COMUNICAR IGUALDAD- Las expectativas eran muchas y el trabajo previo de las activistas por los derechos de las mujeres, enorme. Es que se
confiaba en que las deliberaciones de la 59ª Comisión de la CSW fueran
una importante contribución al final del período de aplicación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) y para los debates intergubernamentales en curso sobre la agenda para el desarrollo después del 2015.
En cambio, el texto que resultó “constituye una
mera reafirmación de los compromisos existentes que no alcanza el grado
de expectativas de la Declaración de Beijing y su Plataforma de Acción,
y en realidad podría provocar un gran paso atrás”, suscribieron muchas de las organizaciones de la sociedad civil presentes en un manifiesto que criticó
fuertemente a la ONU y a los Estados Miembros por su falta de voluntad
política y compromiso con los derechos humanos de las mujeres.
La camada de América latina y el Caribe también se posicionó frente a la declaración de la CSW59: “El
derecho al acceso a la información y a la comunicación es clave para
asegurar la transparencia y la participación sin dejar a nadie atrás y
eliminar todas las posibles exclusiones, como lo
acordado en la esfera de preocupación: La mujer y los medios de
Difusión, en Beijing. El desafío es poder ampliar la participación que
caracterizó hasta ahora los procesos de la CSW en Naciones Unidas, por
lo tanto exigimos a todos que extrememos la búsqueda e inclusión de
métodos que en adelante garanticen la participación amplia de la
sociedad civil sin exclusiones” señalaron las organizaciones de la región.
Que veinte años no es nada…
Durante la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, que se celebró en septiembre de 1995 en Beijing, capital de la República Popular China, 189
Estados miembros de las Naciones Unidas afirmaron que los derechos de
las mujeres son derechos humanos y decidieron promover objetivos de
igualdad, desarrollo y paz para las mujeres del mundo en interés de
toda la humanidad.
Específicamente se detallaron 12 esferas de preocupación que requerían medidas urgentes:
la pobreza; la educación y la capacitación; la salud; la violencia
contra la mujer; los conflictos armados; la economía; el ejercicio del
poder y la adopción de decisiones; los mecanismos institucionales para
el adelanto de la mujer; los derechos humanos; los medios de difusión;
el medio ambiente; y la niña.
Para cada eje se identificaron objetivos estratégicos y se detallaron acciones a nivel nacional, regional e internacional. La Declaración y Plataforma de Acción aprobada en Beijing se impuso así como hoja de ruta, orientando la lucha mundial contra las restricciones y los obstáculos al empoderamiento de las mujeres del planeta.
La meta: garantizar que en 2015 los compromisos en favor de la igualdad
de género, el desarrollo y la paz se cumplieran plenamente.
A 20 años de ese contrato histórico, aunque se registran progresos, ningún país alcanzó la igualdad para las mujeres y las niñas.
“El examen global de la aplicación a nivel
nacional de las 12 esferas de especial preocupación muestra progresos
inaceptablemente lentos y dispares. El
reconocimiento cada vez mayor de la igualdad de género como prioridad
mundial por una amplia gama de actores no ha dado por resultado un
auténtico cambio en las vidas de las mujeres y las niñas. Y los grandes
cambios de los últimos 20 años en el ámbito social, económico,
político, ambiental y tecnológico han hecho que surjan nuevos desafíos
para el logro de la igualdad entre los géneros” señaló el Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-moon.
A favor
Los debates y las exposiciones que formaron la agenda de la 59ª sesión de la CSW tuvieron como base el informe de Naciones Unidas que examinó la aplicación de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing
y de los resultados del vigésimo tercer período extraordinario de
sesiones de la Asamblea General a nivel nacional a partir de lo que
reportaron 164 Estados Miembros.
De la reseña surge que los países fueron eliminando
progresivamente los elementos discriminatorios presentes en sus
legislaciones, y aprobando nuevas leyes para promover la igualdad entre
los géneros y combatir la violencia contra las mujeres y las niñas. También, que se han hecho importantes progresos en la matriculación de niñas en la enseñanza primaria y secundaria; y que en algunas regiones, la participación de la mujer en la fuerza de trabajo aumentó. Algunas
zonas incrementaron el acceso de las mujeres a los métodos
anticonceptivos, y prácticas como la mutilación genital femenina y el
matrimonio infantil comenzaron a disminuir en ciertos contextos. Además,
avanzó la representación de las mujeres en los parlamentos nacionales
y se lograron adelantos normativos considerables en la agenda mundial
dedicada a las mujeres, la paz y la seguridad.
En su discurso durante la sesión inaugural de la CSW 59, la
directora ejecutiva de la Asociación para los Derechos de las Mujeres y
el Desarrollo (AWID, por sus siglas en inglés), Lydia Alpizar, resaltó el rol fundamental que las organizaciones feministas y defensoras de derechos humanos de las mujeres cumplieron en estos 20 años.
“Celebro el trabajo implacable e incansable de mujeres y niñas,
organizadas en toda nuestra diversidad, en diferentes grupos y
movimientos, que estamos transformando el mundo en que vivimos”
manifestó.
Alerta roja
Pero el relevamiento de los 164 Estados Miembros de Naciones
Unidas también le puso números y palabras al tirón que le faltó al
planeta para llegar a la meta. Así, aparece que al ritmo actual llevaría más de 75 años alcanzar el objetivo de igual remuneración por trabajo de igual valor. Que son demasiadas las mujeres que siguen privadas de acceso a un trabajo decente, que no tienen igualdad de derecho a la herencia ni a la propiedad
y quedan vulnerables a la pobreza. Por ejemplo, en Chile y en todos los
países de África del norte y de Oriente Medio las mujeres no heredan
más que la mitad de la parte que corresponde a un hombre. Además, la
participación desproporcionada de la mujer en el cuidado (no
remunerado) de las demás personas que integran la sociedad sigue
limitando su disfrute de los derechos humanos en diversas esferas.
La presencia de la mujer —ya de por sí limitada— en la
adopción de decisiones a todos los niveles a menudo sufre retrocesos, y
sigue estando insuficientemente representada en los niveles más altos
de dirección política. Particularmente, en Egipto
las mujeres que intentan ejercer su derecho a participar en la vida
pública son continuamente violentadas.
La violencia contra las mujeres y las niñas persiste en muchas formas y en niveles alarmantes en los ámbitos público y privado.
Diversos Estados -como Líbano, Armenia, República Democrática del
Congo, Costa de Marfil, Gabón, Egipto, Haití y Níger- siguen sin
adoptar una legislación que sancione específicamente la violencia
conyugal, y en consecuencia prima una impunidad casi absoluta. La violación conyugal no está penalizada
en la República Centroafricana, Egipto, Haití, Camerún, Costa de
Marfil, Líbano, Mali, Marruecos ni en Senegal. Y para colmo, en Túnez
la ley permite que el violador evite la sanción si se casa con su
víctima menor de edad; y en Egipto y en Siria, se prevé una reducción de pena para los hombres que maten a su mujer en nombre del “honor“.
A pesar del compromiso manifestado por los gobiernos en 1995, los derechos reproductivos y sexuales de las mujeres vienen de mal en peor.
En todos los continentes persisten legislaciones represivas que
criminalizan el recurso al aborto. En 2004, una masiva movilización en
España evitó una reforma que apuntaba a limitar de forma drástica el
acceso al aborto. En Nicaragua, El Salvador, Chile y República
Dominicana, la interrupción voluntaria del embarazo está prohibida sin
ningún tipo de excepción. Y en Irlanda, Senegal, Costa de
Marfil y Bangladesh existen leyes extremadamente restrictivas que no
permiten levantar la prohibición de abortar salvo cuando la vida de la
mujer corre peligro.
Las jóvenes de 15 a 24 años de edad corren un 50% más
de riesgo de infección con el VIH que los jóvenes, y a nivel mundial
desde 2001 el número de mujeres que viven con el virus aumentó.
A finales de 2013, las mujeres representaban el 52% de las personas
infectadas en los países de ingresos bajos y medios, y hasta el 59% en
el África Subsahariana.
En lo que respecta a las mujeres y las niñas que viven en
zonas rurales y asentamientos urbanos pobres existen grandes
disparidades con relación a varios indicadores, incluidos la
matriculación en la enseñanza, la mortalidad materna y el acceso a los
servicios, como el agua y el saneamiento. Y las mujeres con
discapacidad, las indígenas, las migrantes y las lesbianas, gays,
bisexuales y trans suelen ser objeto de discriminación y violencia.
En diálogo con
el Servicio de Noticias de la Mujer de Latinoamérica y el Caribe
(SEMlac), Tarcila Rivera Zea, una de las representantes en Nueva York
del Foro Internacional de Mujeres Indígenas (FIMI), declaró: “Es
necesario pensar en los medios de comunicación que construyen imágenes
discriminatorias y estereotipadas y no representan a los pueblos
originarios como cultura específica […] Además, el
sistema educativo tiene que ser intercultural. Se debe enseñar a la
niñez sobre los pueblos originarios, ya a los adultos no les
cambiaremos sus mentes colonizadas y machistas”.
Las mujeres y las niñas tampoco quedamos ajenas a las
coyunturas mundiales. Entonces, la crisis financiera y energética de
los años 2007 y 2008, al igual que el cambio climático y los repetidos
desastres naturales, nos afectan con frecuencia y de forma
desproporcionada por las desigualdades entre los géneros y la
dependencia de muchas de los recursos naturales como medio de
subsistencia.
Según Phumzile Mlambo-Ngcuka, directora ejecutiva de ONU Mujeres: “Si
los países hubieran cumplido todas las promesas, hoy estaríamos
observando muchísimos más avances en materia de igualdad que las
pequeñas conquistas que estamos celebrando en algunas áreas. Estaríamos
hablando de igualdad para las mujeres en todos los ámbitos y de un
mundo más sano, con una prosperidad más uniforme y sustancialmente más
pacífico“.
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