Gabriela Rodríguez
No todo feminismo es de
izquierda; al menos desde lo que yo entiendo de esta posición, en el
espectro político la izquierda implica recuperar las reivindicaciones
históricas, la lucha por los derecho de las mujeres trabajadoras y
sufragistas, así como articular el feminismo popular. En sentido
profundo, el feminismo de izquierda construye un discurso y una práctica
que es crítica del neoliberalismo y comprende que las exclusiones de
género están cruzadas por las dimensiones de clase, etnia, religión,
edad y generación.
La actual coyuntura electoral obliga a todo movimiento y a toda
persona a colocarse en algún lugar. La posición más radical ya no cree
en la democracia, como las mujeres zapatistas y las guerrilleras; hay
otras que no quieren votar este año, ante la ilegitimidad de los
partidos y de las instituciones electorales; y hay quienes consideramos
que a pesar de la ilegitimidad de las instituciones y de los partidos,
la mejor manera de fortalecer la débil democracia de México es
participando activamente y buscando vincular el movimiento social al
proceso político electoral. Esta posición tiene confianza en la
colectividad ciudadana, es una actitud optimista hacia el quehacer
político cuando la mayoría de quienes lo ejercen han perdido todo
sentido de la ética; es seguir pensando que hay que fortalecer el Estado
benefactor y recuperar a la política como un medio privilegiado para
mejorar las condiciones sociales, y para evitar la violencia, este
flagelo que hoy domina nuestro entorno y que es paralelo al incremento
del secuestro, la trata, las violaciones y el feminicidio.
El proceso electoral nos exige analizar con lupa las trayectorias de
cada una de las y los candidatos que contienden este año, más que sus
promesas o filiaciones. Por primera vez habrá 50 por ciento de mujeres
candidatas, y sin embargo
cuerpo de mujer no nos garantiza corazón de mujer, afirmaba Hermelinda Tiburcio hace unas semanas, auténtica feminista de la Montaña mixteca de Guerrero. De hecho podría haber candidatos con posiciones feministas, como Pablo Amílcar Sandoval, candidato a gobernador de Guerrero, quien considera que la liberación de Nestora Salgado es emblemática como mujer luchadora y feminista, porque defiende a su pueblo y está injustamente encarcelada.
En mi delegación de Coyoacán, además de tener como candidata para la
jefatura delegacional a una vecina del barrio del Niño Jesús, a una
feminista ejemplar como es Bertha Luján (ver mi colaboración, La Jornada, 20/2/15),
contamos con otra candidata al Congreso federal para el distrito 24 por
Morena, cuya trayectoria ha caminado por esta senda.
La candidata Rocío Mejía Flores estuvo apoyando movimientos de
mujeres en Oaxaca y Chiapas desde que estudiaba la preparatoria, fue
colaboradora en la diócesis de San Cristóbal con don Samuel Ruiz, en
Mujeres en Acción Sindical (MAS) y en el movimiento con las costureras
después del sismo. La también maestra en economía por el CIDE ha
trabajado con mujeres rurales en la Sierra Norte de Puebla, se sumó a la
Red Nacional Género y Economía (Redge) y a la Red Mexicana de Acción
frente al Libre Comercio, parte del frente contra la globalización y el
Tratado de Libre Comercio. Para Rocío Mejía
ser feminista no sólo es una opción de vida sino además una opción política. Yo decidí que nunca me casaría, porque podría significar subyugación. ¡Siempre he defendido mi independencia económica y mi autonomía!, condición primordial para ser libre. Hoy cuento con un compañero que respeta mi libertad. Decidí no tener hijos y que dedicaría mi vida a tiempo completo a la lucha por la emancipación de la mujer y de los pueblos. No podemos ser feministas sin observar las inequidades sociales y abstraernos de las realidades. Esta visión me ha llevado también a tener diferencias con compañeras del movimiento feminista que por lograr avances en ciertos rubros dejan atrás ciertos principios. Para ella, los contrastes sociales de Coyoacán son prioridad. “En la zona de los Culhuacanes viven familias en espacios muy reducidos, jóvenes con escasas oportunidades de estudio y de trabajo, las madres se quejan del narcomenudeo, del crecimiento de negocios ilegales y de la falta de policías y autoridad, del condicionamiento de los programas sociales y del contubernio entre autoridades de la delegación y quienes hacen de los espacios públicos un negocio.
¿Quién dijo que todo está perdido? Desde la izquierda feminista hay
muchas mujeres trabajando, dentro y fuera de los partidos. Y se
registran avances en las condiciones de las mujeres, pocos pero
significativos. Por mencionar el más reciente, el 25 de marzo se logró
que la primera sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
ordenara volver a investigar el caso de feminicidio de Mariana Lima
Buendía. El proyecto de resolución de amparo penaliza la cultura de la
violencia en contra de las mujeres y reconoce la urgencia de modificar
los patrones que violentan los derechos humanos de las mujeres;
institucionalmente se valoró el impacto negativo de un sistema de
justicia que no había considerado la perspectiva de género. Toca seguir
participando, ¡no claudiquemos!
Twitter: Gabrielarodr108