Más
de cien mil personas tomaron las calles en Madrid. Comenzaron su
inmensa marcha en la puerta de lo que en México sería la Secretaría de
Salud para caminar por la Gran Vía, siempre repleta de vehículos y
calles cortadas por una intensa e inacabable tarea de obras materiales.
Ahí estuvieron miles de personas, mujeres y hombres, funcionarias y
activistas, migrantes, musulmanas y latinoamericanas, congresistas y
algunas conocidas. Es decir, sin líderes visibles y con una fuerza de
convencimiento y conciencia envidiable.
Igual que el 3
de junio, en Buenos Aires, donde la protesta incluyó 70 ciudades de
Argentina; también en España las movilizaciones incluyeron otras
ciudades de las comunidades autonómicas. Tras la denuncia, el conteo de
agresiones o de asesinatos, como dice Cao, es claro que las españolas
suman su consciencia a su protesta de redes sociales o de cartas y
firmas.
Y explica:
Hemos hecho historia, sí. Y lo hemos hecho porque queremos tener un
futuro, porque nos queremos vivas. Por eso hoy mismo empezamos a
trabajar para tener un mañana contigo, con tantas, con todas. Porque con
el 7N hemos demostrado la fuerza y capacidad del feminismo y hemos
pasado ya del #YoVoy7N al #YoFui7N para reclamar que se cumplan las
mociones y proposiciones que los partidos políticos han aprobado en
ayuntamientos y diputaciones; para exigir políticas de igualdad
efectivas que acaben con la violencia de género. Y ¡Ay de quiénes no
estén a la altura de la historia!
El manifiesto
es aún más claro, de manera unitaria, exige que las violencias machistas
sean consideradas cuestión de Estado, que se legisle para aumentar la
protección a las mujeres y los y las menores que viven violencias, que
se les pueda garantizar una vida mejor, que todas las mujeres tengan una
vida libre de violencia machista.
También, dice,
que la sociedad entera asuma este problema como común, que además de
legislar hay que educar, prevenir y reflexionar sobre las violencias
cotidianas a las que las mujeres son sometidas por la sociedad
patriarcal. Cosa que en México hemos olvidado, tendiendo una gran
cortina de humo llamado feminicidio. ¿Y las demás y cotidianas
violencias que llevan a los asesinatos, qué? ¿Y la desigualdad y la
discriminación? ¿Y el acoso y el hostigamiento?
El documento
también incluyó, según informe de las organizadoras, acabar con la
“normalización de la violencia machista” y se lamentan de la falta de
respuesta y de reacción ante los feminicidios, incluso en periodos donde
se han llegado a concentrar cuatro asesinatos en 72 horas.
Lamentablemente
en México se llenan las calles por otras razones. Hace 20 años, mi
maestra Teresita de Barbieri, me decía que se iba a lograr detener el
asomo tremendo de la violencia desgarradora que vivió Ciudad Juárez,
sólo cuando nos movilizáramos y llenáramos el Zócalo; mi directora de
Cuadernos Feministas, Josefina Chávez, siempre sueña con un millón de
personas movilizadas para detener la violencia contra las mujeres.
Ambas coinciden
conmigo que necesitamos realmente convencer a la sociedad, como ha
sucedido, aunque sea temporalmente, en esos 20 años por otras razones,
como la desaparición forzada o la represión estudiantil, indígena o
magisterial. Por las mujeres nada. Si Ayotzinapa concentra por 43
desaparecidos/asesinados tanta indiganción, porque la violencia machista
no; porque las desapariciones de miles y miles de mujeres no moviliza.
Lo que menudea es esta costumbre de contar a las muertas, de firmar
cartas, de armar discursos y relatos; de hacer leyes y reformas
constantes, de argumentos sufridos y listas de nombres y firmas. Pero de
movilización nada.
¿Qué hubiera
pasado si en lugar de mujeres fueran políticos o futbolistas?”, dice
Cao, cuando se refiere a la indiferencia que ahora movilizó a las
feministas. ¿Dónde están las feministas en México? Organizando a
mujeres, juntas, por ideas y estrategias conjuntas, ¿dónde? Los
gobiernos estatales se ríen, discuten con las minorías vanguardistas con
las que negocian; con las “expertas” y las miles o decenas de siglas
sin mujeres atrás, sin redes reales. Se ríen los priistas, se burlan los
perredistas, se tapan los ojos y los oídos los panistas, los partidos
emergentes creen que nos ocupamos de “cosas sexuales” y no de los
verdaderos problemas. Los gobernadores desvían alegremente los recursos
para la prevención; nos ocupamos de “nuestras cosas” y no de lo
importante.
Y no podemos
armar lo que hicieron las argentinas en junio ni esta inmensa marcha
nacional en España porque además estamos cada quien con nuestros
“asuntos” y “luchas”, aisladas y sin conexión. Lo intentamos hace unos
años, creamos un pacto para denunciar la persecución de mujeres que
abortaban e iban a la cárcel ¿se acuerdan? Y después, nada, nuevas
agrupaciones, membretes, historias sin historia; cada quien atiende a su
juego, como Antón Pirulero.
Mientras el
fenómeno de la violencia crece. Es indignante la impunidad por
hostigamiento y acoso, como el caso de los funcionarios de la
Procuraduría General de la República, como antes lo ha sido el pomposo
eje de la cultura en el Museo de Arte Moderno y lo significó la
indiferencia en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, y ello
puede suceder por esta desarticulación que nos acosa.
Esta muestra en
España, en un momento de enorme crisis económica y política, de
elecciones autonómicas y de la jefatura de Estado; en medio del anuncio
de un proceso de separación de Cataluña y de un 25 por ciento de paro
laboral, certifica con claridad el proceso educativo para comprender la
discriminación femenina, el reconocimiento de la migración y de la
violencia machista, tanto como un acumulado de organización de las
mujeres.
Ello a pesar de
que durante todo el gobierno exitoso del Partido Socialista Obrero
Español, PSOE, las mujeres feministas gozaron de un gran tutelaje del
Estado, lo que no significó para ellas sujeción al o a los gobiernos y
tampoco esos gobiernos pensaron en tratarlas como dependientes o
vasallas.
Lo que quiero
decir es que el tutelaje, político y económico del Estado, por ley y
respeto a la ciudadanía, sólo pude darse en estados realmente
democráticos como lo que sucedió en España tras la muerte de Franco. Sin
ese proceso no hay más que simulación y vasallaje. Mi contacto diverso
con el movimiento feminista español me hace afirmar que si reciben, si
cobran, si tienen edificios proporcionados por el Gobierno para operar,
pero con sentido democrático ni el gobierno les pide sumisión, ni ellas
se asumen como súbditas; negociar no es entregarse, pero cumplir con la
ley tampoco es compra de conciencias. Entender esto es bien difícil,
sobran los hechos y las anécdotas, donde quienes manejan los
presupuestos lo hacen como si fuera su patrimonio y no el de la
sociedad, etcétera.
Tenemos que soñar en crear esta fuerza transformadora que nos ayude realmente a enfrentar la violencia contra las mujeres.
Cao afirma
claramente lo que es indiscutible. El Movimiento Feminista ha vuelto a
sacar músculo en las calles de Madrid 20 meses después de aquella gran
manifestación que fue ‘El Tren de la Libertad’. Sin apoyo de la mayoría
de los medios de comunicación. Sin rostros conocidos. No se puede negar
que esta marcha se ha construido desde abajo, paso a paso, ‘verso a
verso’, hasta hacer historia.
El 7N ha
sobrepasado las expectativas de sus convocantes. Ha superado el mejor de
los sueños de quienes empezamos, allá por diciembre, un diálogo virtual
sobre la necesidad y la oportunidad de movilizarnos en Madrid para
gritar “Basta ya” después de un año, 2014, en el que el repunte de la
violencia de género nos parecía insoportable. No sabíamos que 2015 iba a
ser más brutal, más salvaje. Porque salvaje es asesinar
premeditadamente a quien dicen amar.
No creamos el
7N para apelar a las conciencias, sino para conseguir que se incluyera
la violencia de género en las agendas políticas. Para demostrar que las
mujeres somos sujeto político y exigir que se nos trate como tal.
Hay que
destacar la presencia en la manifestación de mujeres jóvenes, muchas y
muy jóvenes, con consignas novedosas (“Si el amor te aprieta, no es tu
talla”, “No es un caso aislado, es el patriarcado”) que se han combinado
con las tradicionales (“Vamos a quemar la Conferencia Episcopal”,
“Contra el machismo, ni un paso atrás”) o las más inquisitivas
(“Escucha, machista, estás en nuestra lista”, “Cuidado, os avisamos,
somos muchas más que cuando empezamos”). También han estado las mujeres
latinoamericanas, mujeres inmigrantes que comparten luchas y
reivindicaciones. Vinieron las jóvenes musulmanas, que quieren cambiar
el mundo y no con los vándalos del ISIS. Estuvieron las alcaldesas, las
concejalas, las diputadas y otras mujeres en cargos públicos de mayor o
menor representación. Y hombres de todas las edades, acompañando en la
lucha.
El 7N es un
nuevo hito en la lucha feminista que quizás tampoco pase a la historia,
aunque desde el 15M no había habido una movilización como ésta en
Madrid. Nunca antes había habido en nuestro país una marcha tan numerosa
convocada por el Movimiento Feminista.
Veremos.
Foto: Archivo AmecoPress.
Publicado en Comunicar Igualdad
Por Belén Spinetta
COMUNICAR IGUALDAD- Relmu, “no culpable”. Se escuchó el veredicto y la sala de enjuiciamiento estalló en la alegría de un pueblo que, una vez más, demostraba su fortaleza. Porque la libertad de Relmu fue también eso, la legitimación de la lucha en defensa del territorio que desde hace años llevan adelante los pueblos originarios en general, y el pueblo mapuche en particular en la provincia de Neuquén.
Ya mucho se dijo de la historia de quien, como ella misma lo aseveró durante el juicio, fue llevada al banquillo de los acusados por ser “pobre, originaria y mujer”. La causa se inició cuando en diciembre del 2012 la justicia intentó desalojar al pueblo mapuche de Portezuelo Chico -un pueblo en el centro de la provincia de Neuquén- y, durante el transcurso del desalojo, la oficial de justicia Verónica Pelayes resultó herida.
Pero con Relmu, sobre todo se puso sobre la escena el aporte que las mujeres originarias tienen para hacerle al movimiento feminista y las deudas del feminismo con ellas. “Como mapuches partimos de una cosmovisión de defensa de la tierra, de defensa de la naturaleza, y eso no puede ir separado de nuestra lucha como mujeres”, nos dice Relmu al otro lado del teléfono. Su voz transmite entusiasmo, alegría y la firmeza de que esta vez se ganó, pero aún queda mucho por caminar. “Creo que sin dudas hay una deuda feminista con nosotras, en el sentido de que aún no se nos contempla plenamente, el aporte que podemos hacer y las particularidades de nuestros sufrimientos”, reflexiona. “Entonces, el trabajo que nosotras como mujeres originarias tenemos que hacer –hacia adentro y hacia afuera- tiene que rondar por ese camino para poder develar que no solamente somos aquellas que nos encargamos de la transmisión cultural, del conocimiento tradicional o de la medicina y de muchas veces ser las ordenadoras de nuestros hogares, sino que somos mujeres que queremos ser protagonistas, que también podemos construir política y ese es un gran aporte que queremos hacer al movimiento feminista”.
“En este juicio quedó clara la cuestión de género porque la imputación más grave era contra mí por ‘tentativa de homicida”, relata. Relmu reflexiona sobre las deudas y las discusiones con el feminismo, pero también sobre los propios debates planteados hacia el interior de los pueblos originarios: “`La reflexión que hacemos es que somos las que siempre estamos al frente, que sabemos que si tocan a algunos de nuestros hijos somos capaces de hacer cualquier cosa para defenderlos y creo que tuvo que ver con eso de que apuntaron especialmente hacia una mujer… Entonces nos queda como desafío aportar a la reconstrucción del movimiento de los pueblos originarios como mujeres porque podemos darle una nueva dinámica y una nueva perspectiva”.
Hoy Relmu tiene la tranquilidad de la libertad y de una batalla ganada. Pero esa tranquilidad no es plena, ella se hace carne del sufrimiento de sus hermanas, de las que hoy no pueden celebrar, de las que todavía esperan detrás de los barrotes una salida. “Yo siento como una deuda muy grande el caso de Reina Maraz, a diferencia nuestra ella si tiene una condena y no pudo tener un juicio justo y como mujeres nos duele pensar que ella está presa con prisión domiciliaria…. Es una deuda del movimiento en sí y tenemos que trabajar para que Reina sea libre”.
Cuerpo, comunidad y territorio
La lucha por la libertad de Relmu Ñamku cosechó amplias solidaridades e interpeló a muchos sectores de la sociedad neuquina. Su causa además, superó las fronteras del territorio nacional y trajo la solidaridad internacional. Para Graciela Alonso, docente e investigadora de la Universidad del Comahue y referente de la colectiva feminista La Revuelta de Neuquén, “en el juicio quedó sentada la fortaleza de Relmu y en su persona la fortaleza del conjunto de las mujeres mapuches que están protagonizando historias de resistencia en la provincia”.
Quizás menos mediatizados, y aun sin poder saltar el cerco informativo que imponen los medios de comunicación locales y nacionales, son muchos los conflictos por el territorio en Neuquén en los que las mujeres están teniendo un rol de vanguardia. “Creo que en nuestra sociedad occidental e incluso desde alguna perspectiva feminista siempre se considera que las mujeres indígenas en general y las mapuches en particular tienen un rol muy conservador en relación a su cultura”, comenta Alonso quien seguidamente refuta esta tesis: “Tenemos un antecedente en la zona que es en la comunidad de Pulmarí donde cuando se pensaba que no se podía ganar esa lucha y los propios varones mapuches decían que ya estaba, ellas dijeron de acá no nos vamos y la lucha de Pulmarí por el territorio se ganó”. “Hoy por hoy las mujeres de Campo Maripe están defendiendo sus territorios en la zona de Vaca Muerta y peleando con el gobierno provincial por el reconocimiento de su comunidad. En un lof de siete hermanos, seis son mujeres. El año pasado ellas se encadenaron a una torre de petróleo no convencional y obligaron a la provincia a negociar”, relata. “Con esto quiero decir que el papel de las mujeres mapuche en defensa de su territorio es muy importante y si bien al interior de pueblo mapuche se habla de las luchas ‘del pueblo’ y las mujeres hablan de la lucha de su ‘pueblo’, es importante resaltar el lugar que ellas tienen”.
La relación cuerpo-territorio es fundamental para enmarcar estos debates. Para la investigadora, “en las luchas por el territorio se articula muy sentidamente el tema de lo filosófico con lo político y eso en las mujeres son dos aspectos que no se escinden; esto nos lleva a hablar del ‘cuerpo-territorio’ como un lugar de lucha”. Para Graciela Alonso, la sociedad en su conjunto y el feminismo en particular tienen mucho que aprender de las batallas que están librando las mujeres originarias en toda Latinoamerica: “El juicio de Relmu marca cómo los poderes patriarcales, capitalistas y racistas se entrelazan, pero también cómo se les puede hacer frente con articulaciones, con visibilidad, con medios de prensa alternativos”. La referente del movimiento feminista neuquino concluye: “Tenemos mucho que aprender de Relmu, ella nunca asumió una posición de víctima sino de mujer que lucha y que resiste con su pueblo, por su pueblo, desde su pueblo y en articulación con otras organizaciones y movimientos”.
Foto: Gentileza Diario Río Negro