MÉXICO,
D.F. (apro).- Cinco imberbes adolescentes vestidos al estilo Luis
Miguel Tardío, están sentados como jurado de bar para supervisar el casting que han organizado entre sus compañeras, muy emocionadas ellas porque se asumen subordinadas.
En el video pretenden aprobar a la joven que los sacará del tedio
vital de tener iPhone, beber de forma ociosa, tener que desvestirse de
sus ropitas tan caras y lavarles los pies no como Jesucristo hizo con
sus apóstoles sino como harían las esclavas sexuales en los
performances de los table dance.
En el delirio de la fobia a las mujeres, el video refleja las
fantasías de persecución de un flaco con lentes, de un gordito ceboso,
de otro que acaricia un jaguar y de uno más que, indudablemente, es el
incansable galán que duerme solo en su cuarto carísimo.
El video de apenas 1 minuto 48 segundos es una buena síntesis de
estereotipos y una demostración de la compulsión por lo naco de una
generación que se cree privilegiada, elitista y moderna.
Lo escandaloso del video no está en su evidente clasismo, misoginia
y estulticia. Lo más singular es el humor involuntario que transpiran
estos jóvenes que contrataron a la productora Grupo Mann (para que no
quedara duda de su virilidad) para tener el registro de sus únicos dos
minutos de infamia digital.
¿Qué otra cosa se podía esperar de una escuela que se llama
“Cumbres”? En parte, aunque la dirección del colegio se haya deslindado
del video de sus niños, es la consecuencia lógica de una institución
fundada por el Santo Patrono de la Pederastia, la Morfina y los
Trepadores Sociales, don Marcial Maciel, ahora expulsado del paraíso
del Vaticano, pero con un legado de decadencia moral que, por lo visto,
aún no superan sus herederos.
Según el Instituto Cumbres el material “ofendió a varias personas,
mismas que han expresado su enojo”. Aclararon que “de ningún modo
representa los valores y principios del colegio, los alumnos, familias
y egresados” y subrayaron que “la dirección del colegio no tenía
conocimiento del contenido”. Como Poncio Pilatos, se lavan las manos y
les echan la responsabilidad a los cinco jóvenes que confunden su
triste realidad con las 50 Sombras de Grey.
Para Ricardo Raphael, autor del extraordinario ensayo Mirreinato, La Otra Desigualdad, este
video no es el primero que documenta la soberbia y el despotismo no
ilustrado de este negocio del ascenso social escolarizado.
En su reciente artículo “Los Videos de la Clase Ociosa”,
Raphael argumenta que estas imágenes “recuerdan que la educación ha
dejado de servir en México para que la persona obtenga logros
económicos independientemente de su origen social”.
Y también confirman que es esa clase ociosa la que se ha adueñado de
un sistema que se imaginaba transitando a la democracia y acabó en el
clasismo más anacrónico y naco.
Es de tomarse en serio la conmoción generada por el video en redes
sociales, pero no desde la hipocresía de quien se indigna por la
decadencia moral y neuronal de los preparatorianos del Cumbres sino por
la otra cara de la moneda: la incapacidad de los propios Mirreyes para darse cuenta que son una autoparodia.
Son la autoparodia de un fracaso, no de un éxito. Son la autoparodia no de la virilidad sino de la ambigüedad sexual de clóset que supo explotar Maciel en su negocio. Son la autoparodia de “la prole” que desprecian por morenos (#YoNoSoyProle, dixit, nos recordaría la hija de Peña Nieto). Son la autoparodia de un poder que si Foucault viviera con un libro de Vigilar y Castigar los premiara: bienvenidos al panóptico en donde ustedes hacen el ridículo y exhiben el fracaso de su liderazgo social.
Twitter: @JenaroVillamil
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