Por: Teresa C. Ulloa Ziáurriz*
El
lunes 14 de enero, tuve la oportunidad de acudir al Senado de la
República a un conversatorio con la periodista Lydia Cacho, organizado
por la Comisión de Igualdad de Género. Un evento muy significativo y
lleno de sororidad, con la única excepción del discurso de la Senadora
Jesusa Rodríguez, que muy desafortunadamente en un conversatorio donde
estábamos festejando a una de las principales luchadoras contra la trata
y la explotación sexual de este país, leyera el poema de Sor Juana Inés
de la Cruz, “Hombres Necios”, un poema que exalta a las mujeres en
situación de prostitución, como un mal presagio de su intención de
legalizar la prostitución, cosa totalmente contraria al Código Moral de
AMLO.
Como publicó “El País”, en su edición del 10 de enero de 2019, “es
poco común que el Gobierno mexicano pida perdón y el jueves 9 de enero
de 2019, lo ha hecho cinco veces. La periodista Lydia Cacho ha recibido
una disculpa de parte del gobierno mexicano por la persecución que
sufrió en 2005 tras la publicación de su libro “Los demonios del Edén”,
una investigación sobre una red de trata y explotación infantil en el
estado de Quintana Roo. El reconocimiento sobre las acciones y omisiones
del Estado en su caso ha llegado después de que la Organización de
Naciones Unidas, a través del Consejo de Derechos Humanos, haya
reconocido que Cacho fue objeto de múltiples violaciones de sus derechos
fundamentales.
“A nombre del Estado mexicano le ofrezco una disculpa pública por la
violación a sus Derechos Humanos en el marco del ejercicio de su derecho
a la libertad de expresión”, dijo el Subsecretario de Derechos Humanos
Alejandro Encinas. Durante la disculpa pública ofrecida tuvo que
enumerar las cinco violaciones graves a sus Derechos Humanos por los que
el Estado se disculpó: violación del derecho a la libertad de
expresión; detención arbitraria; tortura como instrumento de
investigación; violencia y discriminación en razón de su género; e
impunidad y corrupción alentada y ejecutada por el poder político y
económico.
Lydia Cacho fue detenida ilegalmente en Quintana Roo, nueve meses
después de publicar su libro, por diez personas que aseguraron ser
policías ministeriales del estado de Puebla. Los agentes la llevaron
desde el sureste mexicano hasta el centro del país en un trayecto de 20
horas en carretera.
La periodista fue víctima de tortura psicológica, tocamientos y
amenazas de muerte. Todo ese episodio fue producto de la complicidad
entre el empresario Kamel Nacif, involucrado en la red de pederastia
encabezada por Jean Succar Kuri, y el entonces gobernador de Puebla,
Mario Marín. Un audio de la conversación telefónica entre ambos, donde
se exponía la colusión del poder político y económico para callar a la
periodista, cimbró el 14 de febrero de 2006 a la clase política
mexicana.
Las palabras del exgobernador y el empresario conocido como el rey de
la mezclilla resonaron en la sala. Tras aceptar la disculpa del
gobierno mexicano, la periodista puso las grabaciones que demostraron
que su detención había sido ilegal. Las mismas que llevó a la Suprema
Corte de Justicia de la Nación (SCJN), donde los Ministros determinaron,
en 2007, que las violaciones a sus derechos no habían sido graves.
“Si las mujeres como yo nos hemos jugado hasta la vida por los
Derechos Humanos, lo menos que puede hacer este país es proteger a sus
periodistas”, dijo Cacho tras escuchar la disculpa del Estado. La autora
de “Los demonios del Edén” mencionó que durante todos los años que
temió por su vida, también fue víctima de burlas misóginas. “Nos dijeron
que el periodismo era de hombres y que los Derechos Humanos eran una
sensiblería. He perdonado a mis torturadores porque no permití jamás que
colonizaran ni mi cuerpo, ni mi espíritu”, añadió.
El gobierno mexicano tendrá que trabajar en los próximos meses para
derogar los delitos de difamación y calumnia que todavía están vigentes
en los códigos penales de ocho de los 32 estados. La Secretaria de
Gobernación, Olga Sánchez Cordero, —que en 2007 votó en la Suprema Corte
de Justicia de la Nación en contra de reconocer los actos contra Cacho
como violaciones graves a sus Derechos Humanos— expresó que el Estado se
dedicará a fortalecer la protección para los periodistas. “Nunca más la
censura ha de tener cabida”, dijo. En 2017, 11 periodistas fueron
asesinados; en 2018, al menos nueve murieron en homicidios relacionados
con su trabajo.
Y esta disculpa pública cobra la mayor importancia porque, primero,
se ofrece como producto de la primera recomendación emitida por el
Consejo de Derechos Humanos de la ONU que nunca había emitido ninguna
recomendación para ningún país, por ningún motivo.
Segundo, porque la ceremonia de disculpa pública estuvo presidida
precisamente por la Ex Ministra Olga Sánchez Cordero, hoy Secretaria de
Gobernación, quien en su momento votó en contra de reconocer que los
hechos perpetrados contra Lydia eran violaciones graves a sus Derechos
Humanos, lo que permitió no desaforar a Mario Marín, exgobernador del
estado de Puebla.
En los últimos años, el gobierno mexicano solo había ofrecido
disculpas en dos ocasiones: en 2015 a dos soldados que fueron
discriminados en las Fuerzas Armadas por ser portadores del Virus de
Inmunodeficiencia Humana (VIH), y en 2017 a tres mujeres indígenas que
fueron encarceladas por supuestamente secuestrar a seis agentes de la
Policía Federal. En marzo, el Estado pedirá perdón a las familias de dos
estudiantes del Tecnológico de Monterrey asesinados por miembros del
Ejército mexicano al confundirlos con miembros de un cartel de drogas.
Una lección recojo de estos hechos. No debemos echar las campanas al
vuelo por la llegada de una mujer a un alto cargo del gobierno de
nuestro país sin antes revisar su historia, porque más tarde o más
temprano el destino nos alcanza y la alcanza y se la cobra, como fue el
caso.
Lo que no podemos negar es el coraje, la valentía y la persistencia
de Lydia Cacho, que acompañada por Artículo 19 estableció un precedente
que nos abre una inmensa posibilidad a las víctimas de violaciones
graves a nuestros Derechos Humanos. Larga vida a Lydia.
*Directora de la Coalición Regional contra el Tráfico de Mujeres y
Niñas en América Latina y el Caribe, (CATWLAC por sus siglas en inglés).
Twitter: @CATWLACDIR
Facebook: @CATWLAC
Foto: Rosario Nieto
Cimacnoticias | Ciudad de México.-