia cambió», dijo en el programa The Current, del radiodifusor público CBC.
«En lugar de alejarnos de Gilead,  dimos la vuelta y comenzamos el regreso hacia Gilead», dijo a la periodista Laura Lynch.
The Testaments, de la novelista canadiense Margaret Atwood (McClelland & Stewart)
Atwood reflexionó sobre los años transcurridos entre las novelas, haciendo referencia a la caída del Muro de Berlín, que la gente pensaba que era el «fin de la historia», y a las décadas de lucha feminista que aparentemente sugerían que los derechos de las mujeres se habían logrado y que eran irreversibles.
Luego, los ataques del 11 de septiembre sacudieron a Estados Unidos y al mundo. Eso, dijo Atwood, significó que la política «se volvería mucho más conservadora, lo que las sociedades siempre hacen cuando son atacadas», , y todo eso condujo a las elecciones estadounidenses de 2016 y al estado actual del discurso político.
Después del lanzamiento, Atwood aparecerá en un evento de preguntas y respuestas en vivo este martes en el Teatro Nacional de Londres.
La versión en castellano de «Los testamentos» sale a la venta el jueves.

RCI con información de CBC-Radio Canadá-BBC

Las abolicionistas de la ciudad de México en pie de lucha

Teresa C. Ulloa Ziáurriz
Directora de la Coalición Regional contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe, A.C. (CATWLAC por sus siglas en inglés).


No hay plazo que no se cumpla, y para las abolicionistas de la Ciudad de México, nuestro plazo ya se cumplió.
El pasado 3 de septiembre el Diputado de MORENA Temístocles Villanueva Ramos presentó una iniciativa disfrazada, donde quiere reglamentar la prostitución.
Y quién es Temístocles Villanueva, nació en la Ciudad de México el 21 de diciembre de 1989. Desde los 16 años de edad se ha desempeñado como activista social y defensor de los derechos humanos. Comenzó su trayectoria política con grupos de apoyo al Movimiento de Regeneración Nacional, encabezado por Andrés Manuel López Obrador.
A lo largo de su carrera ha trabajado a favor de los derechos humanos de la población lésbico, gay, bisexual, transexual, transgénero, travesti e intersexual (LGBTTTI). Siendo miembro de dicha comunidad participó en la lucha por la obtención del matrimonio igualitario en 2010, hecho que lo llevó a ser uno de los primeros en América Latina y en la Ciudad de México en contraer matrimonio con una persona del mismo sexo, el 11 marzo del mismo año.
Promovió la creación de la Secretaría de la Diversidad Sexual de Morena, y de la cual fue elegido como Secretario Estatal de la Diversidad Sexual en la Ciudad de México, en 2012, y más tarde ocupó el puesto de Secretario Nacional, desde donde impulsó la agenda de los derechos LGBTTTI+.
Sus propuestas de campaña se enfocaron en la promoción cultural, movilidad y el fomento de la participación política. Como principal compromiso se enfocó en las poblaciones de atención prioritaria: Jóvenes, mujeres, personas adultas mayores, personas con discapacidad y en situación de dependencia, personas de la diversidad sexual y personas en situación de calle.
Dentro del congreso capitalino desempeña el cargo de Presidente de la Comisión de Derechos Humanos. También es Secretario del Comité de Asuntos Internacionales del Congreso de la Ciudad de México; y de la Comisión de Ciencia, Tecnología e Innovación; e integra la Comisión de Igualdad de Género; Comisión de Turismo; Comisión de Hacienda; y Comisiones Unidas de Atención Especial a Víctimas y Derechos Humanos.
En calidad de Presidente de la Comisión de Derechos Humanos, impulsó la Ley Constitucional de Derechos Humanos y sus Garantías de la Ciudad de México, misma que entró en vigor el 8 de febrero del 2019 y que puede ser consultada en la Gaceta Oficial de la Ciudad de México. También presentó la iniciativa para reformar el artículo 206 bis del Código Penal de la Ciudad de México, para tipificar como delito todo tratamiento, acto, actividad o servicio que atente contra el libre desarrollo de la personalidad, la orientación sexual, la identidad de género y la libre autodeterminación de las personas de la Ciudad de México. Se propuso eliminar las terapias denominadas como ECOSIG (Esfuerzos para Corregir la Orientación Sexual e Identidad de Género).
Presentó una iniciativa para reformar el artículo 10 de la Ley de Establecimientos Mercantiles del Distrito Federal, referente al acceso igualitario en los servicios de higiene, habla de dar acceso igualitario a los baños o sanitarios en establecimientos, instituciones o universidades públicas y privadas, a personas de la población transgénero, travestis, transexuales e intersexuales, esto debido a los riesgos de salud y a los actos de acoso, exclusión y discriminación a los que se ven sometidos por el uso de un baño público.
En la Exposición de Motivos de su iniciativa titulada LEY DEL TRABAJO NO ASALARIADO, en la que intenta que se reconozca el “trabajo sexual”, como fenómeno social y actividad económica existente y persistente a lo largo de los años; y agrega que el hecho de negarlos o condenarlos, no implica una solución del mismo.
A mayor abundamiento, agrega que en la Ciudad de México, el trabajo sexual se presenta como un fenómeno muy extendido que engloba diversos tipos de actividades, mismas que pasan por una variedad de formas y lugares en los que se ejerce. Frente a su realidad y existencia, el gobierno de la capital con la reciente derogación al artículo 24, fracción VI de la Ley de Cultura Cívica de la Ciudad de México, dio paso a la no criminalización del oficio. El siguiente paso resulta ser su legalización y reconocimiento. De no hacerlo, quienes lo ejercen seguirán siendo víctimas de la discriminación estructural y sistemática, así como de la vulneración de no solo el derecho al trabajo, sino todos los demás derechos bajo el principio de interdependencia de estos.
Y también dice que en este sentido,
queda claro que sí existen personas que por elección propia optan realizar el «trabajo sexual» y así, sustentar sus necesidades económicas y las de su familia. Se trata de una vía de emancipación económica que les permite disponer de su propio cuerpo autónomamente, por lo que deviene una forma de trabajo. Al respecto, la Ley Federal del Trabajo, en su artículo 8, establece que “…trabajo es toda actividad humana, intelectual o material, independientemente del grado de preparación técnica requerido por cada profesión u oficio”.
Y llega al colmo cuando dice que la Constitución de la Ciudad de México, en el artículo 10 “Ciudad Productiva”, garantiza el derecho de las personas a participar en el desarrollo económico, social, cultural y político de la Ciudad y reconoce que toda persona tiene derecho a ejercer un trabajo digno, independientemente de si la ocupación que se realice en la Ciudad de México sea temporal o permanente, asalariada o no.
Y, por supuesto, en la propuesta del Diputado incluye que se deben de dar de alta en un padrón, tramitar un permiso, pagar impuestos y su seguridad social voluntaria. Aceptar que se les fijen zonas de tolerancia y claro está que si no cumplen con sus obligaciones, se les cancelará el permiso. Al parecer, el Diputado no sabe que cuando se les intento dar credenciales de trabajadoras no asalariadas, sólo se registraron 79 mujeres en situación de prostitución.
Con esto se confirma que quienes impulsan la agenda trans activista, también apoyan al lobby proxeneta para legalizar el supuesto “trabajo sexual”.
Yo me pregunto ¿cómo van a distinguir a las mujeres forzadas de las voluntarias, yo nunca he visto que las formen en líneas separadas, o les pongan un distintivo.  Creo que el Diputado Villanueva ha escogido el peor momento para salir con su iniciativa, justo cuando estamos protestando contra la violencia hacia las mujeres y las niñas. Lo que nos queda claro es que al Diputado no le importa toda la violencia que sufren las mujeres en situación de prostitución. Esa violencia que proviene de la colonización patriarcal y la opresión institucional perpetrada principalmente por los hombres.

¿Regulación o abolicionismo? Un debate que no tiene solo dos posiciones excluyentes

Andrea D’Atri

¿Cuál es el fondo de la cuestión?

Para quienes nos referenciamos en el marxismo, la prostitución es una institución social que surge como contrapartida a la aparición de la familia basada en el matrimonio monógamo; junto con el surgimiento de la propiedad privada y el Estado.
Luchamos por la abolición del Estado, de la propiedad privada, de la familia que se basa en el control patriarcal de la capacidad reproductiva y la sexualidad de las mujeres, de su trabajo doméstico gratuito y la reproducción de las relaciones sociales de dominación sobre mujeres, hijos e hijas. También, por la abolición de la prostitución.
Pero así como sabemos que el Estado capitalista no puede abolirse por una ley ni un decreto que salga de sus propias entrañas, si no es por la lucha revolucionaria de la clase trabajadora que conquiste el poder para las mayorías y avance en establecer un Estado transicional hacia el socialismo, donde finalmente sean abolidas las clases sociales; de la misma manera, consideramos que no puede abolirse por decreto la opresión de las mujeres y, entonces, la prostitución.
No hay Estado capitalista sin explotación del trabajo asalariado, sin opresión de las mujeres (como también de otros sectores sociales) y sin prostitución. Como decía el marxista Bebel sobre la prostitución, en el siglo XIX, “algunos de los que se ocupan de esta cuestión empiezan a darse cuenta de que la triste situación social bajo la que sufren numerosas mujeres pudiera ser la causa principal de que tantas de ellas vendan su cuerpo; pero este pensamiento no avanza hasta la consecuencia de que, por consiguiente, es necesario crear otras condiciones sociales”. Para nosotras, es necesario crear otras condiciones sociales. Y es la lucha que abrazamos.

¡Pero la prostitución actual no es como la de la Antigua Grecia!

La prostitución alcanzó una dimensión inusitada durante las últimas décadas, en las que el neoliberalismo transformó la explotación sexual en una industria de enormes proporciones y que genera ingentes ganancias para los proxenetas. Esta apreciación la compartimos con la mayoría de las compañeras que se definen abolicionistas.
Ese negocio ilegal y enormemente rentable para los explotadores tiene dos consecuencias. Por un lado, el monstruoso crecimiento de las redes de trata que secuestran niñas, jóvenes y adultas o las engañan con promesas de trabajo, matrimonios, etc., para ser explotadas sexualmente sin su consentimiento, privadas de su libertad, después de ser violentadas de múltiples maneras. Ante este flagelo, denunciamos y combatimos las redes de trata que actúan con la complicidad, la participación directa y/o la impunidad de funcionarios políticos, judiciales y fuerzas represivas del Estado.
Por otro lado, la cínica posición de la Organización Internacional del Trabajo y distintos Estados, que impulsan la sindicalización de las mujeres en situación de prostitución, más preocupados por “blanquear” el negocio de los proxenetas y los ingresos que aportarían a los Estados en materia de impuestos a las ganancias con sus “empresas” reglamentadas, que por las condiciones de vida de las personas prostituidas.
Esta situación actual, reconfiguró viejos debates del siglo XIX, entre “regulacionistas” y “abolicionistas”. Mientras el regulacionismo “propone que el Estado legalice la prostitución y, por lo tanto, se reglamente la instalación de prostíbulos, las formas de explotación de las mujeres, los controles sanitarios” (1); el “abolicionismo” considera a la prostitución como una forma de violencia contra las mujeres, combate el proxenetismo y considera que podría desterrarse con campañas educativas contra el consumo de prostitución, la penalización de los clientes o la prohibición legal de su ejercicio. Lo único que sostienen en común es la expectativa en que sea el mismo Estado que legitima y reproduce la milenaria opresión de las mujeres, el responsable de ya sea regular la vida de las personas en situación de prostitución o, por el contrario, de abolir esta institución social propia de la sociedad de clases.
También existen posiciones más extremas promovidas por el postfeminismo, acerca del supuesto “empoderamiento” que la prostitución permitiría a las mujeres sobre su propia sexualidad. Pero cuando el crecimiento de las redes de trata y del proxenetismo configuran casi como una excepción la “prostitución consentida” de personas que no encuentran otra salida para la subsistencia cotidiana; la prostitución supuestamente elegida como un ejercicio de libertad sexual está reducida a una ínfima minoría de personas, que probablemente no atraviesan las situaciones de desesperación, violencia, hambre, miseria, violaciones y persecución policial que debe soportar la mayoría.

Un programa transicional para la abolición de la explotación sexual

Ya escribimos en otra oportunidad que “lejos de todo moralismo, el marxismo reconoce que la prostitución es inseparable de las sociedades de clase y, por lo tanto, es inseparable del capitalismo. Pero reconocer que sólo acabando con todas las formas de explotación y opresión, podremos acabar con la prostitución, no es razón para no defender los derechos de las personas en esta situación –entre quienes las mujeres son mayoría absoluta–, a su autoorganización, exenta de la injerencia de proxenetas (sean fiolos o empresarios) y del Estado (sea regulacionista o punitivo).”(2)
No somos regulacionistas, pero acompañamos y promovemos la lucha por exigir al Estado capitalista y sus gobiernos la garantía de un trabajo para todas las personas en situación de prostitución que quieran abandonarla, con un salario que cubra la canasta familiar, acceso a la salud, la educación, la vivienda. Al mismo tiempo que combatimos la estigmatización, la persecución y marginación social de las personas en situación de prostitución, denunciando principalmente la represión policial, la complicidad de las fuerzas represivas del Estado, sus funcionarios políticos, la justicia y poderosos empresarios en el funcionamiento y la impunidad con la que operan las redes de trata.
Podríamos sostener que somos abolicionistas “en última instancia”. Porque consideramos utópico que el mismo Estado capitalista que no sólo se sostiene en la explotación del trabajo asalariado de millones de seres humanos, sino también en la explotación del trabajo doméstico no remunerado, en la opresión de las personas por razones de género, sexo, nacionalidad, etnia y en el entramado mafioso de los regímenes políticos con los grandes “negocios” clandestinos, incluyendo la prostitución, pueda ser quien “resuelva” la abolición de esta institución milenaria creada por las sociedades clasistas, mediante el aumento de su poder punitivo.
Por eso, mientras enfrentamos la persecución de las personas en situación de prostitución, su explotación en beneficio de terceros; mientras exigimos al Estado el derecho a la satisfacción de todas las necesidades (trabajo asalariado, vivienda, educación, salud, etc.) y mientras defendemos su derecho a la autoorganización, luchamos con la perspectiva de una sociedad donde la explotación de las personas y todas las formas de opresión que hoy nos aprisionan, sean un mal recuerdo de la “prehistoria” humana.
(1) Andrea D’Atri, Pecados & Capitales, revista Ideas de Izquierda, Nº7, marzo 2014
(2) ídem.

Proponen crear AVG sectorizada para la CDMX


Podrán solicitarla ciudadanos a través de firmas
   
La diputada perredista Gabriela Quiroga Anguiano, presentó el pasado martes una iniciativa ante el Congreso de la Ciudad de México para crear la Alerta de Violencia de Género sectorizada, la cual pretende que la ciudadanía pueda pedirla a las autoridades a través de la recolección de firmas que correspondan al 0.1 por ciento del padrón electoral, en caso de que sea negada por las autoridades.

“Buscamos que esta medida se active en los lugares donde exista la comisión de delitos contra las mujeres, sin importar si es feminicidio o alguna otra forma de violencia” señaló la legisladora en entrevista para Cimacnoticias, añadiendo que será la o el titular de la Alcaldía quién deba emitirla cuando se cometan tres delitos en contra de mujeres en un lapso de 30 días a fin de emprender acciones inmediatas en la zona.
Hay que destacar que en 2018, 21 por ciento de los casos de feminicidio se concentraron en la Alcaldía Iztapalapa - 62 - en las Alcaldías Gustavo A. Madero fueron 32 , Cuauhtémoc con 27, Tlalpan con 25 y Coyoacán con 22.
Esta iniciativa se presentó luego de que la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres (Conavim), negara la emisión de la AVG para la capital del país -la cual fue solicitada en septiembre de 2017 por las organizaciones civiles-pues argumentó que deberían tomarse en cuenta las acciones emprendidas por la jefa de gobierno de la ciudad, las cuales deben estar cumplidas el 8 de diciembre próximo.
La legisladora local destacó que otra propuesta es la modificación de las medidas cautelares para las capitalinas que denuncien delitos cometidos en su contra, ya que se busca reforzar el marco jurídico con herramientas que permitan su protección e incentiven la denuncia, “para que puedan realizar su proceso con tranquilidad y seguridad” sin que ello implique separarse de sus hijos e hijas, intimidaciones por parte de su agresor o de las autoridades del MP para disuadir a la denunciante de continuar con el proceso judicial.
Entre las medidas cautelares que propuso la diputada Quiroga Anguiano están: creación de MP que se trasladen a la ubicación de la víctima -ya sea en sus domicilios particulares, albergues o casas de resguardo- para que logren ratificar su denuncia de forma segura; que el acceso a los albergues sea de manera automáticay en ellos se les brinde atención médica, psicológica y legal por tiempo indefinido sin necesidad de ser separada de sus hijos o hijas- en caso de que sean menores de edad- y finalmente que el agresor abandone el inmueble que comparte con la víctima, sin importar que sea de su propiedad y sea remitido de forma inmediata al MP.
La iniciativa de esta legisladora local, es complementaria a la que presentó en el periodo pasado de sesiones donde se solicitó tipificar el delito de feminicidio, en grado de tentativa, dentro del Código Penal de la Ciudad de México y fue turnada a las comisiones de Procuración de Justicia e Igualdad de Género del Congreso local para su posterior evaluación y aprobación en el pleno.

CIMACFoto: César Martínez López
Por: Carolina Huerta García
Cimacnoticias | Ciudad de México

Quinta Transformación


 OPINIÓN
Por: Lucía Lagunes Huerta


El día de ayer, la diputada morenista Lorena Villavicencio presentó ante la Conferencia Nacional de Legisladoras y Organizaciones de la Sociedad Civil, la propuesta de hacer un pacto con el presidente. De lograrlo, sería no sólo un triunfo político, sino la quinta transformación.
Pactar, bajo la política feminista, implica colocar en el centro del pacto la vida y la libertad de las mujeres y reconocer, sin cortapisas, la validez del movimiento feminista como interlocutor.
La diputada Villavicencio propuso el pacto en el pleno de la asamblea, frente a representantes de 130 organizaciones y legisladoras federales del PRI, PAN, PRD y Morena, así como algunas legisladoras locales.
El “Pacto por la Vigencia Plena de los Derechos Humanos de las Niñas y Mujeres Mexicanas” propuesto por la legisladora, busca construir un pacto social que impulse un nuevo modelo de desarrollo humano en el que las personas y sus Derechos Humanos sean el centro de las acciones.
Este llamado al presidente Andrés Manuel López Obrador, parte de la “preocupación por el crecimiento de las distintas formas y manifestaciones de violencia hacia las niñas y las mujeres dentro y fuera de sus hogares, teniendo como consecuencia un panorama desalentador con alta incidencia, impunidad y un limitado apoyo a las víctimas.
Incluye seis apartados para garantizar a las mujeres y niñas el pleno goce de sus Derechos Humanos.
El primer rubro titulado “Primero las pobres” (siguiendo la lógica presidencial) coloca en el centro a las más pobres de entre los pobres: las mujeres; y se centra en indígenas y rurales y en la etiquetación para las dependencias para erradicar el analfabetismo femenino y garantizar que todas las mujeres accedan a la salud sexual y reproductiva, entre otras siete acciones.
El segundo apartado, nombrado “Madres trabajadoras”, incluye el seguro de desempleo para jefas de familia; el tercero “Empleo digno para las Mujeres, autonomía económica” (prioridad del Instituto Nacional de las Mujeres); cuarto “Niñas y niños nuestra prioridad”; quinto “Por la vida y la seguridad de las niñas y las mujeres” y sexto “Contra la corrupción y por la rendición de cuentas, todos los recursos deben ser vigilados y auditados”.
De acuerdo con la legisladora Villavicencio, de los 28 millones de mujeres que se encuentran en el mercado laboral 21 está en la informalidad, con toda la precariedad que eso significa. Un dato que para la transformación que se quiere hacer, debe tomarse en serio.
En la era de la paridad es un gran esfuerzo de las legisladoras construir una agenda que las una y aglutine y con las organizaciones sociales, pues en este encuentro las ausencias de las presidentas de las comisiones de igualdad tanto en el senado como en la cámara se dejaron sentir, especialmente porque la convocante es de su mismo partido.
Las senadoras y diputadas presentes insistieron a lo largo de sus discursos en que la era de la paridad demanda la transformación de la condición de desigualdad de las mujeres.
Hay que recordar que las mujeres en las pasadas elecciones del 1 de julio de 2018 representaron 51.8 por ciento de la Lista Nominal Electoral, es decir, casi cuatro puntos porcentuales más que hombres inscritos en la INE.
El pacto busca revertir no sólo la indiferencia que muestra el Ejecutivo por los Derechos Humanos de las mujeres sino transformar la lógica de la política presidencial para colocar en el centro la vida de las mujeres, su dignidad y su libertad. Prioridad que tiene que ser reflejada en el Presupuesto Federal, en las acciones de gobierno y en las políticas de Estado.
Las mujeres asistentes al encuentro decidieron aceptar el pacto. Lo que nadie explicó y tampoco se preguntó, son los causes que se llevarán para presentarle al Presidente el Pacto e iniciar con él un diálogo que le permita aceptarlo. En tanto esto no suceda, quedará en el registro de los eventos realizados en la cámara de diputadas y nada más.
Las que buscan pactar no son empresarias, ni tienen contratos millonarios que obliguen al Ejecutivo a sentarse a negociar, son mujeres del "pueblo", como el presidente llama a la ciudadanía.
Veremos si en Palacio Nacional deciden ir más allá y concretar la quinta transformación para incluir en el desarrollo de México a 61 millones de ciudadanas que hoy no tienen garantizados plenamente sus derechos.
*Periodista y feminista, Directora General de CIMAC
Twitter: @lagunes28

CIMACFoto: César Martínez López
Cimacnoticias | Ciudad de México

RSF galardona a tres mujeres periodistas


Sólo una pudo estar en ceremonia de premiación 
   
La organización Reporteros sin Fronteras (RSF) galardonó a tres mujeres en las tres categorías de sus Premios a la Libertad de Prensa 2019. La bloguera de Arabia Saudita, Eman Al-Nafjan ganó el premio a la valentía, la periodista vietnamita Pham Doan Trang, el premio de impacto, y Caroline Muscat, de Malta, el premio de la independencia.

Dos de las premiadas no pudieron recibir el premio personalmente. Eman al-Nafjan no pudo viajar porque está bajo libertad condicional y todavía enfrenta cargos criminales relacionados con su periodismo y la campaña que lanzó con otras defensoras a favor de que las mujeres de Arabia Saudita puedan finalmente conducir coches.
El país musulmán, donde las mujeres tienen que someterse a un sistema de tutela masculina, cedió a la presión internacional y permitió a las mujeres conducir en abril de 2018. Sin embargo, al mismo tiempo, el régimen arrestó y encarceló a varias personas defensoras de Derechos Humanos destacadas, entre ellas, Al-Nafjan. Es considerada una “traidora” y se expone a una condena de hasta 20 años de prisión.
La segunda premiada, también tuvo que estar representada en la ceremonia llevada al cabo en Berlín, Alemania. Pham Doan Trang, quien fundó la revista digital “Luat Khoa” (revista jurídica), en Vietnam, recibió el premio del impacto, por sus artículos que han ayudado a muchas personas, por ejemplo de la comunidad LGBT, de conocer sus derechos civiles. Pham no pudo viajar porque su pasaporte fue confiscado.
Debido a su trabajo, ha sufrido agresiones físicas por parte de elementos de seguridad, y ha sido arrestada arbitrariamente más de 20 veces desde 2015. Luego de publicar su noveno libro, “Política para todas y todos”, la policía aumentó la presión sobre ella, poniéndola bajo un arresto domiciliario de hecho, aunque sin orden.
“Este premio no es sólo para mí”, advirtió Pham en un mensaje de video enviado al público en Berlín, “también es para todas las personas que buscan la verdad, que luchan por la verdad apasionadamente en todo el mundo”.
“Todos los años, personas premiadas no pueden estar presentes en la ceremonia porque sus gobiernos lo impiden”, dijo Christophe Deloire, Secretario General de RSF, durante la apertura. “Estas periodistas deberían estar honoradas en sus países, pero su compromiso trasciende fronteras sin que dictadores puedan evitarlo”, concluyó.
La tercera galardonada, Caroline Muscat, sí estuvo presente para recibir el premio a la independencia, que dedicó a su colega asesinada en 2017, Daphne Caruana Galizia. “La impunidad ayuda a las personas corruptas”, dijo, y “no estaría aquí si no fuera por Daphne. Reportó con integridad y valentía, y por eso pagó con su vida.”
Caruana Galizia había investigado corrupción en el gobierno de Malta cuando el 16 de octubre de 2017, estalló una bomba en su coche. Hasta ahora, no se ha investigado a los autores del crimen. Caroline Muscat, antes empleada de un periódico grande, fundó la red de investigación independiente “The Shift News” después del crimen.
El sitio investiga corrupción. Para la periodista, el asesinato fue un “mensaje al país, que cualquiera que investigue a las personas en el poder y haga visible la corrupción, debe de temer por su vida”, como dijo en una entrevista en 2018. Ante eso, se necesitaba una respuesta fuerte, afirmó la periodista quien ha sido víctima de campañas de odio, sobre todo en redes sociales.
Las y los ponentes durante la premiación hicieron hincapié en el rol fundamental del periodismo independiente para la democracia, pero también en el peligro que corren mujeres y hombres periodistas por hacer su trabajo. “Crear publicidad, es una de nuestras tareas más importantes”, dijo el presidente de la sección alemana de RSF, Michael Rediske. “Hoy en día, eso afecta también a la censura en internet y tecnologías de vigilancia que son usadas para amenazar periodistas críticas.”
El Premio Reporteros sin Fronteras por la Libertad de Prensa fue creado en 1992. Las ganadoras fueron seleccionadas por un jurado internacional compuesto por integrantes de RSF y personas defensoras y periodistas reconocidas como la Premio Nobel de la Paz, Shirin Ebadi. En 2018, Cimac fue una de las nominadas al premio impacto.

Imagen retomada de Reporteros Sin Fronteras
Por: la Redacción
Cimacnoticias | Ciudad de México.

Acoso y persecución en la universidad


OPINIÓN
   Por: Lucía Melgar*



Las recientes protestas feministas contra la violencia hacia las mujeres han demostrado la necesidad de tomar medidas de fondo en todos los ámbitos para garantizar una vida libre de violencia para todas. Muchas de las manifestantes que tomaron las calles en agosto y en la marcha del silencio del domingo 8, son jóvenes. Si bien en esta última la denuncia principal fue contra el feminicidio y la desaparición, lo que las une es la indignación ante las violencias machistas.
En este contexto, han salido a la luz graves casos de acoso y persecución en universidades públicas, que deberían ser espacios seguros para el desarrollo personal e intelectual y la libre discusión de las ideas.
La magnitud del acoso en las universidades no puede medirse con certeza. Lo evidente hoy es que menos estudiantes y académicas están dispuestas a tolerar el acoso sexual y laboral. Por eso han denunciado ante autoridades universitarias o gubernamentales o han recurrido a medios, internet y formas de expresión artística, como los “tendedores”, para dar a conocer sus casos.
Ante estas denuncias, la mayoría de las universidades han sido más o menos omisas, optando por una política de simulación consistente en hacer protocolos que no se cumplen, en derivar las denuncias a oficinas que las archivan y en proteger a los agresores.  
Así, pese a protocolos y unidades de igualdad de género, persisten acoso y hostigamiento, a los que se añaden, en un backlash machista, amenazas y agresiones directas contra las denunciantes y quienes las apoyan. En una escalada inaudita en pleno siglo XXI, los agresores descalifican también la teoría feminista y la perspectiva de género, cuyo potencial crítico para analizar la realidad con rigor temen o ignoran. Lo que de hecho rechazan es el cuestionamiento al statu quo y a la normalización de las violencias machistas.
Dos casos recientes deberían alarmar a la ANUIES y a quienes defienden la libertad de pensamiento y de cátedra en las universidades públicas. El más grave es el de la UACM donde el 4 de septiembre, cumpliendo con medidas cautelares expedidas por la CEAV, cuatro estudiantes y su profesora feminista ingresaron al plantel de la colonia del Valle escoltadas por policías mujeres para continuar con su seminario con perspectiva de género sin ser agredidas por otros universitarios que unos días antes las obligaron a refugiarse en una oficina.
Como han documentado varios medios, el acoso laboral contra la profesora, que ella denunció formalmente, se convirtió en descalificación de la teoría feminista y de género por parte de académicos del programa de Derechos Humanos, seguida de agresiones contra las estudiantes por parte de sus compañeros. De ahí el recurso extremo a la presencia policiaca que ni protege a las estudiantes fuera del plantel ni resuelve el ataque a la libertad de cátedra y pensamiento.
En la Universidad de Guanajuato, por otra parte, las estudiantes que denunciaron acoso por diversas vías, entre ellas un “tendedero”, han sido revictimizadas por docentes y compañeros. Ahí también se descalifica la teoría feminista y la inclusión de la perspectiva de género en programas de estudios. Los agresores, en una inversión cínica, han acusado a las académicas que apoyan a sus estudiantes de instigar las denuncias y de carecer de ética.
  Estos casos revelan un preocupante patrón de estigmatización de las denunciantes, algunas de las cuales han sido acusadas a su vez de difamación o violencia. Se busca acallarlas y amedrentar a quienes las apoyan. Revelan también una reacción visceral contra la teoría crítica feminista que los agresores, por lo visto, consideran una amenaza a su autoridad, su canon y sus privilegios.
La mayoría de las universidades han optado por una política de simulación. Ya no son sólo omisas sino cómplices del acoso. Si hoy además toleran los ataques a la libertad de pensamiento, minarán su sentido más básico De no actuar con energía, contribuirán al aumento de la violencia y la intolerancia, contrarias al espíritu universitario.
*Ensayista y crítica cultural, feminista.

CIMACFoto: César Martínez López
Cimacnoticias | Ciudad de México.-

La diamantina es un arma cargada de futuro


María Teresa Priego

“La diamantina rosa es un arma cargada de futuro”, dijo la filósofa Sayak Valencia parafraseando a Gabriel Celaya y su: “la poesía es un arma cargada de futuro”, refiriéndose, claro, a esa tan diversa y creciente ola de mujeres, la mayoría de ellas muy jóvenes, que han tomado las calles para denunciar la violencia impune contra niñas, adolescentes y mujeres. “Sigamos tomando la calle. No es un acto fortuito salir a la calle. Para que no se desinfle el movimiento, que la gente más joven se dé cuenta de la potencia del cuerpo”. Es fascinante Sayak, no sólo en su inteligencia, hay en ella una brillante humildad. Una manera –tan modesta– de estar a la escucha. Como quien llega a todos lados a aprender. Y, tal vez por esa sensibilidad y esa “escucha flotante” en la que se mantiene, es –sin que sea su pretensión– una gran maestra.
“Esa imagen que se vuelve política y se vuelve potente. La captura de un polvo rosa que vibra”, las frases que subrayan la irrupción de la diamantina: “Juntas brillamos más”, como llamado al apoyo mutuo, a la construcción de sororidades. “Si no puedo brillar, no es mi revolución”, en homenaje a aquella frase de Emma Goldman: “Si no puedo bailar, no es mi revolución”. Después de esa noche del viernes, la de la Glorieta de Insurgentes, la de los vidrios rotos. La de la escritura sobre las superficies del Monumento a la Victoria Alada: “Hubo –nos dice Sayak– 20 feminicidios en 4 días”. Mientras se hablaba sin parar de “vandalismo”. El escándalo de la escritura en la superficie de los monumentos. “La violencia es masculina, la rabia es masculina. A una mujer la violencia no le está permitida. Se puede dejar matar, eso sí”.
En este “Encuentro con Sayak Valencia. Más allá de la censura, por una imaginación política transfeminista que escape a las ortopedias críticas y paternalistas”, organizado el sábado pasado por L’École Lacanienne de Psychanalyse, Muca–Roma y la Casa del libro de la UNAM, la acompañaron las psicoanalistas Susana Bercovich y Jessica Bekerman. “El rosa de la diamantina es un dispositivo de memoria, como el pañuelo en las resistencias argentinas”. Los pañuelos verdes “traen dentro” los pañales de las madres de la Plaza de Mayo buscando a sus hijas/os desaparecidas/os. El rosa nos remite a las cruces rosas que denunciaron y denuncian los feminicidios en Ciudad Juárez. Los feminicidios en todo el país.
“¿Por qué las imágenes de mujeres tiradas en un acampado no les causa a todos daño? ¿Por qué no les causa el daño que me causa a mí?” Nos habla entonces de esa “especie de anestesia”, del “secuestro del sentido de las imágenes propio al neoliberalismo”. Pasamos la página. La vida –por el momento– sigue. ¿Qué función cumplen esas fotografías de cuerpos arrojados en el campo, en la cuneta de una carretera?
“La desprogramación del sentido de la empatía a través de las imágenes. La persona descuartizada no tiene nada, ni siquiera derecho sobre su imagen”. Como si la realidad perdiera sentido. Ese cuerpo ya no es cuerpo. Lo miramos. Ese cuerpo arrojado a mitad del camino como material de desecho. “¿Qué andaría haciendo? Por algo le sucedió”. Y, protegerse en ese bunker emocional: “a mí no me puede suceder, a mí no”. ¿Cómo nos “acostumbramos” a ver sin ver, a saber, viviendo como quien nada sabe? “El régimen light. Esas campañas para prevenir la violencia en donde se escribe: ‘No golpees’, junto a la foto de una mujer golpeada. Eso es revictimizar. La didáctica de la contradicción. Normalizan a mujeres en ese estado”.
“Del fascinante fascismo a la fascinante violencia. Porque los nazis perdieron la guerra, pero el fascismo ganó el mundo”. “Erótica Gore y transfeminismo. Una consideración feminista sobre la violencia contemporánea”, es el más reciente libro de Sayak, que se presentó ese mismo día por la tarde en el MUCA–Roma en diálogo con la exposición de la artista Minerva Ayón: “Amor en reversa: el cuerpo utópico”. “Hice la reproducción de los figurines de diosas que se han encontrado desde la Venus de Willendorf, y las incrusté en colchonetas que simulan las capas de la Tierra; encima de esto, mi versión de pirámides, que tiene que ver con una ofrenda fúnebre”, dijo Minerva en entrevista con La Gaceta de la UNAM.
“Decimos que en México no somos racistas porque ‘no hay negros’. El racismo es una tecnología de blanqueamiento mental”. Sayak habla igual de rápido como piensa. Su discurso es, sin embargo, tan exacto y tan certero que nos permite seguirla a esas velocidades de tren bala en las que viaja. Se declara de “la izquierda transfeminista” y cita a la escritora y feminista chicana Gloria Anzaldúa y su llamado a “hablar en lenguas”. “La lucha de la mayoría de nosotras es por la libertad de nuestros cuerpos”. Por un feminismo decolonial. Por un feminismo interseccional. Las voces de “las mujeres subalternas”.
“El sinónimo de paz no es sumisión”. Sayak llama a una “conversación intergeneracional”. A una suma. Ahora –dice– las redes nos convocan, antes, cuando las redes no existían, las feministas (también) ponían el cuerpo en las calles. “Tenemos –nos advierte– que luchar contra “el secuestro del sentido del concepto que lo lleva a reducir su significado a una sola cosa”. Estar atentas/os al pensamiento dicotómicamente binario que nos dificulta la aprehensión de la diversidad de significados y de matices. Repensar el concepto de “acoso”, el de “víctima”. “Por un lado se dice que nada es acoso, por el otro, que todo lo es, un planteamiento sin matices”. “O eres víctima o no eres víctima. No, soy también un montón de otras cosas”. El llamado es al diálogo: “Es muy potente estar en una asamblea con gente que no piensa igual que yo, pero que está abierta al diálogo.
Consenso no significa armonía total”. Es esta comprensión de las alteridades, lo que más admiro en Sayak, lo que quise describir un poco con su “escucha flotante”.
“No podemos quedarnos sólo en la defensa de los derechos humanos, significa que ya estamos pensando en términos de sobrevivencia. Hay muchos derechos por lo que no podemos dejar de luchar”. Cierro con la imagen que llevó a Sayak a abandonar la tesis en la que trabajaba para escribir su primer libro: “Capitalismo Gore”. Conversaba con su hermana –juntas en el carro– cuando de golpe, del carro que iba adelante cayó un “bulto” y era un torso humano. Su hermana dijo “This is Tijuana”. Así se llama el poema de Sayak. La suave–feroz filósofa de las fronteras. Las fronteras que sangran. Las que construyen esperanza.

¿Empoderamiento o emancipación feminista?

AUTORA


Hace unos días, leyendo el periódico, me encontré con el siguiente titular: “Escuelas de empoderamiento: cuando el feminismo se imparte en un aula.”[1] A continuación, se explicaba que en el País Vasco (Comunidad con mayor número ellas) existen 23 escuelas de “empoderamiento para mujeres”. Son escuelas dependientes de Ayuntamientos de otras tantas ciudades que llevan en marcha varios años, algunas más de diez. Sus actividades se organizan, generalmente, en cursos comienzan en octubre y finalizan cerca del verano.
El uso del término “empoderamiento” me hizo temer que el contenido impartido fuera deficiente. Así lo consideré porque el conocimiento más elemental de feminismo exige concluir que un grupo oprimido, como lo somos todas las mujeres bajo el sistema patriarcal, no puede liberarse de dicha subordinación pretendiendo que cada una de nosotras, individualmente, adquiera poder. Y, menos aún, “empoderarse”, es decir: que cada una de nosotras adquiera ese poder dándoselo a sí misma. Supone una evidente contradicción: Es imposible otorgarse individualmente un poder, que, además, no se tiene. Sería como suponer que cada proletario, sin unir su fuerza con ningún otro, pudiera liberarse de la dominación capitalista sin enfrentarse directamente a ella y sin necesitar, para lograrlo, formar parte del sujeto político revolucionario: la clase obrera.
Pero pensé que quizá no sería del todo prudente rechazar este tipo de formación sólo porque la denominación del proyecto no fuera la más afortunada. Por eso, me interesé por conocer en profundidad los contenidos de los cursos y talleres impartidos. Hay bastante información al respecto en las páginas de los Ayuntamientos responsables. [2]
Tras el análisis de la programación de varias escuelas, me pareció sorprendente que, la teoría feminista, que es el único cimiento de una sociedad igualitaria, ocupe un espacio nimio en los cursos.  Además, en esas pocas clases teóricas, los autores queer, que tan severamente han reaccionado contra la teoría y la agenda[3] feministas, se presentan, sin embargo, como parte substancial de las mismas. Y casi la totalidad de los contenidos restantes están dominados también por los más férreos postulados patriarcales y neoliberales.
Ejemplo de la última afirmación son, a mi juicio, talleres como “Lo queer como detonante para una política radical feminista”, en el que se cuestiona que el sujeto político del feminismo seamos las mujeres; o el de “Crecimiento erótico y empoderamiento de las mujeres con disfuncionalidades orgánicas” a cargo de la asociación Izanez, fundada por un defensor de la asistencia sexual (prostitución) para personas con discapacidad. También, en la mayoría de las escuelas, el “coaching feminista” y el “mindfundless con perspectiva de género” ocupan un espacio significativo en el currículum formativo. En estas últimas actividades, se presenta el feminismo no como una teoría filosófica y política con una tradición de tres siglos y una trayectoria de estudio, análisis y comprensión del patriarcado para neutralizarlo y constituir una sociedad igualitaria, sino como algo puramente emocional, como una estrategia individual: el feminismo como una herramienta personal al gusto de cada consumidora que la utilizará en solitario y sin conciencia de sujeto político del que forma parte.  En consecuencia, lo que se pretende es orientar a cada mujer hacia la consecución de individual de fines intrascendentes, en consonancia con la lógica neoliberal y no con la emancipación, ni individual ni colectiva. De hecho, el taller de “coaching feminista” se presenta así: “Examinaremos y cambiaremos las creencias y valores que nos limitan, aprenderemos a motivarnos y a conseguir objetivos, a gestionar más adecuadamente las emociones y a mejorar la comunicación con nosotras mismas y con las personas que nos rodean. Aprenderemos a utilizar poderosas y eficaces herramientas para el cambio personal, el bienestar y el empoderamiento.” (Escuela de empoderamiento femenino de Abadiño, curso 15/16)[4].
Las 23 escuelas, en sus diferentes cursos, presentan programas similares con decenas de talleres donde el contenido feminista, si es que aparece, lo hace, como vengo sosteniendo, de modo superficial, sin suelo teórico, sin análisis crítico y despolitizado, en el sentido de desprovisto de su capacidad transformadora y de su horizonte de bien común, colectivo.
Una escuela feminista dista mucho, a mi juicio, de esta amalgama de actividades carentes de justificación pedagógica. Enseñar Feminismo es enseñar su historia, desde el primitivo “memorial de agravios”[5] de las mujeres que, sin tener aún conciencia del sistema patriarcal como tal (o de no haberlo conceptualizado) dejaban constancia de la inferiorización injusta que sufrían, hasta su articulación teórica y los éxitos en forma de transformaciones sociales de gran calado que lleva íntimamente aparejados hasta el día de hoy, (a pesar de las “contrarreformas patriarcales”[6] que constantemente hemos soportado).
Aprender feminismo requiere años de estudio y debate, de formación rigurosa. Unas escuelas feministas municipales podrían ser el espacio perfecto para que personas cuya trayectoria personal y/o académica no le hayan permitido acercarse al Feminismo, lo hicieran conociendo de primera mano y con un nivel progresivo adecuado que permitiese conocer sus textos fundacionales, su desarrollo histórico y la necesidad de seguir avanzando con conciencia hacia una sociedad de plena igualdad entre los sexos, y el modo de lograrlo. Todo ello permitiría al alumnado contar con las herramientas necesarias para seguir pensando y actuando en coherencia con unos fortalecidos principios feministas y nos reforzaría a las mujeres como sujeto político con conciencia de su opresión y, por tanto, con capacidad para superarla.
Sin embargo, la realidad, de momento, parece otra. No dudo, siquiera, de la buena voluntad de estas escuelas. Sin embargo, el rigor y la coherencia que ofrece el Feminismo permite exigir una reformulación radical del contenido y los objetivos de estas escuelas. Es fundamental que se imparta más teoría feminista, cronológicamente estructurada y bibliográficamente sustentada. Resultaría crucial que sus contenidos redunden más en la conciencia de colectivo oprimido, abandonando el enfoque individualista. Se debe privilegiar la promoción de debates, lecturas, comentarios de texto, de películas y otros recursos. Y hacerlo en detrimento de actividades que disten de los objetivos del feminismo (no parece que la liberación nos vaya a llegar cuando seamos muy hábiles cosiendo alpargatas, como se propone en uno de sus talleres). También sería necesario eliminar del programa educativo o someter a reformulación crítica aspectos cuyo sustento proviene del neoliberalismo y/o del patriarcado mismo (teoría queer, enfoque regulacionista de la prostitución, el coaching o el término mismo de “empoderamiento”). Asimismo, deberían suprimirse los contenidos que afirman la compatibilidad entre asumir preceptos religiosos patriarcales (sean del credo que sean) con la igualdad entre ambos sexos. Tampoco parece aceptable presentar la “resiliencia” como estrategia feminista y no como lo que es: la legitimación de la resignación ante lo injusto).
En resumen, los caballos de Troya del feminismo son varios y perfectamente organizados. También han logrado colarse en espacios de formación que, por ser públicos y orientarse a educar a la ciudadanía en principios feministas son, por supuesto, no sólo defendibles sino que se debe exigir su proliferación. Pero no a cualquier precio ni de cualquier manera. Sólo para ofrecer a la ciudadanía instrucción feminista rigurosa, amplia, contrastada y efectiva. Lamentablemente, el planteamiento actual es otro obstáculo con el que lidiar. Transformar ese obstáculo en herramienta efectiva es posible y exigible.


[3] “Agenda feminista”: Expresión acuñada por Amelia Valcárcel presente en varios de sus textos y ponencias.
[5] Término acuñado por Célia Amorós.
[6] Término acuñado por Alicia Puleo en Puleo, Alicia H. Contrarreforma patriarcal en nombre de la ecología. Consultado en http://www.mientrastanto.org/sites/default/files/pdfs/2020.pdf 20/05/2018.

Escribir, como resistencia al patriarcado



Ilka Oliva Corado

A Manuela Sáenz la siguen recordando por su relación sentimental con Simón Bolívar y no por su hazaña revolucionaria. Relegarla a ser la “Libertadora del Libertador”,  y rendirle honores por esto, es una terrible falta de respeto a su legado de rebelión y feminismo, pero también  es un ejemplo muy claro de lo que hace el patriarcado con las mujeres, en donde la ideología no tiene nada que ver. 
En una entrevista realizada a Alice Munro, le preguntaron si imaginó ganarse algún día el Nobel, ella contestó que nunca, por ser mujer,  aunque claro está, -comentó- que ha habido mujeres que lo han ganado. Pero con esta respuesta Alice, una ama de casa que se dedicó a escribir para matar el tedio de los días interminables en el oficio doméstico, dejó muy claro lo que somos las mujeres en un mundo hecho por hombres para hombres.
Virginia Woolf, decía: “Me atrevo a adivinar que Anónimo, que escribió tantos poemas sin firmarlos, era a menudo una mujer”. La película, La esposa, protagonizada por  la gran Glenn Close y basada en la novela de la escritora Meg Wolitzer, evidencia de forma magistral las palabras de Virginia, que no son más que la realidad de millones de mujeres a través de la historia. Películas como esta se hacen tal vez cada 30 años, ojalá se hicieran más seguido para educar a esta sociedad que somos, infestada de misoginia. 
En su  tiempo, la película Tomates verdes fritos, causó espanto por su carácter de feminismo radical, de empoderamiento a las mujeres y de visibilidad homosexual, porque sí el amor entre mujeres ha existido desde siempre. Y desde siempre también, los patrones de crianza impuestos bajo conceptos patriarcales e infestados de estereotipos han apedreado a mujeres valientes como Ninny (La encantadora de abejas) que se han enfrentado a ese yugo y han decidido ser ellas mismas aunque el castigo sea la muerte en la guillotina  o en la hoguera.
Un sistema que cría a mujeres como Idgie, temerosas de sentir, de ser, de entregarse, porque es muy difícil romper la norma, salir del yugo, y van con la corriente hasta que llegan mujeres como Ninny que las impulsan a ser ellas mismas y a amar. Es lo que sucede con Evelyn, que al conocer a Ninny comienza a amarse a sí misma y a crear su propia revolución en casa: nada como el amor propio para enfrentar al patriarcado y nada como la unidad entre mujeres para fortificarnos.  Gracias a mujeres como Ninny, mujeres como Idgie logran salir del círculo de la violencia de género a tiempo y logran salvar sus vidas y reconstruirse a sí  mismas y reconstruir también sus familias, si tienen hijos, porque estos también sufren las secuelas emocionales. 
El sistema nos educa como Idgie, algunas logramos transformarnos como Evelyn y lo ideal sería llegar a ser como Ninny. Es un camino largo pero no imposible de recorrer. Pero todas importamos, todas somos necesarias y todas debemos luchar desde donde estemos y con lo que tengamos, así seamos  como Idgie, Evelyn o Ninny.
Y una forma de lucha y de resistencia es hacer lo que amamos, hacer lo que amamos nos permite florecer, estar, ponernos en pie, caminar, vernos frente al espejo y encontrarnos a nosotras mismas. Vivir de lo que amamos es un privilegio que resulta muy caro pagar en este mundo convulsionado por un sistema capitalista y neoliberal que explota y muchas veces es imposible;  pero buscar unos minutos del día a quema ropa, contra viento y marea y hacer lo que amamos debe ser nuestra forma de encarar ese sistema que a las mujeres nos maltrata el doble por nuestro género.
El deporte fue vedado para las mujeres durante siglos, otras murieron y fueron violentadas para que nosotras hoy tengamos la oportunidad de ejercitarnos, debemos ejercitarnos como amor propio pero también como resistencia, como una lucha contra el patriarcado. 
Leer, leer, leer, a todas horas, un libro, una nota de una revista, un artículo, un poema, pero leer todos los días, por todas aquellas que no pudieron y murieron luchando para que nosotras hoy podamos hacerlo. 
Plantar, la experiencia de plantar una semilla nos permite dar vida y no porque sea nuestra misión de género, pero tocar la tierra con nuestras manos nos ayuda a entender el amor  que han sentido nuestras ancestras campesinas, y ayuda a crear un lazo inquebrantable con nuestros valores humanos, porque a la tierra pertenecemos, no ella a nosotras. La savia de la vida la da la madre tierra. Pero plantar porque nadie puede deprimirse al ver una flor en su esplendor, plantar es un antídoto contra la depresión. 
Y después de hacer lo que amamos, que nos nutre, que nos fortifica, hay que hacer lo que es una responsabilidad de género: escribir. La palabra nos ha sido negada milenariamente, escribir es una forma de romper la norma, de dar un paso, de avanzar, de elevar la voz, de denuncia, de existencia,  de florecer, de resistencia y es también por ende una forma de visibilizar y honrar a todas aquellas a  las que  el patriarcado a través de la historia de la humidad vedó, negándoles sus derechos. Y a todas aquellas que  fueron silenciadas a fuerza de tortura. 
Escribir es seguir abriendo el camino para las que vienen atrás, porque de eso se trata plantar un árbol. Hacer visibles y ejercer nuestros derechos nos permite mantenerlos vigentes para las generaciones que vienen. Sin olvidar que muchas dieron sus vidas para que nosotros tengamos la oportunidad de tener una semilla para plantar. 
Escribiendo podemos hacer visible que mujeres como Manuela Sáez aún siguen a la sombra del patriarcado. Podemos relatar que los días de lluvia en lugar de ser tristes como muchos creen, son días de mucha vida para el ecosistema y de tristeza no tienen nada. Escribiendo podemos relatar cómo nos sentimos viviendo micro machismos todos los días. Contar sobre la elaboración de un pastel casero, relatar sobre una mañana de sol, sobre una reunión familiar, sobre nuestras emociones, exponer nuestro pensamiento crítico. Crear  un diario y escribir todos los días  debe ser un hábito de toda mujer, desde que es niña. 
Y las mujeres que están en camino a ser como Ninny deben dar la mano a todas las que están en la etapa de Idgie, para lograr transformarlas y así unas a otras irnos ayudando en este proceso de resistencia ante el patriarcado. 
¿Qué escribirán hoy? 
Audio:
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Ilka Oliva Corado.  @ilkaolivacorado
26 de agosto de 2019, Estados Unidos. 

La ética de la violencia feminista




Ser hombre y pensar, escribir o articular un discurso cualquiera en torno del género, y sobre todo acerca del feminismo, suele ser difícil porque siempre (o por lo menos la mayoría de las veces) conlleva intrínseco el riesgo de apelar a cualquiera de las siguientes posiciones (todas ellas políticas, en el más extenso sentido de la palabra):

  1. Juzgar las formas y los contenidos de la lucha ajena partiendo de la total incomprensión de lo que significa, por ejemplo, que la sexualidad y el cuerpo de las mujeres se encuentren, en cada espacio de la cotidianidad, a todas horas, en disputa y en cuestión por la propia masculinidad; es decir, partiendo desde la invisibilización y el no-reconocimiento de la identidad en resistencia.
  2. Recentrar los ejes y las articulaciones de la resistencia femenina en rededor de los márgenes de acción de la masculinidad, sin importar qué tan progresista ésta última se autoafirme.
  3. Anular el ejercicio de la sujetidad femenina, desplazándola como el centro de gravedad del movimiento mismo, para vaciarla de sus contenidos concretos en simples abstracciones y tipos ideales.

Por supuesto, estos y otros tantos recursos se configuran y nutren, en principio, en el seno mismo de una posición de enunciación y de intervención en la vida pública y en los imaginarios colectivos compartidos que es a todas luces privilegiada respecto de aquellas identidades que históricamente han sido excluidas, dominadas y explotadas (cualquier otro adjetivo es derivado de estos tres) por las estructuras y los procesos sociales que históricamente surgieron —y se han mantenido vigentes hasta el presente— atravesadas por una lógica de género jerárquica en las que múltiples masculinidades subordinan a múltiples feminidades (y a otras masculinidades) para asegurar la reproducción sistemática y ampliada de sus condiciones de posibilidad y de su propia existencia en cuanto tal.

Hoy día, inclusive, reconocer ese privilegio praxeológico y discursivo es ya un espacio común, al que cada vez se recurre con mayor frecuencia por una diversidad de masculinidades, para intentar abstraerse de la lógica de operación del patriarcado y asumir una posición de exterioridad respecto de los ejercicios de poder y de las prácticas de violencia de las que aquel se vale para parasitar las relaciones intersubjetivas entre los géneros, tanto los binarios como los no-binarios.

Ello, en este sentido, da cuenta de que si bien los esfuerzos por pensar a la propia masculinidad desde el ser-hombre es algo que en efecto se está llevando a cabo (no solo para desmontar las lógicas patriarcales en todas sus contingencias, respecto de la falsa oposición hombre/mujer, sino también como una estrategia de supervivencia desde las coordenadas de otras formas de experimentar la masculinidad); es cierto, asimismo, que la tarea se encuentra aún muy lejos de ser capaz de fundar dinámicas de acompañamiento horizontales que no reifiquen a las feminidades y que no terminen, por lo demás, reproduciendo el sistema vigente bajo el velo de la corrección política y la infantilización de las agraviadas —con tal de no ser objeto de sus críticas y denuncias y exigencias.

Afirmarse, pues, como una identidad (o mejor: como una masculinidad) exterior a la tensión que la lucha feminista abre en su resistencia a las lógicas patriarcales de la sociedad moderna capitalista contemporánea no es, por ninguna razón, un acto menos atroz que el sojuzgar, el condenar y el criminalizar eventos como los ocurridos el pasado fin de semana en la Ciudad de México, con motivo de la digna rabia que despertó entre las mujeres el más reciente (y la expresión no es azarosa) caso de violación a una de ellas; esta vez, por una manada de Porkys adscrita a una de las instituciones policiales capitalinas.

Y es que, en efecto, lo primero significa cerrar el diálogo y el cuestionamiento tan necesarios que las compañeras ponen en juego, para el conjunto de la sociedad, cada vez que toman el espacio público y se manifiestan. Implica, por lo tanto, fundar unilateralmente un monólogo en el que se encapsula a la lucha feminista para mirarla (y no reconocerla ni aceptarla) sólo a la distancia, como algo a lo que se es ajeno y que, en consecuencia, no supone ninguna interpelación. Lo segundo, por su parte, no tiene otra cara que la del más profundo y reaccionario conservadurismo que, enquistado como está en su posición de poder, no hace más que responder con grados cada vez mayores de violencia, de dominación y de explotación ante aquello y aquellas que lo desnudan en toda su falsedad.

Y así lo demostraron, de hecho, las dos tendencias que dominaron la discusión (por lo menos en redes y medios similares y derivados, pero no sólo) que se desprendieron de las últimas protestas: la ampliación y la profundización del machismo y el falocentrismo, por un lado; y las exigencias (veladas o no) de una despolitización del feminismo, por el otro. Es decir, simultáneamente: la radicalización discursiva del imaginario y los sentidos comunes que en este país alimentan la desaparición, la violación y el feminicidio en escalas cada día más grandes y por medios crecientemente más sanguinarios; y la desarticulación del dolor, la rabia, el temor y la angustia que nutren a la resistencia colectiva e individual a través de la exigencia en pos de su institucionalización y pacificación.

Los cristales rotos en edificios públicos, las pintas en estaciones de transporte público (concesionado a privados con el capital y las capacidades técnicas y logísticas suficientes para echar a andar de nuevo esas estaciones seis horas después de su intervención política por parte de las feministas), y las consignas escritas en monumentos históricos, por supuesto coadyuvaron a que esas dos tendencias se magnificasen (con la ayuda de la narrativa particular de las cadenas televisivas y la prensa) en proporciones tales que, durante dos días, no sólo fueron los eventos protagonistas de las discusiones en el debate público nacional, sino que, además, llevaron al extremo de lo absurdo la necesidad de visibilizar y concientizar a la sociedad sobre el valor supremo de una vida humana frente a un mundo material superfluo, banal y venial: construido, en estrictos términos benjaminianos, como un vestigio de barbarie (y la barbarie también tiene género).

Las agresiones a periodistas (hombres y mujeres, por igual) se sumaron a la ecuación. Pero quizá habría que pensar, por lo menos como una problematización seria y legítima, que la similitud de la narrativa entre distintos medios que cubrieron los hechos ofrece mucho material para pensar en términos de lo que supondría una estrategia de comunicación que busca relegitimar el rol central de las corporaciones y los capitales privados en la definición de la agenda política en este país (luego de poco más de once meses de gobierno de una administración que no se cansa de acicatear a la prensa y a las televisoras por sus claras filias y fobias en las redes del poder político mexicano).

Pero más allá de eso (que en los márgenes de lo absurdo podría parecer una conspiración de los medios para victimizarse frente a la sociedad), un tema de mayor trascendencia es que esta sociedad sigue sin comprender el contenido profundamente ético que se encuentra en juego en la violencia que se desdobla en cada nueva manifestación feminista. Violencia que, para desgracia del conservadurismo nacional, no tiene punto de comparación con la violencia sexual, de género y feminicida que se vive como cotidianidad en el país. Porque, por más que se la quiera emparentar o asimilar con estas formas que tienen al país sumido en un abismo de desaparición y ahogado en cadáveres de mujeres mutiladas, ésta, es decir, la violencia de la protesta, se distancia cualitativamente de aquella en el reconocimiento que hace de la necesidad de resistir y enfrentar estructuras, relaciones y dinámicas sociales que se sostienen sobre la muerte y la desaparición: hechos que ni en este espacio-tiempo ni en ninguno otro son desmontables por la vía pacífica.

Por eso, quizá, la indignación colectiva frente a la intervención política del Ángel de la Independencia causa tanto desconcierto a cualquier criterio que tenga un respeto ético mínimo por la vida de hombres y mujeres por igual, como condición de existencia colectiva e individual. Porque no es sólo el absurdo de la incomprensión de que el espacio público está ahí para ser tomado y apropiado por la sociedad, para ser intervenido de manera que refleje, con la mayor fidelidad posible, los problemas que la aquejan y recobrar, así, por cuanto monumento, su función mnemotécnica. Es, también, la farsa que se halla de fondo en la propia indignación de amplios sectores de la sociedad que no tuvieron empacho en expresar su más hondo racismo, clasismo y sexismo; aunque esos mismos sectores sean objeto, ellos también, de las dinámicas contra las cuales se protestó el fin de semana.

Y es que, por supuesto, no faltaron quienes buscaron obtener dividendos políticos desde el momento en que se supo de la violación hasta que las manifestaciones terminaron (lo cual, de ninguna manera, excusa a la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México por la serie de respuestas que ofreció: desarticuladas, expresadas más como reacciones tardías, descalificaciones y criminalizaciones que como proposiciones).

Lo más probable es que el resto del sexenio esa dinámica domine el debate y atraviese a toda protesta social que se genere porque en ello se juega la legitimidad de agendas que, si se quiere, se perfilan reformistas, pero que al final del día son alternativas a las dinámicas que han venido dominando el desarrollo de la convivencia colectiva en este país, los últimos años. Después de todo, a diferencia de lo que ocurre con la derecha en el gobierno, cuando es la izquierda (o algo que se pretende a sí mismo izquierda) la que gestiona la estructura estatal y el andamiaje gubernamental, todo está por disputarse, pues nada está, por principio de cuentas, definido de antemano —al menos no más allá de ciertas concesiones al capital que le permitan administrar el gobierno. Es la pugna por esos múltiples sentidos y direcciones políticas aún por definir lo que se está colando en cada movilización y descontento, aún si los eventos que atraviesa, en cuestión, en apariencia tienen poco o nada que ver con el programa de gobierno en turno.

Por eso, algunas lecciones que tendrían que quedar abiertas para trabajarlas en lo que sigue, por lo menos desde la trinchera de este privilegio genérico desde el cual se discurre, quizá tendrían que ver más con la necesidad de no renunciar a ser interpelados, siempre partiendo del imperativo de corresponder a esa interpelación con creatividad y desde una perspectiva de horizontalidad para no profundizar la barbarie en la que ya vive esta sociedad.

Lo primero, porque es claro que no basta con desmontar el patriarcado sólo dentro de las prácticas de convivencia entre mujeres: no es desde ahí desde donde se organiza la desaparición, las violaciones y los asesinatos. Y lo cierto es que, para hacer de esta lucha algo totalizante, no basta con invitar al universo de masculinidades a hacer conciencia de género, de raza y de clase por sí mismas, como un ejercicio autocrítico de su toxicidad. La lógica de ordenamiento de la vida cotidiana del machismo requiere de un tipo de cuestionamiento, de un tipo de violencia (ética) sistemática, que se le enfrente y sea capaz de penetrar a las capas más profundas de interiorización y normalización de la exclusión, la dominación y la explotación de la mujer.

Y lo segundo, por su parte, porque es un hecho que, ante el cuestionamiento femenino, la respuesta primordial del varón ha sido sostenidamente la misma: la negación de la sujetidad de las mujeres. Por eso no es casual que, ante el reclamo en torno del ejercicio de su sexualidad, hoy las mujeres estén experimentando un recrudecimiento, un incremento cualitativo y cuantitativo de la violencia feminicida justo en el momento en que ellas reclaman para sí la total soberanía de su cuerpo: la manera que tiene el machismo de demostrar que su cuerpo no les pertenece es desapareciéndolo, violándolo y asesinándolo. La respuesta de éste es proporcional a la resistencia de aquellas.

Desarticular dicha respuesta no es sencillo. Pero por ello es importante no desconocer que, para conseguir dicho objetivo, la lucha debe tener como su condición de posibilidad el ejercicio de la violencia feminista. Después de todo, nada cambió nunca, en la historia de la humanidad, sin que antes ciudades e imperios enteros fuesen llevados a las ruinas. Y este imperio, en particular, avasalla y satura la experiencia de la vida cotidiana.

- Ricardo Orozco, Consejero Ejecutivo del Centro Mexicano de Análisis de la Política Internacional, @r_zco

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