4/01/2015

UNAM: ¿Y los reprobados a dónde van?


¿Cuál es la solución? Hacer universidades. Cientos de Universidades.

lasillarota.com

Miles de muchachos y muchachas no ingresarán a la UNAM este año, como el año pasado y el antepasado y los muchos años anteriores. Quizá en la segunda ronda de exámenes de ingreso en mayo próximo, pero también, como hoy, apenas un mínimo porcentaje de estudiantes solícitos se sentarán en los pupitres y tendrán la vista fija y la atención puesta en la palabra ‘universo’.

Digamos que ingresar a la Universidad Nacional Autónoma de México es un sueño. Es una aspiración histórica y vigente de miles de mexicanos que fruta vendían. Es la consagración de la primavera individual y familiar. Es como si de pronto se pasara de la nada al todo universal y concluyente.

Durante años, los padres de uno, cuando no se pertenece a familias linajudas y ni siquiera burguesas, quieren ver a sus hijos estudiantes y estudiosos: “Para que no sea como nosotros”. “Para que sean alguien en la vida”. “Para que los respeten”. “Para que no los ninguneen”. “Para que no tengan que pasar las de Caín”. “Para que nuestro sueño se haga realidad en ellos”…

Y para que la muchacha o el muchacho no tenga que pasar las de Caín mientras acude a la Universidad, con frecuencia los padres están dispuestos a trabajar y a entregar lo que se consigue de aquí o de allá. La familia toda.

O él o ella mismos que en muchos casos además de trabajar también se entregan al sueño del conocimiento para ser ese profesionista hecho y derecho que todos quieren: es cosa de unos cuantos años, que significan toda la vida. La casi gratuidad del pago anual no es todo: Los libros, material didáctico, transporte, alimentación… más: cuestan.

Por supuesto los hay que están ahí y tienen con qué. Digamos que no están en la condición de una mayoría estudiantil que tiene los pesos contados. Los hay que llegan con la panza llena y ropita de marca; otros hasta con carro último modelo, a veces con el chofer que los lleva y trae, y con dinero para no tener que comer las tortas de queso de puerco –tan sabrosas- que se comen en las islas… “¡Fuchi!”, dicen. Hay de todo, pero ahí todos son uno y uno mucho más que dos, que dice el poeta.  

Ingresar a la UNAM y ser Puma significa mucho para miles de mexicanos. Llegar ahí y pasar por sus espacios amplios en donde se respira inquietud, conocimiento, rebeldía, responsabilidad, unidad, hermandad, cordialidad, adversidad, animadversión también, angustias semestrales y la larga lista de sentimientos y conciliaciones en un sólo espacio que tiene muchos espacios: la libertad.

La UNAM es la Casa Mayor Nacional y la más querida. Todos la veneramos. Todos la miramos con cariño, con ternura y con los mejores recuerdos de nuestras vidas.

Pero no todos pueden ingresar a ella. No todos aunque todos quisieran. Aunque de los miles que año con año se inscriben para concursar por una plaza estudiantil en las diferentes carreras que se imparten ahí no lo consiguen. Son los que, como muchos, van con la esperanza de quedarse ahí porque luego de estudiar y vivir ahí, la vida ya nunca vuelve a ser la misma de antes…

¿Se quiere ingresar a la UNAM por estar en la UNAM o por lo que nos proporciona en conocimientos, en desarrollo intelectual y emocional, en responsabilidad social y colectiva? Parte y parte. No deja de ser un privilegio ser estudiante o haber sido estudiante de la ‘Máxima Casa de Estudios’. Pero sobre todo se está ahí porque se aprende a recuperar la lección del primer día de primaria “la ‘O’ por lo redondo” ahora con matices, ahora con la interpretación de porqué es “O” y por qué es redonda y para qué sirve…

Intentarlo y no ingresar es un fracaso para todos los que quedan fuera. Pero sobre todo es un fracaso del sistema educativo mexicano. Y un país que no satisface las necesidades educativas de sus muchachos es un país francamente desequilibrado e injusto. Y lo es aún más porque quienes son responsables de estructurar la educación en México, para sus niveles básico, medio o superior no ven más allá de cifras, de datos, de organización institucional y de programas cumplidos.

Este año acudieron a la convocatoria de ingreso a las carreras de la UNAM miles de egresados del bachillerato. De 138,253 que fueron, una gran mayoría hizo el examen para ingreso y tan sólo lo consiguieron 11,490. Es decir, apenas el 8.9 por ciento.

Ridícula posibilidad la del ingreso a nuestra queridísima UNAM. Y no se trata de falta de conocimientos. Si fuera así, peor aún porque seríamos un país de reprobados. Muchos de quienes no ingresarán tienen talento, capacidad, inteligencia, ilusión, fortaleza y carácter. Pero no hay lugar para ellos. Como cada año tampoco en el Politécnico Nacional y en otras más de carácter público. Miles quedan fuera.

Y con ellos se pierden miles de posibilidades de que México salga del subdesarrollo educativo y de la dependencia del exterior; nos faltan técnicos, científicos, sabios de todo orden, para poner al país con los pies en la tierra. Pero el gobierno mexicano en una mala interpretación del gasto no da prioridad a la prioridad: la de la educación en todos sus niveles: a fin de cuentas el sistema público educativo no es gratuito. Lo pagamos todos con nuestro trabajo.

Ya anuncian la segunda vuelta de exámenes para mayo próximo. Entrará otra mínima parte de los aspirantes. ¿Y los que no ingresen?...

Si pueden, intentarán ir a estudiar a universidades privadas en donde también se cuecen habas; irán a institutos mediante becas de media cuota; irán a escuelas alternas de nivel técnico para ser técnicos en algo: Está bien; pero sobre todo irán caminando por la calle frustrados…

Muchos refugiándose en eso que hoy se llama “economía informal” y que no es más que desempleo disfrazado. O se irán al empleo elemental. O pondrán ‘su negocio’ o, si no hay para tanto, desesperados se irán a la delincuencia en donde muchos –no todos- están ahí como una forma de rebelión hacia un sistema que los marginó y que echó llave al cerrojo…

¿Cuál es la solución? Hacer universidades. Cientos de Universidades. Miles de universidades. En donde todos nuestros muchachos vocados y capaces tengan un asiento frente al pizarrón; en donde su futuro sea el de la dignidad y el respeto y el de a México un país ‘con la ‘O’, por lo redondo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario