La tercera semana de confinamiento comenzó con medidas más
restrictivas para intentar aliviar la presión sobre el sistema
sanitario. Un sistema que se ha visto desbordado de mil maneras. Todo el
Estado, todo el sistema, se encuentra en una situación similar. Hasta
el 9 de abril sólo podrán salir a trabajar aquellas personas que lo
hagan en sectores estratégicos. Yayo Herrero cree que es necesario
plantear unas nuevas políticas sociales y económicas más próximas a lo
sociocomunitario, que permitan, entre otras cosas, una redistribución de
la riqueza (para evitar que las capas sociales menos favorecidas no
sean las que paguen los platos rotos de la crisis económica derivada del
coronavirus). Opina que la situación actual ha puesto de manifiesto
cómo los trabajos de cuidados, invisibilizados y poco valorados
habitualmente, se han vuelto esenciales para sostener el confinamiento.
Parece que la crisis sanitaria está rompiendo ciertas costuras del sistema. ¿Cómo ve la situación?
La crisis sanitaria de la Covid-19 tiene lugar en un marco
fuertemente tensionado. La salida de la crisis de 2008 se basó en
políticas de austericidio, recortes de servicios públicos, rescate y
mantenimiento de las estructuras financieras. En muchos casos, a costa
de una precarización de la mayor parte de la gente. Por un lado, el
importante desmantelamiento de la red de servicios públicos: sanidad,
educación, dependencia; y por otro, la fragilización del trabajo. Las
condiciones laborales, que ya eran frágiles, se deterioraron mucho más.
Antes de las crisis de la Covid-19 éramos un país con altas tasas de
desempleo, con gran cantidad de trabajos de baja calidad, personas que
tienen trabajo pero son pobres, fuerte crisis habitacional con la
generación de la burbuja. Ahora, tenemos un modelo económico que,
estructuralmente, es tremendamente dependiente. Dependiente de energía
del exterior, de materiales y alimentos, y basado en monocultivos como
el turismo que son tremendamente frágiles.
La crisis llega en este marco estructural. Por delante nos
encontramos que las emergencias no son sólo las sanitarias. Hemos
declarado la emergencia climática, todas las proyecciones del IPCC dicen
que nuestras economías se resentirán por la influencia del cambio
climático. Y esta es una crisis económica que era anunciada ya desde
hace tiempo.
Esto es importante tenerlo en cuenta para analizar y tratar de
presionar para ver qué tipo de políticas públicas se ponen en marcha
para afrontar esta crisis sanitaria. Si la salida es similar a la de
2008, pero partiendo de un punto más precario, mucho más frágil, podemos
encontrarnos una situación de empobrecimiento generalizado y
precarización aún mayor. Y, sobre todo, cuando los discursos de
ideología ultraderechista, o neofascista, van calando en algunos
sectores de la población que cada vez tiene más miedo, o que pretende
blindar de alguna manera su propia situación identificando un enemigo
que es el otro , lo que está fuera, ante el que debe defender.
¿No cree que habremos aprendido algo respecto a 2008?
Ahora mismo no lo parece. Desde la UE se han hecho discursos
grandilocuentes sobre cuántos millones de euros se iban a invertir en
medidas sociales. Pero, cuando rascas un poco, ves que buena parte de
estas medidas son más bien de impulso y sustentación del sistema
financiero. Dar dinero a los bancos para que tengan liquidez para
prestar a la gente para que salga por la vía del endeudamiento. No da la
impresión, a nivel Europeo, que el 2008 haya dejado un aprendizaje
interesante, al menos desde el punto de vista de las condiciones de vida
de las personas. Quizás desde otros puntos de vista, desde los
intereses de los grandes capitales, sí; no les salió tan mal y por eso
pretenden reeditarlo.
Y ¿en el ámbito más local?
Si miras dentro del mismo gobierno, traslucen tensiones importantes.
Una parte que quiere mantener un poco el pacto de estabilidad, el
déficit, la dinámica algo más neoliberal de fortalecimiento
financiero; y otra parte del gobierno que presiona para intentar sacar
adelante medidas como la mejora de las condiciones de los ERTE, o la
prohibición del despido a partir de ahora por causa del coronavirus. O
algunas medidas que esperamos como la suspensión de alquileres, aunque
sea con una pequeña protección a los propietarios que tengan alquilada
la casa y sea su único ingreso. Sin estar satisfecha y siendo bastante
crítica, por supuesto me planteo qué pasaría en esta circunstancia si
tuviéramos un gobierno completamente neoliberal.
A pesar de las tensiones, ¿diría que la sociedad está viendo que los servicios públicos se han convertido en algo esencial?
Este es de los grandes aprendizajes de las últimas semanas. Tengo la
sensación de que una parte importantísima de la sociedad, diría
mayoritaria, de repente es consciente de la importancia de tener un
sistema sólido de salud pública que hace que cualquier persona, venga de
donde venga y tenga lo que tenga, disfrute del derecho y la posibilidad
de ser dignamente atendida en un hospital. Independientemente de que en
este momento, la lógica de recortes haga que se esté teniendo que hacer
en unas condiciones tremendamente precarias.
Hay una explosión de reconocimiento, de agradecimiento, hacia todas
las personas que trabajan en el ámbito de la sanidad pública, y no sólo:
cuidadoras, trabajadoras domésticas, reponedores de supermercado,
carretillas, transportistas… de repente nos damos cuenta de que una
buena
parte de los trabajos, que por cierto, están mayoritariamente
feminizados y que han sido absolutamente precarios, despreciados, mal
vistos y desprotegidos, cuando llega el momento de afrontar una cosa de
estas, son los que no pueden dejar de funcionar.
¿Trataremos estos trabajos de otra manera a partir de ahora?
Creo que probablemente sí. Para mucha gente lo que vendrá será
diferente de lo que había antes. Ver, de repente, este frenazo económico
evidenciará la fragilidad de todo el sistema económico y el hecho de
que nuestras vidas dependen de un cúmulo de relaciones poco sólidas,
precarias, muy basadas en la lejanía. Que cuando caen o se desploman se
nos llevan a todos por delante.
Es muy interesante también, creo, en sociedades tan atomizadas como
nuestras, sobre todo en los ámbitos urbanos, ver cómo precisamente, la
orden de aislarnos, de tener que encerrarnos y mantener la distancia
social, ha sido el desencadenante para que mucha gente empiece a mirar
por las ventanas, los balcones, empiece a conocer por el nombre a sus
vecinos, a preocuparse un poco por otras personas que están en el
exterior de sus casas. Teniendo la conciencia de que preocuparte de
otras personas hará también que otros se preocupen por ti. Es un
reconocimiento de la interdependencia muy fuerte.
Esta situación parece haber dejado claro que la interdependencia es mucho mayor de lo que parecía antes …
Absolutamente. Son sociedades que están hiperconectadas por arriba,
en lo económico y político y, sin embargo, en los últimos años se han
atomizado mucho por la base. Estamos en un momento de convulsión en el
que muchas personas, de manera intuitiva, se ven obligadas a
reconectarse rápidamente por pura supervivencia, material y emocional.
Vemos cómo el frenado tan brutal de la economía se lleva por delante
las ocupaciones, la normalidad tal cual la conocíamos y, al mismo
tiempo, paradójicamente, hace que la atmósfera sea respirable, que el
agua sea más clara, que se reduzcan las emisiones. Y revela, yo creo, el
gran problema civilizatorio que tenemos: una economía que, cuando
crece, destruye las posibilidades de seguir viviendo de forma digna, y
cuando decrece, como ahora, con la lógica de poder que hay, cae
violentamente sobre las personas más pobres y vulnerables. Y creo que
esta doble tensión también puede hacer que muchas personas sean más
conscientes de que salir de aquí requiere cambios profundos en nuestras
maneras de organizar la economía, la política y la vida.
Parece que la crisis sanitaria tiene que ver con la ingesta
de animales salvajes, en este caso, el pangolín. ¿Hay relación entre
esto y un sistema económico que empuja a las personas a buscar estas
formas de alimentación?
Hay que ser cauta. Debemos leer bastantes más estudios antes de sacar
conclusiones precipitadas. Dicho esto, lo que sí me parece
absolutamente clave es el hecho de que la cadena alimentaria y las
atrocidades que se cometen en ella, son un factor de riesgo en la salud
importantes. Sabemos ya mucho sobre la presencia de pesticidas, de
productos contaminantes, alteradores hormonales y endocrinos en algunos
productos alimenticios.
Ahora, por ejemplo, todo lo que sale con el pangolín. Pero recordemos
la encefalitis espongiforme que transmitían las vacas. Hablábamos de
vacas que habían sido alimentadas con restos de proteína
animal. Obviamente saltarse y el alterar ciclos y dinámicas naturales en
muy poco tiempo genera distorsiones y consecuencias que no sabemos por
donde vendrán.
Me parece interesante, según he ido viendo, varios artículos en
diversas publicaciones europeas sobre la incidencia que tiene la pérdida
de biodiversidad en la transmisión más acelerada del virus y en la
llegada de estos virus a las cadenas más altas de las redes tróficas, es
decir, que la desaparición de la biodiversidad hace que cada vez haya
menos especies interpuestas entre los virus y mamíferos. Eso sí que
aumenta la expansión de los virus y pandemias.
También hay otros artículos que hablan de que la expansión del virus
ha sido más dura en los lugares que previamente tenían un nivel de
contaminación más fuerte. Algunos de los investigadores a los que he
preguntado me han dicho que todavía tienen que hacer estudios, pero
obviamente, si tienes un virus que afecta en mayor medida a personas que
tienen patologías previas o afecciones cardiorrespiratorias, y vivimos
en ciudades donde la gente respira durante años aire sucio, nos coloca
en una situación de mayor riesgo ante virus y pandemias. Que, además,
aumentarán debido al cambio climático.
¿Qué cree que deberíamos aprender de esta crisis socialmente?
Creo que si asumimos que esta situación de emergencia no es
coyuntural, sino que es una nueva normalidad, que es lo que nos está
diciendo la comunidad científica queramos o no queramos escucharla,
necesitaríamos actuar en ejes diferentes, empezando por apostar de
manera clara por un principio de suficiencia.
Aprender a vivir con lo necesario. Todo el mundo. Esto supone un
cambio en los modelos productivos, en los estilos de vida y de consumo
absolutamente radical. Por lo tanto, tenemos que cambiar la cultura del
reparto. Para que personas que están en situaciones tremendamente
vulnerables, empobrecidas y precarias puedan vivir con lo necesario, hay
que abordar la redistribución de la riqueza, de los tiempos y de los
trabajos que hacen falta para mantener nuestra especie. Mira la cantidad
de trabajo de cuidados que se ha revelado como necesario a partir de
esta crisis.
Y, finalmente, también hay una política pública basada en la
precaución, en la cautela y el cuidado. Parece fácil pero es
radicalmente incompatible con la lógica que defiende que hay que correr
cualquier riesgo o sacrificar cualquier cosa con tal de que la economía
crezca. Este principio del cuidado, desde la lógica del reparto y la
justicia para que todos tengan suficiente, supone una manera de abordar
la política pública y la economía que está en las antípodas de las que
tenemos en el momento actual.
Al igual que el sistema sanitario se ha visto tensionado, el educativo también… ¿Qué respuesta puede dar el sistema?
Tengo la sensación de que por la urgencia y la rapidez con la que ha
sucedido todo esto, parte de lo que está pasando cayó directamente sobre
el profesorado, que está asumiendo la situación como puede. Estoy
viendo un compromiso brutal para intentar atender, hacerse cargo de una
situación que ha caído a plomo. Y luego, están las familias. Se dice que
el virus afecta igual a todos y que no conoce de clases. El virus
probablemente no, pero sus consecuencias son marcadamente diferentes en
función de la posición de clase, de si eres gitana o paya, de la edad
que tengas.
Cuando vives en una casa de 120 metros, tienes una buena conexión de
wifi, una familia que te puede resolver una duda o te puede ayudar a
organizar el cuadrante de tareas, estás en mucho mejores condiciones que
si vives en una casa de 40 metros, no tienes conexión y, además, tu
familia no te puede echar un cable. Y por si fuera poco tienes un
profesorado que se encuentra confinado en casa y a su vez tiene hijos, y
que lidia con ello como puede.